Partida Rol por web

La batalla había durado varios días. Se hubiera considerado un asedio de no haber sido por que la lucha se llevo a partes iguales tanto dentro como fuera de las murallas de la ciudad. Thomas Ochjram había desatado todo su odio contra Shocanth, invocando esqueletos, zombis y criaturas de pesadilla que surgían de todos lados. Días en los que apenas había lucido el sol y donde el combate había regado las calles de sangre.

Por suerte para el el archiduque Stribal su llamada de auxilio había surtido efecto. Muchos grupos de mercenarios, buscavidas, aventureros, clérigos y hasta enanos de las montañas rojas habían ido a su auxilio. Y había dado resultado. Tras días de encarnizado combate las tropas del nigromante habían huido y el mismisimo archiduque había iniciado su persecución pues no pensaba dejar que el nigromante escapase con vida y se reagrupase. 

En la ciudad solo quedaron los aldeanos, hombres mujeres y niños heridos, algunos guardias y parte de los aventureros que habían ido en su auxilio y ahora se dedicaban a ayudar en las tareas de reparación. Ahora, lejos del peligro, parece ser el momento de festejar la victoria mientras se espera el regreso del archiduque y sus hombres con la cabeza del nigromante.

Son las tantas de la noche en la Posada del Halcón Gris y estáis devorando una cena más que merecida. La gente parece alegre, la cerveza y el vino salpica el suelo y las mesas mientras la gente rie y se alegra de seguir viva. 

Pero de entre toda esa gente destacan cuatro personas: En una de las mesas más grandes hay un grupo de enanos liderados por la hija de Thorfrinn, el señor enano de las Montañas rojas. Les sirven cerveza a raudales pues se abrieron paso desde fuera a traves de las hordas de cadáveres y, aunque muerieron muchos de los enanos que la seguían, fueron decisivos a la hora de partir las tropas del nigromante. Junto a ellos, aunque no lleva la misma armadura ni los mismos blasones les acompaña un enano cuya armadura continúa manchada de sangre por que no se a molestado en limpiarla. Rompecraneos, quizás sea su apellido, quizás sea un mote que se ha ganado blandiendo su hacha.

Un poco más lejos de aquella mesa, observando con curiosidad a los enanos, se encontraba un extranjero del que nadie sabía nada. Nadie recuerda haberlo visto antes, pero una mujer le lleva algo de carne de un cuenco y se lo entrega como agradecimiento. Se dice que la salvo a ella y a varias familias del barrio bajo de los muertos aunque nadie sabe explicar muy bien como. 

Por último, en un rincón se encuentra un viejo que parece pensativo. Nadie se le acerca excepto para llenarle la copa de vino o darle algo de comer. Nadie se fia de ese viejo pues es un nigromante, igual que aquel que casi destruye la ciudad. Sin embargo frenó a los muertos en la puerta y destruyó más cadáveres de los que la guardia jamás admitirá. Asi que le consienten estar allí, y le llevan vino y comida como a otro más pero pese a todo no pueden mirarle con recelo.

Y es aquí, cuando comienza nuestra historia, justo cuando el, ejem, apuesto bardo subió a cantar sobre las hazañas de aquel día, sobre las vidas que se habían perdido con valor mientras la gente reía y bailaba y bebía.

Sin embargo no todo había terminado...

Mishima estaba sentado en un rincón tratando de no destacar demasiado, cosa que era casi imposible debido a su aspecto tan diferente al del resto. De hecho si no fuera por el escandalo de los enanos seguramente le mirarían mucho más a él.
No obstante eso a él no le preocupaba demasiado. Había llegado a la ciudad siguiendo la pista a su enemigo, y se había encontrado en aquella situación. Era imposible quedarse sin hacer nada. Como decía su maestro "Si ves actuar al mal y no haces nada por evitarlo, eres aún peor que aquello que contemplas". Así que ayudó a cuanta gente pudo, que además era de las menos favorecidas por lo que vió.

No entendía del todo cómo funcionaba la sociedad aquella. Pero al menos había logrado que le hablaran, un poco, y podía comer sin gastar sus exiguas finanzas. Aunque la mayoría se sorprendía cuando decía que no bebía nada de alcohol, y que quería comer arroz y verduras, al menos podía sentarse a descansar. Que buena falta le hacia.

Si al menos aquellos seres bajitos y recios dejaran de armar tanto ruido.

Se dedicó nuevamente a comer las verduras del cuenco de carne que le acababan de llevar. Mientras observaba al que llamaban nigromante, el cual también estaba algo apartado de la gente.

