Partida Rol por web

África. Dónde empezó todo. La cámara seguía por la selva las anchas espaldas de Congo Bill. El avezado explorador se abría paso entre la maleza a golpe de machete, pisando la hierba con fuerza para que su ayudanta no se tropezara.

Hohoho. Lo presiento, señorita Layton. África está a punto de desvelarme otro de sus grandes secretos... ¡A mí! ¡Al extraordinario Congo Bill! Aventurero, explorador y pionero.

¿Estabas grabando eso último que dije?

Oh, sí, señor Congo Bill. Ya lo creo que lo grabé. Aventurero, explorador y pionero.

En cuanto volvió a mirar al frente, Congo Bill se topó de bruces con el secreto que estaba buscando...

Qué extraña ciudad en medio de la jungla, señor Congo Bill. ¿Qué estamos viendo?

No puedo creerlo... los rumores eran ciertos. La ciudad cuya tecnología haría palidecer a la mismísima Atlántida... Congo Bill City (llamada así en honor a su reciente descubridor), anteriormente conocida como Ciudad Gorila hasta que la rebauticé. ¿Es una ciudad abandonada? ¿Es posible que queden habitantes de esta civilización perdida?

La mano de la señorita Layton agarró a Congo Bill de la espalda y tiró de él hacia atrás haciendo que cayera sobre ella.

Oh, señorita Layton. Me ha leído la mente. Celebremos mi descubrimiento con un apasionado beso-dijo Congo Bill acercándose hacia los sinuosos labios de su ayudanta.

Sssssh-chitó-. Guarde silencio. Va a oírnos.

Un gorila pasó cerca de la vegetación que ocultaba a la pareja de humanos. El típico gorila... vestido con protecciones y armadura, sosteniendo algo parecido a un rifle terminado en una antena parabólica y patrullando sobre una plataforma voladora. Cuando el simiesco guardia se alejó, la señorita Layton echó a un lado a su galán y se puso en pie revisando su cámara de video.

Lástima, no logré grabarlo. Solo tengo un primerísimo plano del bolsillo de la camisa de Congo Bill. ¿Qué hacemos ahora?

No nos iremos de aquí sin las imágenes de gorilas con ropa actuando como humanos. Bastante vergüenza pasé delante de mis colegas por insistir en que los ornitorrincos eran en realidad obra de falsificadores taxidermistas. Señorita Layton, ¡esta vez Congo Bill aportará pruebas reales a sus investigaciones! ¡Adelante, demos una vuelta por Ciudad Gorila sin ser vistos!

...el tirano gobernante de Ciudad Gorila, el gorila Grodd, estaba sentado en su trono presidiendo la arena de gladiadores. A sus pies, un gorila y un orangután superinteligentes peleaban con lanzas para entretener a su señor. Grodd caía presa del tedio. Nació en un zoo de los Estados Unidos y fue entregado a los científicos para que experimentaran con él. Gracias a eso, Grodd logró su superior intelecto y sus poderes telequinéticos. Medró en la vida, obtuvo su libertad. Y buscando sus orígenes, la tierra de sus ancestros, encontró Ciudad Gorila: un lugar dónde había otros simios inteligentes como él. Un lugar en el que estar entre iguales. ¿Y que hizo? Someterlos. Pudo vivir entre los suyos y en lugar de ello eligió la soledad del liderazgo. Miró a su alrededor. Otros simios vitoreaban y azuzaban a los gladiadores. Una gorila le guiñó un ojo a Grodd desde las gradas en forma de media luna.

Grodd también notó un movimiento breve en la vegetación que completaba el perímetro de la arena. Solo sus ojos eran capaces de discernir si era algún animalillo salvaje sin importancia o un explorador humano husmeando dónde no debía.

Grodd observaba desde su trono la arena de gladiadores. Años atrás, probablemente habría animado al gorila para que derrotase al orangután, pero después de demasiados combates visto para su entretenimiento, observar a dos simios luchando en la arena no era precisamente lo que más le entretenía. Si al menos hubiera un par de primitivos humanos a los que sus simios pudieran golpear con sus lanzas...

