Partida Rol por web

Camino con el conde y su bella esposa hasta llegar a su habitación, cuando llego a la puerta de su habitación dejo el equipaje en el suelo. Les abro la puerta y les indico.

Esta es vuestra habitación, espero que sea de su agrado. Si desean algo no duden en pulsar el botón de llamada y les atenderé.

Tras escuchar al azafato Henry, Maggie se limita a retirarle la mirada y sentarse en la cama dejándose caer.

Es el conde despide el chico y una vez suena la alarma de los 10 minutos.

Maggie vuelve a levantarse, y sin que sus pensamientos le reprochen haberse sentado, corre a la ventana para comprobar que se deja abrir.

- Flame, ¿que te parece? -y, como de costumbre, antes de dejarle responder termina su lluvia de preguntas- ¿vas a descansar antes de que salga el tren? ¿vendrás conmigo a tomar una tila al vagón cafetería?

- Preferiría esperar a que arrancara el tren. Ahora habrá mucho ajetreo por los pasillo de gente subiendo y bajando, además de los chicos transportando maletas y bártulos. Luego si quieres te acompaño. 

- Luego, luego, luego ... - le reprocha y acto seguido se encierra en el baño con su neceser de maquillaje.

Mientras el tren seguía parado a la espera de ponerse en marcha, y el resto de viajeros se concentraban en sus habitaciones, en la sala o en el restaurante, de gustando algo de comer.

Vosotros estáis en la habitación charlando tranquilamente. Pero escucháis como alguien llama a la puerta.

Oigo unos golpes en la puerta

¿hay caballos en este tren? ¿quién aporreará así la puerta?

- ¿Abres darling? - pregunto saliendo del baño y dando una vuelta sobre mí misma para que aprecie el cambio de peinado.

Antes de que responda, aprovechando que ya había salido del baño y que me encontraba de pie, a diferencia de él que estaba sentado leyendo algo, me acerco a la puerta y pregunto.

- ¿Quién?

Se queda un rato en la puerta esperando a que le abriesen. Eso no era bueno para las piernas, desde luego que no. Y menos a su edad, a su edad una ya debía estar sentada. Cuando su hija pregunta no la mira con demasiado entusiasmo, como suele hacer, pero sonríe levemente.

-Soy yo, Maggie.-Responde con voz ronca, que se aclara intentando toser un poco.

¿Mamá? te había olvidado...

Abro la puerta rápidamente y le ofrezco pasar. 

Al fin te veo, pensé que te habías perdido por el tren... 

Sientate mom. Please.

Cría cuervos... ni siquiera se molestó en buscarme.

Entra a la habitación y se sienta con cuidado para no fastidiarse la espalda más aún. 

-Estaba en la habitación, intentando descansar. Pero este tren se mueve mucho. ¡Ay hija mía! Yo ya no estoy para estos viajes.

- No digas eso. Todavía se te rifan en los teatros.  - quizás la respuesta no ligaba mucho con lo expresado por su madre, pero estaba segura que ello la animaría.

- ¿Es cómoda tu habitación?

Me quedé tumbado en la cama ojeando a la Sra Mubbard por encima del periódico. "No la invites a la cafetería no la invites a la cafetería no la invites a la cafetería" Pensaba de forma repetida mientras veía como se hacía la víctima abandonada con su hija.

-Ains hija... qué razón tienes.-Responde, carente de la modestia que jamás a tenido en su larga vida.-Eso sí que era vida, el espectáculo, los aplausos... ni todo el dinero del mundo sería capaz de comprar la sensación de acabar una función y que el público aclame tu nombre mientras se levanta para aplaudir con más énfasis. ¡Ah, hija mía!-Continúa, completamebte sumergida en su mundo.-Estaré cansada para esto, pero si me ofrecieran un nuevo espectáculo, ¡desde luego aceptaría!

Suspira pesadamente, sabiendo que la oportunidad es aún posible a pesar de su edad, pero sin saber realmente si de veras sería capaz de regresar a los escenarios.

-¿Y tú?-Pregunta, mirando al marido de su hija. Fingiendo que lee, seguramente, para evitar hablar con ella.-¿Hay algo más interesante en ese periódico que en lo que te rodea?-Insinúa, molesta porque ese hombre no le ha dirigido la mirada en ningún momento. Un completo patán.-Sí hija, mi habitación es cómoda.-Dice de pronto, recordando la pregunta de su hija.-Aunque podría ser mejor.

- ¿Te apetece tomar algo? ¿O prefieres descansar? - intervine para evitar otra escena entre mi madre y mi marido.

Me acerqué a Andrenyi e inclinándome sobre él le dí un beso en la mejilla que usé de excusa para susurrarle :deja ese periódico.

Le dirigí una mirada fulminante a Maggie. "¿Ya se lo has tenido que preguntar?" Pensé. Doble el periódico bajo el brazo y mientras me levantaba con una amplia, y bastante falsa, sonrisa dije:

- ¿Me permiten las jovencitas que les invite a tomar un café?

