Partida Rol por web

Huang ha dejado de ser Huang, vuestro hermano, tan recto habitualmente, se ha desviado del camino o quizàs tomado un atajo. El Demonio ruge en tus entrañas mientras sonrie complacido, el Yang del soldado va dejando su cuerpo mientras la sangre fluye, mientras el Yin comienza a tornar su piel mas palida y mas fria, acercandolo inexorablemente a la muerte. Demasiado dèbil para resistirse, para gritar pidiendo auxilio... solo puede dejarse arrastrar al infierno, un infierno que al abandonar la bahìa parecia tan lejano, y ahora parece abrirse bajo sus pies tratando de engullirle. Las manos del japonès se mueven tratando de aferrarte sin fuerzas, tratando de retener una vida que se empeña en abandonarle. Se obstina el soldado con la misma insistencia que muestras en soltar a tu presa, con el mismo empeño que pone el Demonio en mantenertte bajo su yugo.

Yuan, tras unos segundos de duda, se acerca tratando de sujetar a su hermano. Un codazo en la boca durante el forcejeo te obliga a recular con las encias ensangrentadas, con el dorso de la mano retiras la sangre mientras dejas que sea Wang quien se encargue. Quizàs alguna estrategia menos arriesgada tenga exito. Escuchas claramente la voz del Demonio, ¿vas a consentirle que se alimente del humano bajo tu techo, tù deberìas disfrutar ese festìn? Les alojas en tu refugio, exponiendote y asì te lo agradecen, son como esa escoria extranjera, patanes sin educaciòn que te agradecen todo lo que haces por ellos, derramando tu sangre.

Wang se acerca a Huang por la espalda tras increparle y observar que sus palabras no tienen ningun efecto. Tratas de sujetarle con todas tus fuerzas, mientras Yuan trata de hacer lo mismo. Un golpe en la boca del pirata, durante el forcejeo le obliga a retroceder, dejandote solo, miras a tu hermano comprobando que tan solo tiene un leve rasguño. Esos segundos que pierdes observando a tu hermano junto a la pericia de Huang en el combate, son los responsables de que no realices correctamente la presa sobre Huang. Tu hermano se libera facilmente de tu agarre sin haber llegado a soltar al humano que se debate entre la vida y la muerte.

Me froto la cabeza y cierro los ojos con fuerza intentando separar aquel pensamiento para mantenerme lúcido, no, la justicia sobre este momento no debería ir por ahí, hay otras cosas que tener en cuenta, que atender.

- Hermano, vuelve en ti, no lo hemos salvado para matarlo nosotros, el mar le ha dado esta oportunidad, no deberíamos soliviantar las decisiones de las mareas - digo mientras me lanzo de nuevo a por Huang intentando una nueva presa.

Liberado de las odiosas cadenas de una civilización que tan sólo servía para ocultar la verdad del mundo, podía saciarme como deseaba y necesitaba. El velo había caído, y el mundo se mostraba tal como era. Si tenía hambre, comería; si odiaba, mataría; si quería sexo, fornicaría. Y lo que otros pudieran pensar al respecto, jamás iba a importarme.

Sentí más que vi las manos que trataron de impedirme saciar mis deseos y vicios, pero no me impedirían satisfacerme con sus normas y ridículas pretensiones. ¿Qué me importaban a mí las mareas? ¡Sólo mis decisiones importaban! Y mi decisión era comer, beber, saciarme con la sangre de aquel mortal ridículo cuya vida se extinguía igualmente. No sobreviviría en aquella ciudad, en aquel país, enemigo a sus ojos. Su muerte era ya un hecho, de modo que ¿por qué no hacerla más útil? Su vida serviría para darme vida, y las manos de mis hermanos no lo impedirían. Me los había sacudido como hojas en otoño, y volvería a hacerlo, una y otra vez.

No volverían a engrilletarme con sus absurdas normas. Era libre, y liberado seguiría...

Durante aquellos instantes en los que me centré en aquel gato, me pregunté por qué me había seguido, sin encontrar más respuesta que la de que algo extraño debía suceder con el animal. Fue entonces cuando me percaté de que el Chi Yang era fuerte en él, de una manera notable, sin poder advertir atisbo de Chi Yin. Fuera lo que fuera aquella criatura, parecía querer aferrarse a la vida, o esta formaba parte de él de algún modo notable.

¿Es acaso esta criatura un Kin-jin?

Recordé la capacidad de algunos de estos para tomar formas animales, pero realmente no tenía por qué tratarse de eso. Mientras pensaba en ello había retomado la marcha, pero tuve que frenarla finalmente, el P'o se agitaba en mi interior; y pareció hacerlo aún más cuando al volver a mirar el gato, este me devolvía la mirada.

