Partida Rol por web

Apuro mi segunda copa con tranquilidad. Estudio a los otros pasajeros que se encuentran en el vagón. Parece que el nerviosismo inicial ha desaparecido. Tras despedirme de Alfredo pongo rumbo a mi compartimento. Necesito pensar sobre lo sucedido. Un asesinato? Ninguna autoridad nos ha dicho nada de eso. Hay un muerto que hace unas horas estaba vivo. Por qué pensar en que alguien se lo ha cargado, por qué no Dios?

Mientras mantenía mi conversación con Mary y Edward no pude evitar escuchar lo que sucedía en una mesa cercana. Así que aquella mujer era enfermera. La miré, con discrección, memorizando sus rasgos. Intentaría hablar con ella después. Quizás pudiera acceder a mas información que ellos o, al menos, quizás fuera más comprensiva que el doctor.

Fue un solo instante, un solo parpadeo en el que mi mente, durante apenas uno o dos segundos, procesé toda aquella información. Estaba acostumbrado a ese tipo de cosas y ni siquiera desatendi mi conversación con Mary. Siendo secretario de Rotchett, uno se acostumbraba rápido a eso de hacer más de dos cosas al mismo tiempo y las dos con la misma discrección y eficiencia.

Di un trago a mi vaso de whisky y volvi a mirar directamente a la señorita Debenham, mientras vi como aquel tipo con pinta de duro se levantaba  y se marchaba del vagón.

- Por supuesto querida, claro que se puede sentar. -Le dedicó una agradable sonrisa mientras le indicaba con la mano que tomara asiento frente a ella.- ¿Quiere tomar algo? Le vendría bien algo que la reanimara, se la ve un poco pálida.

La enfermera se daba cuenta que la situación de tensión y espera afectaba de distinta manera a los pasajeros, era algo completamente comprensible, y la joven que tenía delante seguramente se habría llevado una fuerte impresión.

- Por cierto... qué maleducada soy, aún no me he presentado. Mi nombre es Greta Ohlsson.

Era evidente que la gente se encontraba en nerviosa en aquel vagón de tren. Acababa de producirse un supuesto homicidio y en el ambiente se respiraba de todo menos calma.

Cuando Héctor sugirió su compañía, acepté encantada la invitación.

Muchas gracias señor Mcqueen, la verdad es que no me apetece mucho estar sola hasta que esta situación se aclare.
No sé si eran muy allegados al señor Rotchett, lo siento, he sido muy maleducada, comento dirigiéndome a Edward y Héctor. Mi más sincero pésame.

Alfredo estaba más liado que nunca, aparte de los pasajeros venían a la barra a tomar un trago. Por lo que con ayuda de Henry les iba preparando lo que pedían y él se lo llevaba a cada uno a sus mesas.

La señorita Greta quería una infusión y como escuché que le decía algo a Henry le pedí que se la llevará mientras yo me encargaba de la barra.

Henry se acercó a la señorita Greta con la infusión que le había pedido y le dijo.

Ahora mismo iba a la habitación para ver como va todo y si el señor Bouc viene o os puede dar algo de información. Tenga su infusión.

Entonces Henry antes de irse del vagón se puso en el centro del restaurante y les dijo a todos los presentes.

Señores y señoras, disculpen un momento. Si desean ir al vagón salón para estar más cómodos y relajados. Ya que algunos no tiene apetito tras lo sucedido. Les invito a que se dirijan al salón y se relajen o vayan a descansar a sus habitaciones.

Ya que aún nos queda horas aquí...

Gracias.

Y se marcho por la puerta.

Tras marcharse Henry a la habitación donde estaban Bouc, Poirot y Constantine, aparece nuevamente por la puerta. Pero no lo hacía solo, detrás de él iba el señor Bouc.

Asentí, satisfecho, al ver que la señorita Debenham accedia a permanecer con nosotros. Y volví a asentir, cuando habló de la relación que nos unía a el.

- Es de agradecer, señorita Debenham.... ¿Puedo llamarla Mary? -le pregunte, entonces, clavando mi mirada en ella. -Tanto Edward como yo llevamos ya algunos años trabajando para Samuel. Edward como su mayordomo y yo como su secretario personal. Creo que Edward estará de acuerdo conmigo si digo que era como un miembro de la familia. - le expliqué, con una templanza que estaba comenzando a controlar, como el ligero temblor de mi pulso. Iba a añadir algo más, cuando vi a Henry llegar a la habitación, asi que me detuve, prestándole atención. Al ver que no había más noticias, volví a dirigirme a mis dos acompañantes- ¿Alguno de ustedes tiene ganas de cenar o prefieren que vayamos al otro vagon?- pregunté, educado. En mi caso, en realidad, me daba igual donde estar. Si hubiera podido elegir, seguramente habría dicho que en un lugar a kilómetros de allí, ajeno a todo aquel lío.

