Partida Rol por web

- Dejadlos huir, que se sepa allende el Rhin lo que les pasa a los que osan atacar Roma - ordena el decano en voz alta, más bajo añade - Encarguémonos de los heridos.

Secundus, preparado para perseguirlos, se para en seco. Saca su pilum y se lo lanza a uno de ellos hiriendole en el brazo. El barbaro deja caer su escudo pero no deja de correr hasta que lo perdeis de vista.

Que les digan que el Tio Secundus esta en la ciudad - musita. Despues se vuelve a ayudar a sus compañeros

Secundus se dedica a rematar al resto de germanos moribundos mientras Viridio saca sus utensilios.

Al ver que los barbaros han sido derrotados y huyen, los supervivientes de la caravana, atados y amordazados al lado de esta, demuestran su alegria porque les hayais salvado el pellejo haciendo pequeños movimientos con los hombros y moviendo la cabeza de un lado a otro mientras dicen

Hmmmm! Hmmmmmmm! mmmm!

Viridio comenzó a curarse lentamente las heridas cuando escuchó a los supervivientes tratar de llamar la atención.

¿Pero querrán soltarles de una vez?

Después reaminó al gordo de Otón, al que dedicó un Una gran labor en el campo de batalla hoy, legionario... cargado de ironía y pasó a revisar al Corso.

Estaba tranquilamente curándole el brazo, tras haberle vendado y entablillado la pierna, cuando Otón se acercó y empezó a manipular los vendajes.

Mi magister me enseñó también los rudimentos de...

¡¿Quién te ha mandado tocar eso, maldita bola de sebo?! - le rugió mientras volvía a colocar los vendajes. - ¿Acaso no sabes que si abres un vendaje de compresión puedes provocarle mayor dolor?

Maldito tarugo. - masculló mientras se contenía de soltarle un sopapo...

Oton se despierta con las sales de Viridio. Tose.

Que ha pasado? - dice confundido - los germanos! - recuerda de pronto - Nos atacan! Hay que... - mira alrededor y ve que esta lleno de germanos muertos. Menea la cabeza sin saber que decir

Viridio se acerca a Corso, pero la herida de la pierna parece que es suficiente profunda para que el vendaje no sea suficiente. El legionario seguramente tenga que cojear hasta que los dioses se lo curen. Cabreado, y viendo que Oton se acerca y la lia con las vendas, le grita que se aparte.

Una vez comprobado que no hay germano vivo y que todas las armas, escudos y cascos germanos están recogidas en un montón, Fabio se acercó a los pobres que acababan de atar y los liberó con su gladius.

Mientras Ruso esta junto a Viridio arreglandole la pierna a Corsicanus, Fabio se acerca a los supervivientes y les libera.

Gracias! menos mal que aparecisteis - dice el que parece el lider - Pense que no lo contariamos. Soy Publius Mucius Rufus y esta es, bueno, era mi caravana. Ibamos a Bonna a vender nuestras mercancias - menea la cabeza - como es que hay barbaros a este lado del rio? Esta zona siempre habia sido pacifica.

A su lado una mujer, arrodillada, llora

Una vez el último bárbaro en fuga se perdió de vista, Silo dejó el escudo apoyado en el suelo, y sujetando el gladius ensangrentado por la hoja con la mano izquierda y la empuñadura frente a su rostro, levantó hacia el cielo la palma de la derecha y entonó una plegaria: "Oh Marte, poderoso Dios de la guerra, señor de la batalla, tu que te complaces en el combate cuando es honorable, acepta como ofrenda las vidas de estos hombres y permite que mis compañeros y yo podamos seguir luchando con valor, protégenos de las tretas del enemigo y guia nuestro brazo."

Luego, como sus capacidades no incluían la barbería, y una vez verificado que todos los germanos habían partido hacia su última morada, ayudó a despejar el campo de armamento y botín, recuperó las jabalinas usadas en un montón, y fue junto a Fabio; mientras este hablaba con los civiles, comprobó el estado de salud de los caídos por si quedase alguno con vida. De paso inspeccionó los cuerpos, el carromato y su contenido.

Oton, asustado por el tono de Viridio ayuda a Fabio a recoger las cosas del los germanos.

Mira, este llevaba una pequeña estatuilla de Þunraz - dice pronunciando el nombre germano - Es el equivalente a nuestro Jupiter. Pero en malvado - se rie pero al ver que Fabio no acompaña se pone rojo y se calla guardandosela.

