Partida Rol por web

Me dejo llevar por las sugerencias de Henry y cuando ahueca el brazo me cuelgo de él. No es la primera vez que me sujeto al primer tronco flotando que encuentro y seguramente tampoco sea la última, porque al final siempre acabo en el fondo del río.

Me arrepiento de no haber intentado aprovechar mi condición de mujer para abordar a esas mujeres. Debo centrarme o el día será largo...

-¿Un café?

-De acuerdo. -Digo con voz temblorosa y carrasposa, no por nervios ni timidez, sino por llevar tanto sin hablar y he fumado tanto que el aire vibra con trabajo en mi garganta. La compañía de Henry es agradable al fin y al cabo, así que acepto de buen grado el seguir intentando lo que hemos venido a hacer. Camino junto a él pero antes de llegar a la puerta me suelto de su brazo para no parecer que soy su pareja.

La cafetería más cercana es, en realidad, una especie de bar a pocos metros donde sirven también alguna comida caliente que otra y venden algunos alimentos enlatados. La fachada de madera acoge un par de mesas en el exterior bajo la sombra de un techo también de madera del que cuelga un cartel que oscila suavemente cada vez que alguien pisa el entarimado suelo: Benson Bar.

En el interior os recibe una desgastada barra de madera forrada con hierro que sostiene una gran balanza y el pesado cuerpo de Benson, un tipo obeso y sudoroso que ojea un periódico con parsimonia, pero su saludo al entrar os da una impresión bonachona e inocente. El interior, además, huele a comida de manera agradable.

A un lado, Benson tiene dispuestas unas mesas más donde apenas hay media docena ancianos repartidos en cuatro mesas tomando infusiones y algún tipo de bizcocho de mantequilla. Unos niños atraen la atención de Benson, que entran con unas monedas en la mano a por algún tipo de dulce. Tras despacharlos, Benson os acomoda en una mesa y os entrega un par de menús donde, aparte de lo habitual (café, cerveza, leche...) ofrece estofado del día, patatas asadas y tortitas con sirope de arce.

El sheriff y los ayudantes se muestran bastante parcos en palabras, aunque más que desconfianza o algún recelo personal, parece ser su genuina forma de ser. Pese a ello, acceden a intercambiar unas breves palabras con Artie. Respecto a la desaparición de Bartley Hodges consideran que se trata de un auténtico caso de desaparición. - No se imagina la de tipos que "desaparecen" cuando encintan a una mujer o se llenan de deudas que no pueden pagar. Éste no parece ser el caso. - Afirman con buena disposición. También añaden, sin darle mucha importancia, que no les interesa en absoluto el asunto de los incendios al no ser competencia suya, a no ser que estén relacionados con la desaparición del corresponsal de El Charlatán, pero no tienen ninguna pista en ese sentido.

- Lamento decirle que quien le haya mandado aquí se ha equivocado profundamente. Jenning es un enclave aburrido. Nunca pasa nada. - Trevor habla entre calada y calada. No hay palabra con la que no despida humo de su boca mientras habla. - El Charlatán de Brattleboro tiene aquí una oficina porque... Bueno, el ayuntamiento nos la ofrece gratis, pero no piense que esto es Nueva York o Londres donde un periodista puede hacer una carrera meteórica. Si busca hechos curiosos - dice señalando con el cigarrillo al Dr. Bedford - aquí no va a encontrar nada, aparte de lo de Hodges de estos días.

Básicamente, haber ido allí era una completa pérdida de tiempo. El Sheriff y sus ayudantes no parecían saber mucho más del caso que él mismo. Sin duda eran unos completos incompetentes. Aunque la parte positiva era que parecía que no pretendían torpedear su investigación, como solía pasar en algunas oficinas del sheriff cuando se metía de por medio un investigador privado. Allí más bien, parecía que les daba absolutamente igual quien o como resolviera el caso.

- Entiendo... - Respondió Gumshoe. - Gracias por su amabilidad, supongo... - Se quedó pensando alguna última pregunta. Haber ido hasta allí para sacar tan poco, hacía que se quisiera tirar de los pelos. - Por cierto... ¿Conocían a ese hombre, a Hodges? La prensa y la policía suelen coincidir en ocasiones. - Sonrió. - ¿Saben como vivía? Si era un tipo solitario, gruñón, si podía haberse ganado algún tipo de enemigo... Algo que me pueda resultar de utilidad...

- Me temo que no, amigo. Era un buen vecino. - Dicen de manera escueta. - Tenía una vida mu tranquila. Desde que su mujer murió vive solo.

- Bueno, eso es un dato a tener en cuenta. - Sonrió. - Si era un buen vecino y una buena persona, al menos sabemos que no se trata de algún tipo de ajuste de cuentas. Al menos a priori. - Se encogió de hombros. - Ahora si, señores, me despido. ¡Buen servicio! - Y dicho aquello Arthur se machó camino de su vehículo. 

Su destino sería la biblioteca. Se reuniría con Warren. El profesor estaba solo y Carter y Anna se podrían apañar solos en el periódico. No es que Warren fuera a tener problemas con los libros, se llevaba a la perfección con ellos, pero más que nada era por dividirse en binomios, como había aprendido en sus años como policía.

