Partida Rol por web

El enano se escurrió así como pudo del poderoso abrazo de aquel ser formado de la misma esencia de la que se conformaba el amor fraternal, pues Ruru esperaba que no fuera otro tipo de amor el que le ofrecía aquel tipo. Gracias a los dioses había escapado de su presa y sus cortas patas volvían a pisar sobre el firme.

Una extraña melodía sonaba a un ritmo endiablado. Ruru imaginó entonces a un agente de la ley persiguiendo a un hombre gordo y promiscuo que a su vez perseguía a una descocada mujer en ropa interior. Y también había un gorila, que en ocasiones perseguía al guardia y en ocasiones era perseguido por éste. 

Ruru  no tenía claro si aquello que estaba viviendo estaba sucediendo en realidad o si era una alucinación causada por los vapores que emanaban del suelo o bien por el sudor del sobaco del hombre abrazador del que acababa de huir. Fuera como fuera,  aquello se había convertido en una pesadilla desgraradora de piernas, faldas y piso pegajoso con olor a alcohol. Una terrorífica y a la vez divertidísima pesadilla de la que Ruru pretendía escapar, pero de quedar allí retenido, trataría de disfrutar.   

Y fue entonces cuando  Ruru trató de pasar por debajo de las piernas de un gordo borracho,  pero chocó contra sus partes nobles con su dura cabeza de enano. Éste gritó de dolor y cayó de espaldas sobre una mujer con pinta de alcaparra. La mujer lanzó un severo tortazo que pasó por encima de la cabeza del enano despeinándolo e impactado contra el rostro de un pobre hombre barbudo y con monóculo.

Aquel hombre cayó en redondo al suelo y como cayó en redondo comenzó a rodar  provocando el caos.  Muchos fueron los que acabaron en el suelo. Era como un mar de piernas,  torsos, brazos, cabezas y lamentos. Y entonces Ruru lo comprendió. Aquellos eran los Primeros y esos lamentos eran de los que hablaba el título de cierto libro, de cierta escritora de dudosa fama, pues quienes la habían leído decían de sus historias que eran demasiado calientes y demasido sexuales. A más de un fogoso marido le había costado un enfado con su esposa el mero hecho de conocer a dicha escritora incluso sin haber leído nunca uno de sus libros. 

Y alli estaba Ruru, avanzando dos pasos y retrocediendo tres. Tratando de evitar las caídas de aquellos etílicos snobs y una terrible muerte por la avalancha de cuerpos que se desplomaban sin ton ni son. Fue entonces cuando de nuevo sintió el abrazo de aquel oso amoroso,  que de nuevo lo había encontrado y empezaba de nuevo a frotarse contra él. Todo estaba como en un principio, salvo por el caos generalizado que se había adueñado de aquel lugar . Mala suerte había tenido aquel enano,  era como hubiera sacado un catorce y necesitars un quince.

Paciencia...

- Evita que se acerque al cuadro Tass - pidió Ekarion mientras se concentraba en el cuadro y comenzaba a gesticular con sus dedos y entonaba las palabras en dracónico que abrirían la trama del conjuro y le permitirían destejerla. Pudo sentir la magia en el cuadro y buscó las hebras sueltas, intentando identificar el elemento base del conjuro. Cuando encontró el hilo lo tomó entre los dedos y lo nombró, el primer paso para deshacer un conjuro ajeno era darle su nombre verdadero al iniciador - Thrae - dijo, y al instante reconoció su error. 

Ekarion vió como la trama volvía a formarse bajo sus dedos, el hilo que había reconocido como Aire se calentaba a medida que abandonaba sus dedos y se unía nuevamente a la trama, como burlándose de su intento. Fuego, al no haber sido activado aún lo había identificado como aire, un error de principiante por el que cualquiera de sus maestros le daría una colleja bien merecida.

- A menos que podáis destejer la trama del conjuro, hay que evitar que sea descubierto, es uno de los que buscamos. En la torre podrán desactivarlo de manera segura.

—¡Al suelo, al suelo en nombre de los Cazadores Imperiales!