Barik destacaba junto al resto de la compañía enana. Su armadura mostraba otros blasones diferentes, y aún lucía sangre y varios bollos en ciertas partes que no había tenido tiempo de reparar. Aunque bebía y cantaba con los otros enanos, era evidente que estaba fuera de lugar. En un momento se aparto de la mesa, su plato ya estaba vacía y la copa recién rellenada, ya había perdido la cuenta de las copas que había bebido. Se acercó a la ventana y observó el exterior, un escalofrió le recorrió el cuerpo, tal vez sintió el frío del exterior... o recordó algo del pasado. Decidió sacar su piedra de afilar y se acercó a la chimenea, mientras cantaba el estribillo sin muchas ganas, y empezó a sacar filo a su hacha de batalla.

- Vamos Karen, vamos a ponerte guapa de nuevo. Hoy has roto un buen puñado de cráneos, te lo mereces.

Darathreia, como era habitual en ella tras un buen combate, no paraba de comer. Pidió un plato detrás de otro, demasiado incluso para un enano.

La comida era su debilidad y apenas levantó la mirada de los platos hasta haber vaciado el cuarto. Para entonces la fiesta ya estaba en su máximo apogeo.

La paladina, adalid de los enanos de las Montañas rojas, se levantó del banco donde se sentaba para brindar y como vió que con ese gesto no ganaba altura, se subió de pie en lo alto del mismo.

Espero unos segundos a que al menos los enanos le prestaran atención - ¡Alcemos nuestras jarras por los que han derramado su sangre por la victoria de hoy! ¡Démosles las gracias por haber dado sus vidas gustosamente para traer la paz a esta ciudad! - gritó para que todos la oyeran, enanos humanos y todo aquel que estuviera dispuesto.

Los enanos que la acompañaban en la mesa alzaron sus jarras y con ellos el resto de los hombres y mujeres que bebían.

Los hurras y vitores por la victoria y por los caidos resonaron con fuerza por en la taberna y la música se reanudó al momento mientras varias parejas comenzaban a bailar cerca de los tres bardos que tocaban.

Desde aquella esquina el jolgorio y las celebraciones no son sino ruido de fondo. Ajeno a todo y sumido en sus pensamientos el anciano se masajea las sienes con dos dedos al tiempo que sus labios parecen murmurar palabras inconexas. Apenas a probado bocado absorto como está en una pila de preguntas sin respuesta y respuestas sin pregunta.

"¿Porqué Socanth?" se preguntaba Greyson una y otra vez con la mirada perdida en algún lugar entre la chimenea y la enana que brinda desde lo alto de su taburete "¿Qué intentas demostrar, Ochjram? ¿Con qué fin remueves la tierra que cubre a nuestros seres queridos? ¿Porqué?" El vino gira en su copa con cada giro de muñeca.

Los vítores inesperados sacan al viejo necromante de su trance. Del sobresalto el vino de su copa se ha vertido sobre su túnica y su barba, manchándolo todo como si de sangre se tratara. El hombre se incorpora, acompañado por el crujir de huesos, intentando secar sus ropajes y cabellos con la mano. Asiendo su vara se dirige hasta la barra.

- Disculpad, mi buen señor - dice elevando su carrasposa voz por encima de la música y el gentío - ¿Tendría usted un trapo que prestar a este torpe anciano? Si no es mucha molestia.

Greyson se gira y fija su mirada en los presentes. Aunque no tiene edad para toda aquella fiesta no puede evitar esbozar una sonrisa al ver a aquellas almas jóvenes disfrutar de la victoria. La primera en mucho tiempo.

El tabernero le ofreció un trapo al nigromante sin decirle nada cuando las puertas de la taberna se abrieron y entró un guardia. Lo habíais conocido los últimos días pues era uno de los capitanes de la guardia de la ciudad y había demostrado si valía con creces durante los combates. Ahora era él quien se encargaba de organizar a los hombres y mujeres que habían quedado en la ciudad. 

Parecía nervioso. Se quedó en la puerta mirando a todas partes buscando a alguien hasta que posó la mirada en vosotros. 

-Disculpad mi señora, pero algo va mal-dijo acercandose a la mesa donde festejaban los enanos, la mayoría de ellos ya borrachos como cubas-me gustaría hablar con vos. Si quiera elija a alguno de sus hombres* pero sea discreta, no quiero que cunda el pánico-dijo antes de incorporarse.

Se acercó al extranjero que parecía haber escuchado lo que decían.

-Se que sois un buen luchador, necesito hablar contigo-le dijo y después se dirigió hacia la barra.

- Greyson... sabes que no te pediría esto si no creyera que es importante. Necesito hablar contigo y con los otros.

