Partida Rol por web

Negó con la cabeza, pues no sabía qué responder. Sin embargo al ver el rostro de Saltonstall improvisó cualquier cosa pseudo-científica y dejó que sonara su voz, que quizá bien pudiera ayudar a tranquilizarlos. -Quizá ha sido una tormenta eléctrica de mucha altura, o alguna clase de desorientación magnética -no confiaba en absoluto en lo dicho, es más, creía que todo estaba conectado y que se habían metido en un caso que, sinceramente, ya poco tenía que ver con cuerpos despedazados. Aquello trascendía todo lo imaginable, y ya era la segunda ocasión en que se encontraban con lo supranatural. Quizás en lugar de ir a la Universidad debían ir a consultar a algún oráculo o vidente...
-No salgan -cerró, con cierto tono autoritario, pues ignoraba si el miedo o la desesperación podría hacer que alguno tratase de salir corriendo Dios sabe dónde

Sin saber que unas décadas más tarde un director de cine plasmaría en su obra un terror plumífero de una magnitud similar, Jerry boqueó sorprendido al ver cómo las aves se precipitaban sobre el asfalto.

—N-no parecen quemadas, ¿Qué cojones?

Sin darse cuenta, su mano había realizado el camino hasta donde debería haber un paquete de cigarrillos. En su lugar había chicle. Ante aquella contradicción, su cuerpo respondió con un exagerado espasmo. Una sacudida que sirvió de preludio a un atronador ataque de tos. Tan violento que daba la sensación de que iba a vomitar los pulmones.

La lluvia, o más bien, la caída de aves duró poco, pero ellos aún permanecieron algún tiempo más dentro del vehículo, con los rostros completamente desencajados tras lo que acababa de ocurrir. No comprendían como era posible, ni qué tipo de circunstancias habían podido llevar a aquellos pájaros a desplomarse de tal manera. Y menos presentando un aspecto tan deplorable, como si ya llevaran muertos más tiempo.

Taylor trató de encontrar alguna explicación, a pesar de que la biología no era su fuerte. El resto, simplemente, luchó por mantener la compostura. No tenían ninguna certeza al respecto de a qué podía deberse aquel raro fenómeno, pero tenían la sensación de que estaba relacionado de alguna manera con los extraños sucesos a los que les había arrojado aquel caso.

-Joder. Su puta madre. - Exclamó el taxista, que fue el primero en salir del auto cuando la lluvia de aves finalizó. -¡Me han abollado todo el coche! - Aquello les hizo volver en sí. La universidad estaba frente a ellos. Si querían encontrar respuestas no podía haber lugar mejor.

-Señor Taylor, después de lo que hemos visto ¿tanto le cuesta entender que no existe ninguna explicación racional para esto? 

Pero lo que más le asombraba era la aparente frialdad con la que el taxista estaba afrontando la situación. Toda su preocupación se centraba en los daños que había sufrido su coche. 

Leverett se agachó para coger ángulo de visión y mirar al cielo. Algo tendría que haber ahí arriba que lo hubiese provocado.

-No se equivoque, señor Saltonstall. En verdad sólo trataba de tranquilizarles, temía que pudieran intentar salir del vehículo si se dejaban llevar por el terror -respondió, sin dárselas de nada, en el tono neutro de un agente de la ley cuya prioridad son siempre el resto de ciudadanos, y que interioriza esa conducta como lo habitual. Sin embargo, antes de continuar, su rostro sí adquirió un tinte sombrío, oscuro, y asintió bajando ahora la voz...

-Pero sí, estoy con usted. Sin duda esto se pasa ya de castaño oscuro, y aquí hay fuerzas en juego que ninguno entendemos -se mantuvo unos segundos en silencio, y observó la universidad en lontananza. No estaba lejos, y habida cuenta de que el tráfico se detendría un buen rato hasta que pasaran los primeros minutos de asombro, podían caminar hasta allí. Así al menos podrían relajarse y hacer que la caminata les sirviera para refrescarse. Incluso aunque el espectáculo fuera tan dantesco como un reguero de aves muertas
-Lo que más me asusta, caballeros, es que quizá las personas que buscamos, ese culto raro... quizás ellos están jugando con estas fuerzas, intentando controlarlas. Y mucho me temo que de ser así, podrían desatar un caos para el que nadie en esta ciudad está preparado -se levantó el sombrero, se rascó el cabello mientras observaba el cielo, y se lo volvió a colocar

Todavía algo mareado, Jerry bajó del taxi para tomar aire y tratar de calmarse. No sabía si se sentía preparado para enfrentarse a más eventos como aquel.

—Pues hay que joderse, agente Taylor. Si así fuese, sería la única religión que da lo que promete, aunque sea esta locura.

