Partida Rol por web

Tras mucho caminar, la pequeña comitiva llegó a un apartado claro.

-Hemos llegado- anunció Femshen- Aquí es.

Mirasteis a todos lados. Allí no había nada que pareciera un hogar. Femshen se agachó junto a una pequeña piedra y la tocó.

-Os pondrá a prueba. No dejará entrar a nadie cuya inteligencia no crea digna de merecerlo. Tocad esta piedra los cuatro a la vez, y al hacerlo, pronunciad "ABIERTO". Eso os conducirá dentro de la guarida.

Femshen tocó la piedra, y al cabo de un instante desapareció sin dejar rastro.

-¡Perfecto!- exclamó Arrya- Con la prisa que tenemos, y habremos de perder el tiempo con acertijos estúpidos.

Se arrodilló junto a la piedra, preparada para entrar en contacto con ella.

-¿Estáis listos? Cuando digáis.

Durante todo el camino, el mediano estuvo imaginando como debía ser aquel elfo druida tan buscado y poderoso. Se lo imaginaba alto, con una larga cabellera de cabellos blancos, radiante de sabiduria, emanando poder arcano por cada poro de su piel...

-Hemos llegado. Aquí es.

Las palabras de Femshen, sacó de su estado fantasioso a Wimper.

Las premisas para acceder a la guarida del elfo eran algo confusas, pero al ver como el aprendiz de mago desapareció ante sus ojos, aún quedó más sorprendido. Nunca había presenciado aquel tipo de magia y un nervioso cosquilleo se estableció en la boca de su estómago.

-Está bien...yo estoy listo: ABIERTO!

-¿Y a qué tipo de prueba nos vamos a enfrentar?- dijo Kaelendril cuando ya había desaparecido Femshen. No esperaba una respuesta.

Habían llegado a lo que se suponía que se encontraba la guarida de uno de los elfos más reverenciados de la tierra. Kaelendril esperaba encontrarse algún refugio entre los árboles, al lado del río o incluso en una cueva. Pero nada de eso. Se encontraban en un claro donde el elfo guía se detuvo indicando que habían llegado. Sus palabras sorprendieron a Kaelendril.

¿Qué secreto se encontraba en aquel lugar que desconocían? Pronto, la sorpresa se convirtió en curiosidad. Siempre había oído hablar de las ingeniosas artes de Garland y ésta podría ser una de ellas.

La respuesta a este pequeño misterio se vio resuelta ante la explicación de Femshen que desapareció tras tocar la piedra. Hizo una pequeña mención a una prueba antes de desaparecer. ¿En qué consistiría?

Tras prepararse y tocando su espada para estar preparado, se agachó, al mismo tiempo que sus compañeros. Asintió a sus copañeros, en señal de que estaba preparado.

Todos juntos tocaron la piedra.

Al unísono: ABIERTO!

Aquella era, sin duda, una magia muy extraña, propia de un ilusionista. Porque aquello era una ilusión, por supuesto. Debía serlo, ¿no?

Tras tocar la piedra sentisteis que el mundo a vuestro alrededor se desvanecía. Cuando volvisteis a tener constancia de lo que os rodeaba, el escenario había cambiado. Era aquella una sala de tono blanquecino, demasiado luminosa, demasiado irreal. A cada lado había una puerta, y junto a cada puerta una estatua.

Y un cartel en el centro de la pared, a la misma distancia de las dos puertas.

Os acercasteis a leer el texto, y decía lo siguiente:

Arryen Garland no recibe a nadie que no sea digno de ello.

Te encuentras ante dos puertas custodiadas por dos estatuas fieles. Una de las puertas conduce a mi guarida, la otra al castigo por osar hacerme perder el tiempo.

¿Cómo hallar el camino correcto? Haz una pregunta, solamente una, a una de mis estatuas. Una de ellas siempre dice la verdad, y la otra siempre miente.

Sabiendo eso, ¿qué pregunta has de realizar para llegar ante la verdad?

El silencio se apoderó del grupo ante aquella inscripción. Kaelendril volvió a observar la parte final del texto. Aquel acertijo...creía saber cuál era.

¿Cómo hallar el camino correcto? Haz una pregunta, solamente una, a una de mis estatuas. Una de ellas siempre dice la verdad, y la otra siempre miente.

Sabiendo eso, ¿qué pregunta has de realizar para llegar ante la verdad?

Cerró los ojos, concentrándonse. Aquello era la prueba para ver a Garland. Tan sólo un simple ejercicio mental. Una prueba aparentemente sencilla pero que podría traer más de un quebradero de cabeza. La conocía, era una prueba que había escuchado hacía muchísimo tiempo.

