Partida Rol por web

1 de enero de 1700 T.E. 22:13h. Esgaroth.  Despejado 13ºC. Viento liviano.

Las lluvias de estos días han hecho que el lago subiera de nivel. Nadie teme por las casas, ya que está hecha a más altura de lo que cabría esperar, pero ... eso también hace que los traficantes se muevan.

- Dias de lluvia que les impidieron trabajar, ahora, aprovechan.

Lo malo, es que todos sale. Todos se mueven, y es fácil que se encuentren ... y casi nadie se lleva bien. Realmente no dependías de ninguno de los "bandos" pero principalmente hay tres. La propia "ley", que no deja de ser una mafia corrupta, que tiene bajo su cargo a un buen número de secuaces, que también se nutren económicamente de sus tejemanejes, una familia, que funciona como una mafia, y luego, rufianes, que han ido llegando bajo el liderazgo de un tipo que parece que nadie conoce, y acepta descarriados que le juran lealtad.

Los más leales, para ti, es la "Familia", pero no aceptan nadie en sus filas que no sea de sangre, o si acaso, un matrimonio, con uno de los suyos. La lealtad es máxima. A los otros dos les has realizado algún que otro trabajillo, pero normalmente funcionabas por tu cuenta. Lo malo es que esta noche, tras hacerte con el botín de rigor, te encontraste una sorpresa. "La Ley" se topó con un grupo de "la Familia". Eso hizo que unos cuantos de los los primeros asesinaran al pequeño grupo que desembarcaba cosas  de una batea improvisada. 7 miembros de "La Familia" sangran, inerte, flotando en el agua. Esperabas que con el jaleo de la trifulca, pudieras salir de allí, pero no fuiste lo bastante rápido. Ahora, los únicos que pueden ajusticiar los asesinatos, son los propios jefe de "La Ley", y si alguien les acusa, lo tendrán que hacer. 

¿Qué van ha hacer los desgraciados esos?

Por supuesto, la propia milicia de la ciudad está de su parte. No puedes acusarles, más que en público, y eso no hará otra cosa que declarar una guerra entre esos dos bandos.

Marchaste a tu casa, pillaste todo lo que allí tenías y te disponías a escapar. ¿Por donde? El propio puente de acceso a la Ciudad del Lago estaba custodiada por la milcia, afín a los que te quieren degollar, "La Familia" ahora cabrada, por que han asesinado alguno de sus miembros, no confía en nadie, y por supuesto, asesinará, con la ira que ahora mismo les corre por las venas a cualquiera que saque el tema. 

¿Qué vas a hacer? La milicia te busca como un asesino, "La Ley" también para asesinarte y ocultar pruebas, "La Familia" busca venganza desesperados, y el otro bando parece haberse escondido muy bien. Llegas a pensar que el "encuentro" ha sido orquestado por estos, para que se diera la pelea, y por tanto, la guerra entre ellos.

En tu mente surge lo de siempre. Escapar de la cuidad.

Fram suspiró. Sin comerlo ni beberlo ahora era prófugo de la justicia. La milicia de la ciudad y todos los que llevaban sus tejemanejes al margen de la ley iban tras él. Estar en el lugar erróneo y en el momento erróneo era lo que tenía. ¡Y le llamaban afortunado! De sus amigos de antaño pocos quedaban hoy. Lo único que sobrevivía de esos tiempos era su cara y su apodo: demasiado conocido. Demasiado solo y, por tanto, un cabeza de turco excelente cuando unos deseaban deshacerse de otros.

Maldiciendo la cara que los Valar le habían dado, ahora que era conocida, al menos, buscó una manera de salir de ahí. Envolvió sus pertenencias en su lona embreada, por si se humedecían, y las puso encima de su mula. Buscó entonces a alguien (de esos que no hacen preguntas) que le quisiera pasar a la orilla sin pasar por el puente. Ya lo iba viendo: se le iban a acabar todos los ahorros.

En cuanto te acercas, era un chico joven, empieza a gritar para que venga la guardia.

- El asesino está aquí, el asesino está aquí, a mi la guardia, el asesino está aquí...