El guardia les hizo un gesto y se sentó en una mesa apartada donde esperó a que el resto se reuniera con él.

La enana asintió ante las palabras y la actitud acuciante de Arneson. Si se había personado allí no era por algo baladí. - Descuida, tengo al enano idóneo para ello...

Miró entre sus hombres. Agotados, beodos o heridos. No es que no confiara en ellos, pues pondría su mano en el fuego por cada uno de ellos. Se trataba de ser discretos y no ser alarmistas. Y el mejor para ello era Bariloche que se encontraba pensativo mirando a través de una ventana.

Darathreia se acercó a Barik, ese enano que luchaba bajo su mando más por el oro que por la gloria. - Parece que tenemos trabajo pendiente todavía. - dijo en voz queda poniéndose a su altura e intentando ver más allá de la ventana, donde probablemente no habría nada que ver, pues lo que perturbaba al enano estába mucho más cerca, en en reflejo que el cristal tímidamente le devolvía.

- Arneson pide discreción, procura no dejarme en evidencia y acompáñame. Puede que todavía quede algún muerto descarriado del resto y quiere que lo eliminemos antes de que la gente se asuste.

Mishima se sorprendió cuando el capitán Arneson se le acercó y le pidió ayuda, por lo que se levantó y juntando las palmas de sus manos se inclinó levemente.

Por supuesto capitán. ¿En que puede servile este humilde viajero?

Al parecer no quería hablarlo allí delante de todo el mundo, lo cual podría querer decir que era algo más grave de lo que a simple vista pudiera parecer. Sin más el oriental le acompañó.

El mago agradece el gesto del tabernero al tiempo que frota concienzudamente su vestimenta.

El toque de una mano firme sobre su hombro vuelve a sobresaltar al anciano, pero al menos esta vez no hay vino que derramar. Al voltearse, Greyson no puede evitar fijarse en el gesto serio que el capitán de la guardia lleva tallado en el rostro. Malos augurios.

- Por supuesto, Arneson. Indicadme el camino - responde el necromante devolviendo el trapo y siguiendo al miliciano hacia la mesa. Varios de sus compañeros de armas se encuentran ya sentados intercambiando miradas nerviosas.

Greyson toma asiento junto a aquellos que compartieron trinchera con él junto a la Gran Capilla. Aquellos pocos que seguían en pie, al menos.

- ¿Qué es aquello que os tiene tan intranquilo? Contadnos ¿Son acaso noticias del archiduque y sus hombres? - pregunta sin tener muy claro el motivo que llevaba a todos ellos a compartir mesa en medio de aquel jolgorio.

Barik levanto su jarra cuando Darathreia hizo el brindis. Tras lo cual le dio un buen trago, las palabras habían sido bien dichas y reconfortaron su alma. Cuando más tarde se le acercó, dando órdenes, estuvo tentado de ignorarla pero viendo el rostro serio del guardia Arneson omitió esa idea de su cabeza. Lanzo un par de dentadas más al filo del hacha, guardo la piedra de afilar y acercó el hacha al fuego antes de pasar un trozo de tela para limpiar impurezas y cubrir su filo.

En silencio se acabo el liquido de la jarra, tal vez fuera el último trago antes de morir y había que aprovecharlo, antes de unirse al grupo dispuesto a enfrentarse a la muerte, una vez más. 

El soldado espero en la mesa mientras las cuatro personas que había convocado se unían a él. Trataba de mostrar calma pero claramente estaba preocupado por algo.

-Bien, espero que sea suficiente-les dijo cuando se sentaron- Algo va mal. Algo malo esta ocurriendo bajo nuestros pies y...-chasqueó la lengua con enfado- La guardia... está muy ocupada patrullando los muros. Somos muy poco hasta que el señor vuelva de su cacería. Pero me temo que el combate aqui no ha terminado.

El hombre hizo una pequeña pausa y miró a sus cuatro compañeros antes de seguir.

- Ahora mismo la ciudad no podria defenderse de un ataque. Somos muy pocos y podría decir que vosotros sois los únicos que teneis experiencia en el combate y no estais borrachos... al menos no mucho-dijo esbozando una sonrisa con esfuerzo- He visto montones de ratas salir de lso alcantarillados que rodean el templo. No me hubiera preocupado si no fuera por que patrullando junto al riachuelo-se refería a un pequeño rio que cruzaba la ciudad aunque era de poco caudal y no le daban demasiada importancia- una grieta en el muro... También salían ratas de ahí dentro. Me preocupa que haya algo ahí, no he podido mirar en su interior. Deje a uno de mis hombres montando guardia en la grieta pero necesito que entreis y os asegureis de que no hay mas muertos esperando para atacarnos por sorpresa. Aunque sean pocos ahora mismo podrían hacer una carnicería si acabasen pro las calles-les explicó.

