Partida Rol por web

    Cuando la luz se dispersó devolviéndolos a la realidad Serge cayó sobre sus rodillas, víctima de las nauseas provocadas por el repentino viaje y la reentrada forzosa. Por suerte para él, los efectos se disiparon rápido.

    Definitivamente el dispositivo del Amo los había lanzado bien lejos del laboratorio aunque no estaba claro exactamente de hacia donde ya que ni tan si quiera les había dado opción a elegir a cual de los guardianes dirigirse. De momento se encontraban en un lugar no muy diferente del que habían salido, incluso la plataforma sobre la que estaban era idéntica a la del laboratorio, salvando que esta se estaba más cubierta de mugre y roña. El aire seguía viciado por la humedad mezclado con ciertos aromas que, por desgracia para Serge, no tardó en reconocer como los típicos de las alcantarillas.

     La intuición del pícaro lo llevó a pensar que estaban en los subterráneos de alguna ciudad, las paredes de piedra y las arcadas góticas denotaban que no era una pobre. Un alcantarillado tan cuidado estaba lejos de ser habitual, incluso parecía que el agua corría correctamente canalizada, esa parte solo podía intuirla, apenas había luz y tuvo que valerse de su oído para descubrir aquello.

    Por su parte, 1001, tuvo más suerte para identificar los alrededores. Sus nuevas mejoras le hacían capaz de ver perfectamente en la penumbra. Era la primera vez desde su concepción que se encontraba tan lejos de barracón que Amo le había encomendado guardar junto con sus hermanos y le resultaba algo desconcertante. Las paredes tenían adornos, grabados con inscripciones extrañas a las que no lograba dar sentido alguno, una corriente de agua turbia pasaba a apenas medio metro de donde se encontraban y en las proximidades había alguna clase de escalera improvisada para acceder al piso superior. El acceso estaba tapado por alguna clase de losa con el grabado de dos círculos concéntricos.

    Y eso no fue todo, en sus sensores apareció algo más, de los puntos que deberían representar a los guardianes, uno de ellos, el de color púrpura, ahora se encontraba notablemente más cercano.

Odiaba la magia, ahora estaba seguro de ello. Tuvo que ponerse de rodillas para evitar echar hasta la primera papilla en el suelo. ¿Los magos viajaban siempre así o ese era el transporte que destinaban a sus visitas indeseables? Si Serge encontraba alguna vez al creador de esos transportes, eso sería lo primero que le preguntaría.

Tras respirar hondo unas cuantas veces, la cabeza del ladrón se estabilizó lo bastante como para ponerse en pie y mirar a su alrededor. Claro, que ver lo que se decía ver, Serge Leblanc no veía mucho. Podía oír y podía oler lo que parecía ser... Una alcantarilla. Desde luego, su vida estaba llena de glamour.

 -¿Ves algo, mon ami? Yo puedo oler que estamos en una alcantarilla, pero poco más. Esto está más noir que el buche de un ogro...

Pero bueno, al menos sabían que el transporte había funcionado, menos daba una piedra. Claro, que si el próximo transporte les dejaba en un hermoso balneario de montaña, Serge no se quejaría.

..,

Todo tan distinto que notaba algo extraño en su carcasa, llegar allí sin acabar las tareas designadas marcaban su protocolos en rojo, un hermano por reparar dejado en una espera que ahora era incierta, la sala del amo dejada a su suerte pudiendo haber apilado los restos de sus hermanos ante la puerta para que está no fuera detectada, era indiferente si la misión había fracasado, una orden que nadie repetía en esta ocasión estaba adherida a su programación.

Ver aquella sala no le causaba ninguna sensación, claro que desde un principio "las sensaciones" de 1001 se limitaban a órdenes, sería entonces esa falta de programacion lo que se denominaba sensación posiblemente.

- ¿Oler? - repitió con esa recién adquirida capacidad denominada curiosidad. Desconocía esa palabra pero el hijo de guardián Je Suis Serge Leblanc parecía tener prioridad por lo que 1001 veía - paredes con textos encriptados adornados, río de agua sucio a 51 centímetros y 4 milímetros, escalera de débil infraestructura ascendente cubierta por plato esférico con grabados circulares y guardián púrpura a una distancia sin determinar posiblemente en una ubicación situada por encima de nuestro techo, túneles a ambos lados siguiendo el riachuelo de longitud inestimable.