Se empiezan a escuchar voces. La milicia, que tenía una patrulla cerca empieza a correr. Se escuchan sus gritos y el traqueteo de su armadura.

Oh, mierda... Empujó al niño de los cojones y se subió como pudo en la mula para hacerla galopar como alma que lleva el diablo. Corrió como las flechas atropellando a quien estuviera en medio: corre, corre... Su idea era llegar al límite del pueblo y, sencillamente, saltar al agua con mula y todo. Estos bichos sabían nadar, y con la oscuridad, esperaba que las flechas no le alcanzaran fácilmente.

Era por si tenías comentario alguno que hacer.

Sabes por donde saltar y en medio de la noche, es complicado ver en el agua. Por lo menos desde arriba.

Tú, si ves la ciudad, y te capuzas. La mula, asustada, empieza a nadar hacia tierra, mientras berrera, paralela al puente de acceso. Tú, quedas quieto para ver lo que pasa.

Escuchas las voces de lo que te persiguen:

- Ese desgraciado ha saltado al agua.
- Está por allí.
- Si, si, lo veo.

Todo eso se mezcla entre gritos y otras voces que no terminas de entender.

Tú si los ves a ellos, gracias a que portan unas antorchas, y esa luz, te los ilumina perfectamente. Al principio desorientado te estabas alejando de la ciudad, perpendicular al curso que la mula nada. Lo haces como una ranita, sin sacar las manos, ya que la ropa te impide nadar mejor. Cuando llega la guardia estás a bastante distancia, y la luz de estos no te ilumina, pero a la pobre mula, entre flechas la saetean.

Oh, mierda. No solo estaba con el agua al cuello, literalmente. Además, se acababan de cargar a su mula... Y con ella se le iba al fondo del lago todo el equipo con el que contaba para sobrevivir durante el invierno. La cosa prometía ser dura, muy dura.

No podía quedarse ahí lamentándose de su suerte. Le tocaba moverse porque, de lo contrario, se iba a quedar helado ahí mismo.

Siguió moviéndose con cuidado, para no producir chapoteos, fiado de su habilidad, y se acercó poco a poco a la orilla, sin dejar de moverse, pero con precaución. Le era necesario llegar a la orilla. Era una dura tarea: ¡muy dura! Pero de peores situaciones había salido.

 Tras eso... Quién sabe. Suponía que tendría que hacer un viaje, por las tierras brunas, en dirección al Bosque Negro. Pero todavía no había salido de esta. Nadar: un brazo, después el otro, las piernas, poco a poco... Vaya truño de día. Había comenzado bien, y ahora esto.

Tras 20 minutos en el agua, empiezas a tener tanto frio que tienes hasta calambres. Te diriges hacia fuera. Estás físicamente destrozado. No puedes ni con tu alma, y deseas dormir. Quieres dormir. Necesitas dormir.

Cuando empiezas a estar casi fuera, el poco viento que hay notas que te azota las ropas empapadas con el frio que porta.

Ya no te importa tu hogar, ni tu mula ni nada. Solo dormir y el frio que tienes.

Dormir... Dormir...

¡No! Fram había pasado demasiado tiempo vagando por las tierras ásperas como para no reconocer los síntomas de congelación. Dormir así, con las ropas mojadas en pleno invierno era jugar con la muerte. Debía caminar, moverse, entrar en calor. Debía encontrar un reparo del viento frío, donde pudiera encender un fuego discreto y secar sus ropas.

Caminó a duras penas por la breve playa de guijarros. El puente estaba demasiado cerca, podía imaginar los barriles apilados cerca de los cobertizos, y las almadías que, aun en esta época del año, iban a lo largo y ancho del Lago para ser depositadas en los diversos puertos de acogida de comerciantes.

Él se había ganado muchas veces la vida como trampero. Para ese menester siempre había confiado en pasar noches al raso, pues las presas no solían quedarse cerca de las zonas habitadas. Intentó pensar. Intentó recordar algún lugar poco conocido donde los tramperos solían dejar un pequeño haz de leña seco para una emergencia. Debía pasar la noche, si, pero no de cualquier manera si no deseaba perder algún dedo por la congelación... o morir.