Ser líder tenía sus cosas buenas. Ahora no había nadie que pudiera oponerse a los deseos de Grodd en Ciudad Gorila, pero sentía una infinita soledad al saber que, por muy inteligentes que fueran los suyos, ninguno llegaba a su nivel. Él siempre había sido superior, mejor que cualquier simio o humano. Miró hacia la gorila que le guiñó el ojo, manteniendo una expresión impertérrita y fría. ¿Era eso lo que debía hacer? ¿Aparearse, tener crías y esperar a que estas fuesen lo suficientemente adultas y fuertes como para sucederle en el trono? No. Grodd estaba más allá de todo eso.

En ese momento, Grodd percibió un leve movimiento entre la vegetación, no muy lejos del perímetro de la arena de combate. Sus ojos negros se fijaron en aquella figura, de inmediato. No era ningún animal, ni tampoco uno de sus simios holgazaneando. Grodd se levantó de su trono y, señalando en dirección a la vegetación con su dedo índice, dejó escapar un bramido de enojo para alertar a sus subordinados:

-¡¡HUMANO!! -vociferó el gorila con poderes telequinéticos-. ¡¡Traédmelo!!

Los primates de las gradas se acercaron despacio a ver, pues estaban desarmados. Fueron los dos gladiadores los que se acercaron más a la vegetación.

Oh, no. Huya, señorita Layton. Yo los entretendré.

Por suerte, Congo Bill no era un humano cualquiera. Se concentró en el amuleto de simio que había encontrado en sus anteriores expediciones.

Este es trabajo para...

El vello rubio empezó a poblar su cara y los nudillos de sus manos. Empezó a crecer. Y se convirtió en...

¡¡¡CONGORILA!!!-bramó la forma simiesca en la que Congo Bill se había transformado, saltando desde los matorrales hacia el gorila y el orangután.

El primer efecto fue de sorpresa. El intruso llegó hasta el gorila lanzando un puñetazo que hizo un sonido sordo al estrellarse con los fuertes pectorales del gladiador.

¡No tan deprisa!

Congorila agarró la lanza de su enemigo para tener un punto de sujeción, alzó las patas traseras y golpeó con la planta de sus pies el estómago del gorila. Luego se soltó para aterrizar delante del orangután, mientras la doble patada había proyectado al gorila contra un árbol dejándolo atontado.

Si mis estudios con Dian Fossey sobre el comportamiento de los grandes simios es correcta, puedo desafiar al macho alfa a un combate por el liderazgo de la manada. No podrá rechazar mi reto. Si lo hace, su autoridad quedará minada y ya no les obedecerá.

Alzó su velluda mano y señaló al trono en el que estaba sentado el majestuoso Grodd.

¡Eh, tú, cara de plátano! ¡Te desafío! ¡Pelea conmigo! ¡¿O vas a seguir escondiéndote detrás de tus gorilas?!

Al ver aparecer a Congorila entre la vegetación, atacando a sus gladiadores y retándole a él a un duelo, Grodd supo que no debía negarse. Aquel era el momento de ejercitarse de nuevo y tener un poco más de acción. Él era único. Dudaba que hubiese otros gorilas con sus capacidades, por lo que no se negó a responder al desafío de Congorila. Que fuese un humano con capacidad de convertirse en gorila solo era un aliciente más.

-¡¿Quién osa desafiar a Grodd?! -bramó el caudillo gorilla, gritando a pleno pulmón.

Grodd no lo dudó ni por un instante, lanzándose desde su trono hasta la arena de combate para ir directo a enfrentarse con aquel gorila de pelaje rubio.

¡Yo te desafío! Mi nombre es... ¡CONGORILA!

En los primeros segundos de combate prevaleció la cautela. Grodd no golpeó a Congorila, ni el mono dorado al tirano. En lugar de ello se tanteaban y medían sus fuerzas. El resto de gorilas y el orangután se retiraron cautelosos observando y esperando.