Fue entonces, cuanto esperaba la respuesta de ambos, cuando Henry volvió a entrar en el vagón, esta vez seguido por aquel tipo que acompañaba al detective. Me detuve. Ahora si tenía claro que no iria a ninguna parte hasta que no hablara con aquel hombre. Seguro que sabía algo. Me incliné hacia adelante, bajando el tono esta vez para hablar con Edward y Mary- Ese es el hombre que acompañaba al detective. Esperemos un momento. Hay que ver que dice y hablar con el. - propuse, en voz baja, esperando una intervención o que, al menos, hablara con nosotros.

- Apreciados viajeros. Por favor, siéntense y serénense, lo que voy a decirles es importante. Lo que voy a decirles, les interesa a todos, así que les rogaré silencio y atención. En primer lugar, me gustaría saber si todos los pasajeros, a excepción obviamente del señor Poirot y el Dr. Constantine están en esta sala. De no ser así, les rogaría me dijesen quién está ausente y dónde encontrarlo para que los eficientes trabajadores de la compañía puedan unirlos a nosotros. Solamente entonces les comunicaré noticias que sé que serán de su interés.

Seguidamente me callo y espero a que alguno de los pasajeros haga el recuento.

El caballero Hardman (Cyrus), se fue a descansar, como Edward, pero iré a por ellos ahora mismo. Dije mientras me dirigía a la puerta para ir a buscarle.

Casi no había terminado de hablar, cuando aquel tipo con bigote comenzó su discurso. Conté rapidamente a mi alrededor. Solo faltaba, que yo supiera, un hombre, el que se había marchado de allí antes, el que tenía tanta pinta de duro.

- Que yo sepa, solo un caballero ha abandonado esta sala. - intervine, con toda la paciencia que podía reunir- En cualquier caso, los más allegados al señor Rotchett agradeceríamos que se nos informara, al menos, de lo sucedido,  monsieur. - le dije, en un alarde de educación y calma. Me encedí otro cigarrillo, dejando aquella pitillera plateada sobre la mesa de nuevo. Algo me decía que, dentro de poco, iba a necesitar aquel humo invadiendo mis pulmones.

Al cabo de unos minutos Henry volvía al restaurante en compañía de Hardman (Cyrus) y de Edward, para así escuchar lo que el señor Bouc tenía que decirles a todos.

- Bien. - Respiro un par de segundos antes de seguir y dar la información, fijándome en las caras de mis oyentes lo máximo posible. - Es mi deber informarles de que los rumores son ciertos. Una persona ha muerto durante nuestro trayecto en este tren. Siento la pérdida de sus más cercanos y sobre todo, les ruego a todos ustedes que colaboren, siempre que les sea requerido, en esta investigación.

- Tenemos la inmensa suerte de contar entre nosotros con Hércules Poirot, afamado investigador de probada inteligencia que en estos momentos se encuentra en el gabinete del fenecido en compañía del doctor investigando sobre el desgraciado acontecimiento. Porque he de decirles más. La primera hipótesis que se baraja es la del asesinato.

Me tomo unos segundos en silencio para observar las reacciones de los contertulios. Dejo que se sugieran unos cuantos comentarios entre ellos antes de reclamar de nuevo la atención para continuar.

Escuché a Bouc con atención y, de repente, noté una presión en el pecho, cuando escuché que se confirmaba el peor de mis temores. Asesinato. Que palabra tan enorme. Daba vértigo solo repetirla. Noté como un sudor frío perlaba mi frente y di una profunda calada a mi cigarro, apurando de un trago el vaso de whisky que tenía frente a mi.

Respiré hondo, antes de dirigirme a aquel tipo. Y, cuando lo hice, mi voz resonó en toda la sala, serena, pero no menos imponente. -Disculpe, mi nombre es Hector Mcqueen. Soy.... era- rectifiqué inmediatamente, clavando mi mirada en aquel desconocido- el secretario personal del señor Samuel Rotchett. - dije categóricamente, y noté que aquellas palabras caían como una losa, pesadas.- ¿No cree usted que ahora es un momento perfectamente adecuado para que hablemos de una vez por todas? -no consideraba que airear un asesinato en medio de un vagón fuera lo más adecuado, máxime cuando aún era posible que tanto Edward como yo estuviéramos en peligro. Había tenido paciencia, había esperado. Pero me negaba a tratar ese asunto como si fuera un desconocido más en el tren. Si había que buscar al asesino y si mi vida y la de Edward corrían peligro, lo mínimo que nos merecíamos era una explicación detallada en privado.

Guardé silencio, esperando que aquel tipo pudiera aportarme algo más en aquella ocasión.

Hector se mostraba un tanto irritado, y lo comprendía. No sabíamos nada, y lo mínimo que podían hacer es darnos algún tipo de explicación en privado, no enterarnos del fallecimiento de un ser queridocomo si simplemente fuese un viajero más de aquel tren.

