Partida Rol por web

Cuando pone un pie en el suelo de nuevo, clava su bastón en la tierra, empieza a sonreir y con la cabeza hacia detrás hace un ruido extraño mientras se convulsiona, apoyado en su cayado. Es una especie de ruido seco, como estertores de muerte o una tos vieja. Esa es su risa.

Elegirá a unos cuantos Uruks fuertes, un grupo que se mueva rápido. Sabe que si el mago gris está de por medio, necesitará una gran fuerza bruta para poder llegar hasta él o por lo menos anularlo. Los hombres son débiles en sus sacos de carne rosas y "El Mago", no podrá hacerlo todo él sólo, así que se centrará en sus aliados.

Las luchas de poder de la ciudadela ahora se te atonjan distantes y superfluas. Ahora estás por encima de eso, una misión que te encumbrará si no a la mano derecha del señor oscuro, muy cerca de su influencia. Ahora habrá que salir al mundo real y demostrar todo el poder que he acumulado durante siglos.

Mientras subía niveles con lentitud, el viejo hechicero, estaba pensando que tenía a la mejor materia prima, de hecho habían un par de Uruks en las jaulas que habían soportado muy bien los castigos y habían desarrollado un terror hacia su persona que le podría valer para dirigirlos con mano de hierro. También había de otros tamaños y algunos con habilidades para hacerse con lo ajeno que le valdrían para sus fines. Cuando le crecieran todas las uñas...

De hecho al Uruk medianamente avispasdo que vio en el cónclave, le hará un oferta que no podrá rechazar, se la haré con mis tenezas favoritas en la mano par que no hayan dudas.

El "espabilado" tras moverte por varios lugares te das cuenta que está de apoyo en una gran sala. Es un puesto de guardia y allí hay más de sus congéneres. Pero estos no son Grandes Orcos. No son Uruk-Hay, sino mestizos. Tenían tanto o más de orco que de humano.

Era una Jefe de Garra.

El hechicero se acercó hasta donde estaba el semiorco.

-Tú, jefe de garra, ¿Sabes quien soy?- le pregunta, con ese tono amenazador que acompañaban siempre sus palabras de forma automática tras estar cientos de años en la prisión. Quiere primero tantearlo.

- El Laugash de las celdas. Se alzó con orgullo, y su metro setenta era más que todos los orquitos normales y corrientes. Sus rasgos, más marcados hacia la humanidad que sus viles hermanos menores, le hacían parecer un hombre deforme y feo, pero ralmente, en su mirada había más cosas, no solo la vileza de un orco, sino además una inteligencia que muchos bajo Amon Lanc no se imaginaban. - Kijanshi el Torturador.

El tipo sabía que apelar a tu mote, ante todos aquellos, podría ser tanto bueno, como una sentencia de muerte, y su orgullo le hacía pensar que daba igual. Si moría allí mismo, se terminaban sus sufrimientos, y si le salía bien, también sus penas se amainaban. Además: ¿Para qué quería ir allí un Laugashî, si no era para un trabajo o para matarlo? Sea como fuere, si situación cambiaría radicalmente, y eso le alegraba. No sabía en que vertiente cambiaría, pero ... le alegraba.

Te diste cuenta de una cosa. La mayor parte de los orcos, pronunciar nombres complicados era imposible. Para los mejores, simplemente era difícil y lento. Este lo había pronunciado sin bacilar. Sin fallar. Y con el tono que hubiera dado un elfo, en lugar de un humano u otro tipo de ser.

-Correcto- dice más para sí mismo.

El Hechicero golpeó el sueno con la parte baja del bastón. Es una manía que tiene cuando quiere pasar a otra cosa. El Semiorco era listo, un recurso valioso y, tal vez, peligroso. Pero un recurso nunca se desaprovecha.

-¿Cual es tú nombre y las hazañas de tu garra?- mostró interés en su interlocutor, la amenaza seguía flotando con palabras secas, pero a todas luces, había pasado una prueba que tenía en mente. Ahora le preguntaba para ver si tenía un mentor, un dueño o señor, dependiendo las misiones que hayan realizado, sabrá a quien sirve.

Parece que este soldado tiene asumido su destino, darle un escalón al que subir hará relucir a este diamante, que está cubierto de la mugre de la tropa ordinaria y bajo la suciedad de la mediocridad. ¿De qué será capaz con la motivación adecuada?

El medio orco lo había entendido. No es que fuera a por él como castigo, si no, no preguntarías su nombre. Se había dado cuenta que era para ser enviado a una misión.