Lo garré entonces por el pellejo tras su cuello, y lo alcé, mirando a los ojos del animal desde más cerca.

- ¿Qué es lo que eres? – le pregunté de modo casi desafiante, siendo el Bandido el que parecía hablar.

Con su hermano alimentándose, no sabía si el humano lograría resistir el doble castigo, el propiciado por la guerra y el que ahora le aplicaba la bestia que tomó el control sobre Huang. Lo tenía por un kuei-jin equilibrado mas estos días aciagos les turbaban a todos. 

- ¡Lo vas a matar y eso nos deja sin una vía que seguir!

No le iba a escuchar, debían de usar la fuerza física para dominarlo, sujetarlo contra el suelo de la embarcación hasta que el demonio cediera. Pero, Huang era mejor luchador que ellos cuando de combatir sin armas se trataba y eso convertía esa pelea en todo un reto. No le gustaba la idea de que su hermano pudiera acabar venciendo, Wang era presa también de su propio orgullo.

Esta vez le rodeó con los brazos pudiéndolo asir, gracias a eso aplicó el peso de su cuerpo queriéndolo tumbar. Huang se debatía  haciendo muy difícil hasta la maniobra más sencilla.

- Tratemos de echarlo al suelo, Yuan. 

Miró a su hermano. Respiró entonces con fuerza, movido por el esfuerzo y reflejando de ese modo su desequilibrio espiritual.

El felino se resiente durante unos breves segundos tratando de evitar se agarrado por la nuca, te golpea con sus pequeñas garras tratando de evitarte, ocasionandote un pequeño rasguño.

Tras tu pregunta se debate de nuevo, golpeandote nuevamente, pero sin llegar a arañarte esta vez.

Finalmente cesa en su empeño por soltarse, momento en que comienza a resultarte demasiado pesado el pequeño animal, mantenerlo alzado te supone un esfuerzo hasta el punto de necesitar ayudarte de la otra mano para tratar de mantenerlo en el aire. Pero poco a poco se va haciendo mas y mas pesado, no solamente sientes su peso en el brazo, tus dedos se van abriendo mientras el peso del animal parece aumentar, hasta que finalmente tienes que soltarlo.

El gato cae agilmente sobre el suelo, para dedicarte un ultimo vistazo antes de alejarse corriendo, saliendo fuera de tu alcance.

Yuan tras recuperarse tras la conmociòn, vuelve a intentarlo de nuevo. Aun sabiendo que en estos momentos tus palabras son en vano, no puedes menos que intentar que tu hermano vuelva en si, recordandole el designio de los dioses de mantener al humano con vida. Separas tus piernas tratando de conseguir un mayor equilibrio en esta ocasiòn, mientras vigilas las piernas de Huang, para tratar de evitar cualquier golpe en esta ocasion. Wang hace presa de sus brazos y tu le agarras con fuerza las piernas, aunque sus movimientos impiden que tu agarrre sea todo lo eficaz que te habria gustado, logras mantener el agarre.

Wang tras comprobar que Yuan regresa dispuesto a retener a vuestro hermano de nuevo, aprisionando sus brazos desde la espalda. Gritas apelando a vuestra necesidad, a no desperdiciar esta baza que os han entregado los dioses de la fortuna, sabiendo que tus palabras no seran escuchadas. Haces acopio de todas tus fuerzas mientras echas todo tu cuerpo hacia atràs, intentando que Huang pierda el equilibrio y de este modo suelte al mortal.

Huang abandonado a la bestia, no consigue recordar quien es, ni quienes son sus hermanos. Sumido en tu Naturaleza Sombra, solo vives para alimentarte del Chi que poseen los vivos, quienes te recuerdan que has dejado atràs este mundo, que ya no formas parte de èl y que ya no hay redenciòn posible para tu espiritu corrupto y tu carne muerta. Tu ùnica posibilidad de aferrarte al Reino Medio es consumir la sangre y la carne de los vivos, ahora caminas entre dos mundos sin llegar a pertenecer a ninguno. Sientes unos brazos sujetarte y un potente tiròn hacia atràs. Cierras tu boca con mas fuerza pero eso solo sirve para arrancar un pedazo de la carne del mortal, que engulles con avidez antes de caer.

Mientras Wang deja caer su peso hacia el suelo arrastrando a Huang, Yuan empuja las piernas del mismo hacia delante. Entre los dos lograis desequilibrar a Huang, caeis los tres al suelo forcejeando, mientras el soldado con un desgarro bastante evidente, comienza a sangrar profusamente.

¡NO! ¡Es mío, es mi presa, mi alimento, mi deseo, mi capricho!