Tassabra le dio una oportunidad al hombre de la tarima para obedecerla. Si no lo hacía , o si hacía otra cosa, sería ella misma quien lo enviara al suelo con la contera de su arma.

Ruru estaba sufriendo las consecuencias de cruzar un salón de baile lleno de invitados demasiado ebrios para darse cuenta de lo que pasaba. El silbato se había escuchado, la gente había mirado hacia el lado por el que había sonado, pero Tassabra había desaparecido para reaparecer junto al dragón en la parte de atrás del escenario. Getwright estaba en mitad de su discurso:

-... aún recuerdo aquel día en que salimos de viaje a...

Ekarion comenzó a conjurar, haciendo vibrar la magia bajo sus pies y su voz se elevó por encima de Getwright, que se dio cuenta de la situación y se giró para mirarlos, poniendo una mano sobre el cuadro para sostenerse.

-¿Eh? ¿Quiénes son ustedes?

Tassabra se puso en pie para impedir que el anfitrió hiciera nada y de un golpe con la espada, lo derribó a sus pies. En ese momento la gente empezó a gritar, otros a aplaudir, otros simplemente se quedaron quietos sin entender lo que pasaba y el resto disfrutó del espectáculo.

-¡Están atacando a Getwright!

-¡Son los artistas que habíamos contratado!

-Qué obra tan fascinante.

-¡Un mago!

-¡Abre el cuadro de una maldita vez y callate!

-Esta llamando la atención...

-¡Queremos ver el cuadro!

-¡Mas vino!

Ekarion bajó los brazos, la pintura seguía sobre el atril, Tassabra había atrapado a Getwright... y dos hombres se acercaron al borde del escenario. Eran fornidos, tenía los brazos del tamaño de toneles y unos puños que parecían porras. Pero, aparentemente, no iban armados.

-¿Qué estáis haciendo? -preguntó uno de ellos, acercándose hasta Tassabra.

-¡Patrón! ¿Se encuentra bien?

Hacia Ruru se acercaron dos hombres más.

Ekarion supo que las cosas podían terminar muy mal si ese cuadro se abría, la diplomacia había fallado, el cuadro no había sido neutralizado mágicamente, y el desastre estaba servido dado el estado de ebriedad de los presentes. Había que sacar el cuadro de allí sin importar nada más. Concentrándo en su cuerpo la magia transmutadora fortaleció sus músculos, y observó la ventana más cercana. - Alejaré el cuadro y lo ocultaré - le dijo a Minvant y a Tassabra

Sacó una pluma de su bolsa de componentes y recitó las palabras - Drastarix thrae vaeri, svent - y al instante la pluma se iluminó y su cuerpo se hizo más ligero. Tomó el cuadro, tan grande como él, se elevó de la plataforma lo suficiente como para que nadie alcanzara el cuadro , y voló hacia la ventana. Con una suave inclinación del cuerpo sorteó el marco y se encontró en lo que estimaba era el jardín lateral.

Con el cuerpo completamente cubierto para quienes observaban desde abajo, parecía como si el cuadro hubiera tomado vuelo y se hubiera escapado de la sala.

Parecía que Ekarion estaba haciendo bien  su trabajo. Había quedado de manifiesto que no era un mago de combate, pero que en las más disparatadas, era un dragón de recursos que se desenvolvía más que bien en el caos. En un abrir y cerrar de ojos se había teleportado junto al cuadro, lo había robado y estaba huyendo al vuelo por la ventana y todo ello evitando a los matones que habían salido a su encuentro. 

Dos gorilas más, gorilas humanos en esta ocasión, aparecieron de la nada para hostigar al bueno de Ruru, quién no había hecho nada malo, ni era sospechoso de nada. Pero al ser un maldito ser bajito de barba hirusta, sin duda iba a acabar siendo el blanco de toda ira. Como solía pasar siempre en cualquier rincón de ese maldito Imperio al que servia.

-  ¡Que no es a mi a quien buscáis!  - Les gritó a aquellos simiescos individuos. - ¡Mirad como ese tipo sale volando por la ventana!  - Les advirtió. 

Y es que la escena era bastante cómica. Solo faltaba que aquel gorila que instantes atrás estaba persiguiendo y siendo perseguido por un guardia y una mujer en ropa interior saltara por los aires y agarrara a Ekarion y recuperara el maldito cuadro.

