Partida Rol por web

El Ocaso de los Magos

Prólogo - Misha

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31/10/2019, 08:36
Narrador

La nada. Tienes la sensación de que ha pasado mucho tiempo. ¿Qué ha sucedido? Tus recuerdos están borrosos y desordenados... ¿Quién eres? Tu mente ha estado vagando en la nada durante demasiado tiempo, avanzando sin moverse para llegar a ningún sitio en particular. Cientos de recuerdos lentamente comienzan a volver a ti, recuerdos de toda tu vida. Ah, Misha, ese era tu nombre. Intentas abrir los ojos pero no lo logras, estás dormido, dormido en un sueño profundo, más profundo que cualquier otro que hayas vivido nunca. Te encuentras completamente solo en una nada sin fin. De pronto te miras la mano... tu mano... Es la primera vez en mucho tiempo que sientes tu cuerpo. Miras hacia abajo y ves tu torso, tu abdomen, tus pies, piernas y brazos. Ya no es la nada, ahora eres tú. Tú en la nada. Mires a donde mires no encontrarás nada, pero tus pies pisan suelo y si lo intentases posiblemente podrías caminar en cualquier dirección, aunque lo cierto es que daría igual hacia dónde caminases pues sólo encontrarías... nada. Te sientes en una paz infinita y, sin embargo, hay algo extraño. No sabes decir qué es exactamente, pero sientes que algo no está bien, que algo se ha salido de su lugar.

Llevas tu mirada hacia un lado. Tu último recuerdo es haber llegado a Gran Torreón; junto a otras decenas de jóvenes habías estado esperando durante tres días fuera de los terrenos de la academia. Un anciano de aspecto sombrío y que por cuya vestimenta parecía ser alguna clase de sirviente les había hecho saber que por motivos de fuerza mayor la prueba se retrasaría un par de días más. Exceptuando a unos pocos que se habían retirado, todos se habían quedado allí, en medio de un descampado con nada más para cubrirse durante las frías noches otoñales que unas mantas de tela desgastadas que aquel hombre les había proporcionado. No faltaron quienes, sin comida para llevarse a la boca o faltos de abrigo, habían estado los últimos días en un estado deplorable, retorciéndose de hambre o frío sobre el pasto mojado.

Pasados unos días, un hombre encapuchado con cara de pocos amigos había aparecido frente a ustedes. Alegando ser un mago, los había conducido por el camino que llevaba a la academia. Luego de un par de horas llegaron al lugar, pero por lo que parecía no entrarían al imponente castillo; en cambio, el hombre les hizo formar nuevamente una fila fuera de una cabaña que había a unos cuantos metros de la enorme edificación. Exceptuando a otros dos jóvenes, de los cuales no habías vuelto a saber nada luego, el resto había salido de allí casi tan rápido como entró, con evidente frustración en el rostro y apretando los puños mientras emprendían el camino a casa. Llegó tu turno. Dentro, varios magos esperaban sentados tras una gran mesa de madera, redonda y algo descuidada. Una chica con una capucha roja y de aspecto gentil te había dado la bienvenida con una sonrisa al entrar. El semblante de los otros tres magos era serio y levemente tenso, habiendo un quinto y último mago notablemente más anciano que mostraba una mirada de preocupación y nerviosamente golpeteaba la mesa con sus dedos mientras te analizaba con cuidado.

La chica te había explicado que analizaría tu potencial mágico, y que si eras apto para ser mago procedería a despertar tu alma. Te había detallado algo más sobre este proceso pero no logras recordar qué. Te pidió luego que intentases dejar tu mente en blanco, para acto seguido apoyar sus dedos sobre tu sien. Sentiste una presencia que parecía estar intentando entrar en tu mente, pero no lo hacía. De alguna manera te escudriñaba de forma sutil, sin llegar a ver tus pensamientos pero tampoco siendo ajena a la existencia de estos, era... extraño.

Pasaron unos segundos hasta que la chica finalmente separó sus dedos de tu cabeza, y al hacerlo sentiste como aquella presencia se desvanecía. Te miró algo confundida por unos segundos, y al verla así, un mago anciano pareció enfadarse.

¡¿Y este que tiene ahora, Eliza?! —replicó. Eliza lo miró dejando escapar un suspiro.

No lo sé, Valcan. Hasta ahora todos los que prometen son unos bichos raros... —Eliza se acercó a tí y te miró con un deje de desconfianza— En situaciones normales, te rechazaríamos o como mínimo estudiaríamos por un tiempo considerable—Valcan la interrumpió, mientras se levantaba abrupta y torpemente de su asiento y caminaba hacia ti.

Pero no estamos en una situación normal, y órdenes son órdenes.

La chica asintió y se hizo a un lado, dejando que Valcan se parase enfrente tuyo, a tan solo unos centímetros de distancia. Llevó sus dos manos a tu pecho y cerró los ojos. Sentiste como un calor que salía de sus extremidades rápidamente recorría todo tu cuerpo, cambiando algo en lo más profundo de tu ser. Aunque una parte de ti habría querido apartarse, no podías controlar tus músculos, pues se encontraban ahora totalmente tensos. Tu visión se volvía cada vez más borrosa y el sonido apenas llegaba a tus oídos. Estabas perdiendo la consciencia. Lo último que sentiste fue una especie de colchón en la que te habías desplomado. Era extraño, pues habrías jurado que no había ninguna cama o sillón cerca y que el suelo era de madera.

