- Caballeros, deberíamos preguntar donde se encuentra la dichosa colina que buscamos. La verdad que mi orientación es nula y no se si podríamos llegar sin alguna indicación... - Comenta levemente a sus compañeros, más elocuentes que el pobre historiador.
-Bien pensado. No es cuestión de estar vagando como almas en pena por las colinas, y perdiendo el tiempo. Si no recuerdo mal, la bibliotecaria de los archivos municipales fue quien nos habló de esa colina, seguro que ella tiene más información, o sabe cómo llegar.. ¿Os parece si le preguntamos? La señorita Allen parecía amable y preocupada por nuestra investigación.
La verdad es que la estancia en esa ciudad se le antojaba a Smith algo caótica, con los datos que iban obteniendo de aquí y de allá. Se preguntaba qué estaría sucediendo en el psiquiátrico, sobre todo a aquel interno tan estrambótico que habían conocido el día anterior, y esas muertes tan sospechosas. Ahora el viaje a la colina le parecía un poco peligroso. Decidió que su bastón podía no ser suficiente.
aparte del bastón de hierro, yo llevo también una pistola
—Bueno, quizás no deberíamos incordiar más a la señora Allen, si no recuerdo mal su nombre. Seguro que cualquiera podrá indicarnos igualmente. Además, se me está apeteciendo un café; no he dormido demasiado bien y me gustaría estar despierto. ¿Les parece si nos acercamos a un bar, comemos algo y así indagamos lo que podamos entre los locales? No deberíamos demorarnos demasiado, eso sí, pero un pequeño tentempié al menos y un café nos dará el impulso necesario para investigar la dichosa colina. ¿Qué me dicen?
¿A un bar a buscar paisanos entonces? No quiero adelantarme pero a veces parece que queda en la ultima sugerencia.
Por mí es un poco indiferente, era una sugerencia por no volver de nuevo al mismo sitio. Pero como quieran mis compañeros :)
Tambien podéis pillar por banda a alguien y preguntar. No hace falta ir a ningún sitio otro como queráis.
—¡Ahí hay uno!
Sin esperar contestación alguna por parte de sus compañeros, el escritor cruzó la calle y se adelantó hacia un bar que había en la acera de enfrente.
Una modesta barra de bar, muy diferente de aquellas tan lujosas que había podido ver en la capital, servía de barrera entre un par de lugareños y un curtido hombre ya entrado en edad y con cara de pocos amigos. El hombre, al ver entrar a Chambers, paró en su empeño de secar los vasos y frunció ligeramente el entrecejo como muestra de extrañeza hacia caras desconocidas.
—Buenos días caballeros —comenzó mientras se acercaba a la barra—. Me gustaría tomar un café y un sandwich de queso, por favor.
Sabiendo que el Doctor Freygan traficaba con alcohol, no sería de extrañar que los cafés de estos señores estén ligeramente "aliñados" —pensó el escritor.
—Si me permiten, señores, me gustaría saber cómo dirigirme hacia la colina de Stonecrest. ¿Serían tan amables de darme alguna indicación? —se aventuró a preguntar a los locales.
Chambers dio un largo sorbo al café mientras esperaba la respuesta.
Me he adelantado para no eternizar sobre a dónde vamos y que fuese coherente con lo último.
Si consideras necesario una elipsis para agilizar, adelante :).
-Oído, dame un minuto-. Contestó el barman desde el otro lado de la barra antes de abrir una puerta que se encontraba al fondo -¡Un sandwich de queso! - Fue lo que gritó a algún alma al otro lado de la puerta.
-Marchando un café.-Anunció mientras se ponía a responder al pedido, tomó una pieza metálica que utilizó para recoger el café molido de un molinillo y la enganchó a la cafetera. - Si queréis algo más sólo tenéis que pedírmelo.
—Si me permiten, señores, me gustaría saber cómo dirigirme hacia la colina de Stonecrest. ¿Serían tan amables de darme alguna indicación? —se aventuró a preguntar a los locales.
La pregunta parecía ir dirigida a todos los lugareños, sin embargo silencio tenso enforma de una gran losa se cernió sobre todos.
-No me jodas la clientela-. Avisó nuevamente el barman. -Supongo que si queréis ir es por los rumores del contrabando... No sería cosa inteligente subir.
