Partida Rol por web

Hacía mucho que no se habían visto, de hecho había pasado casi un año desde los sucesos que hicieron que se conociesen para posteriormente separarse sin intención de saber nada el uno del otro. No había sido fácil, cada uno intentó sobrellevar su pasado como mejor pudo. ¿Quién había sido la persona más afortunada? Solo Dios lo sabía.

No fue el azar quien quiso que se reuniesen, fue Jeff el artífice de aquello. Había pasado las últimas dos semanas entrevistando a un paciente del sanatorio psiquiátrico de Greenwood, situado en el pueblecito homónimo a unos pocos kilómetros de Boston. Allí vio algo, eso fue lo que les dijo a sus compañeros, algo en las palabras y la expresión del paciente dejaban entrever que no era alguien normal, parecía alguien que había tenido algún tipo de experiencia similar a las que ellos vivieron en el pasado. Aunque no era la mayor de sus ilusiones un deber moral les impelía a reunirse en aquel lugar y en aquel momento.

El edificio del manicomio era una bella mansión de estilo italiano, con dos alas. Una de ellas constaba de planta baja y un piso adicional, la otra además de la planta baja tenía otras dos plantas más. La casa y el jardín que circundaban la mansión se encontraban a su vez rodeados por un muro de piedra de tres metros de altura y unos 60 centímetros de espesor. El portón de la valla parecía lo suficientemente resistente para evitar que los locos que habitaban en aquel lugar pudiesen salir. Tras identificarse por el tubo acústico que se encontraba en uno de los postes que se encontraba a uno de los lados del portón el grupo de recién llegados aguardó.

Como acostumbraba el periodista -y le explicó a sus compañeros-, no tuvieron que esperar mucho pues pronto llegó el celador con las llaves. Tras abrir la puerta les invitó a que le acompañaran al interior del edificio.

La parte delantera del jardín tenía setos cuidadosamente recortados, árboles y numerosos bancos con internos sentados y una fuente monumental en el medio del jardín.

-Estos son los pacientes que se encuentran más sanos.- Informó a los recién llegados. El periodista también recibió la misma información en la primera visita en la que se percató de ello. -El doctor Freygan aconseja la interacción con el medio para su recuperación. Si por mi fuera nunca saldrían de aquí pero oye, no soy médico.

Al acercarse pudieron fijarse en las ventanas: rejas, allá donde miraban había rejas en todas las ventanas, no sólo se encontraban en lo que parecía el ala residencial, también en las que daban al resto de las estancias, ni un sólo hueco de aquella construcción se encontraba sin rejas.

Al llegar a la entrada, abrió una de los dos grandes portones que llevaban al hall de entrada. Esta sala era grande y agradable, con las paredes paneladas en madera, grandes cuadros que representaban pasajes, un sofá de piel y numerosas sillas tapizadas. A un lado se encontraba el mostrador de recepción ocupado por una joven que se encontraba amartillando la máquina de escribir sin fijarse en los recién llegados, a un lado de éste había un libro de notas, otro de entradas y varias plumas.

Tras el mostrador los recién llegados se fijaron en la presencia de diversos tubos acústicos como el que habían empleado hacía apenas unos instantes, éstos debían comunicar además de con la entrada con diferentes oficinas y laboratorios.

-Aquí os dejo, como siempre -Le indicó al periodista-, habla con Charity para pedirle lo que necesites. -Charity Ballow, así se llamaba la recepcionista. Con esas palabras el hombre desapareció tras el portón de entrada.

Tras los saludos iniciales al reencontrarse con sus antigüos compañeros de penurias, Alan se acercó hacía el portón, siguiendo al periodista y a Miranda para acceder al lugar. Tras unas leves palabras con uno de los celadores llegaron al fin a lo que parecía la recepción, un lugar lleno de tubos que parecían usarse para comunicarse con las diferentes dependencias del amargo lugar.

- Hacía mucho tiempo que no nos veíamos Jeff. Tuve que acudir a tu llamada. Cuando me dijiste que estabas investigando sobre algo "raro", llamaste mi atención, pero dime, ¿Qué hacemos aquí exactamente?

