Partida Rol por web

Un nuevo día se alza en esas tierras oscuras. Oscuras para Galvor pues el sentido de su vida se ha desvanecido junto con su magia. Para él, aunque la luz del sol brille con fuerza en lo alto del cielo, sigue siendo negra noche en su corazón. Pero el mundo sigue girando sin tener en cuenta sus sentimientos. 

El cielo se tiñe de un rojo fuego y poco a poco va apartando las tinieblas de la noche, lleva a sus guaridas a los seres nocturnos y trae a la vida a los animales de la luz. El gallo del pequeño corral canta anunciando la llegada del sol e instando a su dueño que se levante.

Comienza a hacer un poco de fresco, pues el otoño ha entrado hará apenas unas semanas.

En el suelo de la caverna, Galvor está sentado, mirando el amanecer. Lleva horas despierto, ha abierto los ojos mucho antes de que el sol asomara tras las montañas lejanas. De hecho, apenas ha dormido. En su mente ya no hay espacio para sueños, desde que su modo de vida se ha derrumbado.

A veces, los magos pierden sus poderes. Son cosas que pasan. Nadie sabe cómo un mago obtiene su talento, así que nadie sabe tampoco cómo lo pierde... La única explicación es que el destino es caprichoso con los hombres, o al menos es la única que Galvor conoce.

Con esfuerzo, se pone en pie y sale de la cueva para asomarse a las laderas. Están salpicadas de rocas y duras ramas. Podría poner fin a su sufrimiento con un simple movimiento, con un simple salto al vacío... Después de todo, su vida ha quedado vacía. ¿Qué otras opciones tiene, bajar al pueblo, trabajar para ganarse la vida día a día mientras le rodean la mentira y la deshonra? Nunca ha sabido vivir así, y sabe que no será capaz.

Suspira. Sólo hay una salida... seguir adelante un día más, por pura obstinación.

El día parece tranquilo. El trinar de los pájaros envuelve a Galvor y parece darle algo de tranquilidad, aunque le parezca que nunca volverá a sentir nada. Ha perdido lo más importante, la chispa de su vida, aquello que le permitía seguir adelante... pero quizá en esos momentos no sea lo más importante.

Las horas pasan... todo parece igual, iluminado por la luz del sol, que se filtra entre las ramas de los árboles que rodean la cueva a la que llama casa, pero nota algo extraño... los pájaros ya no trinan y la suave brisa que mecía los árboles ya no sopla.

Como buen ermitaño, Galvor es un hombre con mucho sentido para la naturaleza. Aquél cambio en el ambiente es tan obvio para él como una luz brillante en mitad de la noche para un hombre con buena vista. Frunce el ceño extrañado y escruta la lejanía, buscando signos de algo que pueda haber asustado a la fauna. ¿Quizás alguna amenaza...?

No sería muy preocupante de conservar sus poderes, pero sin ellos no es más que un hombre corriente, expuesto al peligro como cualquier otro...

Si presta la suficiente atención, Galvor puede oler el humo procedente de algún lugar alejado y no del bosque de la montaña. Y si afina la vista, se puede apreciar la columna de humo que se levanta desde la ubicación donde se encuentra el pueblo más cercano, a los pies de la montaña... quizá por los alrededores.

Quizá algo ha pasado en el pueblo. Aunque no tenga mucho trato con ellos, alguno de los habitantes le llevan algo de comida para que no solo coma lo que le da el bosque.

El pueblo... esa es la respuesta. Ha ocurrido algo allí, quizá hayan sido atacados, o se haya declarado un incendio. Al pensar en eso, Galvor recuerda una vez más sus poderes. Pero se obliga a quitarse eso de la cabeza. Lo importante ahora es el pueblo, ¿qué puede haber ocurrido?

Aunque le cuesta unos instantes vencer sus reticencias, finalmente da un paso, luego otro... y después se encamina al sendero que desciende de la montaña y conduce a la aldea. Tiene que averiguar qué ha pasado allí.

