Partida Rol por web

No había tiempo que perder. Violet empeoraba por momentos, y había demasiadas dudas sobre aquel misterioso medallón, dudas que ninguno de vosotros podía resolver. Arryen Garland parecía, a priori, una de las opciones más interesantes para resolver vuestras dudas y curar a la joven pícara que yacía moribunda en el lecho de Arrya.

¿Quién se quedaría y quién partiría en el grupo? Demian y Arrya mantuvieron una ardua disputa verbal sobre quién debía quedarse custodiando la casa y protegiendo a Violet y al bebé de Arrya. Pero poco a poco, todo el grupo llegó a la conclusión de que Demian era la mejor opción: era fuerte y diestro en el combate. Si había otro asalto, era él el más indicado para proteger a su amiga y a la criaturita que dormitaba en brazos de su madre. Arrya, aunque valiente, carecía por completo de tamaña habilidad en el combate, así que poca resistencia podría ofrecer en el caso de un nuevo ataque. Sin embargo, la joven ama de aquella miserable casa sí podría resultar de utilidad como guía. Era la única que sabía dónde había visto Cecil al esquivo y ermitaño elfo del bosque, aquel anciano esquivo tan poco dado a la compañía.

Así pues, el grupo partió en busca del legendario elfo. Arrya, Wimper -quien portaba el medallón-, Rolan y Kaelendril partieron rumbo al emplazamiento donde el difunto Cecil había visto al elfo. Por lo visto, no era un lugar demasiado alejado de allí...

-Para localizar aquel claro, sé que hemos de cruzar, primero de todo, el río. Vamos hacia allá- dijo Arrya con determinación, sin titubear ni un segundo. Estaba segurísima del primer tramo a seguir- Hay un deteriorado puente por aquella zona en concreto. Espero que siga en pie. Cruzarlo a nado es peligroso, pues es más profundo de lo que a priori pudiera parecer, y la corriente es bastante violenta. Pero bueno, el puente del que os hablo lleva en las últimas desde que yo puedo recordar, y siempre ha aguantado perfectamente.

Ciertamente, el llegar al río era muy sencillo. Bastaba con dejarse guiar por el sonido del agua, que podía percibirse desde bien lejos, dada la tremenda quietud de aquella zona boscosa. No llevó mucho más de media hora larga llegar hasta allí, guiados por el arrullo relajante y tranquilizador del agua.

Y por fin llegasteis al profundo río. Había aproximadamente metro y medio de una orilla a la otra, una distancia incluso salvable de un salto, a poco ágil que se fuese. Sobre el río había una estructura de madera medio carcomida que otrora fue un puente. Parte de los listones de madera que ejercían de base se habían caído, pero la mitad de ellos aún se sostenían, presentando agujeros allá donde en el pasado hubiera otros tablones iguales.

-Este es el puente- señaló Arrya, un poco asqueada al ver que aún presentaba un peor aspecto del que ella podía recordar- Yo sugeriría pasar de uno en uno, y con cuidadito. Ya digo que siempre ha aguantado, pese a su deplorable aspecto, pero tampoco es cosa de tentar a la suerte. ¿Os parece bien la idea?

Una vez partieron de la casa de Cecil, el viejo aventurero caminó con rostro sombrio cubriendose la cabeza con la capucha de su capa y avanzando con una mano sobre la empuñadura de su cimitarra, arma que durante tantos años le había acompañado en su navío.

Una vez llegaron al puente del río Rolan lo examinó con detenimiento, preguntandose si realmente aquelllas maderas eran estables. Después se giró a los demás.

- Sugiero que si alguno de vosotros se ve capaz de realizar un salto a la otra orilla en vez de pisar esas maderas lo haga. No conviene tentar mucho la suerte con lo que queda de este puente... - dijo serio, mirando especialmente al elfo.

El grupo de 4 se encontraba frente aquel viejo puente, el cual presentaba una aspecto muy deplorable. Se notaba que el viejo puente había resistido grandes tempestades,  fuertes corrientes de viento y al frío invierno. Pero, ¿era una buena idea tentar a la suerte? El elfo se acercó a examinar, junto Rolan, el puente para ver con más detenimiento el estado en el que se encontraba. No le acabó de gustar lo que vió. El puente parecía que estaba en las últimas y era posible que los tablones que quedaban podrían caer en cualquier momento. A parte de esto, también se fijó en la caída y en la fuerza con la que arremetía el agua. Si alguno se cayese, lo tendría difícil para sujetarse en algún punto del río.

Se giró mientras hacía un gesto negativo con la cabeza. Cruzar por el carcomido puente podría ser muy peligroso. Rolan rompió el silencio en el que estaban y mirando al elfo sugirió que alguno de los presentes saltase la distancia de una orilla a otra. No era mala idea pensó Kaelendril. Pero era también una idea peligrosa, tanto como la de cruzar el puente. Sin embargo, eso le gustaba más que cruzar por ese puente. Poner su vida en peligro era una manera de sentirse vivo. Y esque eso es lo que conllevaba vivir aventuras. Y el elfo lo sabía perfectamente.