¿Se había dejado algo? ¿Que sería más importante en esa situación para una masa cárnica? Según su procedimiento, lo más acertado sería seguir esos túneles, parecían poco habitados y por tanto más sencillos de proteger, pero desde hacía a penas un instante, todo lo que él sabía estaba cambiando a gran velocidad, su programa quedaría saturado si no fuera por aquel aro de consciencia.

 -Eh, oui... Oler. Es cuando sientes algo que está en el aire con la nariz. Muchos seres vivientes podemos hacerlo, mon ami. Ya aprenderás si puedes o no puedes hacerlo tú también algún día.

Que a saber con una criatura como aquella. Serge nunca antes se había cruzado con nada semejante, por lo que sólo podía hacer conjeturas sobre las capacidades de 1001.

 -El río sucio es lo que he olido. Definitivamente estamos en una alcantarilla. La, eh, escalera ascendente cubierta por un plato esférico es la salida al exterior. Creo que deberíamos probar primero por ahí, a ver a dónde emergemos. Y si no conseguirmos salir por ahí, probaremos con los túneles.

Pero de momento, la salida era la primera opción. Intentando tomar todas las precauciones posibles, Serge comenzó a trepar por la escalera, pero quiso la fortuna mirarle mal aquel día, ya que apenas había dado un par de pasos cuando se resbaló en las musgosas escaleras y cayó al suelo.

 -Merde! ¿Quieres intentarlo tú, mon ami?

Dado que la opción adecuada parecía ser salir, 1001 se acercó a aquel metal escuálido, sin saber si aguantaría su peso. Esperó a que el hombre que le acompañaba se apartará y procedió a subir sin demora.

El metal chirriaba y tal vez cediera finalmente, pero 1001 desconociendo el miedo no frenó, subir era su misión y lo haría aunque debiera clavar sus puños en la pared... Posteriormente, empujar la tapa, o darle un buen puñetazo si está no quería abrirse.

    Con paso firme, 1001 se aproximó a la escala que ascendía hasta el punto de salida más próximo de aquel lugar, o al menos eso era lo que estimaba en base a la información recibida por sus sensores. Sus extremidades superiores se cerraron con firmeza en torno a una de las barras de metal clavadas en la roca para afianzar su posición hasta que el primero de sus pies hiciese lo propio y le permitiese tomar el impulso en vistas a iniciar el ascenso.

    Por unos instantes la tensión llegó a provocar que unas gotículas de sudor se condensasen en la frente del pícaro, especialmente cuando el corroído metal rechinó a punto de ceder bajo el peso de su metálico compañero, por suerte, y contra todo pronóstico, este logró alcanzar el éxito donde el había fallado y mediante un progreso lento pero constante finalmente se elevó hasta llegar a la losa que bloqueaba la salida, la cual apartó sin excesivo trabajo con la ayuda de su puño de combate.

    Inspirado por el empeño del forjado y pudiéndose orientar mejor gracias a la mortecina luz que penetraba por la vía desbloqueada por este, Serge abandonó las cloacas en una exhalación hasta situarse junto a 1001 e iniciar la búsqueda de pistas que les permitieran saber definitivamente el lugar en el que se encontraban.

    Lo primero que el pícaro pudo corroborar era que su primera suposición era cierta, calles pavimentadas, puntiagudos chapiteles, gárgolas observándolos desde las repisas de los edificios más altos y una buena iluminación, definitivamente aquella era una ciudad gótica de cierto poderío, aunque algo que no supo concretar parecía provocarle cierto malestar ¿Sería su instinto poniéndole alerta o sus mareo causado por el viaje en combinación con el golpetazo le estaba jugando una mala pasada? Tal vez si se esforzase pudiera obtener la respuesta de si su subconsciente se había adelantado a él o no.

    Por su parte, el forjado se vio inmerso de súbito en un escenario que le resultó totalmente ajeno, por primera vez se encontraba a cielo descubierto, rodeado de edificaciones de una naturaleza casi alienígena para él, aquellos farolillos parecían un medio de iluminación mucho más precario de los que disponía en su refugio y conforme mayor atención prestaba a su alrededor mayor número de detalles desconcertantes le eran revelados.

