Partida Rol por web

Hacía tiempo que Frederick Dawson no dormía bien. Diablos, no recordaba un día en el fuese capaz de dormir sin soñar… Sin embargo aquella noche, fue peor, incluso terrible. Como si se tratase de un presagio de algo peor que estaba por suceder.

No había ni rastro de luz en la oscuridad de la celda acolchada en la que vivía. Como casi cada mañana en la que tocaba… O tal vez cada noche, el paciente se vistió a tientas para aguardar pacientemente a que llegase el desayuno, allí era cuando empezaba a tener noción del tiempo y de la hora del día que podría ser.

Aquel día no tardaron demasiado, sin embargo no se abrió el hueco de la comida, en su lugar se abrió la puerta.

-¡No tardéis, vestíos e id al comedor!. ¡En media hora cerramos la cocina! -Anunció una voz que se iba moviendo a lo largo del pasillo al tiempo que iba abriendo al azar alguna de las puertas que se desplegaban a lo largo del pasillo. 

¿Desayuno en el comedor?¿En una mesa? Vaya... Tenía que reconocer que eso no se lo esperaba. Ya el paseo de la tarde anterior le pareció un regalo del cielo, pero comer sentado a una mesa... Una ligera sonrisa curvó sus finos labios, pero su naturaleza extremadamente prudente, rozando la paranoia, se impuso una vez más. Mientras se vestía decenas de preguntas se agolpaban en su cerebro.

¿Y si era una trampa?¿No serían ellos los próximos en "ponerse enfermos" y "desaparecer"? Una vez listo salió al pasillo y echó un vistazo a las celdas vacías para saber si había quedado algún rezagado o si era él el último por acudir a la llamada.

Mientras miraba las minúsculas habitaciones iba avanzando, lento pero seguro, aguzando el oído en dirección a las puertas de comedor.

La paranoia y los nervios le rodearon, olvidando así, aquella sensación de paz que sintió el dia anterior, aquella desidia y poca empatía hacia la muerte de otro paciente... ¿Habrán cambiado la medicación?

Clonc, Clonc, Clonc… El familiar sonido rítmico, metálico y constante de la habitación de Billy -quién dio a su madre de comer a su padre- fue el primer sonido que percibió al poner sus nervios en tensión. Más adelante silencio... Un poco más adelante se escuchaba el inconfundible susurro cascado de Toby Smith, de 62 años:-Shhh, allí vienen, así que así es como va a ser-. Se trataba de uno de los paranoicos, los médicos precisaban un poco más pero básicamente tenía la certeza de que unos agentes desconocidos contratados por su madre quieren matarle. El resto de las celdas estaban vacías o con algún paciente en su interior.

Tras descender la escalera finalmente llegó a la planta baja, aunque el recorrido que iba a tomar aquel día era nuevo para el, no le pillaba así el escenario pues lo había recorrido en numerosas ocasiones cuando visitaba el despacho del doctor Freygan quien casualmente no se encontraba en esos momentos en su despacho... Más adelante se encontraba el pasillo que llevaba al comedor, allí le habían dicho que tenía que dirigirse.

Tal y como imaginaba, sus pesquisas le confirmaron que prácticamente la totalidad de los internos de su pasillo estaban en el comedor a excepción de los más "peligrosos" para el resto: Billy y Toby, que ya habían protagonizado algún que otro episodio de ataques al personal del centro.

Desde que había llegado a la institución nunca se había preocupado en exceso de su propio bienestar o seguridad, por desgracia para él conocía secretos ignotos que ninguno de aquellos pobres infelices podía ni siquiera imaginar. Sabía que ante aquello que le acosaba por las noches no tenía escapatoria ni lugar donde esconderse, por lo que simplemente se limitó a subsistir en aquellas miserables cuatro paredes. Pero desde la visita de ayer algo cambió en su estado de ánimo, seguían resultándole indiferentes las desapariciiones de los internos, pero su propio instinto de conservación afloró hacía la superficie como un cadáver arrojado a una laguna que, una vez descompuesto e hinchado emerge a la superficie para arruinar el día de picnic de los domingueros,

Quizá si que estaba loco al fin y al cabo, porque la decisión que tomó a continuación fue posiblemente la menos acertada, pero la que creía más segura para su salud. En lugar de ir al comedor se metió sin hacer el menor ruido en el despacho de Freygan y cerró la puerta tras él. Contra los seres interdimensionales no tenía defensa alguna, pero si aquellos funcionarios pretendía acabar con él, al menos se lo pondría difícil.

Mientras se escondía en aquel despacho que tantas veces había visitado en sus entrevistas con el doctor, paseó su mirada por la estancia, buscando algo que le resultara útil, aunque no tenía muy claro el que. ¿Un arma?¿Una pista de lo que pretendían hacer con ellos?¿Una salida?. A Freddy no le gustaba improvisar, por lo que aquella situación le venía un poco grande.