Me negaba a ceder, a retroceder, a claudicar. Pretendían arrebatármelo, quitarme lo que era mío por derecho propio. ¡A la mierda sus normas, sus leyes, su asquerosa civilización! Todo eso sólo servía para engrilletar nuestras almas, para tenernos como corderos ante el matadero, en lugar de libres como el lobo, como el tigre, como los depredadores que éramos.

Podía sentir sus manos, su fuerza tirando de mí, traidores a sí mismos y a mí, intentando robarme. Me resistía, pero los malditos eran más y su fuerza tarde o temprano me superaría. Aún así, todo mi anhelo era un poco más de sangre, aquella suculenta parte del alma de mi presa, el poder que me concedía, la suculenta inmortalidad. De modo que succionaba, bebía, y cuando noté que lo perdía, mordí con fuerza. No iba a permitir que me alejasen del maná de mi deseo.

Pero lo hicieron, y mientras hendía el aire con fútiles mordiscos que no encontraban su anhelado objetivo, fui arrastrado al suelo por los traidores, los malditos traidores, que intentaban apresarme con sus reglas, convertidas en manos que me retenían contra el suelo. Pero no cedería, no pensaba ceder. Acabaría con ellos de ser necesario.

Ya no creo poder salvar la vida del soldado japonés, toda esa sangre perdida solo puede significar que la vida se le va, pero al menos me queda el consuelo de que hemos logrado detener a Huang en su avance a través de la maldición que nos acecha a todos.

- Calmate Huang, hermano - le pido sin esperar una reacción inmediata.

Tengo la esperanza de que se calme y de que podamos liberarle para echar aquel cadáver por la borda, pienso que nos hemos tomado demasiadas molestias para nada, estoy seguro de que la idea de nuestro hermano no era para nada aquella, pero no puedo evitar maldecir para mis adentros la fortuna que ha hecho que todo esto halla acabado así.

Aquel no era un animal cualquiera, algo que quedó aún más claro tras alzarlo y formularle aquella pregunta proveniente de aquel lado destructivo que se agazapaba en mi interior esperando el momento de salir.

Había tratado de zafarse de mí, llegando hasta a procurarme un rasguño por el que lo miré con desprecio, pero finalmente desistió de hacerlo; o más bien, de hacerlo del modo en el que un simple gato lo haría. Ya no le bastaba revolverse, y aunque en un principio no me di cuenta, comenzó a aumentar de peso para librarse de mí.

No entendía cómo era posible aquello, pero ni tan siquiera con mis dos brazos lograba mantenerlo agarrado, y al no poder continuar sosteniéndolo cayó al suelo; alejándose raudo.

Aquello no me gustaba en lo absoluto, suponiendo una complicación más a cuanto caos abordábamos aquella noche, pero además no terminaba de comprender qué podía significar. Lo cual me molestaba enormemente.

Aun así, no podía detenerme en aquello, con lo que proseguí en busca de mis hermanos; haciéndome preguntas que no sabía responder, pero que esperaba poder resolver en algún momento.

Al lograr atenazar al kuei-jin solo cumplieron el primero de los pasos que debían de llevar hacia su liberación. Podía ver un odio insano en su mirada, reflejaba al demonio en lugar de al hombre que conocía.

- Huang, tú siempre fuíste una persona controlada, una persona con pleno dominio de sí mismo. Has sido un ejemplo de entereza muchas veces, ¿recuerdas?

Fijó la mirada en esos ojos odiosos y mantuvo una serenidad de la que en realidad Wang carecía pues era más bien dado a seguir los instintos.

- ¡Estás con tus hermanos, toma el control! ¡El demonio no podrá contigo!

Respiró con fuerza, como si de un vivo se tratase, presionando queriendo darle tiempo para recuperarse. El P'O había ganado una batalla pero no la guerra, al menos mientras el japonés no pereciera. Miró hacia el humano, no podían acudir en su ayuda y eso le hacía sentir que el tiempo corría en contra de ellos, ¡tenían que salvarlo!

- El humano va a morir, ¿oyes, Huang? ¡Nos necesita!

Estaba seguro de que su amigo no quería eso, pero por si acaso, paseó la vista en busca de cuerda o red que pudiera utilizar si las palabras no llegaban hasta la verdadera mente del artista marcial.