Se puso la mano en el pecho y bajó la cabeza. Era un gesto de humano no de orco. Sólo unos pocos de los humanos de allí usaría este gesto, y además ... serían de alto rango:  - Este se ha criado entre varios lugares y culturas.

- Soy el Jefe de Garra de Karlijar, de los Zurdos Arañados mi Señor, pero mi garra se disolvió por orden del Kritar Kulgah-has de la puerta hace tras días. Sólo quedo yo y he pasado a funciones de puerta.

Se repetía otra vez con formas de hablar más humanas que orcas. - He participado en 5 patrullas, y en mi Lucha de Guerrero directamente se me dio este puesto.

- Otro cambio de cultura. Sólo a los orcos que les hacía pasar la prueba de adolescencia, para que demostrasen si símplemente eran perros o si valían para algo más.

Los zurdos arañados... Kujanish se refugió en las sombras de su capucha para disimular una sonrisa, por alguna razón los nombres ingeniosos de los orcos siempre le han hecho gracia, es como si un loco tirara dados y juntara palabras al azar.

-Jefe de Garra Karlijar- repite con voz rasposa- vendrás conmigo, si tenemos lucimiento en nuestra misión, podrás destripar al Kritar Kulgah-has o tomar su puesto si así lo deseas, pues la notoriedad que nos espera si la cumplimos, no tendrá parangón. Si no aceptas el honor, no insistiré- pues eso significará que su intución le ha fallado- y dejaré que sigas desperdiciando tu vida aquí, sin hacer nada relevante por el señor oscuro.

El medio orco pensaba otra cosa:  - O aceptas o desperdiciarás tu vida destripado en el suelo mientras te desangras.

Su contestación fue simple y directa: - Le sigo. Entonces se agachó y recogió un pequeño macuto, donde parecía que guardaba sus pocas posesiones. Además portaba una lóriga metálica y varias armas al cinto (un par de alfanjes, colgados cada uno a un lado, y muchas dagas finas y largas), del cual también colgaba un casco de chapa bastante usado. La tosca túnica larga marrón, que había usado en el culto, le hacía parecer un sabio o sacerdote, estaba enrollada de cualquier manera sobre el petate. No pensabas que estaría tan acorazado, sobre todo porque en las sesiones del rezo, donde se drenaba la energía para "Dios" no es normal que nadie entre acorazado. Las armaduras de metal retienen el poder, y tanta chapa era una limitación densa y pesada.

- Se habrá cambiado para la guardia, pero ... seguro que es temido o apreciado, ya que le han guardado sus cosas y no parece que nadie le hubiera robado nada.

Sin duda parece un diamante en bruto, todos los indicios son buenos, los detalles más insignificantes no escapan al ojo del torturador los cuales son muy visibles para él. Fuerza, determinación, voluntad, respeto... Parece que ha cogido las pocas virtudes que tienen los simples humanos y las ha fortalecido con la sangre oscura, con una combinación que suma más que las dos partes por separado. Mira sus pertenencias para la guerra y le parecen correctas, podría solicitar unas nuevas para él, pero esas son aceptables y estará acostumbrado a usarlas y darle algo mejor puede ser contraproducente.

Siguiendo la línea de pensamientos de estas razas combinabas, piensa en hacerse con un semitroll, buscando así algo de puro músculo que pueda llevar cosas pesadas y separar cabezas de enemigos. Ambas aptitudes muy apreciadas por Kujanish. De este modo cuando ha terminado de pensar, le responde a Karlijar.

-Evidentemente- declara con voz raposa mientras se da la vuelta y comienza a caminar, apoyado en su lacayo, con paso lento y tranquilo, que le ha dado los siglos de vida. Vamos a por ese semitroll.

El único lugar en el que se te ocurre que podrías sacar un medio troll, capaz, y que no fuera un trozo de carne, sería un grupo que está bajo el propio Khamûl El Oriental. Un espectro del anillo que jamás has visto.

Khamûl El Oriental. Ese nombre se asomó a los lindes de mi conciencia directamente desde la memoria donde se encontraba el semitroll que necesitaba. Hablé en voz alta, es una costumbre que he adquirido por los años y años de hablar a clientes que no querían o podían responder.

Nunca había hablado con él, pero tenía una posición muy importante, debería tratar con cuidado y con sumo tacto. Teniendo al Amo apoyando mis acciones, dudaba que hubiera ninguna clase de problema.

Un escalofrío te recorre la espalda al pensar en él. Lo habáis visto de lejos, y su mera presencia daba pavor. Si, tenías muchos años, pero tu alma se veía afectada. Sabías donde tenías que ir ... y como localizarle. Ahora: ¿Tenías el valor para hacerlo?