Partida Rol por web

El libro de Shaire

Prólogo - Sara Picasso

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18/10/2011, 16:11
Aracné

Aracné se sacude después del testarazo, salpicando sangre espesa y hedionda como la turba de sus morros. Ya no siente tantos deseos de devorarte como de

rasgarte

como si fueses un cromo.

Notas de juego

Te queda una última tirada de Pelea (52 ó menos) antes de escapar del bloque.

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18/10/2011, 19:23
Sara Picasso
- Tiradas (1)

Motivo: ¿última pelea?

Tirada: 1d100

Dificultad: 52-

Resultado: 98 (Fracaso)

Notas de juego

Este te lo dejo a ti.

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18/10/2011, 21:20
Director

La telaraña es mucho más espesa en los pisos más bajos.

¿Por qué nadie te lo advirtió? ¿Y por qué nadie abre, qué clase de ciudad inhumana es esta?

La sombra de la araña, danzarina imposible sobre los hilos de seda, se abate sobre ti. Manoteas en el denso espacio, cuando miras sobre tu hombro, no la ves, ha adoptado otra táctica, se achica en los ángulos, salta cuando te giras, se abalanza sobre ti sin darte un respiro pero te tiene respeto, le has hecho daño, es muy difícil seguir avanzando, la aspereza se te pega a la cara como si quisiera asfixiarte, pero lo vas a conseguir, ya estás en el segundo piso.

El aire se aquieta en el instante último previo al mordisco que parte tu clavícula derecha. Una espina de hielo te atraviesa, te hace perder el equilibrio y caes hacia delante, pero no te estrellas contra el suelo, sino que te quedas suspendida, ¡y paralizada!, como una mosquita a punto de ser consumida… en la oscuridad.

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18/10/2011, 23:01
Aracné

-Mos...ca...- La voz, aspera y gutural, humedecida de chapoteo de fluidos y hundida en tu carne, se desparrama sobre tu cuello, por tu espina dorsal, trasmitiendose de la herida que sabes te desgarra el hombro. Te atreverás a abrir los ojos? A buscar ese filo carnoso y helado que notas hundirse ávido en ti?

Mosca... serás valiente?

Una nueva sacudida de su lengua en ti te obliga a hacerlo. Quieres gritar, quieres correr, quieres patalear y arañar esos malditos ojos que te observan. Mosca en la telaraña. No puedes. Y el azul de tu mirada se refleja en el negro viscoso de ella, y se multiplica por dos, por cuatro.. por mil. Te ves a ti misma en el espejo de sus ocelos. Palidez de muerte. Y nada puedes hacer.. Nada...

-No sabemos por qué te quiere Padre. - Se ha retirado un segundo, y sientes naúseas al saber que te paladea, que ese fluido rojo que le tiñe los labios y la lengua infame eres tú misma. Abre de nuevo la mandibula desproporcionada y un olor acre y ulcerado te abofetea inmisericorde. Una nueva dentellada se queda suspendida a pocos milimetros de ti -Oh! pero lo hace...te... necesita...

Medita la araña mientras sus patas te recorren, hundiendote un poco más en sus hilos. La observas con los ojos desorbitados sintiendo lágrimas humedecerte las mejillas. Ella también las siente y su lengua las recoge sedienta. Cierras los ojos sientiendo las convulsiones de un pánico desbordado que te mana del pecho pero que los ojos apenas pueden llorar. Final que no llega.  Mosca en la tela.

Es el turno de la araña.

Pero el peso es un poco más ligero ahora. Solo un poco. El sonido de su voz te desgarra la conciencia. - Pero Padre se enfadará mucho con nos si nos comemos a la mosca. Sí, él quiere a la mosca.... Pero la mosca nos ha herido! -  Aracné oscila su testa deformada ante ti, calibrandote. Consecuencias. Tic tac, tic tac... -Sí, ella nos pegó primero! Lo hizo. Podemos comernosla!!

Se hunde de nuevo su lengua en tu carne. El veneno gotea de sus comisuras para filtrarse en ti. Lo sabes. La ponzoña te posee.