Kaelendril escudriñó cada rincón de su mente, buscando. Necesitaba acceder a todos los recuerdos de su infancia, pues en ellos se hallaba la respuesta. Pero esas memorias quedaron manchadas por el dolor y el sufrimiento a causa de aquella fatídica noche. Sabía que para encontrar ese recuerdo concreto debía recordarlo todo. No tuvo elección. Debía ser fuerte para abrir la caja de Pandora y enfrentarse a todo el terror y a la propia oscuridad.

Aquello empezó a cobrar vida rápidamente. El miedo, el dolor, la muerte, el sufrimiento... Todo. Su respiración empezó a entrecortarse. En su mente, los árboles empezaron a estar salpicados con sangre, de sus hermanos elfos. El corazón se le aceleró. Cuerpos inertes, sin vida. La muerte asolaba a su tribu junto a aquel enemigo despiadado. Kaelendril apretó las manos, impotente, tratando de no perder el control de sus recuerdos. Pero no podía. Era demasiado... no era capaz... Los gritos de sus hermanos, de su madre, agonizando. "No, ahora no" las memorias empezaron a desbordarse, empezó a notar lágrimas en sus ojos. Ya no podía más, iba a perder el control.

De pronto todas las escenas de su mente confluyeron en una sola en la que su madre perdía la vida a manos de aquel individuo de ojos rojos. Kaelendril gritó, presa del pánico.

"¿Kaelendril?" el elfo abrió los ojos. Esa voz... Para su sorpresa, ya no se encontraba en aquella habitación blanca junto a Arrya y los demás. Tampoco estaban sus compañeros. El escenario era diferente. Le resultaba extrañamente familiar. Estaba en el mismo bosque, pero el dolor, la muerte y la agonía habían desaparecido. Entonces volvió a escuchar la misma voz que provenía de su espalda. Le resultaba familiar. Se giró y el elfo no pudo hacer nada más que ahogar un grito de sorpresa, pues ante él se encontraba su figura paterna. "¿Padre?" trató de decir, sin éxito, Kaelendril. Su voz no era más que uno de los muchos susurros que el viento arrastraba. Sabía que era su padre, pero por culpa de la capucha no podía verle el rostro.

De pronto, del interior de Kaelendril, un elfo pequeño salió, como si fuese un espíritu, con la cabeza baja, sollozando. "Gracias a los dioses, estás bien". La figura paterna corrió a coger en brazos al pequeño elfo, mientras el pequeño comenzó a llorar "Venga, tranquilo, ya ha pasado todo"

Kaelendril por fin lo comprendió. Estaba ante uno de sus recuerdos. Después de todo, fue capaz de controlar sus pensamientos. Sin embargo, recordaba la escena, pero no sucedía lo mismo con el rostro de su padre. ¿Era él en realidad? Recordaba que aquel día estuvo a punto de perder su vida por adentrarse demasiado en el bosque. Alguna criatura lo persiguió y aunque consiguió escapar a duras penas, se perdió. Recordó que pasó mucho tiempo esperando dentro de un árbol, hasta que finalmente él lo encontró. Aún así, el rostro de su padre no lograba acordarse.

De pronto, aquella figura que sostenía al Kaelendril pequeño le miró a sus ojos, le sonrió: "¿Recuerdas aquel acertijo? ¿El de los árboles guardianes?" el pequeño asintió "Ya he descubierto su secreto". La sonrisa del individuo empezó a desfigurarse, junto a la del pequeño.

A continuación, aquella escena se volvió oscura. Y Kaelendril volvió a abrir los ojos, pero esta vez en la habitación del puzzle. Su frente estaba sudada, sus manos temblaban y su corazón estaba acelerado. Miró a sus compañeros, pero por suerte, parecía que ninguno se había percatado de su estado. ¿Había visto realmente a su padre? ¿O no era más que un recuerdo falso? Su padre les abandonó y tenía la sensación de que aquel día en el que se perdió, fue rescatado por otro. Y si era así, ¿quien era aquella figura?

-La prueba de los guardianes- dijo, sabedor del acertijo al que se estaban enfrentando- creo que sé su respuesta. El elfo se dirigió a una de las estatuas y echándole una mirada de arriba a abajo, el valiente elfo le dijo:

- Si le preguntase a tu otra compañera estatua cuál es la puerta correcta que nos conduciría a Arryen Garland, qué me respondería?

Esperó pensativo.

La estatua de la izquierda, al escuchar la pregunta del elfo, tiene su mano hacia la puerta derecha.

