Partida Rol por web

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El momento de la verdad ha llegado...

Esperé pacientemente mi momento, acercando centímetro a centímetro la mano a la daga que siempre llevo oculta, y cuando la ocasión fue más propicia me lancé sobre la italiana atrayéndola hacia mí de un fuerte tirón. Antes que el tullido pudiera reaccionar ya estaba escudado tras ella, con mi daga amenazando su lindo cuello. Ahora, la baza era mía, y a mí me tocaba decidir qué hacer.

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- Parece que la situación está ajustada ahora, mi señor... ¿os parece que hablemos? Tal vez podamos llegar a entendernos sin que corra la sangre...

-Bien. Dije con firmeza. Ahora podemos hablar los tres con tranquilidad. Baje voacé su arma y yo retiraré la daga del cuello de la dama, y que pare el cochero el carruaje y baje del pescante, y se ponga donde yo lo pueda ver. Déjenme dar mis razones y juzguen luego vuesas mercedes si yo soy su enemigo o no.

A ver si traga el anzuelo...

Bajó el arma (aunque no demasiado) el tullido, mirando con ansiedad a la italiana, pero aunque el cochero paró el carruaje, siguió a mi espalda. Y como este hijo de mi madre no tiene ojos en la nuca, recelé alguna treta, así que tenía que seguir manteniendo mi ventaja mientras pudiera.

- Ahora que estamos más tranquilos, hablemos...

-Miren voacés que yo no soy enemigo. Les expliqué. Sino solamente un pobre hombre que trata de ganarse la vida como puede, y a menudo es malamente. Nada hubo de personal en lo que os dije, caballero. Añadí con un tono un tanto lastimero. Que me pagaron para que de tal modo os insultara. Que hay gentes a las que molesta que rondéis a esta dama, sin duda porque desean ocupar vuestra plaza a su vera, y a mí me tocó daros de tal modo aviso...

Terminé de darle mi mensaje al viejo lisiado y esperé en silencio su reacción...

Mis razones salieron balbuceantes de mis labios, y no me convencieron ni a mí. La situación se ponía tensa por momentos y me daba que no iba a ser con palabras como saldría de ésta...

Me da la impresión de que mis palabras no parecen haber convencido al viejo y me dispuse a reaccionar ante lo que este pudiera hacer...

Noté un movimiento y me di cuenta que mientras yo andaba distraído la italiana me preparaba una mala jugada. Así que le apreté un poco más la daga contra el cuello y una lágrima de sangre se deslizó hasta su seno. Ella soltó una exclamación apenas, como mujer valiente que era, pero el ojo sano del tullido se volvió hielo puro y supe que tenía un enemigo mortal a partir de entonces. Había que terminar con esto.

Observe como la gota de sangre se deslizaba por el cuello de la mujer hasta llegar a su seno y, sin quitar la vista del tullido, la limpié aprovechando para notar la turgencia y el calor que provenía del pecho de la joven.

- Habéis visto que los juegos se han acabado... Arrojad vuestro arma fuera de la carreta...

El viejo lanzó la pistola a la calle, momento que aproveché para bajar sin más de la carroza y huir. Ésta se fue a toda prisa, dejándome en medio del camino. Y algo dentro de mí se alegró de haber salido con bien de este lance, que esos dos eran enemigos con los que no desearía yo volverme a topar. Y con todo, barrunté para mí, los negocios privados bien discretos son, mientras que los públicos son comidilla en los mentideros. La humillación del tullido bien conocida que sería, que la hice en sitio público, mientras que de este ajuste de cuentas que con los italianos había tenido nadie salvo nosotros estábamos enterados. Así que aún podía ir a cobrar del Rijoso lo pactado, que yo bien que había cumplido, y si luego el galán que había pagado para amedrentar al tullido se encontraba que las cañas se volvían lanzas, a fe mía que me importaba una jiga...

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Mi parte estaba cumplida, y he de decir que el Rijoso cumplió con la suya.

Con mayor dificultad de la que parecía al aceptar el encargo del Rijoso, me dispuse a cobrar mi bien ganado salario.

Una vez con las monedas en mi bolsa, me dispuse a invertirlas con mi objetivo en mente... Vengar a mi hermano...

Todo tiene un precio, y en los malos ambientes de la Carda las cosas suelen encontrarse más baratas que en otras partes... siempre que no se hagan preguntas sobre su procedencia. Otra cosa es que el género, aunque barato, estuviese al alcance del sonante que tintineaba en mi bolsa:

Coleto de Cuero = 20 reales
Traje elegante = 25 reales
Daga = 5 reales
Espada = 20 reales
Pistola = 50 reales