- ¿Un mono? - Pensó entonces Ruru. - ¡Un mono!

- ¡Alvoki ape naturajn aliacon! - Gritó las palabras mágicas y entonces un enorme simio apareció entre él y los dos gorilas de Getwrigth. - ¡Quietos o os arranca los brazos! 

Visto que todo el mundo estaba demasiado bebido para razonar, Tassabra no malgastó saliva en intentar convencerlos. En cambio, ladró una advertencia.

—¡Alto en nombre de los Cazadores Imperiales!

Siempre les advertía.

Nunca hacían caso, y luego venían los lloros y los huesos partidos.

Todo sucedió en pocos segundos. Ekarion agarró el cuadro y salió volando por la ventana, bajo la mirada de todos los presentes que aplaudieron ante el espectáculo. Los enormes guardaespaldas de Getwright observaron la trayectoria del mago sin entender muy bien lo que estaba pasando, mientras el anfitrión estaba a los pies de Tassabra todavía aturdido por lo que acababa de pasar.

-¡Están robando! -gritó a voz en cuello, con el tono agudo de la desesperación-. ¡Id a por él, idiotas!

Los dos hombres se giraron hacia la ventana y se habrían dirigido hacia allí si Tassabra no hubiese dado un paso al frente. Los tumbó con dos golpes rápidos de la bisarma, uno de ellos quedó sangrando por la nariz, retorciéndose en el suelo. Los asistentes habían empezado a retroceder para dejar espacio en el escenario, algunos estaban encantados con el espectáculo, otros empezaban a sospechar que algo raro estaba pasando, que de verdad no eran unos artistas sino unos bandidos -también había otros que creían que eran soldados-.

Como fuese, Ruru empezó a conjurar y los dos guardaespaldas que se habían acercado a él se abalanzaron sobre el enano. Este esquivó en el último momento  la manaza de uno de los hombretones y con un chasquido, un enorme gorila apareció tras ellos, ocupando buena parte de la estancia y elevándose más de un metro por encima de las cabezas de los asistentes.

Se desató el caos. El salón de baile estaba abarrotado, algunas personas acabaron debajo el animal, que se revolvió nervioso cuando todos empezaron a gritar y a huír de él. Acto seguido comenzaron a salir por las ventanas, la puerta o cualquier hueco en la pared que les piermitiera escapar del salón. La estampida arrastró Ruru mientras el gorila, que no sabía lo que estaba pasando, empezaba a dar golpes por todas partes bastante furioso. Con un gruñido, agarró a Ruru por un brazo y de un salto se subió a uno de los candelabros del techo. Luego puso al enano entre los hierros de la lámpara para que no cayera y permaneció allí.

Tassabra contempló como desde el centro de la sala brotaba el animal de Ruru y la estampida que aquello provocó, como una gota sobre la superficie de un estanque. Los invitados empezaron a correre, el pánico provocó una estampida que se propagó en todas direcciones y empezaron a apelotonarse en los laterales. Comenzaron a correr de un lado a otro, se volcaron las mesas, el vino se esparció por el suelo, cristales rotos, gritos, los músicos habían dejado de tocar y se pegaban a la pared del fondo junto al escenario, asustados.

Y fuera, cuando Ekarion tomó tierra con el cuadro en la mano en la relativa seguridad de los jardines, de repente vio que la gente salía por las ventanas. Intentó elevarse unos metros, no fue lo bastante rápido y lo empujaron. Aferró el cuadro con todas sus fuerzas, se elevó unos metros en el aire para evitar la estampida, zozobró un poco y finalmente, se apartó de la marea de personas. Comprobó el cuadro. Seguía intacto.

Dentro, el salón estaba completamente despejado. Unas cuantas personas estaban por el suelo, malheridas porque no habían podido salir, llenas de rasguños y contusiones. Allí solo quedaron mesas volcadas, bebida y comida por el suelo, cortinas rasgadas, cristales rotos. La lámpara sobre la que estaba Ruru se desencajó del techo y un poco de yeso cayó al suelo, aderezando el escenario.