-Si me preguntas qué puerta te señalaría mi compañera si le inquirieses qué puerta conduce a Arryen Garland, sin duda te respondería la derecha.

El brazo vuelve a descender hacia regresar, inmóvil, a donde se hallaba, sujetando una espada junto a su mano gemela. Tras responder volvió a quedarse en silencio sepucral, inerte.

Os había respondido a vuestra pregunta. Ahora estaba en vuestra mano tomar la puerta correcta. ¿Qué puerta elegir? Conociendo la contestación de la estatua, era muy sencillo averiguar qué entrada habría que tomar. Solamente había que utilizar la lógica, pararse a pensar por un instante, y la verdad saldría a la luz con evidencia cristalina.

Kaelendril parecía haber estado ausente durante unos segundos... Algo le pertubaba, pero el mediano pensaba que no era el momento ni el lugar para preguntarle al elfo al respecto.

-Es momento de avanzar... creo que debemos escoger la puerta de la izquierda. Estáis de acuerdo?

Viendo como sus compañeros afirmaban su decisión, puso su mano sobre la puerta de la estatua que había hablado y empujó.

Wimper estaba convencido de su elección, pero no por ello, una gota de sudor frío resbaló por su espalda, inquietándole durante sus primeros pasos.

Había respondido pero apenas escuchó la respuesta de la estatua. Sabía lo que tenía que hacer, sin embargo no pronunció ninguna palabra. No quería hablar. Tenía una sensación amarga y triste. Notaba como los ojos empezaban a crear las lágrimas. Ahora no era el momento.

Wimper le devolvió a la realidad con sus palabras. Comprobó que él también conocía la solución a aquel acertijo pues iba derecho a la puerta correcta, pero lo notó un poco tenso.

Asintió con la cabeza en señal de aprobación.

- Estoy justo detrás de ti- le dijo el elfo mientras Wimp empujaba la estatua.

Tenían que estar preparados. Quizá después de aquello hubiese otra prueba o simplemente la guarida de Garland. Era la hora de averiguarlo.

Una neblina os envuelve al cruzar la puerta. Es una sensación extraña, pero al mismo tiempo muy relajante, os llena de paz y de buenas sensaciones...

Pero es una situación que apenas dura unos segundos. Al cabo de ese insignificante espacio de tiempo os sentís de regreso a la realidad, aunque el entorno era completamente diferente a aquel que abandonasteis en mitad del bosque.

Es una estancia oscura. Las paredes son de madera y todas las contraventanas están cerradas, no habiendo más iluminación que la de unas velas estratégicamente distribuidas por toda la estancia. Dicha escasa iluminación no evita el sentirse en penumbra. Las paredes se encuentran abarrotadas de diferentes pergaminos enrollados, libros y cuadernos. Da la impresión de que van a venirse abajo por su propio peso en pocos instantes. Al fondo hay un par de puertas que conducen, seguramente, al resto de estancias de la vivienda. Pero ante ellas os encontráis con una bonita aunque envejecida mesa de madera con pilas de libros y papeles sobre ella y a los lados. Al lado de la mesa se ve a Femshen, cómodamente poyado contra ésta, y tras la mesa, cómodamente sentado mientras escribe en un pergamino con una pluma de ave, un imperturbable elfo evidentemente anciano os ignora, dedicado a sus labores.

-Veo que habéis llegado- os saluda Femshen, ocultando una sonrisa tras una capa de fingida frialdad- Os imaginaba digno de ello, y no me equivocaba. Pues aquí lo tenéis- señaló al venerable anciano tras la mesa- Aquel a quien habéis venido a buscar. Arryen Garland, el elfo legendario.

Allí estaba.

El grupo había llegado a una habitación de madera, una vez superada satisfactoriamente la prueba de las estatuas. Se encontraron con una habitación que contenía multitud de libros y manuscritos, Garland estaba sentado escribiendo con detenimiento en un pergamino. Ausente, ignorando el hecho de que habían llegado nuevos huéspedes a su guarida.

Tenía que ser un sueño. No podía creerse lo que sus verdosos ojos élficos contemplaban. Ante él, la figura de un elfo que se había convertido en leyenda. Había escuchado grandes historias sobre él y todas ellas contadas en las nargas noches de invierno junto al calor de una hoguera. Un sinfín de emociones acudieron a su mente, no por el mero hecho de recordar todo eso sino porque estar ante tal eminencia no era algo que pdoía contar cualquier elfo.

Nunca se imaginó que desde que empezó a vagar por las tierras, iba a encontrarse con el inicio de una aventura que le conduciría hasta el mismísimo Arryen.