Un olor familiar fue lo primero que percibió al entrar en el ya conocido despacho del doctor Freygan. Éste no había variado un ápice en su estilo: exquisitamente decorado en estilo Eduardiano, con un escritorio, un archivo del que había visto sacar su historial médico en pasadas sesiones, varias sillas, un diván y una estantería que albergaba una inmensa colección de trabajos teóricos y clínicos sobre psicología.

Una mirada rápida a la biblioteca mientras se acercaba al escritorio, el lugar más evidente para un primer registro, hizo que Freddy se percatase de que la mayoría de los libros eran tratados sobre las causas bioquímicas de la locura. 

Una vez en el escritorio abrió el primer cajón, debería estar cerrado con llave sin embargo la fortuna quiso que en ese momento no lo estuviera, y en su interior un inmenso juego de llaves que permitía el acceso a todos los terrenos del psiquiátrico... Y tal vez al exterior.

Con las llaves aún tintineando, colgando de su mano derecha, el bueno de Freddy dio un paso hacia la puerta. Pero de pronto se paró, nunca había imaginado encontrarse en una situación similar y se dio cuenta de que, aunque tenía la posibilidad de ir donde quisiera, realmente no sabía hacia donde encaminar sus pasos. ¿Hacia la salida?¿Hacia el comedor, lo que consideraba una muerta casi segura?¿Hacia su pequeña celda? Sin duda era una estampa digna de estudio, seguro que el propio Freygan investigaría sobre ello: "Dale las llaves de su celda a un preso y no sabrá si huir o quedarse sentado entre las cuatro paredes que contienen su libertad".

Finalmente imperó el sentido común, si se quedaba allí estaba muerto, de eso estaba seguro, por lo que solamente había un camino posible, hacia el exterior. Pero antes salió corriendo hacia el piso superior, hasta la zona de celdas con cuidado de no ser visto y abrió las puertas de Billy y Toby, eran buenos chicos, tal vez conseguirían escapar, o al menos distraer la atención de su propia persona. No esperó a que se abriesen las puertas. Volvió sobre sus pasos a la planta baja, entró en una de las múltiples salas vacías que servían como lugares de reunión para las terapias y cerró la puerta tras él, mientras buscaba una posible salida.

Había más internos en aquel lugar, pocos eran los afortunados como Freddy más aquellos dos serían suficientes para desatar las alarmas. Así lo creía al menos el señor Fredderick Dawson al tiempo que sopesaba sus posibilidades desde su escondrijo seguro... El tiempo pasaba, no había noticias de nada ni de nadie lo que hizo que apartase sus pensamientos para dar paso a la duda.

-AAaaaahhhhhhh- Un chillido se escuchó en la lejanía. -¡Se ha escapado! ¡Toby se ha escapado y ha matado a uno de los internos!- Gritó la misma voz recibiendo como única respuesta el eco de multitud de pasos golpeando el pavimento.

Los pasos se sucedían, nada había que hacer al otro lado de la puerta, al menos durante unos instantes... Fue entonces cuando el fugitivo se percató del lugar que había escogido para escabullirse, un trastero. Un lugar en el que se almacenaban muebles viejos, restos de leña pendiente de ser troceada para alimentar las chimeneas del lugar y algunos sacos de cemento. Parecía el interior de una caseta de herramientas salvo por el detalle de que no había ninguna herramienta en el lugar.

Al parecer el bueno de Toby no era tan bueno y ya estaba de nuevo haciendo de las suyas. El lado bueno era que se había dado la voz de alarma y los guardias estarían más pendientes de aquel incidente que de buscar a un interno del que posiblemente ni siquiera se habían percatado que se había ausentado.

Abrió la puerta del almacén e instintivamente sus ojos se fijaron en la puerta de la recepción. Sería tan fácil desde allí salir corriendo hasta la entrada y desde allí hasta la calle... Pero parecía que el número de estupideces que haría aquel día no paraba de aumentar. ¿Realmente habría pasado algo con los internos del comedor?¿O simplemente estarían disfrutando de un agradable desayuno? Con cautela, por si algún celador rezagado se encontraba por la zona, avanzó hasta la puerta del comedor con la intención de asomarse a ver que había sucedido realmente allí.

La tentación era fuerte, casi como una serpiente que se enroscaba en torno a su pecho animándole a cometer una estupidez más. Sin embargo otro instinto de conservación le mantuvo siempre en alerta, con su respiración agitándose pero siempre constante. 

No recordaba haber visto en otras ocasiones aquel pasillo tan largo, las pisadas se sucedían a ambos lados del pasillo sin tener muy claro qué era lo que pasaba... Si dudó en algún momento, ya no podía recular pues uno de los enfermeros apareció casi de golpe y a nada estuvo de darse de bruces con el interno.