Mientras esperaba una respuesta por parte del periodista, miró a Miranda amigablemente.

- Me alegro de volver a verla a usted también, señorita Thornton. Aunque puede que hubiese escogido otro lugar algo más, digamos, elegante. Con todo, me alegra tenerla nuevamente a nuestro lado. - Tras sus palabras, le cogió la mano para hacer una inclinación de la cabeza, como si fuera a besarla, pero sin realizar tal acto. Solo pro educación.

En aquél entorno, el parapsicólogo empezaba a recordar las vivencias de hace cosa de un año. En esta ocasión llevaba consigo un pequeño revólver, más por precaución que por saber usarlo. Pero el arma que portaba amarrada a su cuello era una vieja cámara fotográfica que usaba a menudo y que no pudo usar la última vez que estuvieron juntos. Es por eso que tuvo la idea de utilizarla.

- Tengo una idea caballeros. Mientras esperamos, pónganse junto a esa pared. Me gustaría conservar una fotografía de los tres, si no les importa. Usaré el mostrador como trípode y accionaré el mecanismo de retardo. - Tras esto, empezó a prepararlo todo rápidamente, mientras venían a atenderlo.

Sí, ahí estaban.. Pasaron muchos meses desde que la casa Corbitt quedó en nuestro recuerdo, y sin embargo ahora que veía a Alan y a Miranda, todo resurge como si hubiera sucedido ayer. Me emocionó que aceptasen reunirse conmigo de nuevo ante un caso excepcional como el que nos traía a tan espantoso lugar. Sin duda, eran amigos valientes.

-Me alegra volver a veros -les saludé, estrrechando afectuosamente la mano de Alan y con un caballeroso gesto similar hacia Miranda-. Gracias por haber venido, sabia que podía contar con vosotros. 

Poco a poco entramos en el siempre imponente centro psiquiátrico, donde, a pesar de haber estado varias veces antes, aún sentía reparos al acceder. Los límites excedidos de la cordura no son nada tranquilizantes.

-Como véis -les digo en voz baja para no ser escuchado más que por mis amigos-, éste no es un lugar acogedor y os pido perdón por ello. Pero quiero que conozcáis a alguien con quien he estado hablando estos últimos días, creo.. que su historia podrá interesaros también a vosotros.

Miranda saludó con la debida cortesía a sus dos "viejos" amigos, con una sonrisa comedida, la mayor calidez que mantener el decoro le permitía. La doctora parecía igual de cansada que la última vez que la vieron, tras su descenso al infierno que escondían las entrañas de la casa Corbitt. Llevaba un vestido negro con un maletín de médico a juego y al cuello, el mismo crucifijo que la había acompañado entonces. Lo único que había cambiado era su mirada: infinitamente más curiosa, valiente y, en cierto modo, parecida a lo de los internos con los que se habían cruzado hasta el momento. 

"Estoy acostumbrada a este tipo de entornos, señor Sm... Jeff". Sonrió, esta vez de forma sincera, tras la corrección. El poco tiempo que había pasado con aquellos dos caballeros habían bastado para que la confianza que sintiera por ellos fuera, sino máxima, algo que quedaba muy cerca. Y aunque aquello era un hospital y ella una doctora, su prestigio no estaba en juego cuando hablaba con ellos en la intimidad. "¿De quién se trata?" 

La pregunta de Miranda fue interrumpida con la llegada de uno de los celadores. Éste era más bajo que el anterior y de aspecto más regordeto, su cabello estaba rematado por un peinado nada discreto rematado por un ligero tupé.

Parecía ser familiar para Jeff.

-Bienvenido de vuelta señor Smith. Veo que esta vez trae compañía. -Tras estrecharle la mano se dirigió a sus compañeros presentándose. -Soy Benjamin Thomas. Podéis llamarme Ben, así me llaman por aquí. 

Tras indicarles con una señal que le siguiesen. Comenzó a avanzar a lo largo de los pasillos. 

-Supongo que otra entrevista con Freddy Dawson y esta vez con fotógrafo y todo. Si necesitáis una entrevista desde el punto de vista de la institución ya sabéis que podéis preguntarle al bueno de Ben. Mi mujer se alegraría, compraría el periódico para enseñarlo en el barrio y a la familia. Bueno ya me diréis si soy necesario.