-Perdona pero... -Dijo una mujer mayor que se acercaba con lentitud a la barra, a continuación abonó el importe y retomó su palabra- ¿Tenéis asuntos con el doctor Freygan?
Sin problema
- Si.. ejem... A decir verdad tenemos algunos asuntos que resolver y solo queríamos saber como llegar al lugar. Ya hemos oído hablar de lo peligroso que es acercarse y todo eso, pero solo estamos preguntando por su paradero. Si es tan amable... - Añadió Alan, interrumpiendo las palabras del barman.
Recordando que los de la colina eran supuestos traficantes de licor y estaban en un bar, Smith pensó que quizás el barman podría recelar de que fuesen policías encubiertos para poder hablar a gusto. Decidió hablar claro.
-Verá, conocemos lo del contrabando, como dice, y asumimos nuesto riesgo al subir. Tenemos asuntos que tratar allí.. Sólo necesitamos que nos digan cómo llegar.
Smith recordó los billetes de su cartera. Pensó que si no era gratis, al menos con un aliciente alguno de los parroquianos hablaría.
Chambers se quedó en silencio momentáneamente examinando los rostros de los allí presente y escuchando lo que decían para intentar averiguar sus verdaderas intenciones. ¿Y si alguno de los allí presentes era un agente de la ley y se metían en problemas por un malentendido?
—A decir verdad, no tenemos nada que ver con el contrabando —se excusó el escritor—. Nuestra posición al respecto es totalmente neutral. Únicamente tenemos otros asuntos que tratar con el doctor Freygan y esperábamos que pudiesen ayudarnos a encontrar dicha colina —mostró la mejor sonrisa que pudo, esperando que, junto al ofrecimiento económico del señor Smith, bastase para conseguir la información sin que hiciesen muchas más preguntas.
Motivo: Psicología
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 76 (Fracaso)
He tirado por psicología para tratar de averiguar intenciones, pero... nanai jeje
-No deberíais acercaros a él. -Afirmó dulcemente la mujer... -Yo... Soy demasiado vieja para tener miedo así que disculpa al resto de mis vecinos...
-¡No sigas Minerva!- La regaño su pareja que ya estaba levantándose y acercándose. Un hombre igualmente menudo, calvo y con un mostacho blanco acabado en punta. Unas gafas doradas descansaban sobre su nariz... El resto de su atuendo era todo lo anodino que se le podría presumir en el gusto al vestir a un anciano.
-Calla Tom, los jóvenes deben saber... Tienen toda la vida por delante. Debéis preguntar a Albert... Era compañero de Dave Bowen... -Veréis porqué no es una buena idea subir. No debo deciros más... -Enseguida devolvió su mirada a su marido, ésta estaba a caballo entre lo enternecedor y cierto carácter que sólo se presupone a los ancianos-. Tranquilo Tom, ya nos vamos.
Le dio la mano rodeando así su brazo y dejando que sus palabras flotasen en el ambiente empezaron a alejarse. Cuando salieron de la puerta el barman volvió a hablar:
-¿Albert? -Preguntó totalmente dubitatibo, de repente pareció caer en algo... -¡Ah sí!... 'Testigo de Dios' Johnson... Hace decenios que no oía el nombre del maldito Albert Johnson... La señora Roberts os ha dado un buen consejo, hablad con el y marchaos de este lugar... Es lo más inteligente que podéis hacer aquí.
Escuchando aquello, Alan no pudo más que interesarse en ese sujeto que mencionaban y que, al parecer, todos conocían por el apodo de "testigo de dios".
- Y dígame, si es tan amable, señor. ¿Dónde podemos encontrar al señor Albert Johnson? - Preguntó sin más dilación, mientras miraba a un lado y a otro, a sus dos compañeros que seguramente comprendían sus intenciones.
El sobrenombre de "testigo de Dios" no le gustó nada a Smith. Le hacía pensar en uno de esos presuntos iluminados que engañan a los crédulos para sacarles dinero. De buenas a primeras, decidió no confiar excesivamente en él.
Asintió a Monroe discretamente, sabiendo que su amigo quería sonsacarle su paradero al dueño del bar. Esperaba no tener que recurrir al soborno, pero de nuevo intentó recordar con cuánto dinero había salido de la pensión.