El constructo quedó sorprendido, el humo en el techo lejano era contraproducente, evitaba que la débil iluminación superior accediera... Conocía la palabra - cielo - susurró - no parece práctico - la efectividad era clave en el pensamiento del constructo, quizás si fuera más sencillo aquellas precarias luces no serían necesarias, menos "vapor de agua" y las minúsculas llamas algo más brillantes. Y más efectivo el plato reflector...

Estaba demasiado sorprendido a la vez que decepcionado con la superficie, por lo que no podía tener el sistema de sensores más olvidado, aún observaba las gárgolas, esperando que estas se movieran. Las piedras de las paredes parecían inestables... ¿Quien podría vivir ahí? Ni los túneles olvidados del amo tenían tan precario aspecto, empezando con la pésima escalera chirriante que ni tan siquiera aguantaba debidamente su peso.

Como se debía llamar esa sensación que le invitaba a no hacer caso a sus sensores... No era distracción, eso ya lo había experimentado aunque casi por casualidad, no creía que fuera lo que llaman miedo, porque no tenia ganas como pasaba con los animales, de huir, atacar o paralizarse, a caso era algún tipo de asombro?

El bueno de 1001 ascendió sin problemas por aquella resbaladiza escalera, abriendo la tapa de la alcantarilla y saliendo al exterior. Con fuerzas renovadas, el ladrón le diguió de inmediato, asomándose al maravilloso paisaje de la superficie. Una ciudad... ¿Cuál? Pues no estaba seguro, tendría que pensarlo tras recorrer unas cuantas calles, ¡pero en ese instante daba igual! Se alegraba de haber abandonado esas sucias alcantarillas.

Serge Leblanc echó la cabeza para atrás, aspirando hondamente el fresco aire exterior. Y entonces se fijó más en sus alrededores. Seguía sin reconocer la ciudad de buenas a primeras, pero algo no estaba bien. Esa arquitectura gótica... Le estaba dando mala espina. ¿Había estado antes en ese lugar? Si no era en ese, en uno muy parecido. Y con consecuencias malas para él. Si no, ¿a qué venía ese mal presentimiento anudándose en la boca de su estómago?

 -El cielo no tiene que ser práctico, mon ami. Tiene que ser bello y amplio, para sostener al soleil y a la luna en su manto azulado. ¿Es la primera vez que lo ves?

Hmm, si esa especie de armadura viviente nunca había visto el cielo, significaba que era más ignorante de lo que él había pensado en un principio. Pero no había problema, la ignorancia se solucionaba en el 99,99% de los casos.

 -Bien, será mejor que nos pongamos en marcha. Busquemos una posada. Suelen ser los mejores sitios para buscar información o escuchar rumores.

    Los arcos góticos, las lejanas colinas, los escudos grabados de los gremios en las piedras de mampostería... Serge tardó unos instantes en reaccionar pero tan pronto como pudo sumar todos los factores, el resultado vino a su mente, Varghul, la ciudad maldita. Bueno, o eso decían de ella, al parecer el pseudónimo le venía dado por no se que mito antiguo relacionado con un viejo bosque prohibido y oculto por lo que a su entender, mientras no se acercasen al mismo, todo iría bien. A fin de cuentas, si su información era precisa, Varghul era una ciudad prominente, poseía puerto fluvial propio que comunicaba con la costa y era un protectorado del reino de Nógaran. Eso sí, para él era territorio desconocido, nunca se le había perdido nada en las tierras del este y menos en aquella época pues el invierno acostumbraba a castigar con dureza aquellas regiones y ya habían dejado atrás el otoño.

    Fue entonces cuando se percató del vahó que surgía de su boca cada vez que recuperaba el aliento y del ligero temblor de piernas que sufría a causa de los escalofríos, tal vez su compañero no precisase de tales necesidades pero sin una ropa de abrigo, el cambiante pasaría una muy mala noche en medio de aquellas calles desiertas... Eso era otra de las cosas que habían hecho saltar sus alarmas, las calles se encontraban desiertas, cierto que era medianoche pero apenas se oía o veía moverse nada. Tal vez debieran de seguir el camino hacia el único edificio de cuyas ventanas salía luz que logró contemplar en la lejanía, aunque también le pareció detectar los chapiteles característicos de un templo en otra de las direcciones posibles ¿Se atrevería a pronunciar el derecho de asilo?