El señor Thomas siguió con una larga retahíla de palabras mientras iban avanzando por los pasillos.

El hombre que les recibió llevaba ese estúpido peinado que se había puesto de moda no hacía mucho. - Un caballero no debería llevar ese tupé. - Pensaba interiormente el historiador. No en vano, Alan siempre iba bien peinado con un corte clásico y elegante, alejado de las modas de hoy en día.

- Soy el Doctor Monroe. Licenciado en Historia y estudioso de ocultismo. La cámara es solo un hobby, tampoco me dedico profesionalmente a ello. Y díganos, Ben, ese tal Freddy Dawson... ¿Qué le ocurre? - Acertó a preguntarle al celador, para ir pasando el tiempo mientras avanzaban por los sinuosos pasillos, camino de Dios sabe qué.

El ambiente, por desgracia, sí le era familiar a Smith. Su trabajo le llevaba muchas veces a lugares donde la locura se manifestaba de las más variopintas formas: asesinatos, accidentes, suicidios, e incluso sucesos paranormales. Ahora estaban en un sitio donde esa locura al menos estaba en tratamiento, y eso le tranquilizaba un poco.

A veces, los barrotes proporcionan más seguridad de la que transmiten.

Saludó al señor Thomas de nuevo, pues había estado con él en más ocasiones, le presentó a sus acompañantes, y avanzando en silencio esperó la explicación que daba a la pregunta de Monroe.

-¿A Freddy? ¿No debes leer las noticias verdad? -Preguntó mientras se detuvo un par de segundos, no tardó en continuar. -Asesinato. Trabajaba de ayudante en la biblioteca de Miskatonic y un día quedó desvanecido, se lo encontró el conserje. Eso constaba en el historial médico y es lo que creemos como causa. Pero no soy el doctor eh, eso no lo apuntéis en ningún sitio. -Subrayó con gestos de negación con su mano-. El caso que me voy por las ramas, ya me dice mucho eso mi mujer como para que me lo digan otros. Dos días después de que le dieran el alta por aquel desmayo se los cargó a todos, a toda su familia. Hace un año de eso y os aseguro, que ninguno en este lugar le ha visto dormir aún. Que me caiga un rayo si miento.

-Ya hemos llegado. -Anunció al tiempo que extrajo una llave. Antes de hacer nada con ella abrió una rendija situada en la puerta.

-Freddy, ¡te vuelvo a traer visita!

El murmullo fue aumentando en intensidad hasta que finalmente se detuvo frente a la puerta. El paciente se alejó de la entrada, aquello era algo que le habían inculcado a lo largo de su estancia en aquel lugar, a nadie le gustaba entrar y encontrarse a un loco pegado a la puerta, menos aún a un asesino múltiple.

La rejilla de la puerta se abrió mostrando los ojos de Benjamin, uno de los celadores del lugar. 

-Freddy, ¡te vuelvo a traer visita! - Parecía que volvía a venir el periodista. Después de dos semanas con varias visitas, la última entrevista había sido extraña y acabó bruscamente. De hecho parecía que no iba a volver. 

Tras saludar al paciente el celador abrió la puerta e invitó a los recién llegados al interior. 

-Señor Smith, supongo que quieres mantener el protocolo como siempre. Te fías de lo que ha dicho el doctor y os dejo solos. Cualquier problema llamas a la puerta y venimos al rescate. -Dedicó una mirada a Frederick Dawson y añadió en un susurro.- Espero que vaya tan bien como hasta ahora.

Y con esas palabras cerró la puerta dejando al grupo en el interior de aquel recinto acolchado que distaba de lo que podían considerar un hogar.

Cuando escuchó la voz de Benjamin su estado de alerta se relajó un tanto. El celador era un buen hombre, algunos días le traía ración extra de pudding en la cena y depositaba la bandeja en el suelo con un guiño cómplice. Era el único que le trataba bien en aquel lugar.

Al ver entrar al periodista se puso algo tenso, ya estaba familiarizado con él, pero sus preguntas removían recuerdos muy desagradables.