-Pero no!... Padre nos castigará!- casi duele más cuando separa su apéndice desbordado de ti. Puedes sentir su rabia, sensación física en tu piel, cuando cierne sus fauces para detenerse de nuevo a pocos centimetros de tu cara. Sus ojos inexpresivos brillan y algo profundo se astilla en tu cerebro. - Fue un accidente, sí sí.. fue un accidente. Ella atacó, Padre, y se rasgó su cuerpo con nos. Fue el veneno, Padre, no nos.Nos no fuimos- Parece cotejar la araña. Decide al fin. - Sí sí sí. Pero quedate aquí, Mosca. Muere!! Padre no podrá culparnos y nos dará tu cuerpo después. Pero ahora nos no comimos. No comimos a la mosca... Después, sí... Será después.

Rápida se aleja de ti. Increíblemente expeditiva sobre sus hilos, Aracné se pierde en la oscuridad. Deja atrás la ponzoña de su cuerpo en el tuyo  y el sonido rasposo de su voz sobre sus cuerdas..

-Pero Padre no dijo nada de él.. No, de él no.. y nos tenemos...... hambre....

El grito desgarrado de Alfredo descuartiza la esperanza de un nuevo día.

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19/10/2011, 08:45
Director

Notas de juego

Haz una tirada de Constitución, tienes un 40 % de posibilidades de sustraerte a la inconsciencia.

Narra en cualquiera de los dos casos. Estás paralizada, tienes un malus general de -50% a todas tus tiradas.

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19/10/2011, 19:29
Sara Picasso

Dolorida, asqueada, atontada, atrapada, herida y derrotada siento en los últimos momentos de lucidez como la seda que me envuelve como un capullo me da calor. El grito apenas logra atravesar las brumas de oscuridad que me envuelven y no relaciono cual puede ser su origen. Me cuesta recordar como he llegado a esta situación . . . sea cual sea.

Solo siento dolor y una cálida manta que me envuelve. Estoy a salvo aquí, por fin podré descansar porque he hecho mucho ejercicio. Sí ... he corrido ... y luchado ... tal como dice mamá que debo hacer. Yo ... yo corría porque ... por ...

La oscuridad me envuelve y caigo en sus brazos como si me arrojara de cabeza a una piscina de agua muy densa. 

- Tiradas (1)

Motivo: al filo de la inconsciencia

Tirada: 1d100

Dificultad: 40-

Resultado: 96 (Fracaso)

Notas de juego

Ho, ho, donde las dan las toman. A dados buenos siguieron los malos.

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20/10/2011, 23:05
Director

La enfermera que te atiende lleva la esfera del reloj hacia el interior de la muñeca: marca las doce menos veinte ¿de la mañana, de la tarde? Estás emergiendo de la bruma, los recuerdos se deslizan perezosos sobre tu frente, escuchas una discusión a la puerta –entreabierta- de la habitación de hospital en que te encuentras:

-Pero dejadme entrar, hombres. Si sólo será un momento.

-Que no.

-Venga, tíos, dejadme hacer mi trabajo. La COPE siempre os trata bien.

-Joder, Marcos, que no.

-A ver qué os parece esto: Un muerto y una superviviente en ese bloque del terror. ¡Eh!, no es malo como titular: BLOQUE DEL TERROR. Tiene gancho. ¿Pensáis que es obra de un mutante? ¿Lo atrapasteis? Venga, tíos, si al final tendréis que soltarlo.

-Mira, como no te largues de aquí…

-Vale, hombre, vale.

Mientras tanto, la enfermera ha dejado de cuidarte el hombro derecho y se ha reunido con un hombre obeso de pelo largo recogido en una cola y que luce una bata que no ha conocido la plancha (¿surgido ahí como por arte de magia?) a los pies de la cama.

-Es un poco asqueroso, pero… Sí, no cabe duda de que está cicatrizando –le comunica la enfermera, una mujer guapa de rizos rubios.

El otro le responde con perplejidad, sin levantar la vista de unos informes:

-Sí, y además, ha asimilado el veneno. Está perfectamente.

-¿Mutante?

-¿Qué duda cabe?

-Informaré a...

En ese momento, un policía municipal canoso y cuarentón irrumpe en la habitación y anuncia:

-Lo siento, doctor, tenemos que irnos. Nos queda cerca la Plaza Dos de Mayo y nos han ordenado ir a echar un vistazo.

-¿Y qué hacemos con ella? –repone con indignación el médico.

-No tardará en venir alguien.

-Pero pero ¿la van a dejar sin custodia o qué? ¿La sedamos? Menudo país de pandereta.

-¿Y qué hago yo, me ahorco? Además, una mujer del bloque dijo que los salvó, a sus hijos y a ella, así que no creo peligrosa. Y que serán unos minutos, coño.