Cuando apartáis a Huang, se debate durante unos instantes. Poco a poco tu P´o se va alejando de la superficie, para caer de nuevo en ese pozo insondable en que aguarda. Esta noche ha obtenido una victoria al alejarte de tu Dharma. Desviado de tu objetivo, has perdido una batalla, una de tantas, pero la victoria en esta guerra no está aún decidida. Las sendas del Dharma son caminos tortuosos donde el enemigo puede emboscarnos en cualquier recodo, hoy has caído ante tu mas peligroso adversario, pero aún puedes levantarte, la Grulla siempre se yergue con las patas en el fango del río y la cabeza alzada hacia los cielos, tu cuerpo sumido en el Reino Medio y tu Hun elevándose hacia las alturas.

Yuan continua aferrado a las piernas de Huang. Las sujetas con fuerza mientras tu hermano se debate, conocedor de que son tan peligrosas como sus puños. Le hablas tratando de alcanzarle, sin saber si te escucha Huang o si el Demonio se burla de tus palabras. Subitamente tu hermano deja de pelear y sus miembros de relajan.

Wang tras golpear al suelo mantiene la presa sobre su hermano. Tus musculos se tensan conteniendo a Huang. Apremias a tu hermano, tratando de rescatarle del hoyo donde se encuentra, sabiendo que vosotros solopodeis tenderle la mano, que es el quien debe salir. Finalmente Huang se detiene repentinamen.

Durante unos breves segundos continuais los tres en el suelo. Sin soltar a Huang, Yuan y Wang aguardan, sin saber si realmente su hermano a derrotado al Demonio, o si estan siendo victimas de un engaño.

Segundos antes de que el P`o te abandone, tienes una fugaz sensación, la misma que uno tiene al encontrarse frente un estanque de agua clara. La paz y la tranquilidad te invaden, y no llegas a saber si contemplas el fondo del estanque o si estas viendo un reflejo. Luego todo se diluye y solo queda la impresion de haber rozado algo importante.

Las voces resonaban en mi cabeza, voces apagadas, lejanas, que no representaban nada para mí. Una de mellas se superponía a todas ellas, pero aquella voz perdía fuerza por momentos. Era la mía, y no lo era al mismo tiempo. Sonaba como yo, pero no era yo, y sí lo era, formaba parte de mí. Lamentablemente, el demonio P'o era también parte de mí, eran mis errores, mis fallos, mis pecados, todo lo que me había hecho dejar tras de mí a mi muerte una vida desperdiciada y digna del mayor de los castigos.

Mis pecados, en la forma del demonio, acababan de asestarme una dura derrota.

Fui consciente de ello mientras el techo de aquella embarcación tomaba forma ante mis ojos. la voz del demonio se alejaba, y con ello las voces de mis hermanos se tornaban más claras y sabias. Pero la sabiduría no siempre traía satisfacción, sino todo lo contrario. A mayor conocimiento, mayor comprensión de las propias fallas. Y acababa de fallar, estrepitosamente, desastrosamente. Aún sentía el sabor de la sangre en mi boca, espesándose pegajosamente entre mis labios. No precisaba alzar mi rostro para contemplar al japonés, al que era consciente de haber mordido seguramente hasta la muerte. Tan sólo me quedé inmóvil, contemplando las vetas de la madera que componía el techo del refugio de mi hermano, como si fuera a hallar sabiduría en aquellos dibujos veteados. Sabía que acababa de caer, de resbalar fuera del camino virtuoso de la iluminación, y al mismo tiempo tenía la quizás falsa sensación de haber rozado algo importante, otra sensación de derrota más.

Atended al mortal, no gastéis más de vuestro tiempo conmigo. -Indiqué a mis hermanos, cerrando mis ojos por no mirarles a la cara, avergonzado por mi caída- Yo... debo meditar acerca de mis errores, de mi propia debilidad.

La tensión parece dejar paso a la calma, pero todavía es pronto para soltar a nuestro hermano, necesitamos una prueba lo suficientemente buena que nos diga que Huang vuelve a ser Huang. Me mantengo en silencio antes de escuchar las palabras de nuestro hermano.

Parece que ha vuelto en si. Me incorporo ligeramente y miro a Wang con cara de incógnita. Decido aflojar la presa.

- Wang, hermano, creo que debemos atender al soldado - digo cambiando mi mirada entre mi hermano y el soldado.

No me puedo imaginar su estado, quizá algo lo haya salvado. Me muevo hacia el y compruebo que puedo recolocarle todo lo que esté fuera de lugar en su cuerpo, aunque en realidad no tengo ni idea de lo que estoy haciendo, en mis capitanías nunca faltaba un médico, o alguien con aquellos conocimientos, pero tampoco había visto que mis galenos pudieran realizar la magia suficiente que devolviera a un marinero de aquella guisa "a la vida".

Miro a mi alrededor buscando hilo de pescar y un anzuelo, eso podría servir para cerrar las heridas, como tantas otras veces había visto hacer.