"Si supiérais a quien he visto me llamariáis mentiroso..." se dijo a si mismo Kaelendril, evocando una escena que nunca podrá realizarse. Miró a sus compañeros, pero tras el silencio que se había producido al hablar Femshen, Kaelendril se adelantó para ser el primero en hablarle a Arryen Garland.

-Maestro Arryen...- dijo con gran respeto y admiración, aunque en su voz se notaba un hilillo de nervios- hemos... hemos venido hasta aquí porque necesitamos vuestra ayuda. Una amiga nuestra- se acordó de Violet que yacía en la lejana casa de Arrya, debatiéndose entre la vida y la muerte- ha sido envenenada por una gigantesca araña. Pese a nuestros esfuerzos, no hemos sido capaces de curarla. Y todo esto fue fruto de un ataque hecho por una secta seguidora de la diosa araña Lloth que iban tras los pasos de el medallón que ahora portamos nostros.

Kaelendril dejó de hablar, produciéndose otro silencio. Confiaba en que el anciano pudiera ayudarles almenos con respecto a Violet y les contase un poco más sobre el medallón.

Wimper notaba el respeto que impregnaba el discurso de Kaelendril. Sabía que para su compañero, encontrarse frente a tan honorable elfo, era algo digno de vivir en plena atención.

El mediano se situó al su lado, en silencio.

Su amigo elfo había expuesto con claridad la situación que les había llevado a realizar la búsqueda de Arryen. Ahora solo faltaba escuchar lo que el maestro druida pensaba al respecto.

El elfo elevó la mirada del tomo que estaba leyendo, y os miró como si no comprendiera nada.

-SCcccchhhhhh... ¿Es que no veis que estoy estudiando?

Dicho esto, volvió a bajar la cabeza, ignorándoos. No había escuchado las palabras de Kaelendril, absorto como se hallaba en su lectura, como si nadie ni nada le importase más que su libro.

Femshen se sintió algo incómodo por ello, y comenzó a rascarse la cabeza, nervioso. Su maestro siempre era igual de despistado, un genio ausente, una mente privilegiada en un ser con una muy escasa noción de lo que era la realidad... Y por supuesto, carente de habilidades sociales, fruto de su confinamiento en el bosque.

-Maestro...- susurró, incómodo- Maestro... ¿No ha escuchado lo que han dicho estos guerreros? Tienen información candente respecto a la trama de Lolth, y además necesitan ayuda desesperadamente. Por favor, présteles atención.

-¿Eh?- el legendario elfo seguía a lo suyo. Entonces Femshen le propinó un leve codazo- ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh? No me molestes, Femshen. Debo seguir recopilando información. Es más... ¿Qué demonios haces tú aquí? ¿No se te suponía infiltrado entre los secuaces de esa repugnante arañ...?

Entonces elevó la vista y echó un vistazo al medallón que portaba Wimper al cuello.

-¡Por todos los Dioses!- exclamó, poniéndose en pie- ¿De dónde demonios habéis sacado esa pieza? ¿Dónde la habéis encontrado? ¿Tienes la más remota idea de lo que portas al cuello, mediano?

Las palabras del druida elfo dejaron helado a Wimper!

La verdad es que no sabía como actuar, ya que la mirada inquisidora de Arryen empeñecía, aún más si cabe, la presencia del mediano en aquel lugar. Por unos segundos, Wimper se sintió el ser más insignificante de la tierra...y sus piernas comenzaron a tremblar al mismo tiempo que una gota de sudor frío se escurría por la nuca.

Wimper, con rapidez, se quitó el medallón que señalaba el elfo e hizo entrega a Arryen.

-Este medallón pertenece a la família de Arrya, que vive en el bosque. Unos hombres encapuchados, seguidores de la Diosa araña, asaltaron el hogar de esta família en busca de este medallón. Acudimos a la voz de socorro de Arrya y fue cuando nuestra amiga cayó bajo la herida mortífera de la araña gigante que comenta Kaelendril. Desconocemos cual es su importancia y menos su poder. Ens us manos, seguro que el peligro del medallón, estará bien resguardado...

El venerable elfo arrancó el medallón de las manos de Wimper y se puso a estudiarlo.

-El medallón no es peligroso en sí, lo peligroso es el carácter de quien lo posea. Y más tratándose de éste. No me extraña que hayan intentado asesinar por él. Si lo hicieron por los otros siete, ¿qué no harían por el más poderoso de todos?

Lanzó el medallón a las manos de Wimper y éste lo agarró al vuelo.

