Partida Rol por web

Habían pasado varios días ya desde que deje al beórnida y todavía no había ni rastro del río. La niebla con la que me encuentro me hace pensar que no debe de estar muy lejos. Pero claro, la niebla es niebla, y eso significa que la visibilidad es bastante mala.

Miro a Gorthog. -Ya veo que no tengo que preocuparme de que te falte alimento. Le digo orgulloso.

Aprovecho para comer un poco antes de continuar con el camino y ver si por fin encuentro a alguien al que dar la carta que llevo o descubrir alguna pista más sobre mi padre.

La intuición te hace pensar que el río está cerca, y exceptuando los ruidos del "desayunado", disfrutando como si no hubiera un mañana, el sonido ambiental es de bastante agua. No sabrías decir si por el río, si por el riachuelo que has estado siguiendo como guía, o incluso por la propia niebla. Ni pájaros ni otra fauna se escucha, y el viento, al estar totalmente detenido, tampoco hay más sonidos que te den alguna referencia.

De repente, algo cae en el agua.

En el ambiente no se escucha nada. Estamos Gorthog y yo. Termino el bocado que me queda y me dispongo a seguir el camino.

De pronto un ruido, rompe la calma y llama mi atención. Algo sobresaltado, recojo mis cosas, casi con torpeza, y me dirijo hacía el lugar de donde creo que viene el ruido con mucho cuidado.

-Gorthog, ven aquí. Metete en la mochila. Si no quieres, quédate cerca de mí. Le digo en voz suave y baja.

Voy avanzando lentamente, con el pico en la mano, preparándome por si tuviera que defenderme.

TE diriges, entre la niebla hacia donde crees que es el origen del ruido.

A los pocos pasos notas como tus pies se hunden en un chapoteo asqueroso. Habías metido las botas en un limo cubierto por unas extrañas enredaderas, que si no fuera por estas, te hubieras hundido hasta vete a saber donde, en lugar de solo hasta los tobillos. El "firme" no es nada firme. Mirás atrás, y el hurón es reacio a seguirte en ese suelo. Está sentado, a lo suricato, portando su trofeo en una mano. Al ver que te de tienes se recuesta y sigue con su desayuno.

Una vez metido en faena, me decido a seguir adelante, para descubrir el origen del ruido en el agua. La decisión de seguir adelante no es fácil, ya que ni el hurón me quiere seguir. Si yo fuera él, también me hubiera quedado en la orilla tranquilamente.

Intento avanzar con cautela y agarrándome a todo lo que pueda para no hundirme más.

Ante la dificultad para moverme por semejante terreno, decido retroceder y llegar a la orilla, esperando a ver si lo que fuera que cayera al agua sale a flote y consigo verlo sin tener que jugarme la vida más de lo necesario.

10 Enero  1700 T.E. 08:50. Nuves y claros. 2ºC  y sin viento. Niebla densa baja disipándose. Cauce del propio río. Los Valles del Anduín. Rio Grande.

Esperas pacientemente. Hace varios días que pateas con ahinco, y te tomas un descanso. No tienes tanta prisa como cabría esperar y además, tu hurón ya ha traido tres peces. Dos de ellos los conoces. Son truchas. El tercero es diferente, y viene con una gran herida en el costado. Aún pega coletazos, y aunque no sangra, su carne interna es roja. No tan viva como el de una vaca, pero ... si. Roja. La espera trae sus frutos. La niebla se va disipando y te percatas que estás en una zona pantanosa. Un remanso amplio del propio rio. Tu primer objetivo de ruta había llegado. Ahora sólo tenías que seguir el curso de agua.

Te alegraste por la noticia, pero también por poder percatarte que tu "bichillo" estaba trayendo el desayuno.

Los días iban pasando y la prisa con la que salí de mi hogar, ya no era tanta. El camino había ido pasando, casi, sin sobresaltos y eso me hacía estar más tranquilo. Incluso el tiempo estaba mejorando.

Gorthog, no sólo se busca su comida, sino que encima me trae su caza, en este caso pesca. Doy buena cuenta de una de las truchas que ha traido y le acaricio el lomo en señal de agradecimiento.

-Quien iba a decir que serías tú el que cuidase de mí y no al revés. Jajajaja. Una risotada sale de mi boca. Hacía mucho que no ocurría esa sensación.

Habíamos llegado al río y ahora sólo era cuestión de seguir su curso. No sabía que distancia quedaba hasta llegar a su destino, pero ya estaba acostumbrado a andar y un poco más no iba a suponer ninguna tragedia.