Sólo esperaba que aquel cuadro fuera realmente peligroso, pues de lo contrario, todo aquello habría sido un fallo terrible que podría repercutir en terribles consecuencias de cara a los cazadores imperiales. Lo del mono había sonado como una buena idea en su cabeza, pero en la práctica, fue la chispa que prendió la mecha para que todo se tornara en caos. Muchos objetos rotos y gente magullada y dolorida. Ese fue el resultado final de su gran idea.

- Será mejor que me bajes de aquí... - Le dijo al simio.

Ambos bajaron de la lámpara, la cual estaba a punto de desprenderse del techo y entonces Ruru desconvocó al animal enviándolo a su plano natal. Ya de nuevo con los pies sobre el suelo, miró a Tassabra y a Minvant. Se encogió de hombros, pero no dijo nada. Sólo rezaba porque aquel cuadro fuera uno de los artefactos mágicos que habían entregado con perversas intenciones, pues de lo contrario, les iba a caer una buena reprimenda cuanto menos.

El dragón se mantuvo a unos tres metros del suelo, dentro del jardín, observando como la multitud en estampida se dividía. El cuerpo terminó traicionando a algunos de los individuos y se doblaron sobre si mismos para devolver el contenido alcoholico de sus estómagos, el resto siguió corriendo hacia la calle, algunos al grito de "Guardia"... 

Ekarion no sabía qué era lo que había provocado la estampida, la huida con el cuadro y el tamaño del mismo le impedían una visión cómoda del salón. Miró hacia el mismo y fue entoce que por la ventana vió descender a Ruru en brazos de un simio enorme que un momento más tarde ya no estaba en ese plano. Fue en ese momento que la inmensidad de la escena golpeó al dragón, y las posibles consecuencias si no coseguían justificar sus acciones.

Decidió esperar en el aire a que se presentaran los guardias y Tassabra, no quería que por accidente alguien rompiera la envoltura del cuadro y tuvieran que enfrentar un desastre mayor. Si su conjuro de vuelo acababa antes ya vería como defender la pintura.

Los ojos de Tassabra centellearon cuando caminó a grandes zancadas en dirección a Ruru.

—¿Pero se puede saber en qué demonios estaba pensando, Señor Sauce viejo? —le increpó al enano. Parecía a punto de arrancarle la cabeza de un bocado y escupir bilis en su garganta, y aún así, seguía tratándole de usted—. ¡No está en su condenado bosque! ¿Se cree que puede conjurar a toda semejante bestia en una casa respetable? 

Echarle la culpa a los no-humanos siempre funcionaba. Además, tampoco es que hubiera dicho ninguna mentira. Ruru había perdido la cabeza.

—¡Señor Getwright! —dijo, girando sobre sus talones y dirigiéndose hacia el anfitrión de la malograda fiesta; ahora era el turno del artista de cagarse encima—. ¡Somos Cazadores Imperiales en misión oficial! Le habla Lady Tassabra Borvaldur, antigua Capitana de la Guardia.

Se plantó delante de él, haciendo un ruido seco con la bisarma al golpearla en el suelo con un ademán marcial.

—Esta misma mañana falleció su amigo Angelo Frescobaldi —dijo señalando un cuadro que representaba al difunto, a Getwright y a una mujer que Tassabra no conocía—, presa del ataque de un cuadro mágico asesino que convocaba bestias de pesadilla. Nuestro mago piensa que el cuadro que pensaba revelar a su audiencia es uno de muchos cuadros asesinos que han sido repartido a muchos artistas célebres de la ciudad. Lamento el desorden ocasionado —dijo enviando una mirada asesina en dirección al dichoso enano—, pero creemos haber salvado su vida y la de todos sus invitados al intervenir. 

- Han despejado la maldita sala... - Respondió Ruru muy tranquilo. - ¿No es eso lo que buscábamos? ¿Porqué a mi me parece que si...? ¡Llámame loco si no es cierto! - Se encogió de hombros.