No ha llegado a recorrer la mitad del camino que baja por la ladera, cuando puede escuchar el sonido de las ramitas de los arbustos romperse al rozar algo contra ellas. Galvor puede notar la tensión propia del bosque... la tensión que tienen los seres vivos al notar una amenaza.

El romper de las ramitas y los pasos poco silenciosos se acercan cada vez más a donde se encuentra Galvor. Y el bosque parece que se va retrayendo más, para agobio de Galvor porque parece que lo que se acerca es una amenaza o algo parecido.

Galvor no lo duda un instante y busca un lugar para esconderse entre la maleza. Sin sus poderes es mucho más vulnerable de lo que está acostumbrado a ser, y un encontronazo con algún peligro podría ser fatal... aunque tal vez eso fuera lo mejor, dadas las circunstancias.

Sin embargo, su instinto de supervivencia es más fuerte y le impele a resguardarse. Si tiene que morir, prefiere que sea cuando él lo decida...

Pasan varios minutos que para el exmago parece como si una eternidad desfilase por sus ojos, lentamente, a la espera de una muerte que no llega y que no llegará nunca. Los ruidos ahora se escuchan más cercanos tanto que se puede ver hasta lo que parece el color de la ropa de quien se acerca.

Y poco después, de la espesura del bosque sale una joven que tropieza al llegar al camino y comienza a subir por él, dirigiéndose a su morada. A pesar del aspecto que pueda tener, Galvor la reconoce como una de las jóvenes del pueblo, Miranna, varias veces le ha cambiado algo de pan y leche por algunas clases de lectura y escritura.

Al ver aparecer a Miranna en el sendero, Galvor se da cuenta de que está más nervioso de lo que pensaba. Lo de haberse quedado sin poderes debe estarle afectado gravemente. Se lleva una mano a los ojos y se los frota con cuidado para calmarse. Luego deja que la joven pase de largo, y cuando ya ha avanzado unos metros, sale de los arbustos a su espalda y llama suavemente para no asustarla.

- ¡Miranna!

Lo último que quiere es que la chica se sobresalte, pero en fin... No será difícil decirle que estaba simplemente dando un paseo por el bosque.

Miranna no tiene tiempo de frenar bien y resbala aunque apoya las manos para no caer del todo. Se levanta y se gira para acercarse a Galvor y coge su mano para tirar de él y seguir el camino hacia la humilde morada del mago. Miranna parece manchada de hollín, con la ropa rasgada y con algunas manchas oscuras que parecen sangre. El cabello normalmente bien recogido para no molestarle en el trabajo de la granja, ahora parece revuelto.

-Profesor! Debemos... debemos irnos!

Extrañado, Galvor da unos pasos hacia la muchacha. No es normal que venga tan apresurada y por si fuera poco... ¿eso es sangre? Un mal presentimiento empieza a hacerse patente en la mente del ex-hechicero.

- Miranna... ¿estás bien, qué te ha pasado? -pregunta preocupado-. ¿Qué pasa en el pueblo, por qué esas columnas de humo...?

Galvor tiene prisa por saber, pero es consciente de que si no deja hablar a la muchacha, nunca se enterará de nada, por lo que guarda silencio y espera una respuesta.

-Han... han atacado el pueblo!

Sigue tirando de él para seguir hacia arriba de la montaña, mirando hacia atrás, temiendo que alguien la persiga. Mira al profesor brevemente y luego mira hacia la montaña. Su nerviosismo es bastante y está claro que no quiere detenerse ni un momento.

-Por favor, profesor, marchémonos!

Galvor abre los ojos de forma desorbitada cuando escucha aquello. A pesar de sus esfuerzos por comprender, Miranna lo arrastra sin que pueda hacer nada detrás de ella, así que no tiene más remedio que seguirla camino arriba.

- Pero... pero... ¡espera! ¿Quién ha atacado el pueblo? ¿Dónde están todos los demás?

Realmente se sorprende de las preguntas que salen de su boca. No pensaba que fuera capaz de sentir preocupación por nadie, y menos ahora que su vida está deshecha... pero tal vez uno no puede perder del todo su humanidad.

