Partida Rol por web

Un mercader de la ciudad te ha hecho visitarle en su puesto del Bazar. Le interesa cierta variedad de arbusto que sólo crece en el pantano de los Secretos nocturnos, y te ofrece una interesante recompensa por una buen brazada de los mismos.

Tú dirás qué le contestas.

El pantano de los Secretos nocturnos es un lugar malsano y de muy mala reputación, el que abundan las alimañas y donde, dicen, los contrabandistas desembarcan sus mercancías para introducirlas luego en la ciudad burlando la Aduana. Podría haber incluso templos olvidados de épocas remotas...

Escuchar el pantano de los secretos nocturnos hacía que un escalofrío recoriera la espina del buscador, había escuchado oscuras historias sobre ese lugar.

Pero su objetivo en la vida era claro, hacerse un nombre y una reputación conocida por todo santuario, respetada por la gente baja y temida por el hermano del emperador y sus perros, al fin y al cabo, si logró salir vivo comiendo solo pan mojado y algo de leche de cabra en una época donde los demás se alimentan del seno de su madre, una visita corta al pantano no sería gran cosa, al menos no si hacía las cosas como Haku las sabía hacer, sigilosamente; pero ese trabajo no iba a salir a poco precio, últimamente el trabajo escaseaba y las monedas ya no alcanzaban para las prostitutas y el vino al mismo tiempo, algo tenía que hacer, y regatear era una de sus virtudes.

-Mi buen señor, tu has sido quien me ha llamado a mi y no al contrario, buscas alguien capaz de hacer el trabajo lo mas eficientemente posible, y si has escuchado de mi, sabrás que soy el mejor en lo que hago, es una garantía que lo que buscas yo lo enconmtraré y lo traeré, sea lo que sea, y si deseas que nadie se entere, nadie jamás lo hará, pero contratar garantías tiene su precio, muchas personas me buscan para este tipo de trabajos y siempre pagan un buen precio, uno mejor del que me ofreces, buen hombre; que dices?.....

El mercader te sonríe burlonamente y te hace una señal con la mano, como quien ahuyenta una mosca.

Pocas veces el buscador fallaba, pero de vez en cuando aparecía un mercadader mas curtido en esas cuestiones, lo miro con expresión de derrota -Bahh, esta bien buen hombre, acepto lo que me ofreces, pero solamente porque quiero que seas mi cliente, al final, cuando haya cumplido tu misión, confío en que me recomendarás con otros, ahora brindame mas detalles de ese arbusto que deseas, mientras mas detalle, mejor, no quisiera traerte el equivocado.....

Ahora más serio, el mercader te describe el arbusto con todo lujo de detalles.

-Pues no siendo mas, buen hombre, pongámonos en marcha -Dice Haku con tono confiado ahora, mientras acaricia el largo cuchillo Ilbarsi que escondía bajo sus ropas. Espero no tener que usarlo. Pensaba para sí mismo mientras se alejaba del mercader con paso firme.

El buscador recorría Santuario, mientras le llegaban recuerdos de juventud, como este se había vuelto su hogar y su único mundo, un medio peligroso, pero que a pesar de todo había logrado llegar al día de hoy en parte por la suerte, en parte por sus especiales habilidades para pasar desapercibido.
En las calles se encontraban algunos mercaderes que llegaban con pobres caravanas a un pueblo olvidado, que según Haku había escuchado en relatos callejeros, un pueblo que en antaño tuvo un auge mercantíl, donde la gente pomposa se pavoneaba en las calles y las riquezas crecian día a día -Una época próspera sin duda, ojalá hubiera vivido en ella, mucho trabajo para un ladrón o un buscador.... ohhh!! el auge... ohhhh las riquezas..... vuelve en sí, vuelve en sí, concéntrate en tu misión..

Al salir de sus pensamientos, Haku se encontraba ya fuera del bullicio de la ciudad, mira el horizonte, en dirección del pantano, traga saliva y prosigue su rumbo........

Siguiendo las instrucciones del mercader te es relativamente fácil encontrar los arbustos que buscas. Ya has recogido la cantidad necesaria cuando te parece oír un débil gemido procedente de la parte más agreste del pantano.

Era la curiosidad junto a la codicia del ladrón la que había llevado la caída de varios de ellos, varios compañeros de infancia eran un ejemplo, que por meter las narices donde no debía, terminaban en la cárcel por largo rato en el mejor de los casos.
Pero era la misma curiosidad y codicia, la que llevaba a varios ladrones a alzarse y destacarse entre los demás y hacerse un nombre, el sueño de Haku, por ello, el buscador nunca le ha huído a las cosas que en muchas ocasiones debería huir.

Con los árbustos en la mano, se queda quieto ante los gemidos que provenían de cierta dirección; por unos instántes permanece inmovil mientras intenta escuchar la dirección de los mismos......
Sigilosamente se mueve entre la vegetación -un terreno nada familiar- en dirección al ruido.

Te adentras en una zona de ruinas, que parece haber sido un complejo de edificios muy antiguo, y que lleva en ruinas mucho tiempo. Al fondo divisas lo que parece un altar, sobre el cual hay un bulto que se mueve. El gemido que oiste parecía el de un niño, y eso coincide con lo que tienes delante.

Al lado del altar hay un individuo cubierto con una túnica manchada de sangre, que enarbola un aparatoso cuchillo. Con esa pinta solo puede ser un sectario de Dyareela, la diosa de la muerte.

Haku traga saliva pesadamente, había escuchado historias de terribles rituales que hacían los acólitos de aquella oscura diosa, rituales que incluían sacrificios de niños y vírgenes, pero esas historias siempre le habían sido distantes, pero ahora se encontraba en presencia de uno de esos relatos. Las historias de Hakiem en la calle principal ahora cobran ciero sentido, pensaba que eran fantasias terribles e irreales creadas para ganar unas cuantas monedas.

Una lígera desconfianza recorre la espina del buscador, quien intenta dar un ruedo al edificio, sigilosamente, buscando posibles aliados de aquel agente.......

El buscador Permanece en silencio, observando nada mas lo que hacía el acólito; a juzgar por las manchas de sangre quizá era muy tarde para el niño, y si aún seguía con vida..... llevarlo al pueblo haría que muriera desangrado.
Odiaba a esos agentes y su intención era tenderle una emboscada, así que se esconde en un lugar cerca a la salida y observa cuidadosamente cada detalle del ritual.

El niño se agita violentamente intentando liberarse. El sectario, impertérrito, sigue con su ritual.