    En medio de la calle 1001 pareció ser sobrepasado por todo lo que lo rodeaba, astros, rocas de mampostería, edificaciones y demás construcciones erráticas llegaron incluso a... ¿Abrumarlo? Era aquella otra de las nuevas experiencias con las que iba a premiarle el mundo exterior. Las otras voces parecían mantener el silencio, tras su discusión parecía que 1001 realmente había logrado acallarlas y tomar el mando, por desgracia eso no le vino muy bien para recabar nueva información útil aunque no tardó mucho en percatarse de cierta alteración en el comportamiento de su compañero. De manera intermitente nubes de condensación surgían de su cavidad oral y sus extremidades inferiores parecían agitarse como si este hubiera perdido el control motor sobre ellas a intervalos similares a los que acontecía el primer fenómeno que había detectado.

    Por otro lado, sus sensores arcanos seguían marcando a su objetivo, aunque algo parecía interferir con la señal, la cual aparecía distorsionada, haciéndole saber que se encontraban relativamente cerca pero incapaz de concretar una dirección y distancia.

Vale, ahora venía a su memoria. Estaban en Varghul. Mierda... De todas las ciudades en las que podían haber aterrizdo mágicamente, tenían que haber ido a parar a las alcantarillas de Varghul. ¿Qué pecado habría cometido él para mosquear así a Olidammara? Bueno, aparte de abandonar a sus compañeros bajo las garras de un demonio de piedra y no llevarse todo el botín que podía de aquella torre. ¡Pero eso lo hizo por causas de fuerza mayor! De haberse quedado para hacerse el héroe, habría muerto como el resto. Claro que pensándolo bien, seguro que habría sido una alternativa halagüeña en comparación a lo peor que se rumoreaba que podía ofrecer aquella ciudad.

Pero no acababan ahí las desgracias del ladrón, ¡por supuesto que no! No sólo estaban en medio de una ciudad maldita dejada de la mano de los dioses, sino que no había posadas abiertas a la vista. ¡Y además hacía un frío del carajo! Maldita fuera su perra suerte...

 -Mon ami, no sé si tú lo notas, pero yo tengo mucho frío. Y eso puede ser peligroso en las personas como moi, hechas de carne. Así que creo que deberíamos buscar cobijo.

Al decir aquello, Serge señaló al único emplazamiento que tenía las luces encendidas.

 -Tenemos esa casa, que parece ser la única habitada y en activo. Y luego...- señaló otro edificio -Eso de allí, que parece un temple. En los templos suelen ofrecer asilo a los viajeros que lo necesitan. ¿Qué opinas tú? ¿Dónde acudirías a pedir cobijo?

Y si el bueno de 1001 no se decidía, irían primero a preguntar a la casa y después al templo. Pero en mitad de la calle no se podían quedar de ninguna manera.

- condensación de vapor, frío - sentenció al escuchar a Serge hablar de ello, asociando quizás erróneamente aquel vaho de su boca, o eso o era una especie de expulsión de males físicos.

Al preguntarle, 1001 miró el hogar señalado por su acompañante, estaba más cerca que la segunda ubicación por lo que sería más óptimo acercarse a aquel lugar - el habitáculo más reducido está más próximo, pero tal vez el de mayor tamaño sea más... - ¿Como dijo? - ...bello, ¿Es mejor que sea bello o práctico?

Para el constructo lo práctico siempre era mejor opción, pero como el señor Leblanc hizo referencia a que el cielo era mejor si era "bello" no sabía si el humano preferiría unos metros de frío más a cambio de belleza o si en esta ocasión estaría de acuerdo con el forjado. En todo caso, el frío no le asaltaba a él, y no sabía si era un sentimiento bueno o malo... Los humanos realmente eran extraños.

- ¿Práctico?

 -En este caso, práctico es la mejor opción. Claro, que bello y práctico no son excluyentes, mon ami. Si la casa iluminada es mala opción, el templo nos servirá perfectamente.

Que a él le servía cualquiera de las dos, pero ciertamente la casita estaba más cerca de su posición. Y cuanto menos tiempo apsaran chupando frío, mejor.

 -Vamos a la casa iluminada. Preguntaremos si nos pueden dejar pasar la noche allí.

Porque él al menos necesitaba dormir un poco. Y si pudiera tomarse una taza de sopa caliente ya sería la caraba.