En el fondo sabía que no había sido la mejor idea del mundo, pero para evitar que aquellos matones le apresaran era eso o algo mucho más agresivo. Iniciar un combate en medio de aquella fiesta plagada de estúpidos beodos snobs, si que hubiera sido una catástrofe de proporciones épicas. Y desde luego, no iba a dejar que dos gorilas humanos apresaran a un cazador imperial, por muy enana que fuera su procedencia.

Dicho aquello y tras una reflexión interior, se acercó al escenario, donde Tassabra, la dulce y tierna ex capitana de la guarida, se encontraba junto a Minvant y al responsable de aquella fiesta que representaba a la perfección la parte más decadente de aquella sociedad cosmopolita, que Ruru tanto detestaba.

- Y la verdad, es que si creyera que estoy en mi bosque estaría loco. - Añadió al situarse junto a Tassabra. - ¡Ésto para nada se parece a un bosque! - Remarcó lo obvio.

Getwright se enfureció ante las formas de Tassabra.

-Es usted una... ¿Qué ha hecho? ¿Qué cuadro? ¿Qué Angelo? No puedo creer esta intromisión, pago mis impuestos, ¿dónde está mi cuadro? ¿Dónde están mis hombres? ¡Griffin! ¿Dónde estás? Avisa a lord Cophre de lo que acaba de pasar, no voy a tolerar esta intromisión por parte de las autoridades... Ahora tendré que pedir disculpas a todo el mundo, esto es una vergüenza. ¡Griffin! Tengo que hablar con mi abogado.

El noble siguió gritando, llamando a todos sus sirvientes, que corrieron a socorrerle mientras Getwright echaba espuma por la boca, en más de un sentido, y luego pateaba a los guardaespaldas que todavía estaban en el suelo, confusos, avergonzados y de muy mal humor.  

El desastre provocado en el salón de baile se saldó con al menos una veintena de heridos, entre leves y moderados, principalmente contusiones por las caídas y cortes por la gran cantidad de cristales rotos. Minvant se dedicó a organizar el revuelo ocasionado, ayudada por los cuatro soldados que habían ido con ellos y algunos guardias que se acercaron a ver por qué había habido una estampida de personas en el barrio de los artistas. Los sirvientes, cocheros, lacayos y acompañantes que estaban en la parte delantera entraron para asistir a sus amos y en poco tiempo organizaron a los más heridos y los menos, mientras Getwright se desgañitaba y hablaba de denunciar a los asaltantes. Minvant curó a los más heridos y dirigió toda la operación, tranquilizando a los asistentes y asegurando que les habían salvado la vida.

En el salón, aunque Tassabra lo había visto primero, había un cuadro en el que figuraban tres personas: una de ellas era Getwright, más joven que ahora. Angelo, junto a su amigo, y una tercera persona, una mujer que ninguno sabía quién era.

Después de una hora, finalmente, el alcohol dejó de hacer efecto en el organismo de Getwright y entre todos pudieron hacerle entrar en razón. Reunidos en su despacho, el noble comprendió por fin todo lo ocurrido y se sirvió una copa para superar el golpe. Su amigo Angelo había muerto y el cuadro, que había sido custodiado bajo extremas medidas de seguridad hacia la Torre, era una trampa que pretendía acabar con su vida y la de sus invitados. Su abogado, el señor Cophre, escuchó todo lo que Tassabra explicó y tomó notas en un cuaderno.

-¿Y quién querría cometer semejante barbarie en mi contra? -exclamó Getwright, dando voces otra vez, alterado-. ¡Angelo! Oh, Angelo, ¿cómo ha muerto? ¿Por qué? ¿Cuándo?

- Está mañana, en su casa, por uno de esos cuadros. - Respondió Ruru con el tacto de un puercoespín. - Esos cuadros son artefactos mágicos. No sabemos aún como se desencadena su poder, pero en el caso de Angelo, fueron dos pulpos enormes los que saltaron del cuadro y lo aplastaron con sus tentáculos. Llegamos tarde. Pero pudimos destruir a esas criaturas y salvar a la servidumbre. - Contó el enano casi sin respirar. - En cuanto a lo otro. Lo de la persona que querría cometer tal barbarie contra usted... - Le miró fijamente. - Esperaba que fuera usted quién nos respondiera a esa pregunta... 