- Si, ¿por qué no?- dijo asintiendo la cabeza y esbozando una sonrisa- Pero, una vez que salte y llegue, ¿cómo procedemos?

Comenzó a coger impulso mientras esperaba una respuesta. Sin embargo, su espíritu joven e impaciente no pudo esperar a que hablasen sus compañeros. Las piernas empezaron a correr hacia al borde y una vez Kaelendril podía vislumbrar con mayor claridad el agua azul realizó un gran salto emulando a los grandes felinos. Quien le hubiese visto su rostro durante la carrera, hubiera visto un brillo intenso en sus ojos.

El elfo de Luna plateada logró llegar al otro lado. Cuando se giró mostraba una gran sonrisa llena de satisfacción. Mirando  al resto de sus compañeros con una alegría más que evidente, les gritó a pleno pulmón:

- ¿Ahora cuál es el plan?

-Yo pasaré por el puente- comentó Arrya, mirando la distancia entre una orilla y otra, no muy convencida- Soy consciente de que para mi corta zancada y para estos faldamentos que llevo, saltar metro cincuenta está por encima de mis posibilidades. Iré con cuidado.

Arrya comenzó a cruzar el puente con cierto temor, dando ágiles saltos allá donde se encontraban los huecos dejados por los desaparecidos tablones carcomidos. Con sumo cuidado, y siempre agarrada a la barandilla, logró llegar al lado de Kaelendril sin mayores problemas.

-¡Uno menos! Ya solamente quedáis dos- Arrya parecía respirar más tranquila- Ya decía yo que este puente es más resistente de lo que parece a simple vista.

Kaelendril y Arrya se quedaron mirando expectantes a Rolan y Wimper. ¿Saltarían o cruzarían el puente? Por si acaso, ambos estaban preparados para agarrar al que, por un motivo u otro, amenazara con dar con sus huesos en las frías y cristalinas aguas del río.

Una vez el elfo y la mujer hubieron pasado el río el viejo aventurero decidió saltar hacía la otra orilla, temeroso de tentar demasiado las viejas maderas que sostenían el puente.

Cogió algo de impulso y salto sin dificultades hacía la otra orilla, aunque no pudo evitar notar algo de rígidez en sus articulaciones. Ya no era joven como antaño y este tipo de acciones le podían llevar a fatigar en exceso su cuerpo.

Una vez con el resto dirigió la mirada al miembro del grupo que quedaba por saltar, el mediano.

Me tomé mi tiempo para poder decidir que hacía y opté por saltar. El puente se veía en mal estado y brincar era la mejor variante. -Ahi voy!- grité, para luego tomar carrera y flexionar mis piernas para impulsarme, consiguiendo despegar. Al hacerlo, mis miembros inferiores se separaron, pareciendo una especie de bailarín en el aire y cayendo delicadamente, apoyando primero el pie derecho.

El mismo impulso hizo que llegue a donde estaban los otros en poco tiempo, para acoplarme a la aparente charla. -Bueno, he llegado. Ahora, cómo seguimos?- pregunté, buscando con la mirada a Arrya, quien era la guía.

Tu finísimo oído no te engaña: acabas de escuchar unos pasos cautelosos como a veinte metros de allí, entre los árboles. También escuchas un ínfimo murmullo de voces. No están hablando a voz en grito, pero tu portenosa capacidad auditiva te permite escuchar sus voces con claridad. Distingues al menos dos o tres voces distintas.

Me alarmo unos instantes, como si percibiera algo. Miraba hacia la nada, pero la cabeza estaba girada hacia un determinado punto, como si tratara de escuchar algo. Luego de unos segundos, acerque el dedo índice de mi mano derecha a la boca y lo apoye en los labios, como si marcara que hagan silencio, mientras iba viendo a mis compañeros. Me puse de espaldas al lugar de donde provenían los sonidos, y disimuladamente señalé en dicho destino, con el pulgar. Los siguientes dedos también se irguieron, como denotando que habían tres cosas o personas.

Era peligroso llamar la atención y por eso me expresé de esa manera. Esperaba que mis compañeros hayan captado lo que indicaba y que alguien tome la decisión de que hacer.

Tu finísimo oído no te engaña: acabas de escuchar unos pasos cautelosos como a veinte metros de allí, entre los árboles, justo en la dirección en que señala Wimper. También escuchas un ínfimo murmullo de voces. No están hablando a voz en grito, pero tu portenosa capacidad auditiva te permite escuchar sus voces con claridad. Distingues al menos dos o tres voces distintas.

Lo habían conseguido. Habían sorteado con éxito el viejo puente. Si bien la mujer de largos cabellos había tentado a la suerte, tanto el anciano, el mediano como él mismo habían decidido hacer algo un poco más arriesgado: Saltar. Ahora el peligro había sido eludido, pero por cuánto tiempo?