Desde entonces tu mente había estado vagando sin rumbo en aquella nada infinita e interminable. No había sido hasta hacía unos instantes que habías poco a poco recuperado tu consciencia y podías por primera vez razonar sobre lo sucedido. ¿Cuánto tiempo habías estado así? Parecía haber sido una infinidad. Aquella sensación de que algo no estaba en su lugar se intensificó. De pronto te diste cuenta. Había algo detrás tuyo, sentías el ruido de una especie fluido y al voltearte lo viste a un par de metros, levitando en el aire. ¿Qué era eso? No estabas seguro pero, por alguna razón, sentías que debías alcanzarlo.

Diste un par de pasos y estiraste tu mano hacia aquella cosa. Una relativamente lenta onda expansiva fue liberada a la par que lo que sea que fuese aquello se desvanecía. Por unos instantes sentiste que levitabas, o quizá flotabas, pero aquella sensación vino como se fue, rápidamente, dejándote nuevamente apoyado sobre el suelo pero ahora con una sensación de ligereza.

Penumbra. La onda expansiva había dejado la nada prácticamente a oscuras. Unas figuras se formaron frente a tus ojos, pero no lograbas ver qué eran exactamente... ¿O sí? Habían dos personas. Por un lado, estaba quien parecía ser tu padre, aunque la poca luminosidad del lugar no lo podrías afirmar con certeza absoluta. Te miraba, abierto de brazos y con lo que parecía ser una sonrisa en el rostro. A unos metros de él había un banco y alguien sentado en él, cabizbajo. Estaba de espaldas pero, por su larga cabellera y porte, sería fácil asumir que se trataba de una mujer.

Elige —susurró una voz que no tenías idea de dónde provenía.

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11/11/2019, 10:16
Misha de Schwarzfels

El otoño teñia las hojas de los arboles de un abanico de tonos naranja y amarillos que contrastaban unos contra otros con armonía y belleza. Belleza que se derramaba al suelo o volaba en el viento. Durante su camino al torreón vio a los lados del camino ardillas que reunían los últimos frutos y semillas antes de su encierro y algunas liebres que salían corriendo al escucharle.

Fue la primera vez que recorrió el paso del mago en dirección oeste a partir del cruce. El sol salia a su espalda al empezar a caminar proyectando su sombra alargada delante de él. La seguía como si ella fuese el ser vivo y él el reflejo. Con las horas se iba encogiendo. Cuando no la veía más, era el momento de hacer un alto para tomar un poco de pan duro y queso de cabra de su zurrón y descansar los pies. Pero el viaje continuaba después, arrastrando la sombra que por las mañanas había tirado de él.

La explanada donde los dejaron esperando no supuso ningún problema para él. De hecho esperar le pareció encantadoramente familiar. Las pruebas y el mundo de los magos, por contra, se le hacían terreno desconocido y misterioso. Le sorprendió que la gente no estuviese preparada para pernoctar allí ¿Cómo habían viajado hasta el torreón?
Misha venia de un lugar humilde pero donde el mundo podía llevarse algo a la boca, e incluso compartir. Así que mantuvo el espíritu del Risco Negro en su alma y compartió lo poco que tenía, aunque eso le hizo unirse a la miseria general. Finalmente se decidió a correr el riesgo y abandonar la planicie de pasto e internarse en el bosque en busca de bayas, setas, o alguna de esas liebres a la que podía matar de una pedrada si tenía suerte.
Por suerte estaba cerca cuando llamaron para la prueba.

***

Misha movió sus dedos y flexionó piernas y brazos en la oscuridad infinita. Era agradable sentir que uno existía, aunque fuese en una pesadilla de negrura.

Contempló las dos figuras ante él. La primera idea que le vino a la cabeza fue preguntarse quien era esa voz y que derecho tenía de ordenarle elegir. Podría caminar en línea recta entre las dos figuras, superarlas y encontrar su propio su camino, lejos de senderos preestablecidos. Pero, si era difícil caminar por el monte cuando uno no tenia ni un miserable sendero sino que tenia que abrir camino, ¿como sería hacerlo en aquel lugar? Posiblemente muy peligroso.

Ignoró a las dos figuras y miró la oscuridad, no tratando de ver a lo lejos, sino mirando la propia negrura. ¿Qué era este sitio? ¿Alcanzaba realmente hasta el infinito? ¿Estaba habitado? Esta ultima pregunta le inquietó bastante y volvió a mirar hacia donde le guiaban. Su padre y una mujer ¿Quiza su madre? También eran algo que ya conocia y algo que no conocia, que estaba de espaldas a él.

Entre lo conocido y lo desconocido, eligió lo segundo y caminó hasta el banco apoyando su mano sobre el hombro de la mujer.

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14/11/2019, 07:42
Narrador

Sin saber cómo dado que no veía su rostro, sabía que la mujer había sonreido en cuanto sintió el contacto de la mano de Misha con la suave piel de su hombro, mientras bajaba la cabeza. Misha permaneció allí por unos segundos con el corazón agitado y esperando que algo sucediese, pero no sucedió nada. Sin haberse dado cuenta hasta que la oscuridad lo había engullido todo, la penumbra poco a poco se había transformado en tinieblas y cuando esto sucedió sus sentidos comenzaron a desaparecer, abandonando una vez más al chico a su suerte.

Mii~sha —dijo una voz dulce y femenina que en nada se parecía a la que te había instado a elegir.

Estaba acostado sobre algo mullido. Una sensación muy similar a la resaca se había asentado en su cuerpo, pero lo abandonó casi por completo con la misma velocidad con la que había aparecido. Podía sentir la presencia de alguien que lo observaba y la luz entrando por una ventana. Sí, se estaba despertando.