Ekarion meneó la cabeza ante la intervención de Ruru, siempre era preferible que fuera un humano quien hablara con los testigos, especialmente si eran nobles. Como fuera la información brindada era correcta aunque entregada en forma poco diplomática.

El dragón se aclaró la garganta antes de hablar, asegurándose de tener la atención del noble y su abogado. - En efecto se trata de cuadros con la capacidad de invocar parte de su contenido, y por lo que sabemos varios han sido entregados en el distrito. El artista, por lo que pude observar en el cuadro activado en la casa del señor Frescobaldi, posee una técnica impecable, pero sus pinceladas, aunque mecánicamente perfectas, parecen carecer de alma.

Clavó sus ojos dorados en los del noble - Necesito que se concentre en lo que voy a preguntarle, creo que es de vital importancia. ¿Recuerda algún artista, o aspirante, al cual vos y vuestros amigos hayáis rechazado, o al cual le hayáis denegado acceso a vuestro círculo? No necesita haber sido un rechazo violento, pero supongo que un juramento de venganza sería un buen comienzo para comenzar a investigar. - sonrió - El individuo en cuestión puede ser un artista poco dotado para expresarse, pero es un excelente mago y es muy meticuloso, si conocéis a alguien que encaje en el perfil os agradeceré que nos lo dijerais.

El mago volvió a apoyar la espalda en el respaldo de la silla - Por cierto, cuando hablé con Lady Trebellia Frescobaldi hoy por la mañana me dijo que vos y Lady Eveliana Springwater erais los mejores amigos de Angelo, ¿Estaba la dama en la fiesta? de no ser así creo que deberíamos enviar a alguien a su hogar, podría ser un blanco.

Tassabra había quedado completamente agotada de dar explicaciones. La nobleza y la alta burguesía siempre pensaba que tenía todo el derecho del mundo a pedir aclaraciones a los agentes de la ley, incluso a unos de alto rango como ella. Por eso, se hizo a un lado en la conversación cuando el hombre entró en sus cabales y la amenaza de una denuncia por los desmanes de Ruru dejó de pender sobre sus cabezas.

Ruru y Ekarion dijo todo lo que ella pretendía decir, de todas formas. De modo que se recostó en la silla, haciéndola gemir bajo el peso de su armadura y dejó que el Señor Getwright respondiera a las preguntas lanzadas por el dragón.

Getwright volvió a beber un trago, nervioso y pálido. Era un hombre mayor, de porte noble y robusto, pero se le veía cansado y muy dado a la bebida, a juzgar por el color rojizo de su nariz. Se pasó las manos por la cara, tenía la chaqueta arrugada, no se había cambiado tras la fiesta.

-¿Alguien de esas características? -rumió-. Me ha descrito usted a la mitad de los condenados artistas de la zona. De mediocres están decorados los muros de toda esta ciudad, si me dieran una moneda por cada personaje que utiliza la magia para pintar, me habría jubilado hace tiempo a una casita en la costa de Pygmalión-. Bebió otra vez. Su abogado se puso a su lado y apartó con delicadeza la botella de la mesa, dejándola en el mueble donde se guardaban las otras bebidas. Sirvió agua de una jarra y colocó el vaso junto a la mano de Getwright. No debía ser la primera vez que lo hacía-. La técnica se aprende, ¿sabe usted? Pero el talento se tiene o no se tiene. Y cuando se tiene talento, se carece de ambición, mientras que cuando no se tiene, la ambición está por encima de todo. Falta mucha humilidad...

Siguió divagando un rato más.

-Si necesitan una lista de los invitados, se la proporcionaremos -comentó el abogado, mirándoles todavía un poco escéptico-. La señora Springwater no se encontraba en la fiesta, recibió invitación, pero no asistió...

-¡Oh, Evelliana! -gimió Getwright-. ¿Quién podría querer hacerle daño a ella?

El abogado miró a Getwright de soslayo, pero no dijo nada.

-En cuanto a los desperfectos ocasionados por... -el abogado se aclaró la garganta, evitando dirigirse a Ruru.