-Sí que has tardado. Ve para allá o te quedarás sin comer. Yo tengo que ir al otro lado que ha habido una pelea. -Se justificó a toda leche mientras no se detenía en su camino.

-Parece que al final si que me estoy volviendo loco...- pensó con acritud mientras abría, no sin cautela, la puerta del comedor. Sabía que podía intentar escapar de allí pero, ¿dónde iría? No tenía familia ni amigos... podría intentar recurrir al profesor Armitage, pero no creía que le quisiera ayudar con sus antecedentes...

Lentamente abrió la puerta para buscar un sitio donde sentarse a comer.

-Aquí tienes Freddy. -Dijo una de las enfermeras del lugar acercándole un café con un plato de gachas. Con aquella mujer el paciente apenas había tenido trato por lo que desconocía tu nombre.

-Mg cogntago ptdon- Intentó hablar uno de los que estaban allí enfrente al percatarse de la situación aprovechó para pegar un trago de café -Me ha comentado esta mañana el doctor Freygan que no te pasará consulta por hoy, al parecer le ha surgido algo. Dijo que podías seguirte paseando por el edificio así como por los terrenos con libertad. -Otro trago más al café bastó para terminarle-  Disfrútalo que no estaré para verlo... Me ha tocado doblar turnos y me voy a casa a dormir. Espero que me haya hecho un buen pote la parienta para cuando me levante.

Con ese buen deseo se levantó despidiéndose del grupo.

Después de todo no había nada que temer... aparentemente. Ahora que sabía que tenía el beneplácito de Freygan para deambular por la institución sintió una punzada de culpabilidad al haber liberado a Toby para generar una distracción, pero enseguida se le pasó. Engulló rápidamente el desayuno y salió de allí. Seguía habiendo cosas que no terminaban de encajar en su cabeza, probablemente porque no había tomado su medicación desde ayer.

Desde que llegó a aquel lugar nunca se planteó el escenario de que le permitiesen moverse libremente y sin vigilancia por el edificio, por lo que en un principio se dedicó a deambular por los pasillos de la planta baja en busca de algo que le llamase la atención, porque en el fondo, él seguía convencido de que algo estaba pasando.

Fredderick iba sumido en sus pensamientos mientras intentaba ordenar los acontecimientos que habían sucedido en las últimas horas cuando se dio cuenta de que había recorrido todo el pasillo y ya no había ni rastro de la batalla que había sucedido -en gran parte por su propia acción- aquella mañana. La puerta que tenía delante desplazó sus pensamientos, se trataba de una estancia en la que no había estado hasta el momento.

La puerta se encontraba entornada desvelando ésta como la habitación de Standish Schlechter -el chófer del doctor Freygan-. La habitación aparentemente no tenía nada de especial lo que hizo que el paciente empujase inconscientemente la puerta desvelando así más de su contenido. Lo que atrajo su atención fue una escopeta de repetición del calibre .12  la cual se encontraba colgada presidiendo la estancia, casi como si fuese lo más importante de aquel lugar. Sin embargo no fue aquello lo que terminó por marcarle, próxima a la cama se encontraba una caja vacía y junto a ésta... Allí se encontraba su inquilino quién no parecía estar estar de servicio con Freygan en aquellos momentos.

Si en algún momento se percató de la presencia del intruso, no dio muestras de ello, en su lugar siguió sin interrumpir su labor la cual consistía en ir disponiendo de manera aparentemente aleatoria unas piedras de forma esférica. Tras hacer un dibujo con estas piedras volvía a reordenarlas otra vez formando otro dibujo igualmente enigmático que no tenía nada que ver con el anterior, y así una y otra vez como si de un tangram moderno se tratase con la salvedad que en lugar de colores, el movimiento de las figuras originaba ondulaciones y leves protuberancias y depresiones en el suelo.

Entonces fue cuando el observador silencioso empezó a sentir un leve mareo, incómoda y vagamente familiar...

Desde el umbral de la puerta podía observar como aquel tipo se afanaba en colocar y recolocar aquellas piedras sobre su cama. ¿Cómo se llamaba aquel tipo? No lo recordaba. Sabía que era el chófer de Freygan pues en alguna ocasión durante las terapias había visto por la ventana de la sala de reunión como llegaban con el coche oficial del doctor para, después de apearse éste, guardarlo en el garaje adyacente.

Dejando esos pensamientos a un lado se centró en la labor que desempeñaba. Aquellos diseños le resultaban vagamente familiares, tal vez los había visto de pasada en algún libro, o simplemente lo había soñado… Pero no conseguía ubicarlos, por lo que decidió no prestar más atención a aquél hombre que, probablemente, estaba más loco que él mismo.

Se disponía a darse la vuelta y seguir su camino cuando aquella sensación de nausea se apoderó de él, empezó a sentir unos vértigos que le obligaron a apoyar todo su peso en el quicio de la puerta, con el riesgo de caer hacia adelante, revelando su presencia, si es que no le había descubierto ya.