Había gazuza, y se acentuó aún más al oler el delicioso estofado que parecía prepararse en la cocina y que aparecía en la carta, pero optó por no pedir nada y esperar al resto de sus compañeros para la pitanza. Además lo que quería era aprovechar que los camareros son más ufanos en eso de compartir información y con suerte ese Benson no sería una excepción
-Buenos días, señor. Un par de cafés, si no es mucha molestia -indicó, y sonrió como un pincel. Se sentía algo extraño, pues tratar con desconocidos no era su fuerte, y el humor taciturno de Anna no iba a serle de gran utilidad de momento. Pero debía intentarlo...

Esperó a que sirvieran ambas bebidas para alzar un dedo antes de que se marchara, y preguntar. -Discúlpeme. Soy Henry Carter, de la agencia de investigación 'Tras el telón'. Hemos venido para intentar averiguar qué es lo que pasa en el pueblo. No quisiera parecer entrometido, pero tenga a fe que nuestra intención no es otra que ayudar y las pocas personas con las que nos hemos cruzado eran reticentes siquiera a iniciar una conversación al respecto
Y ahí lo dejó. Antes de iniciar cualquier batería de preguntas, o atosigarle con lo que su mente pragmática entendía por análisis exhaustivo de hechos y pruebas, debía saber si estaba dispuesto a decir algo. Supuso que en un pueblo tan pequeño toda información debía volar tan rápido como el viento, y si bien en la comisaría podían ser más específicos (Gumshoe ya estaba en ello) creyó que una primera toma de contacto con la situación no vendría nada mal

- Enseguido si lu pongo, señor. - Contesta Benson con aire servicial.

Mientras ejecuta la tarea, el Sr. Carter le habla con su primorosa verborrea, algo que ofusca a Benson, no tan acostumbrado, digamos, a tratar con oraciones subordinadas. La oratoria, los trajes de ciudad y el aspecto de responsable "gente de mundo" ofrece tanta categoría como reticencia a esta gente.

De camino de vuelta, Arthur recordó que Anna y Henry no habían ido al periódico, sino a parlotear con los locales. El periódico era la principal fuente de donde podían sacar información, por lo que se dirigió hacia allí.

Preguntando a los ciudadanos por el periódico, te indican una dirección que recorre la calle principal del pueblo. Al cabo de un breve paseo, te plantas delante del ayuntamiento, aunque no encuentras ni rastro de oficinas del periódico. Tras un rato de confusión en el que optas por volver a preguntar, descubres que El charlatán de Brattleboro no tiene una oficina propia en Jenning, sino que ocupa un espacio cedido dentro del mismo ayuntamiento. De esta manera, el ayuntamiento de un pueblo pequeño dispone de una oficina periodística que de otra manera no tendría, y El charlatán de Brattleboro consigue una pequeña oficina en un punto más o menos céntrico de la región sin ningún coste.

Así pues, entras al ayuntamiento en busca de la oficina del periódico. Al cruzar la puerta, encuentras un despacho con olor a humo y whisky. Allí, descubres al Dr. Warren Bedford hablando con un tipo ataviado con gafas y un vaso de licor en la mano.

La puerta de la oficina se abre de repente y entra Artie.

- ¿Disculpe? - Pregunta Trevor, despidiendo una nube de humo.

- Buenos días... - Saluda Arthur. - Arthur Gumshoe. - Se presentó. - Vengo con él... - Alzó las cejas señalando al profesor Warren. 

No iba a decir mucho más. Había llegado el último y hasta que no le pusieran al día sobre lo que habían hablado o dejado de hablar, tampoco iba  intervenir.

-Sí, ya sabe. Las cosas raras que han pasado por aquí. El incendio, la desaparición de ese periodista -expresó de nuevo, con aire algo más mundano y tono ufano, reclinándose ligeramente hacia adelante y mostrando una sonrisa afable. Al mismo tiempo sacó su cartera y un billete de 5 dólares recién sacado del banco, no simplemente para pagar los cafés sino para aquello que el propio Benson quisiera darle uso... si captaba la indirecta
Se atusó levemente la corbata y estiró una pequeña arruga imaginaria del puño de su chaqueta

Tomo asiento en silencio sin prestar demasiada atención a los ancianos de alrededor. Por la impresión de bonachón del camarero, dedico una tímida sonrisa de muchacha inocente en forma de saludo hacia él cuando nos mira, para intentar caerle en gracia. No sé si seré capaz de que me vea así como yo le veo a él pero pienso que he de intentarlo.

Dejo que hable Henry sin intervenir. Mientras lo hace me recoloco el pelo tras la oreja y alterno la mirada entre Henry y Benson, sin mantenerla mucho rato, quiero parecer tímida ante ese hombre.

Cuando Henry menciona los casos del periódico llevo la mano a su chaqueta y le doy un pequeño tironcito de su manga.

- Y lo que dijiste de aquellos ruidos ¿verdad? -Menciono a Henry devolviendo después la mano a mi rostro para apoyarme en ella mientras espero el café retomando mi silencio.

Benson titubea unos instantes, aunque un movimiento instintivo le hace agarrar los cinco dólares que le extiende el joven historiador.

- Oh... Sí, señor Carter. Li podría mencionar "lo de allá arriba". En las colinas hi visto cosas qui no son naturales. - Su inocente cháchara deja entrever que, aunque habla en primera persona, puede que hable de oídas por el simple hecho de aceptar el billete, aunque no creéis que mienta respecto al temor subyacente en el pueblo. - Nadie si atreve a ir allí de noche, y ahora que lis prenden fuego, menos toavía. - Apunta, desviando la atemorizada mirada hacia la Srta. Vixen.

Benson guarda el billete en un sucio bolsillo de su, en su día, blanco delantal.