Uno de los barbaros llevaba una capa de buena factura, posiblemente robada y Fabio se la guarda para venderla y sacarse unos cuartos en cuanto tenga ocasion

Mientras tanto Silo mira la zona de la caravana que parece ser exactamente eso: Una caravana atacada por germanos. Los que siguen vivos parecen genuinamente asustados de lo que les acaba de pasar

- Mira que es inútil - dice Ruso de acuerdo con Viridio mientras agarra la pierna de Ruso Corso por dos zonas - Esto va a doler - avisa mientras con un golpe seco le coloca los huesos en su sitio. - Silius, Secundus, mantener la guardia mientras atendemos a los civiles y los heridos. - ordena.

Secundus asiente y se mantiene alerta, con el gladio desenfundado

Mira que es inútil -

Oton se pone mas rojo todavia y agacha la cabeza agarrando fuertemente su nueva estatuilla

Lo... Lo siento - dice con un hilillo de voz quebrada

- Ya hablaremos en el campamento - contesta el decano en tono bajo - Pero para empezar tu y Fabio os vais a hacer todas las guardias hasta la noche.

Fabio escuchó las palabras de su decanus y asintió sin decir nada más, dejando que él se encargara entonces de los prisioneros liberados y dedicándose a vigilar por si los atacantes volvían. 

No se había unido a las palabras de agradecimiento a Marte, el dios hoy no había estado con él, ningún golpe que había dado había sido decisivo. Aún así no dijo nada en contra del Dios, mejor no mentarlo.

Marcus empezó a recuperar la consciencia poco a poco, con desgana. Notaba sabor a metal y a tierra en la boca, y le dolía todo el cuerpo. No quería despertar. Cuanto más despertaba, más le dolía todo. Prefería seguir durmiendo, cuanto más se dormía menos sentía el frío y el dolor.

A lo lejos y abajo, en la oscuridad, oía voces familiares gritarse unas a otras:

- Mi magister me enseñó también los rudimentos de...

- ¡¿Quién te ha mandado tocar eso, maldita bola de sebo?! ¿Acaso no sabes que si abres un vendaje de compresión puedes provocarle mayor dolor? Maldito tarugo...

- Mira que es inútil. Esto va a doler...

Dolor! Dolor! Dolor! Dolor!

- AAAAAH!

El dolor intenso despertó de golpe al corso, que miró hacia al frente con los ojos inyectados en sangre y mordiendo con fuerza el sucio trapo que Viridio le había puesto entre los dientes para evitar que se comiese su propia lengua. Su mirada se cruzó con la mirada del decano... y entonces recordó donde estaba.

Durante un largo segundo ambos hombres se aguantaron la mirada: uno mordiendo con rabia un trozo de tela lleno de sangre y tierra, el otro con las manos agarrando con fuerza la pierna del primero. Ninguno se movió, ninguno dijo nada.... y el corso se dejó caer de nuevo sobre la tierra húmeda. La armadura se le clavó en la espalda; se movió ligeramente mientras notaba a Viridio terminar de coserle la herida en la pierna. El dolor de las puntadas era soportable, nada que ver con lo que le había hecho el decano.

Será bastardo, hijo de una puerca. Qué daño me ha hecho! Seguro que lo ha hecho aposta, el muy marrano, para probarme. Pues no le voy a dar la satisfacción de decir nada. Bastantes latigazos me he llevado ya.

Cerró los ojos, intentando relajarse mientras notaba como el sudor corría por su frente. Una leve brisa le refrescaba las sienes y le ayudaba a sentirse mejor. Dónde estaba su casco? Y qué más daba? Oyó la voz del decano gritando a sus compañeros:

- Silius, Secundus, mantened la guardia mientras atendemos a los civiles y los heridos.

Notó un golpe en el pecho; abrió los ojos y vio la mano de Viridio, que le ofrecía el brazo para ayudarle a ponerse de pie. El corso aceptó la ayuda y se levantó; la pierna le dolía, pero podía caminar con ella si lo hacía con cuidado. Tenía varios cortes en brazos y piernas, pero ninguno importante.

Agarró su gladio del suelo, lo limpió torpemente en el uniforme y lo enfundó. Después se colocó el casco, agarró su escudo y su pilum, y se unió al resto del grupo mientras hablaban con los campesinos de la caravana.

"- Silius, Secundus, mantener la guardia mientras atendemos a los civiles y los heridos. "

"Ave, domine." Saludando a la romana, Silo se sitúa con el gladius envainado y sujetando el pilum que le queda intacto, vigilando por si vuelven los germanos huidos con más amigos.

Rufus se rasca la cabeza al ver que nadie le responde pero, consciente de que los legionarios son los que tienen la espada por el mango (literalmente) no dice nada mientras estos echan un vistazo a los muertos. A su lado la mujer solloza

Mi hijo... Se han llevado a mi hijo...