-Deberían visitar la Torre -dijo de pronto el noble, señalando a Ekarion-. Uno de los suyos marcó tendencia en el uso de la magia para crear pigmentos especiales. Era bueno, tenía talento, pero estaba más centrado en la experimentación y su arte dejó de gustar... ¿Cómo se llamaba? -se frotó la frente-. No me acuerdo, Cophre, ¿te acuerdas del tipo de la túnica de constelaciones? Ese que tenía los ojos tan raros y el cabello perfecto...

-Habla usted del Magistrado Everik Feingnángr, señor Getwright.

-Eso, malditos tipejos de Jorunnarstadir, con sus nombres impronunciables... Ese tipo estuvo cenando en nuestra mesa, pero no había forma de convencerle de que dejara sus investigaciones y explotara su talento con la pintura. Evelliana... bueno, eso tendrán que preguntárselo a ella, me parece. Malditos magos.

Apuró el vaso de vino y luego cogió el de agua, cuando se lo bebió compuso una mueca de asco y lo tiró contra la pared.

-¡Y ahora tendré que disculparme con mis invitados!

Cuando el abogado mencionó algo acerca de los desperfectos ocasionados, Ruru se infló como un pavo real, o quizás más bien como un enano-pavo. Iba a cantarle las cuarenta a ese estirado letrado de poca monta, pues por una par de trastos sin utilidad aparente más que la de alegrar la vista a aquellos que los contemplaban, se había evitado una masacre y... ¿Pretendía que alguien le pagara por aquellas baratijas? Por suerte el señor de la casa tenía la cabeza mejor amueblada y interrumpió al abogado calmando el enfado del druida.

- El magistrado Everik Feingnángr de Jorunnarstadir... - Dijo en alto el enano. - Tendremos que hablar con él, si. Y también con la señorita Springwater. - Se rascó la barba. - Sabe, una vez conocí  a un tipo que se hacía llamas Asteirm. Un nombre no tan impronunciable como el del magistrado, pero igualmente difícil de similar. Astirm, Aste irm... - Movió la cabeza hacia un costado. - Curioso nombre. - Se encogió de hombros. - Por mi parte, creo que ya no hay más preguntas. - Afirmó. - Si mis compañeros no tienen más inquietudes, podrá volver con sus invitados. Nosotros tenemos todavía un largo camino por delante en esta investigación...

Ekarion tomó nota del nombre del magistrado, no le sonaba de nada y eso significaba que no era nadie notable al menos en cuanto a renombre en los círculos mágicos. Le llamó la atención el hecho de que la crítica hecha al respecto fuera en sentido contrario a lo que le indicaba su sentido común, el mago tenía talento para la pintura pero había sacrificado el mismo en pos de su investigación mágica y eso, aparentemente, lo había sacado del círculo de artistas... además de que parecía haber pasado algo delicado entre él y la señora Springwater.

Sonrió de costado ante el epíteto utilizado por el noble para referirse a sus compañeros de oficio, lo cierto era que el señor de la casa compartía el parecer de la mayoría de las personas ajenas al arte... y a varias de las que lo practicaban también. Como fuera Ruru tenía razón en algo, poco más podían sacar en claro interrogando a Lord Getwright, y sabía que sería una falta de tacto por su parte intentar sonsacar al hombre sobre la relacion entre Eveliana y Everik. - Quisiera confirmar, Lord Getwright, si Lady Springwater es la dama que está en junto a vos y a Lord Frescobaldi en el cuadro que está colgado en el salón. Iremos a verla ahora para comprobar si se encuentra con salud, espero que ella pueda contarnos algo más acerca del Magistrado Feingnángr. En caso contrario supongo que debermos recurrir a vos para que nos contéis los detalles. 

Ekarion miró a Tassabra, él por su parte tenía lo que necesitaba pero era más que probable que la capitana tuviera alguna pregunta que él no hubiera cubierto - Si Lady Borvaldur no tiene más preguntas, supongo que podemos dejarlo en paz. - Tass no podía saber si el dragón se había dejado llevar por la situación, o si intentaba molestarla al recordarle su título nobiliario, uno del cual ella estaba segura de que Ekarion no tenía noticias hasta que lo diera al entrar a la fiesta.