Entró acompañado de un hombre y una mujer que no había visto en su vida. ¿Serían realmente seres humanos? 

Retrocedió hasta un rincón acolchado de la habitación y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas.

-Señor Smith...- saludó sin apartar la vista del grupo.

Aquella estancia ponía los pelos de punta a Alan. Fascinado y a la vez temeroso por el misterio que seguramente envolvía a aquel hombre.

- ¿Psicópata o enfermo? Solo el tiempo lo dirá... - Pensaba interiormente el estudioso de lo oculto.

Un miedo ancestral recorrió ligeramente su espalda cuando vió cara a cara al enfermo en aquella sala acolchada. sus palabras, aunque escasas, fueron suficientes para hacer mella en el estado anímico del historiador, que prefirió situarse a la espalda de Smith. No obstante, Alan tenía bastantes conocimientos en psicología, lo que hacía que también sintiese miedo por lo que podría hacer un loco.

Se mantuvo en segundo plano, tratando de escuchar y atender a todo lo que aconteciera en aquella sala. No tenía duda de que si le había llamado su viejo amigo Jeff, y también a Miranda, podría ser algo, sin duda, más que interesante para el parapsicólogo.

Smith tanteó al interno como siempre hacía al llegar. No sabía en qué estado podría encontrarlo. A veces eufórico, a veces taciturno.. Hasta la cosa más pequeña influía en su ánimo, estando en ese lugar. 

Miró a sus acompañantes. La celda acolchada no era nada tranquilizadora, pero contaba con no permanecer allí mucho tiempo. Otras veces que había estado allí, el guarda permaneció con él, cosa que inspiraba cierta seguridad. Ahora estaban los tres solos con Fred. Decidió hablarle calmadamente, tratando de no alterarle.

-Hola, Freddy. Ya veo que me recuerdas.. ¿Cómo estás hoy? He venido con unos amigos que quieren hablar contigo. Estos son el señor Alan Monroe y la señorita Miranda Thornton -dijo, señalándoles.

Freddy permaneció sentado en su rincón mientras el periodista le presentaba a sus compañeros. El hombre parecía incómodo, puede que incluso asustado de estar allí. La mujer aún no había abierto la boca, era bastante atractiva, más aún teniendo en cuenta el horrible entorno que la rodeaba.

-Sí, ya lo sé. Déjame tomar mis propias decisiones- murmuró mirando hacia el suelo, para continuar ahora de cara a sus visitantes -Hoy no me encuentro con demasiado humor señor Smith. La visita de ésta noche se ha alargado más de lo habitual. Por favor, sean breves- en su cara se veían los estragos de la falta de sueño, no había dormido ni una sola vez en el tiempo que llevaba recluido en la institución, pequeños periodos de duermevela le mantenían con vida.

-Ya les  he dicho que sean breves- masculló de nuevo para sí mismo. -Silencio, necesito concentrarme- concluyó con cara de fastidio.

Durante el camino, Miranda no vio la necesidad de responder a la cotorra que el hospital empleado como celador, pero una vez dentro de la celda resultó evidente que su silencio se debió entonces a la impresión que aquella estancia le producía. El tal Freddy, un loco de remate si una tenía que diagnosticarle en base a sus aposentos, a primera vista no lo parecía. Claro que ni él era su paciente (estaba demasiado vivo para que así fuera), ni aquella su especialidad. Aunque la anatomía y la psiquiatría caían las dos dentro del extenso campo de la medicina, se parecían tanto como un caballo a un coche. 

Cuando cruzó la mirada con el extraño, e hizo el esfuerzo de sonreír. Entonces miró a Jeff, esperando que fuera él quien llevara las riendas de la conversación. 

- Si es tan amable, señor Dawson, ¿podría decirnos de qué tipo de visitas se trataron las de anoche? He oído que no puede dormir mucho desde que llegó a este lugar. Explíquese, que es lo que le perturba. - Salió de la protección de su camarada Smith, al sentirse interesado por las vivencias de aquel enfermo. Aprovechó para poner sus oídos en modo escucha, pues ardía en ganas de escuchar de boca de aquel individuo cualquier cosa que, con total certeza, se trataría de algo paranormal, a todas luces.