Hay tres pájaros volado a cierta altura. Van dando las típicas vueltas que haces las águilas. Un cuarto baja en picado. Cruza por muy cerca de la otra orilla del ancho río, y tras unos metros de vuelo rasante parece que se estrella contra algunos arbustos. Segundos después retoma el vuelo con algo entre sus amarillas garras, y parece que sigue vivo, porque se revuelve y tras unos metros el ave usa su pico, del mismo color que las garras, sobre su presa.

Tu hurón ha dejado su "botín" y se ha escondido en la mochila como ... si se hubiera teletransportado.

A medida que vamos avanzando van apareciendo criaturas, que en principio son inofensivas y no suponen ningún riesgo. O al menos eso es lo que parece en un principio.

Cuando veo como uno de las aves que sobrevolaban el terreno se lanza sobre mi hurón, intento interceptarla pero es demasiado rápida para mí y atrapa a Gorthog con sus garras. -¡Sueltalo, maldito pajarraco!

Sigo con mi mirada el vuelo que realizan, veo a mi amigo intentar escabullirse de cualquier manera. Cuando de repente, ya no lo veo entre las garras del pájaro. Me fijo bien, pero no está allí y no lo había visto caer. Noto algo moviéndose en mi mochila. La abro y Gorthog está allí. Pero, ¿cómo es posible? Estaba atrapado en sus garras y volando. ¿Cómo ha llegado aquí?

La alegría que siento al ver que está bien, es más poderosa que la confusión acerca de lo que acaba de suceder. Amigo mío, creo que eres más de lo que aparentas a simple vista.

Siento un movimiento en la mochila que me hace salir de un leve trance. De alguna manera mi mente me había jugado una mala pasada y había alucinado con que Gorthog tenía poderes mágicos. Nada más lejos de la realidad. Gorthog era un animal fiel y obediente, pero un animal al fin y al cabo. Se rige por la supervivencia y al ver peligro corrió a refugiarse en la mochila.

Echo un vistazo para ver como está. Enroscado y casi tiritando del susto. Le acaracio un poco para tranquilizarlo, pero en seguida lo dejo en paz. En estos casos es mejor no atosigarlo.

Prosigo el curso del río, deseando llegar lo antes posible a mi destino aunque con la incertidumbre de no saber que es lo que me esperará allí.

16 Enero  1700 T.E. 10:54. Despejado y sin viento. 7ºC. Cauce del Río Grande. Los Valles del Anduín.

Tras varios días caminando hacia el sur, un "muro" se cruza en tu camino. Una "frontera" en la mentalidad enanil; un curso de agua. No sabías lo profundo que era, pero corría rápida y fría. Pudiste ver en el agua varios peces que no reconocías, de casi un metro de longitud, remontando el afluente, que desembocaba en el propio Anduín. A más de medio kilómetros había varias personas. No sabías lo que hacían, pero eran como una docena, y no eras capaz de saber más que seguro algunos serían beornidas, por las barbas pesadas y por el parecido con el que encontraste días atrás. El pan que te dio este, ya se había terminando, y algunas de tus viandas también.

El afluente serpenteaba entre las colinas que venían del este. De la misma dirección que había que tomar para regresar al bosque, que no sabías a cuantos días de distancia podría estar. El agua, cristalina, se tornaba oscura cuanto más se alejaba de tus pies, y terminaba unos 8 metros más allá. El borde estaba lleno de juncos, y algunas piedras grandes, que podrías superar sin tener que saltar, pero si haciendo un esfuerzo. Por otro lado, el fondo eran cantos rodados y otras piedras. No se veía ninguna zona arenosa, y el agua corría rápida y sonoramente, al menos, hasta estrellarse contra la mayor masa de agua que era el propio río, que habías usado de guía.

Después de caminar varios días sin ninguna novedad, siguiendo el curso del río, me encuentro con que no me queda más remedio que cruzarlo. A lo lejos se ve gente, posiblemente beórnidas, quizás sean aquellos a los que tengo que entregar la carta que habia recibido de Comar Grumal.

No me gustaba nada la idea de encontrarme con gente, y los beórnidas no es que sean los seres más hospitalarios. No les gustan los enanos y mucho menos los orcos. Y yo era una mezcla de ambas razas. Tenía todas las papeletas para no salir con garantías de ese encuentro. Esperaba que antes de que me juzgasen, me dejaran explicarles que iba en son de paz.

El río corría rápido y no parecía fácil de cruzar y mucho menos con la armadura puesta. Pero no estaba dispuesto a quitarmela y quedar indefenso. Camino buscando algún sitio más accesible para poder cruzar el río, sin arriesgarme a ahogarme o ser arrastrado por la corriente.

Miras hacia los lados, y nada te indica la presencia o ...