Tras una bocanada de aire, se metió en la boca uno de sus últimos chicles de nicotina y se enfrentó a la apocalíptica estampa que tenía delate: la fachada de la universidad y una calle plagada de cadáveres emplumados.

—Lo único que conseguí con mi primera comunión fue ver al pastor borracho e intentando meterle mano a mi tío. Hay que joderse.

El grupo atravesó el campus de la universidad de la Reserva Occidental dejando atrás el macabro espectáculo de las aves hasta el Adelbert Hall, el principal edificio del campus. Un edifico de estilo románico italianizante construido el siglo anterior que tenía las funciones administrativas de la universidad y albergaba además las clases de Arqueología. La casualidad quiso que, cuando subían las escaleras que daban acceso al hall del edificio, se encontraran con Rufus McDowell, antiguo profesor de Saltonstall que era un brillante atropólogo de notables y referenciadas obras, un aficionado de grandes conocimientos en el campo de la Historia del Arte y un gran apasionado de la fotografía. En su juventud había liderado alguna que otra expedición arqueológica por Egipto, Grecia y otros países del este de Europa. Las fotografías que había tomado de tumbas antiguas, mausoleos y ruinas de templos de orden jónico habían servido para ilustrar las exposiciones de los hallazgos de sus viajes en más de un museo a nivel nacional.

Rufus McDowell, de mirada severa, nariz ancha, poblada barba blanca y pelo canoso peinado hacía atrás alzó las gruesas cejas al ver llegar al grupo.

-Ah, señor Saltonstall, ¿recibió mi telegrama?

-Buenos días, Profesor-dijo Leverett-¿Un telegrama ha dicho? Lo cierto es que no. Me temo que no paso tanto tiempo como me gustaría en mi casa estos días. Le presento a mis socios en la investigación, el señor Thompson y el señor Taylor. Caballeros, este es el Doctor Rufus McDowell, quien me ha ayudado anteriormente con la investigación. Pero dígame, ¿es que acaso ha descubierto alguna cosa más que quiera compartir con nosotros?

Se tocó el ala del sombrero e inclinó levemente la cabeza a modo de saludo, y como muestra de respeto a las canas, y se mantuvo en silencio mientras Saltonstall departía con su colega. Si aquel hombre podría introducirles en la Universidad y facilitar su búsqueda, o incluso si él mismo se prestaba a ello, estarían ganando tiempo. Y no es que les faltara, pero algo le decía que hechos como el de Willy el Manco y la precuela de Hitchcock se repetirían de un modo u otro, y ellos estaban en medio de todo el meollo

Todavía mascando chicle, Jerry se sintió como uno de esos estudiantes zoquetes que va a estrecharle la mano al profesor. Estaba hecho un manojo de nervios y deseaba quemar en sus pulmones algo de alquitrán. El chicle tenía un sabor repugnante y apenas calmaba sus ansias de fumar. O quizá necesito unas buenas vacaciones.

—E-encantado.

El profesor McDowell estrechó las manos de Thomson y Taylor y respondió a las cortesías propias de los saludos entre caballeros, aunque cuando Saltonstall los introdujo como sus compañeros de investigación no pudo evitar mirarles como si los cuatro compartieran un oscuro secreto. Algo que no se solía contar en los clubes de caballeros donde el profesor solía acudir a debatir con otros intelectuales cuestiones científicas y filosóficas, sino algo más mundano y profano.

-Un placer, muchachos. - El profesor dio media vuelta y se dirigió de nuevo al interior del edificio, invitándoles a entrar. -Vengan, iremos al salón para charlar tranquilamente. ¿Fuman ustedes?

El profesor McDowell les acompañó a un amplio salón donde había unos cómodos butacones. Las paredes del salón estaban cubiertas de estanterías repletas de libros. En una esquina había una mesita con vasos y el profesor les ofreció una bebida. Allí pudieron recuperar el pulso después del mal trago que habían pasado en la entrada del campus.