Kaelendril sonreía al ver como sus compañeros conseguían, de un modo u otro, pasar a la otra orilla. Relajó sus músculos, esperando las indicaciones de la mujer para proseguir el camino. Sin embargo, el mediano actuó antes. Con su dedo índice apoyado en su labio, pidió silencio al grupo y con la otra mano señaló en una dirección hacia el bosque. Había escuchado algo. Pero, el qué? Trasgos? Orcos? Mercenarios? Difícil saberlo.

Kaelendril giró levemente la cabeza al escuchar unas voces. Provenían de la misma dirección a la que señalaba Wimper. Le miró e hizo un gesto afirmativo haciéndole ver que le había entendido. Lentamente su mano derecha bajaba hacia el pomo de su compañera, mientras su mano izquierda se alzaba, cerrada en un puño, indicando que nadie se moviese. ¿Quién podría ser? La mejor solución sería ir a comprobarlo.

Dirigió una mirada a Rolan y le hizo una señal con la cabeza para que le siguiera. A continuación, se acercó lentamente a Wimper y le susurró unas palabras:

-Rolan y yo iremos a echar un vistazo. Quedate aquí y protegela- dijo mientras miraba a la mujer- Si hay problemas, silbaré con fuerza u os llamaré gritando. Si sucede lo mismo por aquí, haz exactamente igual. ¿Vale?

Miró a Rolan, mientras lo esperaba. La mano del elfo estaba totalmente aferrada al pomo de su espada. Tendrían que ir con mucho cuidado.

Afortunadamente, parecía que no era el único que percibió algo. El elfo también había escuchado las voces y se disponía a averiguar sobre ellas junto al hombre de pelo blanco. Mi misión ahora sería volver a proteger a Arrya, algo a lo que me había acostumbrado. Asentí con la cabeza a la orden del guerrero, para luego hacerle la seña a la viuda para que se acercase a mí, de una manera escueta, para que los que aparentemente nos observaban no se dieran cuenta.

-Cuidado!- susurré al dúo, como una advertencia genérica a lo que estaban por hacer, mientras iba mirándolos en su trayectoria. Luego, me quedé muy cerca de Arrya, estando alerta a cualquier cosa. No quería más sobresaltos por un tiempo.

En la dirección en la que guía Kaelendril, a poca distancia del desvencijado puente, hay un pequeño claro. En dicho espacio hay tres hombres descansando. Van vestidos con túnicas idénticas a las de los cadáveres que enterraron Wimper y Demian, es decir, van vestidos como los hombres que asaltaron la paupérrima vivienda de Arrya y su familia.

Uno de los hombres está echando un trago de agua de su odre. Al elevar la cantimplora, la manga de su túnica se desliza hacia atrás por su brazo, dejando ver lo que parece un tatuaje. Desde la distancia a la que os encontráis resulta imposible ver lo que es, pero es fácil presuponer que se trata de uno idéntico a los de los asaltantes: el dibujo de una araña.

Rolan acompañó al elfo ante la presencia de esos extraños cerca de donde se encontraba el grupo, su mano palpó el pomo de su cimitarra, lista para segar carne al mínimo ataque sorpresivo que pudiera recibir. Rolan había aprendido durante los años a ser cauto y prudente, había visto muchos hombres morir por actuar de forma precipitada y descuidada.

Cuando se acercaron al grupo de hombres, le murmuró algo a Kaelendril.

- Me adelantaré a hablar con ellos... tal vez consigamos algo de información. Te sugiero que si tienes algún arma a distancia te situes detrás de ellos escondido entre los arboles, y si la cosa se tuerce, confío que en el poder disuasivo de alguien que amenaza la nuca de un hombre desprevenido funcione.  - dijo el anciano aventurero, ladeando media sonrisa mientras esperaba la opinión del elfo.

Kaelendril asintió al mismo tiempo que no perdía de vista a aquellos hombres. Estaba claro que buscaban lo mismo que los que ahora descansaban bajo tierra. No le gustaba aquello. Podría ser una trampa o quizá habría más. Tenían que actuar rápido. Si esos 3 hombres emprendían su marcha, podrían toparse con el mediano y la mujer.

Miró a Rolan mientras cogía de su espalda su fiel arco, aquel que le había salvado en numerosas ocasiones tiempo atrás. Aquel arco tenía un gran valor para él. Se acercó a Rolan y le susurró unas palabras:

- Trata de aparentar que andas perdido- su mano izquierda aferraba el arco- Pero en cuidado, esos hombres saltaran a la mínima. Hazles creer que confias en ellos, si intentan hacerte algo lanzaré una flecha- Su mano derecha cogió una flecha de su carcaj- Aunque eso, dudo mucho de que vaya a pararles. Si las cosas se ponen feas, tendremos que acabar con dos de ellos. Al tercero que quede habrá que inutilizarlo.

Sus ojos empezaron a brillar mientras esbozaba una sonrisa un tanto inquietante.

-Que Mielikki te guie- Terminó Kaelendril.

Una vez Rolan se preparaba poner en marcha su plan, el elfo no dudo en volver a mirar el terreno de combate y sus alrededores. Tenía un mal presentimiento.