El policía se marcha, pero tú estás entregada al examen de reojo de tu hombro: una pasta de hilos brillantes, pus y plaquetas ha sellado la feroz lanzada.

Notas de juego

Tu poder de Regeneración de tejidos se ha activado. Está en relación con la naturaleza de Aracné.

Estás íntegra, y libre para actuar. Llevas encima las bragas y una bata de paciente.

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21/10/2011, 10:29
Sara Picasso

Resistir, tengo que aguantar . . .

Las palabras de médico, enfermera, periodista y policía me espabilan y al principio me tranquilizan. Estoy en un hospital, algo o alguien me ha salvado aunque he oído hablar de un muerto.

¿Cómo se llamaba? ¡Ah, sí! Alfredo. Alfredo Béjar. ¿Habrá sido él? Pero al menos la mujer y los niños están a salvo. ¿Y Aracné? ¿Habrán atrapado a ese monstruo? Lo dudo mucho.

Mutante. Yo acepto tal cosa por la noche y al día siguiente el mundo entero lo sabe. Bueno, el mundo no pero la policía sí. Me pregunto si tendrán algún registro de mutantes y si los . . . nos ficharán.

Espera ¿qué dijo el policía? “No tardará en venir alguien”. “Serán unos minutos”.

¿Y si todavía no saben quien soy? ¿Pero cómo no van a saberlo? ¿Y que problema hay en que lo sepan? Pues que si ellos lo saben alguien más podrá averiguarlo. ¿Cómo me localizó Aracné? ¿Me buscaba a mi o seguía a Alfredo?

¡MIERDA! Esto es una locura.

Sin embargo tal como los pensamientos se suceden y atropellan pruebo a incorporarme en la cama, con cuidado. Luego a descolgar los pies por un lado echando un vistazo por si hay algún gotero o similar. Busco las vistas de la ventana.

Estoy en pleno centro, eso seguro.

Notas de juego

Supongo que ahora estoy sola en la habitación ¿no? ¿Qué veo?

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21/10/2011, 11:12
Director

Reconoces la zona, de las veces que has salido de marcha. Esta que estás viendo desde la ventana de un cuarto piso tiene que ser la calle San Bernardo; hay una parada de autobús enfrente, y una sucursal pintarrajeada de La Caixa. Además, hacia el norte, distingues el frontispicio de una iglesia, que debe de ser la de Monserrat. Así que tienes que estar en Malasaña, y la plaza Dos de Mayo debe de estar… detrás de ti, hacia el oeste.

El médico y la enfermera han perseguido al policía para seguir discutiendo, pero sus voces suenan apagadas, así que puedes disfrutar de unos minutos de soledad.

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21/10/2011, 11:46
Sara Picasso

Lo que tengo claro es que no quiero responder a la prensa, ni salir en fotos ni formar parte de su espectáculo mediático así que prefiero largarme. Si la policía sabe quien soy ya me localizarán pero de momento . . .

Me incorporo sobre mis piernas y compruebo que están firmes antes de soltarme de la cama. Cuando veo que me sostengo bien examino la habitación buscando mis pertenencias en los típicos armarios y bolsas de hospital. O una bata. O algo. Con lo que consiga me acerco a la puerta a escuchar y si no hay nadie cerca me asomaré discretamente, apenas un ojo para ver donde están.

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21/10/2011, 11:54
Director

Obtuviste el premio gordo: tu ropa estaba bien doblada en uno de esos armarios. Aún sigue pegajosa de hilos.

Al final de la planta, frente a los ascensores y cerca de las escaleras, hay un mostrador de recepción. La enfermera rubia está conversando con alguien que está detrás. El doctor de la coleta ha desaparecido. No se ve a nadie más en el pasillo.

Sobre la puerta del ascensor hay un reloj redondo como un escudo; desde tu perspectiva oblicua, adivinas que marca las doce menos cinco.

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21/10/2011, 13:23
Sara Picasso

Tan deprisa como puedo me visto para no llamar la atención. Al menos para no parecer una paciente. Limpio de mi ropa tanto como pueda de esos pegajosos restos sin poder quitarme de la cabeza todo lo que he oído. En un determinado momento una lágrima rueda por mi mejilla mientras pienso en el tal Béjar. Sigo suponiendo que la víctima es él pero aunque fuera un mal bicho me entristece pensar que está muerto.

Miro alrededor buscando algo que pueda dejarme. En un momento de inspiración miro si hay algún papel sobre mi hospitalización y si lo hay me lo llevo.