-Como le iba diciendo, desde nuestra última charla no he podido quitarme el tema de la cabeza. Por eso le envíe el telegrama. Esta mañana estuve indagando en unas cuantas antologías, e incluso repasé el libro de Homero. Como le dije al señor Leverett el otro día, Escila y Caribdis siempre aparecen juntos en las historias griegas. Aunque al señor Saltonstall le comenté que se dice que Caribdis era una ninfa castigada por Zeus, hija de Poseidón y Gea, según algunas otras autoridades Escila y Caribdis son las hijas gemelas de Hecate, o de Cetus, el monstruo marino. En algunas otras versiones que he podido encontrar, Caribdis es la madre de Escila. En la Odisea, Circe, que es capaz de predecir el futuro, advierte a Odiseo de que navegue más cerca de Escila. - miró a los tres, que parecían tener tan olvidada la vieja literatura griega como Saltonstall en su primer encuentro, y aclaró: -Escila es una especie de demonio con las cabezas de seis perros surgiendo de su cintura y Caribdis es un monstruo marino capaz de crear un enorme remolino que absorbe el agua tres veces al día y luego la vuelve a escupir otras tantas veces. Bueno, como iba diciendo, Circe advierte a Odiseo que navegue más cerca de Escila, ya que ésta solo matará a seis de sus hombres, mientras que Caribdis destruirá todo el barco. Más tarde cuando Zeus vuelve a enviar a Odiseo a Caribdis, el héroe se agarra a una higuera que crece por encima del remolino y así sobrevive hasta que los restos de su barco vuelven a salir a flote. Y eso, queridos muchachos, es lo que representa el cuadro de Aioli. - El profesor concluyó satisfecho y se acomodó en su butacón, dando una calada al puro que sostenía entre los dedos y contemplando a través del humo a los tres investigadores.

Su cara de póker lo decía todo. Lanzó una mirada significativa a Thomson, que supuso estaría en la inopia como él. La historia, bien adornada y magníficamente contada por el profesor, no aportaba nada en verdad para la investigación en curso. Al menos bajo su pragmático prisma, claro. En caso contrario más les valdría salir zumbando a la primera frutería que encontraran y hacerse con unos higos para embadurnarse con ellos de arriba abajo. O encontrar a una clarividente que les sugiriera su próximo paso a dar...

Movió el sombrero ante su cara, como abanicándose por el calor (cosa que no era del todo errónea) pero sobre todo para librarse del humo de ese mal vicio que era fumar. Lo que sí había degustado era una pequeña copa de licor, que en ningún caso afectaría a sus capacidades y le vendría bien para templar ánimos. A fin de cuentas era algo habitual, siempre y cuando no excediera lo legalmente razonable y pasara dentro de la moral cristiana. Honestamente, no sabía qué pensar. Lo único que de verdad tenía cada vez más claro era que aquella gente era un culto de adoradores, y poco le importaba el ente mitológico que representaran habida cuenta de que los libros no podían ofrecerles ninguna pista para detenerles. Además se apostaría un dólar a que cuando salieran de la Universidad ya no recordaría ni la mitad de los nombres de la historia

-¿Hay algo de toda esa mitología representada aquí, en la ciudad, aparte del cuadro? Alguna escultura, una estatua o algo parecido... -era la única pregunta que podía hacer. No se le ocurría nada, así que al menos debían asegurarse de que en Cleveland no hubiera algún templo o cualquier otra cosa que hiciera referencia al Odiceo, Ofideo, o como rayos se llamara el libro ese

Leverett asentía a medida que el profesor iba explicando los detalles la historia de Caribdis y Escila, tal como se la había contado anteriormente a él. 

-Correcto. Agradezco que repitiese su explicación para mis colegas, pero  ¿qué es lo que ha descubierto que motivase el telegrama?

Jerry se removió incómodo en su butaca. Intentaba con todas sus fuerzas que no se notase su cara de asco por el humo del puro, mueca que apenas había podido reprimir cuando les preguntó si fumaban. Lo único que pudo hacer para sentirse mejor consigo mismo era distraerse. Más tarde se felicitaría por su fuerza de voluntad. Eso si consigo no vomitar.

—Yo creía que todas esas historias sobre mitología existían para explicar fenómenos que nuestros antepasados no comprendían. Seguro que "Caribdis" no es más que un fenómeno natural y querían evitar que la gente navegase por ahí porque era peligroso, ¿no?

-En efecto. - El profesor asintió soltando una larga humareda por la boca a las últimas palabras de Thomson, mostrando su acuerdo con la afirmación que había hecho. -Un colega mío, el profesor Karagiannis, mantiene la tesis de que Caribdis se encontraba en el estrecho de Messina, entre Sicilia e Italia, un lugar donde las distintas corrientes que se forman podrían resultar peligrosas para las embarcaciones de la época.

El profesor había negado antes a la pregunta de Taylor sobre si había algo de aquella mitología representado en la ciudad. Recordándoles las inspiraciones que habían motivado a los principales arquitectos y artistas de Cleveland en los últimos años, así como a los fundadores de la ciudad. Nada que ver con la mitología griega, más allá de algunas columnas que podían encontrarse en diferentes edificios gubernamentales y en casas coloniales. Finalmente, las palabras de Saltonstall le hicieron dejar el puro sobre el cenicero e inclinarse sobre el butacón.