-Podría explicarte lo que es el medallón, pero prefiero que lo veais vosotros mismos. A ver, mediano, cuélgate el medallón al cuello, envuelve la piedra con tu mano y susurra esta palabra: ¡Etnodotsam!

Arryen se apartó a un lado e indicó al resto que procediera de la misma manera.

No había duda. Aquel medallón tenía un algo especial por la manera en que reaccionó el venerable anciano. Arryen no se había inmutado ante las palabras del joven elfo, que, un poco decepcionado por tal comportamiento, entendió que aquello posiblemente era frecuente. Cuando Femshen intervino tras las palabras de Kaelendril, el anciano tampoco hizo mucho caso.

Sólo fue ver el medallón durante un instante en el cuello de Wimper para levantarse de un brinco y olvidarse de todo aquello en lo que estaba trabajando. Esta repentina reacción pilló por sorpresa al grupo. El joven elfo observó que el mediano se quedó durante unos segundos helado, hasta que, finalmente, le entregó el medallón y articuló unas cuantas palabras.

La primera explicación que dio Garland, aunque un poco confusa para Kaelendril, evidenciaba que aquel medallón no podía caer en malas manos. Entonces, ¿qué diantres era el medallón? y ¿qué secreto ocultaba?

Ante este aluvión de preguntas internas, el elfo iba a empezar un par de preguntas relacionadas con el medallón, pero, anticipándose, Garland le devolvió el artefacto a Wimper y le dijo unas palabras, las cuales no entendió. Una vez se pronunciaran esas palabras, Kaelendril y el resto observarían la verdadera naturaleza del objeto y cuales eran sus secretos.

Kaelendril no se apartó de Wimper, cuando lo indicó el venerable anciano. Antes de hacerlo le susurró unas palabras al mediano:

-Wimper, ¿estás seguro? Puedo hacerlo yo, si quieres. De lo contrario, estaré cerca y no dejaré que nada malo pase.

Sonrió. Sus ojos, con un intenso color verde, empezaron a brillar. Tenía curisosidad por lo que iba a pasar.

EL medallón era una pieza impresionante, si su magia era igual de impresionante ya podrían pensar en como protegerlo. No estaba seguro si debían ponerse a hacer magia ahora, no sabía cual poderosa o peligrosa era esa magia y solo quería poner a salvo el medallón y encontrar la manera de ayudar a Violet. 

Pero tenía que fiarse de Arryen, él es el que más sabe sobre el medallón y no les pondría en peligro.

Rolan estaba algo nervioso tras oír lo que Wimper tenía que pronunciar, se acercaba el momento de ver lo que hacía tal objeto, quizás eran demasiadas emociones para un viejo como él después de estar tanto tiempo sin vivir aventuras, pero ahí estaba.

Asintió con la cabeza con la mirada puesta en Wimper, tras las palabras que Kaelendril le dijo, dando a entender que él también les respalda, que están juntos en esto. 

Sentía un hormigueo, mezcla de curiosidad mediana y temor a lo desconocido, en la boca de su estómago. El sabio druida elfo había reaccionado de forma alterada al conocer la posesión del medallón, pero parecía que tras la explicación a los aventureros, se tranquilizaba momentáneamente.

Arryen le entregó de nuevo el objeto a Wimper, invitándolo a que se lo pusiera de nuevo y pronunciara una extraña palabra, de significado desconocido para él.

Las dudas asaltaron a Wimper...qué podría suceder? Qué ocurriría? Tendría consecuéncias aquella propuesta del elfo?

Pero el mediano no se sentía solo. Sus compañeros de viaje y aventuras, Kaelendril y Rolan, respaldaron la invitación de Arryen, mostrándole seguridad en lo que debía decidir. Además...no creía que el elfo les quisiera destruir con el poder de aquel medallón!... O eso esperaba...

Wimper agarró la piedra del medallón y mirando a sus compañeros les dijo:

-Esto...si sucede algo...eeehhh...gracias por todo, amigos...

Y cerrando los ojos como si esperara la detonación de un explosivo cercano, susurró...

-Etnodotsam...

Al contacto de las manos del mediano y la pronunciación de la misteriosa palabra, el medallón vibró durante unos escasos segundos, no más de dos o tres, y frente a Wimper surgió un haz de luz en el suelo. Cuando la potente luz se disipó, todo el mundo se quedó ojiplático contemplando lo que tenían ante sí.

En medio de la sala abarrotada de libros, en el círculo formado por los presentes, había surgido una inmensa araña, la más grande y fiera que habíais visto jamás. Se giró y con sus múltiples ojos encaró a Wimper. No se movía ni un milímetro, la atención fija en el mediano.