¿Todos observaban? No. La señorita Layton se alejaba rodeando la grada de la arena, aprovechando que el centro de atención era otro.

Oh, ¿cómo voy a sacar a Congo Bill de un lío así? El pobre siempre piensa que la fuerza bruta lo soluciona todo. ¿Y quién tiene que sacarle luego las castañas del fuego? Qué hartita me tiene...

Lo primero en lo que pensó la señorita Layton fue en el rifle láser que portaba el guardia que patrullaba alrededor de la ciudad. No podría arrancárselo de las manos, pero si esas armas existían... ¡Cuando no son utilizadas descansarán desatendidas en un armero!

"Un nombre muy original..." pensó Grodd para sus adentros, con malicia, cuando el gorila dorado se presentó.

Lanzando un gruñido, el tirano gorila con poderes telekinéticos acudió al enfrentamiento con su oponente. Ambos gorilas estaban mirándose el uno al otro, midiéndose como si tanto uno como el otro quisiera calcular las fuerzas de su oponente. Cuando creyó intuir cuál podía ser la mejor forma de afrontar aquel combate, Grodd no lo dudó, lanzándose contra su oponente para golpearle con sus puños.

-¡Nadie desafía a Grodd! -vociferó, mientras se disponía a golpear a Congorila.

Los puñetazos de Grodd se estrellaron contra los duros pectorales de Congorila. El simio dorado se mantuvo impertérrito y resolló por sus fosas nasales antes de contraatacar.

Grodd, no puedes ganar esta batalla. Mi fuerza y mi resistencia son de naturaleza mágica. Y tú solo eres un mero gorila parlante...-dijo, desconociendo las capacidades psiónicas de Grodd.

Congorila se lanzó contra Grodd, pero en esa ocasión no golpeó con sus puños. En lugar de eso le rodeó con sus musculosos brazos peludos y apretó con fuerza en un auténtico abrazo de oso. Perdón, un abrazo de mono.

La señorita Layton llegó hasta un túnel en el lateral del edificio del coliseo simiesco. Un túnel muuuuy oscuro. ¿Tal vez estaban allí guardadas las armas que buscaba?

Glups. Ánimo, Karen. No es el primer agujero infecto en el que te metes para salvar a Congo Bill.

Sacó un mechero zippo de su bolsillo y lo encendió avanzando con cuidado con el único consuelo de una pequeña llama iluminando alrededor de su mano.

Grodd no pasó por alto que, a pesar de sus golpes, Congorila no parecía mostrarse afectado en lo más mínimo. Verdaderamente, las capacidades de ese gorila dorado iban mucho más allá de lo que hubiera esperado. Sintió cómo Congorila le rodeaba con sus fuertes brazos, manteniéndolo agarrado. La fuerza del agarre no le dolió tanto como el hecho de que Congorila se refiriera a él con aquellas palabras. Grodd era orgulloso por naturaleza, y Congorila había sabido tocar las teclas adecuadas para hacerlo enfurecer.

-¡¿Gorila parlante?! ¿¡Crees que soy un simple gorila parlante!? -le espetó Grodd a su oponente, totalmente fuera de sí.

El gorila psiónico logró zafarse del agarre de Congorila, aunque no sin cierta dificultad. Su oponente era fuerte y era duro, y no le cabía la menor duda de que había acudido a Ciudad Gorila ya preparado y entrenado para hacerle frente. Había desafiado su liderazgo su liderazgo sobre la ciudad de gorilas, por lo que Grodd no iba a tener piedad.

-No saldrás victorioso de esta, humano... -le advirtió Grodd, mostrándole los dientes, mientras se medía nuevamente con Congorila, observándolo, sin llegar a atacar.

Grodd se zafó de la presa, bien por su propia pericia o bien porque había dicho algo que hizo a Congorila dudar...