- Miranna, para... no tan deprisa -dice, liberándose por fin del brazo de la chica-. Iré por mi cuenta, tranquilízate y dime todo lo que ha pasado...

-Un grupo de hombres acaballo atacaron... antes del amanecer...

Sigue caminando lo más deprisa que puede sin dejar atrás a Galvor, aunque para ella aun van demasiado lentos y ya tendrían que haberse ido de ese sitio. Se tendrían que haber alejado lo máximo posible.

-Han... han matado a casi todos los hombres... y... y a las mujeres... las mujeres...

Se traba un poco porque no quiere seguir hablando.

-Mi madre les distrajo cuando... ellos querían cogerme... y logré escapar... quizá... quizá ya no está... 

Galvor siente cómo se le revuelven las tripas al escuchar aquello. ¿Quién puede haber sido capaz de atacar el pueblo y no dejar absolutamente a nadie al margen de la matanza? Si fuera aún poderoso, podría bajar y enfrentarse a ellos con garantías, pero ahora... ahora simplemente no puede hacer nada.

- Maldita sea -dice, apretando los dientes-. Vamos, démonos prisa en subir. Si nos ven, estamos perdidos. Cuando estemos arriba me contarás todo lo que recuerdes y decidiremos qué hacer...

Y sin decir más, aprieta el paso para llegar cuando antes a su cueva.

Asiente mientras sigue a Galvor hacia la cueva que tiene por casa. Suele ir a menudo ahí porque es quien le lleva comida, a veces a escondidas de su familia porque ella quiere aprender muchas cosas y en el pueblo a las mujeres ni si quiera les enseñan a contar... pero ahora ya todo da igual... toda la gente...

Se le escapan unas lágrimas y se acerca más a Galvor, a modo de protección.

Tras una caminata que parece durar más que el descenso, llegan a la cueva.

La cueva está tan tranquila como Galvor la ha dejado antes de salir, pero ahora todo es diferente. Su estado de ánimo no tiene nada que ver con el que tenía antes. Hace pasar a Miranna y le ofrece unas pieles limpias que guarda para que pueda sentarse en ellas a descansar y tranquilizarse.

- Bien, ya estamos a salvo -dice-. No se les ocurrirá subir aquí, seguro. Ahora cuéntamelo todo, y por favor, con todos los detalles...

Se acuclilla frente a ella y le aparta los desordenados mechones de pelo del rostro, mientras la observa esperando su respuesta.

Mira a los ojos de Galvor con mirado. No quiere recordar nada de lo que ha pasado, sino más bien olvidarlo todo porque no cree poder vivir con esos recuerdos.

-Estábamos acostados... estaba a punto de salir el sol y comenzar nuestro trabajo en la granja... - se le va la voz durante un momento y traga saliva para humedecer la garganta -. Los hombres iban de negro, encapuchados... no recuerdo ningún símbolo... bueno... tampoco se mucho sobre esas cosas... no lo sabría reconocer...

Detiene su discurso, cierra los ojos, apoya la frente en las rodillas y se las abraza.

-Ma... mataron... a todos los hombres que trataban... de defenderse o de escapar... a las más jóvenes... se las llevaban...  no sé a donde... 

Se pone a llorar.

-Cu... cuando me iban a llevar a mí... mi madre les atacó y me... dio tiempo para escapar. Otras mujeres la ayudaron... creo que... alguna chica más trató de escapar, pero no... ha venido conmigo.

Galvor escucha la historia de Miranna con creciente pesar. Sin sus poderes, es poco lo que él puede hacer contra esos indeseables, y sin duda ya es tarde para muchos de los aldeanos...

- Bien, tranquilízate -le dice a la muchacha-. Ahora estás a salvo, aquí no te encontrarán. Cuando pase un poco de tiempo, saldré para ver si encuentro a algún superviviente más... Hay que intentar salvar a todos los que podamos.

Se levanta y va a buscar un poco de agua para que Miranna pueda beber algo. Tiene un mal sabor de boca por lo que ha pasado que no le deja tranquilizarse... pero, ¿qué más pueden hacer ahora, aparte de esconderse?