Es ahora o nunca, como suele decirse. Decisión pequeña, que no puedan dudarlo.

Con paso firme me encamino a la salida, pasando ante la recepción de planta sin mirar siquiera. En cuanto gane el ascensor o la escalera podré respirar aliviada.

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21/10/2011, 13:30
Director

Notas de juego

Haz una tirada de Acechar/Discreción, por favor.

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21/10/2011, 15:05
Sara Picasso
- Tiradas (1)

Motivo: acechar / discreción

Tirada: 1d100

Dificultad: 82-

Resultado: 22 (Exito)

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21/10/2011, 20:36
Director

Con la salvedad de que no has recogido ningún papel sobre tu ingreso, todo ha ido bien y respiras aliviada cuando pones un pie en la calle. Perdiste tu mochila en el bloque. Alguien en algún lugar debe de estar a punto de comprobar su contenido y descubrir la pistola desmontada.

Cuando parecía que la enfermera iba a descubrirte, a punto de alcanzar el rellano, la celadora quiso que mirase unos documentos con ella. Tu belleza no ha eludido miradas fugaces y caníbales, pero nadie te ha retenido en las escaleras y el trayecto por el vestíbulo ha sido breve.

El cielo de Madrid está encapotado. En el carril de enfrente, viajando hacia el sur, hacia Gran Vía, se acaba de detener un coche con el motor en marcha. Es un Mercedes oscuro y suntuoso de cristales tintados. Mientras decides qué dirección tomar, la ventanilla trasera baja silenciosamente. Un hombre mayor te mira directamente. Su pelo canoso enmarca unas facciones cuadriculadas, expandidas en una formidable sonrisa de dientes uniformes y blancos. Sus ojos, un tanto saltones, emiten un brillo de inteligencia despiadada que contamina esa expresión afable y la transmutan en un rictus de escualo. Su nariz tiende a achatarse, y las arrugas de sus comisuras están muy marcadas, así como las ojeras. Es un rostro rijoso, de frente despejada. No le ves las manos, pero te imaginas unos dedos delicados y esbeltos, asiduos de la manicura. Y están tanteando algo dentro de ti.

Voy a intentar explicarte lo que sientes: estás boqueando, como un pez fuera del agua. Te asfixias. Porque no hay mundo fuera ese sujeto, o más bien, ha comenzado a usurpar tu mundo. Ha irrumpido en tu horizonte existencial y lo ha desgarrado de manera que todo lo que eres es succionado por ese punto de fuga. Estás perdiendo la vida a caños de empatía. Querrías hincarte de rodillas, arrancarte la ropa y ofrecerte como víctima en lugar de la Víctima que es Él, el desposeído, el sin mundo. No imaginas de qué espacios gélidos pueda provenir, qué destierro en lo inhóspito pueda haber padecido. Está arrancando tu pericardio como quien pela una mandarina.

Él es consciente de su poder. Su sonrisa se ensancha más cuando el cristal vuelve a subir y el coche empieza a moverse.

¿Han sido cuatro, seis segundos de intensidad, de hipérbole emocional? Todo se desmorona cuando empiezan los gritos, las carreras y una brusca inyección de gente por la calle de Daoiz se mezcla en la arteria de San Bernardo y hacen frenar en seco a los automóviles, sin poder evitar que una decena resulte atropellada y pisoteada. Los que huyen de la Plaza Dos de Mayo gritan: “¡Una bomba, una bomba!” y comienzan a empujarte en aluvión en el sentido en que el misterioso Mercedes ha desaparecido.

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22/10/2011, 00:33
Sara Picasso

... aire ...

¡¡¡ aaaaaAAAAAAHHHHHHHHHHHHH !!!

La larga inspiración me devuelve al aquí y al ahora, en medio de una multitud que me arrolla y no se que está ocurriendo. Solo veo su cara. Su sonrisa. Como si la hubiera grabado en mis retinas conservo aún ante mi la imagen del hombre. Es cruel.

Con un esfuerzo me aparto de los que corren para refugiarme en un portal y evitar así ser derribada. Respiro afanosamente hasta conseguir normalizar el aporte de oxígeno aunque la sensación es tanto más psíquica que física. ¿O no?

¿Pero qué está ocurriendo? ¿Quién era ese? ¿Y qué es eso de una bomba?