-Le mandé el telegrama porque encontré algo curioso. - El profesor abrió su maletín y sacó un documento. -Todos los estudios que encontré apuntaban más o menos en la misma dirección. Todos, menos este. Es un estudio particularmente interesante de un tal Orem H. van Schaen con fecha de 1923. - El profesor les pasó el documento y todos pudieron ver que el apellido allí escrito era realmente aquel. El título del estudio era La Odisea: Una revaloración. -Y el documento es interesante en sí mismo. - Añadió el profesor. -Estuve investigando un poco y se trata de una tesis doctoral jamás publicada. En esta obra, el tal van Schaen argumenta que Odiseo navegó por el río Danubio, y que Escila y Caribdis no era el estrecho de Messina, sino las Puertas de Hierro, unos desfiladeros en el río entre Transilvania y Serbia. Del mismo modo, afirma que las distintas dilataciones temporales y faltas de certeza sobre la dirección seguida se debían a su cercano roce con Caribdis, y que Circe, Nausicaa y Calypso son todas versiones alternativas de Escila. Es muy curioso porque, el autor parece odiar y amar alternativamente a Escila y a las mujeres de la Odisea. No me cabe duda que las ideas de van Schaen son muy atrevidas y rompedoras, probablemente su profesor de la tesis no le dejó publicar semejante sarta de incoherencias, pero algo me dice que esta información puede ser relevante para ustedes.

A pesar de la humareda, y quizá en un intento de evadirse del síndrome de abstinencia con todas sus fuerzas, el olfato de Thomson empezó a hacer su trabajo.

Era como sumar dos y dos.

—Orem van Schaen… Eso explica por qué despilfarró casi toda la herencia en el bajorrelieve.

Miró significativamente a Thomson. ¿Significaba pues que los Schaen no les habían contado todo? ¿Podían de algún modo extraño estar implicados en el caso? Gente de su posición no solía enturbiar ni arriesgar su reputación por algo tan banal, pero el hecho de se tratara el tema de la Odisea y Caribdis con tanta fuerza le hacía pensar que debía haber algún nexo de unión. Y como bien había apuntado Jerry, el coste del cuadro no había sido en absoluto una ganga, sino que incluso lo había expuesto financieramente

Arrugó el ceño. En cualquier caso la ley debía imperar, y eran inocentes hasta que se demostrado lo contrario. Por ahora nada, salvo sus propias especulaciones, podía relacionarles con el caso por lo que el principio de inocencia hasta la demostración de lo contrario debía imponerse. Y tampoco creía que volver allí con preguntas más incisivas sirviera de mucho. Posiblemente contaran con buenas amistades en diversos departamentos, incluido el policial, y sobre todo el político. Y a las malas, por mucho que trabajaran directamente para el comisario, acabarían por tener que bajarse los pantalones. Y quizá por nada...
Ahora sí, se aireó con el sombrero porque cada vez las cosas pintaban peor, y no conseguían dar un paso que les desvelara nada. Tras cada puerta sólo se escondían más preguntas

-¿Lo explica?-dijo Leverett levantando una ceja-No es mi intención despreciar el interés de un erudito en sus investigaciones, pero ¿realmente la posible veracidad de esa hipótesis merece semejante despilfarro?

Leverett lanzó la pregunta al aire, muy interesado por lo que el profesor pudiese opinar al respecto.

El profesor se encogió de hombros, se acomodó en su butacón de nuevo y le dio un tragó a la bebida después de agitar el vaso en movimientos circulares.

-El apellido van Schaen fue bastante celebre en la ciudad. Tal vez usted no lo recuerde, señor Saltonstall, porque era muy joven, pero hubo una época en la que los hermanos van Schaen fueron dueños de bastantes propiedades inmobiliarias y del ferrocarril. El hundimiento de la bolsa del 29 terminó hundiendo su empresa y su buena fama. Desconozco si el tal Orem era familiar suyo, pero es un apellido muy peculiar para que se trate de una coincidencia. Desde entonces los van Schaen han desaparecido del mapa, pero seguro que alguien con mayor conocimiento en estos temas de la alta sociedad pueda orientarlos mejor, incluso me atrevería a decir que el Registro Público debe guardar información sobre ellos. Me temo que mis conocimientos flaquean en estos asuntos.

Leverett se pasó la mano por el mentón, en gesto pensativo.

-Van Schaen...es como uno de esos apellidos que recuerdo haber escuchado desde hace mucho tiempo, pero no asocio a nada en concreto. Sí, probablemente se pueda conseguir información abundante en el registro de la propiedad, registro mercantil e incluso en la hemeroteca...pero dudo que cualquier información que encontremos en esos medios explique el porqué de semejante desembolso.