Eres más falso que una moneda de madera...

Ella no fuerza su sonrisa, pues si ni siquiera sonreía cuando estaba más o menos contenta, menos aún sonreiría a un patán como su yerno.

-Descansar puedo hacerlo más tarde.-Responde mirando a su hija. Luego se gira a Andrenyi.-Quizá un té. 

- ¿Un té? Mire que luego no duerme eh. - Pronuncio en tono burlón sin mirar sus intimidantes ojos.

Acto seguido salgo tras Maggie y me quedo junto a la puerta para dejar salir a la Sra Mubbard antes de cerrar la puerta.

Como se espera de alguien de mi posicion, y a pesar de la intimidad, abro la puerta para que Maggie pase primero. Una vez ella entra, entro tras ella. Una vez dentro, miro a mi alrededor, respirando mas tranquilo ahora que estamos lejos de mi suegra, y en privado. Me tomo el lujo de relajarme, caminando por la habitacion, hasta sentarme en la cama, mirando a mi esposa.

Aqui podemos hablar con mas intimidad. Mientras estaba sentado con...  Se muerde la lengua, a saber que expresión habria usado para referirse a su suegra.  tu encantadora madre  sonrie forzadamente, es evidente que mentir no es su punto fuerte he pensado que deberiamos comenzar por mirar la habitacion donde fue asesinado. Mirar el pasillo, y buscar algo inusual. ¿Que te parece?  Busca la confirmación de su esposa, queriendo saber su opinión.

Eso mismo rondaba por mi cabeza ahora mismo. - Maggie se agacha para buscar en sus tobillos la hebilla del zapato y desabrocharla, luego dirige su cuerpo inclinado sobre el otro pie para repetir la operación.

Voy a cambiarme de zapatos – explica mientras salta de sus tacones y se sujeta la falda por encima de sus tobillos para no pisarla – para evitar ser oídos antes que vistos. – aclara para no parecer una caprichosa.

Se sienta en la cama y se calza los nuevos zapatos. Bien, vamos. Dice como si se tratara del disparado de salida en una carrera, se levanta de un salto y abre la puerta de la habitación, la mantiene abierta esperando a su marido a quien mira con ojos burlones y una sonrisa picara.

Después de vos caballero.

Escapaba de mi comprensión como hombre el asunto de los zapatos. Así que me limito a esperar junto la puerta a que Maggie haga su transición de uno a otros zapatos. Si nos ven, buscaré en mi catalogo de excusas alguna convincente, no te preocupes. Cuando la ve saltar, tan ágil, recuerda por que se enamoró de ella. Tan jovial y llena de vida. No puede evitar trazar una delgada sonrisa, que dura hasta que ella le mira. Disimulando, se lleva la mano a la boca, fingiendo algo de tos mientras se vuelve hacia la puerta, cuando Maggie la abre.

Gracias, señorita. Respondo de buen humor, exagerando el pomposerio en respuesta. Incluso hago una ligera reverencia a la mujer antes de salir.

No di mas que cuatro pasos, sacando la llave de uno de los bolsillos de la chaqueta y girandola en la cerradura, abriendo la puerta. Podria haberla abierto con el cuchillo, asi habria practicado No pude evitar pensar, emocionado con lo que acababa de hacer. Empuje la puerta, y tomando la mano del brazo que mi mujer habia entrelazado conmigo, le bese el dorso, y y le ofreci paso a ella en primer lugar. Por favor, Condesa. Le pido, con una sonrisa, y un gesto educado. Demasiado pomposo a decir vedad como para que sea algo natural, mas bien, algun tipo de broma relacionada con el exceso de educacion en la intimidad.

No fue hasta que ella entró, que hice lo propio, cerrando la puerta tras de mi, y lanzando un largo suspiro que me ayudara a escupir parte de los nervios que habia pasado momentos atras. Cerre la puerta con la llave, desde dentro, y deje la llave en la cerradura, volviendome hacia Maggie, con una sonrisa amable, y cariñosa. No creo que fueran los de la número tres. No había nada sospechoso. Era la habitacion de dos hombres adultos... Si Hector y Masterman iban con Rotchet, dudo que el detective vaya acompañado de alguien, el servicio tenga las mismas habitaciones que nosotros, el Señor Bouc responsable de este tren vaya acompañado de alguien... nos deja cuatro posibles.

El italiano, el medico, el coronel y el de Fabercaster... o algo asi. Dos de esos, son inocentes. Los otros dos no lo sabemos. Camine por la habitacion, hasta tomar asiento en un sillon. ¿Tu... Como estas? La preocupación por ella era evidente, traducido en un semblante serio, y a la par, por ese ligero fruncir del ceño, esa mirada, detonaba que habia preocupacion por el estado de su esposa.