Mis ojos se llenaron de ira. No sólo por la situación que estaba presenciando, sino de impotencia por no poder hacer nada por el señor Rotchett.

-Hector, no te preocupes, seguro que el señor Bouc nos podrá aclarar todo esto en privado, debemos saber lo sucedido,¡ lo exigimos! - dije mirando directamente a los ojos al señor Bouc mientras le agarraba con insistente fuerza del brazo a modo de hacerle ver que estaba tremedamente enojado y que nos fuesemos a otro vagón más privado.

Había asentido de nuevo hacia Héctor ante la pregunta de si podía llamarme Mary, cuando el señor Bouc entró en la sala para dar aquella horrible noticia.

En mi mente empiezan a brotar recuerdos de la conversación mantenida en el salón donde el señor Rotchett mostraba preocupación sobre negocios. Inmediatamente después mi mente vuela y comienzo a imagianarme al apuesto Héctor acuchillándole, pero niego con mi cabeza, apartando ese vil pensamiento, fruto de la ansiedad.

Mi cabeza está mejor con él en mi habitación, Mary por dios, deja de pensar cosas raras.

Oh dios, que noticia tan horrible, dice en alto mientras observa como Edward y Héctor piden explicaciones...

Contemplaba mi último sorbo de la copa de brandy me sabia a poco... Pero estar tan alerta con los que pasaban  y salían del vagón del restaurante... Escuche a lo que decían algunos pero están confuso todo, quien o que es lo que le ha podido ocurrir al caballero Rotchett.

Me venían a la cabeza varios casos de los que trataba en mi fubet mientras estaba sentada en mi letrado... pero no era para compararlo con lo que estaba sucediendo. Algunos exigían o casi todos exigíamos saber  lo que estaban haciendo el forense… o  de los que estuvieran viendo el cuerpo de señor Rotchett.

Me termine la copa de un trago y me dirigí hacia donde estaba mi doncella, los demás que estaban conversando, y le dije Macqueen y los que estaba hay presente. – Disculpad la intromisión pero os han dicho la causa de la muerte ? del señor Rotchett, o seguís sin respuestas?. Porque si supiéramos la causa de la muerte sería un gran dato, para saber de dónde procede o que es lo que le ha causado la muerte. Les sonrió amable y les digo. Perdone por no presentarme soy Dragomiroff  princesa de Rusia… soy abogada, y si necesitan algún abogado no duden en llamarme, o en decírmelo. Saco unas tarjeta de mi bolso y les doy a los caballeros y las señoras que estaban presente.

¿Pálida? Pensé y me acerqué la mano a la mejilla como si con el tacto pudiera ver el color de mi rostro.

Encantada señorita Ohlsson dije con una sonrisa mientras tomaba asiento. Le alargué la mano y me presenté Yo soy la Cond... en realidad nunca le había gustado usar sus títulos, eso era más propio de su marido Maggie dijo finalmente y se le dibujó una fina sonrisa en los labios.

Fue poco después cuando Bouc volvió a alterarla.

Señorita Ohlsson, ¿verdad que usted nos contará la verdad sobre la muerte? Con solo ver el cuerpo puede saber quién fue ¿cierto? preguntó ingenua pues su madre había resuelto incontables crímenes en el teatro, y nunca requería de mucho más que de la simple observación del cuerpo y de los sospechosos.

Sonrió tranquilizadora a la joven que tenía enfrente mientras le estrechaba la mano. A punto estuvo de proponerle dirigirse al vagón salón donde seguramente estarían más cómodas y podrían charlar tranquilamente cuando un caballero entró acompañado por Henry, y las noticias que traía sólo eran la confirmación a los rumores que estaban circulando entre ellos.

- Querida Maggie, si fuera tan sencillo descubrir un asesino sólo mirando el cadáver no necesitaríamos tanta policía ni forenses ¿no cree? -Volvió a sonreir ante la inocencia de la joven, aunque su cabeza era un hervidero de pensamientos imaginándose qué podría llevar a uno de los presentes a cometer tal acto.- Si me entero de algo sobre lo que ha pasado y siempre y cuando se me permita contarlo, se lo diré ¿de acuerdo?

Lo mismo puede esperar de mí. devolví su amable gesto, aunque tenía menos probabilidades de enterarme de algo que ella no supiera.

Dicho esto dirigí mi mirada hacía Bouc esperando que terminara de dar el comunicado pues para mí, sus palabras eran incompletas.

La entrada de Bouc en el vagón restaurante pilló al conductor con la servilleta en las manos, acabada ya la cena. Las palabras de aquel hombre confirmaron sus más terribles temores. Rotchett estaba muerto y, además, había sido asesinado.

Sintió un sudor frío, como la noche. Mirando fijamente a Bouc, esperó a que éste reanudase su charla. Le daba la sensación de que aún no les había dicho todo.