-'Testigo de Dios' suele alojarse en 'El Reposo de Amanda', preguntadle a ella que no suele estar en sus habitaciones, me suena que estaba en el sótano-. Empezó a conjeturar el barman
-En el desván. -Corrigió uno de los clientes.- No le cobra, cuestión de piedad.
-Si eso es. En el desván, está allí cuando no está por la calle predicando la palabra de Dios. Ahora por favor, si no vais a consumir nada más... El sandwich y el café son 1,25$ y marchaos. Incomodáis a mi clientela. -Se dispuso a aclararse dedicando una mirada a su clientela, pidiéndoles comprensión.
Discretamente, Alan, introduce su mano en el bolsillo de su chaqueta y saca su cartera.Deposita el dinero que les indica su interlocutor y realiza un asentimiento.
- Por supuesto, señor. Aquí tiene. Muchas gracias por su información, procuraremos no molestarle más.
Tras esto, se gira a sus compañeros para hablar sobre los nuevos datos que han recopilado.
- Caballeros, creo que esto es inesperado. Resulta que ese tipo que puede indicarnos el paradero de la famosa colina se encuentra conviviendo en "el descanso de Amanda". Curiosamente hemos dormido en el mismo edificio. Creo que deberíamos volver sobre nuestros pasos y hablar con nuestra anfitriona, la señora Amanda Seaforth. Seguro que podrá indicarnos donde encontrar a dicho caballero. Lo que me resulta más extraño es que no nos haya hablado de él, cuando estamos buscando el paradero de nuestra amiga y el de esa famosa colina de los locos. ¿Estamos todos conformes en volver a visitar a la señora Amanda Seaforth? - Pregunta a sus compañeros, por si tienen otra idea diferente a la suya propia.
Yo pago esta ronda xD
—Extraña casualidad, sí señor. Sin embargo, la pobre Amanda creo que no tiene la culpa de no habernos hablado ni de él ni de las colinas, pues salimos de allí esta mañana con bastante premura y aún no estábamos tras esa pista. Volvamos de nuevo al motel, a ver qué nos puede decir.
-¿Ya estan de vuelta caballeros?- Preguntó la anciana en cuanto vio al trío cruzar el umbral. -Llegan justo a tiempo para la comida.
-Eso es, querida patrona.. -Smith la saludó con ánimo jovial, y ganas de hacerla hablar de lo que venían a saber-. Dijimos que no nos esperase para la comida, pero si no le parece mal y ha cocinado usted en demasía, nos gustaría disfrutar de su talento culinario.
Lo cierto es que el hambre ya rondaba, y el olor a buena comida era intenso. Habían pasado la mañana yendo de un lugar a otro, aunque entretejiendo las informaciones de todos los sitios habían obtenido algunas indicaciones útiles, así que no fue tiempo perdido.
-Repondremos fuerzas ya que llegamos a tiempo, y hablaremos con la señora Seaforth como bien dijisteis, amigos -dijo a sus amigos mientras se sentaba a comer.
Mientras la patrona servía la comida, Jeff aprovechó para entablar conversación directa. A la mañana había hablado con franqueza y preocupación por dar buena información, y al periodista le pareció más oportuno no andarse con rodeos con ella:
-Ya sabrá que hemos ido a investigar por el pueblo.. Y esas investigaciones nos han traído aquí de nuevo. Tiene usted otro huésped con el que nos interesaría hablar.. Albert Johnson, al que llaman "Testigo de Dios". ¿Qué sabe sobre él, si puede decirnos?
El sándwich y el café que Chambers se había tragado sin rechistar en el bar ante la poco probable vuelta al motel para la hora de comer, no le impidió probar la cocina de Amanda. Cierto es que se había saciado, pero el sugerente olor que llenó sus fosas nasales al entrar despertó de nuevo, más por gula que por necesidad, el apetito del escritor.
-Menos mal que tengo buen fondo -sonrió mientras Amanda le ponía un par de jugosas salchichas con patatas fritas.
Cogió una de las patatas y la mojó en la oscura salsa que acompañaba el plato, esperando paciente la respuesta de la señora Seaforth a la pregunta de Jeff.