Me siento aturdida, herida y ultrajada. La invasión y el daño que me ha producido ese hombre hacen que me sienta como si hubiera sido violada. Nunca me han violado aunque una vez estuvieron a punto. Pero esto es peor, en aquella ocasión pude pelear aunque me llegaran a tumbar en el suelo. Tenía opciones. Ahora no.

Y ahora qué. Me siento perdida, todo está sucediendo muy rápido y no sé que es lo que sucede, me arrastra como si hubiera caído en un río desbordado y no puedo ni ver las orillas. Necesito agarrarme a algo. Madre.

La referencia es mi madre, la mujer fuerte. Béjar dijo algo sobre ella. Tengo que ir a verla ahora. Sin dudarlo más miro si todavía llevo en los bolsillos las llaves del coche. Solo necesito dinero y en cuanto llegue cogeré el fiesta. Reviso los bolsillos para comprobar que me queda en ellos. Las llaves del coche y el suelto deberían estar ahí al menos.

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22/10/2011, 11:18
Director

El improvisado refugio lo encuentras a unos doscientos metros, torciendo en la esquina con la calle de San Vicente Ferrer, tanta era la muchedumbre y desmedido su pánico.

Zarandeada, rebuscas en tus bolsillos y bingo, allí están las llaves y seis, siete euros en calderilla.

Por encima de los cláxones y las alarmas de los coches aparcados, empiezan a alzarse las sirenas de las fuerzas de seguridad y hasta el rumor de un helicóptero situándose sobre los edificios.

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22/10/2011, 17:42
Sara Picasso

Suficiente para el metro. Con esto llego.

Con paciencia y aprovechando el tiempo del trayecto para tranquilizarme y tratar de pensar me dirijo al metro, cueste lo que cueste llegaré hasta el fiesta y con él llegará a Getafe. Tengo que ver si mi madre está bien. ¿Qué turno llevaba esta semana? 

Maldición, el móvil. No lo tengo, estaba en la mochila. Y no me se el número de memoria. Eso quiere decir que antes de coger el coche tengo que tratar de rescatar el número de la agenda de casa. Es arriesgado pero tendré que subir.

Notas de juego

Trayecto de metro, andar hasta casa y descubrir si se puede acceder a la escalera o hay precintos por alguna parte. Las llaves deberían estar en el otro bolsillo, lo que no suelo llevar encima es la cartera con la documentación y billetes. Abulta demasiado y va en el bolso o mochila, según toque.

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22/10/2011, 20:05
Director

Si no te equivocas, la estación de Noviciado tiene que estar colapsada. En cambio, si tiras recto por esta misma calle, la de San Vicente Ferrer, podrías alcanzar la de Tribunal o escapar hacia Chueca.

Tras constatar que llevas también las llaves del piso echas a correr en dirección a la plaza Juan Pujol. Continúas por esta calle esquivando coches, tuerces a la derecha por Santa Lucía, de nuevo a tu izquierda por Espíritu Santo. Recorres cien metros y frenas en seco antes de desembocar en la plaza Juan Pujol donde dos coches de la policía nacional acaban de detenerse racheando.

Y no sólo eso: un poderoso helicóptero la sobrevuela. Desde él están gritando algo:

-¡Quédense quietos! ¡Al suelo! ¡Tiraremos a matar!

Dejaste atrás, a tu derecha, el portal de un edificio de apartamentos, tentadoramente abierto.

¿Y ahora? Te encoges instintivamente. ¿Qué han sido eso, truenos? ¿Petardos? No, disparos, están disparando desde el helicóptero, sobre las azoteas.

-¡Ríndanse! ¡Están atrapados, el edificio está rodeado! –proclaman ahora sus altavoces.

Cargando editor
22/10/2011, 23:39
Sara Picasso

¿Pero qué . . . ?

Es todo lo que acierto a decir al ver parar los coches de la policía bruscamente ahí delante. El ruido del helicóptero es más impresionante que el de las balas y me asusta más al principio. Hasta que relaciono el sonido con disparos. Están disparando a alguien aquí al lado.

¡JODER! 

El exabrupto me sale sin querer mientras me agacho buscando un sitio donde meterme para que no me de alguna bala perdida. He visto un lugar adecuado, hace poco. Unos metros atrás nada más. Retrocedo agachada y llevándome la mano izquierda a la cabeza, la derecha al intentarlo me ha provocado una fuerte punzada en el hombro, aún no está completamente curado.

Poco a poco me acerco al portal para colarme dentro y buscar algún rincón donde no corra riesgos, como debajo de la escalera o algo así.