    Al amparo de la gélida noche, el peculiar dúo avanzó por las calles empedradas al encuentro del edificio que Serge había creído identificar como activo, a fin de cuentas se filtraba algo de luz a través de sus contraventanas y era su mejor oportunidad de lograr un refugio sin arriesgarse a perderse por aquella ciudad que tan ajena les era a ambos.

    Aunque era asumible que debían de encontrarse en torno a la medianoche resultaba ciertamente inquietante el silencio y la quietud que reinaba en el lugar, pese a que esto pudiera no querer decir mucho para el forjado, el pícaro bien sabía que en las ciudades de gran tamaño tal cosa era bastante inusual, ya que por lo menos deberías de haberse encontrado ya con alguna alimaña nocturna o algún vagabundo tratando de pernoctar en los desiertos callejones. Tales hechos hicieron a Serge acelerar el paso, algo que no pasó desapercibido a su compañero.

     Finalmente, pudieron detenerse ante la entrada de aquella casa, aunque pareciera que bien pudiera tratarse de una taberna si el cartel colgante que anunciaba "El hombre colgado", acompañado por un macabro adorno de mal gusto que no venía si no a ilustrar de la manera más literal posible lo anteriormente leído,  fuera el nombre de la misma. Pero si querían despejar las dudas sobre sus sospechas deberían de hacer de tripas corazón y aceptar la invitación que la puerta entreabierta les estaba haciendo, desde su posición no les era posible descubrir mucho más que el hecho de que en el interior del edificio compartía el mismo silencio que los había acompañado durante el camino y que la entrada se asemejaba a un salón pobremente iluminado por una luz titilante quien sabría si proveniente de las llamas de una chimenea a punto de extinguirse.

    El ver aquella figura atropomórfica colgando bocabajo no le resultó nada halagüeño pero era eso o deshacer nuevamente el camino andado para perder más tiempo y jugársela en el templo. Por ello tomó el cambiante debió de jugar la carta de prestar mayor atención a lo que aquel sitio pudiera tener para ofrecerles, fuera bueno o no. Lo primero que pudo observar fue un recibidor desierto y pobremente iluminado, aunque el escuchar el crepitar de las llamas y sentir un ligero contraste de temperatura con la que había en el exterior lo hizo ver más acogedor. No obstante, no pasaba por alto el hecho de que realmente no se veía a nadie, la puerta carecía de aldaba y que un sonido pausado y rítmico llegaba desde la planta superior.

    Tal vez lo único que todo aquello quisiera decir era que permitían el paso a los clientes en horas tardías y que una vez dentro ya alguien los atendiese y aquel sentido de congoja que sentía no fuera más que una autosugestión provocada por la situación. Lo que lo llevaría inevitablemente a la conclusión de que si quería despejar por completo aquella duda solo había un camino que seguir

Los humanos tenían costumbres más raras de lo que imaginaba, eso de el hombre colgado le parecía como mínimo extraño ¿Dormían colgados del cuello? Imaginaba que aquel enclenque trozo de sus físicos no fuera tan resistente, y de hecho tenía entendido que era un punto a su debilidad.

- práctico... - dijo en un dubitativo pensamiento en el que imaginaba una hilera de hombre durmiendo colgados unos al lado de otros. Casi era mejor que su compañero no supiera lo que su metálica cabeza había imaginado, pero no podria culparle puesto que eran sus primeras experiencias con humanos, dado que su creador no interactuaba con ellos más allá de algunos escogidos.

Empujó la puerta con el común miedo de los constructora, que venía siendo ninguno. total, para colgarle del cuello sin tener uno, les costaría bastante, e igual prefería esperar en un lado de pie, en espera a que su compañero acabara su reposo.

Buf, aquella posada no inspiraba nada de confianza. Pero era una posada, por muy siniestra que fuera. Así que, qué menos que intentar que les dieran cobijo por la noche, ¿no?

Así que con los ojos bien abiertos y el corazón en un puño, Serge Leblanc se acercó a la puerta de la posada, intentando ignorar los macabros adornos que tenía. Y aunque tenía ganas de ponerse a cubierto y calentarse delante de un buen fuego, procuró no alejarse demasiado de 1001. Si las cosas se torcían y necesitaba protección, nadie mejor que su nuevo amigo para eso.

Con cuidado, el ladrón se acercó a la puerta y llamó con unos golpes secos.

 -Excusez moi, ¿se puede pasar? ¿Está el establecimiento abierto? Somos dos viajeros en busca de un sitio para pasar la noche.