Me... ¿Me has llamado humano? ¿Cómo lo sabes? Solo hay dos explicaciones posibles... O viste a mi forma humana transformarse tras los arbustos, lo cual significa que tienes visión de rayos equis...

El gran simio dorado lanzó un puñetazo torpe que Grodd esquivó sin dificultad. Congorila seguía atónito.

O... O tienes el poder de leer la mente y has visto mis recuerdos superficiales... ¡No! ¡¿Es eso?! No te permitiré entrar en mi mente...

La señorita Layton recorría el túnel con cuidado. La mano que sostenía el mechero encendido le temblaba por la incertidumbre. ¿O era por haberse encontrado con el guardián? Se trataba de un gorila sentado en una silla a un lado del túnel. Se había quedado dormido echándose hacia atrás hasta apoyar la espalda en la pared, con la silla manteniendo equilibrios sobre las dos patas traseras.

Oh, cielos... Espero que no se despierte.

La mirada de la ayudante de Congo Bill bajó hasta un llavero de carcelero que colgaba en el cinto del gorila. Podría ser importante conseguirlas... La señorita Layton estiró la mano para cogerlas y de pronto...

zZZzzzZzzCof, ¿uh? Pfff...

Al ver que el guardián se despertaba, Karen trató de cantarle una nana para que se durmiera.

Buenas noches, monito,
tú si que estás muy bonito.
¿De qué tiene forma la luna?
De banana que hace de cuna.

Pfff... ZzzzzzZZZzzz...

Uf, las clases de canto en el coro de la iglesia me han salvado la vida... ¡una vez más! Ahora solo tengo que coger las llaves y...

Grodd se rió al escuchar que Congorila se mostraba sorprendido de que pudiera saber que él era un humano. El gorila de lomo dorado se enfrentaba a lo desconocido, y Grodd sabía que ahí es donde él tenía la ventaja sobre su oponente.

-Te vi transformarte entre los arbustos y, además, puedo ver dentro de ti -le aseguró, mirándole a la cara mientras exhibía unos grandes colmillos. La declaración era bastante velada y, si bien Grodd no poseía rayos equis en los ojos, sí que podía leer los pensamientos mediante sus habilidades telekinéticas-. Una de tus afirmaciones es correcta -reconoció, al oírle decir si tenía el poder de leer las mentes-. ¿Cuál de las dos crees? ¡Es una lástima que me hayas desafiado, necio humano!

Sin pensárselo dos veces, Grodd se lanzó contra Congorila para atacarle con todas sus fuerzas, mientras a su vez intentaba leer los pensamientos de su oponente. Sabía que eso tal vez le cansaría, pero era un gorila fuerte y confiado de sus capacidades.

¡Me viste! No, no... ¡Puedes leer mi mente! No, espera... ¿Cuál era la pregunta?

Congorila debía de ser increíblemente inteligente o soberanamente estúpido. De cualquiera de las maneras, el simio dorado se resistía al sondeo cerebral (o no había ningún pensamiento que sondear). Hacía tiempo que Grodd no encontraba una mente tan inescrutable.

Por suerte Grodd seguía teniendo sus puños, y la última torta había dejado a Congorila atontado y sin lograr conectar un mísero golpe. Poco a poco, el combate se iba decantando por el lado correcto...

La señorita Layton había llegado al final del túnel. A izquierda y derecha se extendían varias celdas de duros barrotes.

Aquí no voy a encontrar ningún arma. Estas celdas están vacías. Todas menos... ¡Oh, esa de ahí! Distingo un bulto recostado en el suelo de esa celda. Debo acercarme más para poder verlo mejor...

Lo que estaba viendo la señorita Layton era otro gorila. Uno que se giró hacia ella de manera súbita sobresaltándola. Pero eso no era suficiente para asustar a la señorita Layton, no señor. Por lo menos mientras hubiera un montón de barrotes entre ellos dos.

Ehm... Disculpe, señor gorila, ¿está bien? ¿Por qué le han metido en esta celda?