-¿Os ocupareis de ello?-preguntó suplicante.

Barik se aguanto la risa, igual no estaba tan sobrio como aparentaba.

- Espera, ¿Vamos a matar ratas? Ni que fuéramos aventureros novatos... - aunque al observar el semblante serio y preocupado de Arneson se dio cuenta de la importancia del problema. Bueno, si es necesario... pero primero deberíamos reforzar la protección de las piernas, esos bichos asquerosos no hacen mucho daño pero transmiten enfermedades.

El enano tomó un mantel y saco su cuchillo, una letra F de plata se podía vislumbrar en el mango, y empezó a hacer tiras de tela. Tras comprobar la resistencia de la tela, se aparto del resto de personas del interior de la taberna. Eso serviría para reforzar la protección de las piernas, pero no podía ponerse a cortar las tiras de tela delante de todos. Eso provocaría preguntas incómodas.

Esto no lo digo en público, porque como buen enano hago las cosas sin preguntar. En realidad las tiras de tela son para los dos humanos, porque ellos no llevan tanta armadura como los personajes enanos.

- ¡No seas zoquete y escucha lo que el capitán está contando! - le espetó la enana a Barik dándole una colleja. - Si las ratas huyen de las alcantarillas es por que algo las está espantando. Por mucho asco que me den esas alimañas, saben lo que se hacen. Si han quedado muertos entre las murallas será mejor que los expulsamos al averno antes de que extiendan su corrupción por las calles.

Darathreia parecía tomarse las palabras del capitán Arneson muy en serio desde un primer momento. Quizá incluso estaba siendo algo alarmista, pero cuando había nigromancia y magia oscura de por medio, no podía dejar cabos sueltos.

- ¡Pues claro que iremos! Si me quedo en la posada no podré pegar ojo en toda la noche , pensando en que demonios puede estar moviéndose allí abajo mientras todos duermen la mona plácidamente.

Finalmente y sin esperar la respuesta de los demás, le ofrece la mano al capitán para estrecharla - Déjalo en mis manos Arneson. Espero por el bien de todos que sea sólo una subida de las aguas lo que las esté echando hacia la superficie.

Mishima asintió a las palabras del capitán y coincidía en opinión con la fornida mujer pequeña.

Imagino que las ratas se comportan de igual manera en todas partes. Si están saliendo en desbandada es porque algo o alguien las ha asustado.

Hace bien en avisar capitán-san. Más vale prevenir que curar. Echaré un vistazo junto los demás, y si quedan algunos de esos seres los expulsáremos.

Había confianza en su voz. Una calmada y tranquila confianza.

- Exacto, si pensase que son ratas no me preocuparía. Estoy seguro que hay algo ahi dentro... Algo maligno -repitió, agradecido de que le hubiesen apoyado. Estaba claro que se veía superado por la situación y, importante o no lo que ocurriese ahí debajo, quería tenerlo bajo control.

El gesto de Greyson se oscureció de pronto. La sola mención de los muertos que caminan trajo de vuelta todos los terribles recuerdos de los últimos días. La brecha en las murallas, la entrada de las huestes de Ochjram, la batalla junto al templo.

- Contad con mi magia - pronuncia con solemnidad - Si está en mi mano limpiar la ciudad de la mancha de la muerte en vida no dudaré en bajar hasta las entrañas de la misma. El riesgo es demasiado alto como para tomarse cualquier amenaza a la ligera.

El anciano asiente ante las palabras de sus compañeros. Son sólo un puñado de supervivientes, pero han demostrado su valía durante los últimos días. Sea lo que sea que se esconde bajo el templo podrán hacerle frente.

- Estoy de acuerdo con la dama - comenta a la par que la enana estrecha vigorosamente la mano del capitán - No es prudente dilatar más este asunto. Tanto si se trata de cadáveres o de simples ratas será mejor salir de dudas cuanto antes.

La cara del soldado cambió en una sonrisa de alivio.

-Muchisimas gracias, amigos-les dijo- Si es así y estais listos os llevaré a la grieta.

El hombre se levantó de la mesa y dejó que el resto del grupo recogiera sus cosas y se reuniera con el en la puerta. No tardaron mucho, excepto Daratheia que revisó a sus hombres para haber si alguno había soportado el alcohol. Por desgracia ninguno de ellos parecía en condiciones de aguantar una pelea en aquel estado y tuvo que contar, de nuevo, con su compañero rompecráneos.