Partida Rol por web

Acongojados, el heterogeneo grupo formado por hombres de Dios, campesinos y soldados seguían al gigante en la total oscuridad de la noche. Había dejado de llover, pero el frío viento que bajaba por el valle helaba sus todavía mojados cuerpos. Gartzen siente como su cuerpo se había enfriado de manera preocupante, siendo gran contraste al sofocante calor que sentía momentos antes, cuando su cuerpo sudoroso andaba metido en pendencias con Silván.

Las sonoras pisadas de Silván hacian posible que pudieran seguir su rastro, guiandose más en el oído que en la vista. Los soldados se cuidaban mucho de que el gigante viera el resplandor de sus antorchas, percatándose de que era seguido.

En aquella casi total oscuridad se hacía casi imposible distinguir hacia donde se dirigía Silván. Ni Baraxil o Ander fueron capaces de intuir que destino les depararía aquella misteriosa persecución. Que avanzaba silenciosa cual Santa Compaña.

Allí estabas, sumido en tus pensamientos, cuando tu mirada como atraída por alguna fuerza se clavó en un extraño libro que descansaba en una polvorienta estantería sobre la mesa de alquimia de Marieta. No pudiste evitarlo. Candil en mano te acercaste al viejo y mohoso tomo. Al agarrarlo sentiste el peso, el enorme peso del poder que en aquellas páginas se escondía. Cogiste un taburete y te acomodaste en la mesita, dispuesto a descubrir lo que había escrito en aquellas viejas páginas. Soplaste el polvo que lo cubría, y después de pasar la roída manga de tu harapienta ropa por la portada pudiste ver su título;

De Ambulatione Per Umbras

Aquel libro escrito en su mayoría en latín fue escrito en el siglo XI por alguien que se hace llamar Aristarco de Birmingham, quien se empecina en asegurar que todo lo relatado allí es verdad, siendo probablemente la mayoría una patraña o verdades a medias. Está lleno de ilustraciones, sortilegios, remedios, consejos, relatos e invocaciones.
Te llamó especialmente una parte del libro en la que se hablaba de una invocación al demonio Frimost. El libro apunta varias pautas que el invocador debe seguir en los días anteriores al ritual para ser escuchado por el demonio, y recibir de él pequeños favores. Las instrucciones previas vienen a ser:

A un hombre santo la vida le has de quitar, esparciendo su sangre y renegando de su fe.
Odios y envidias debes extender y quince muertes de ese modo provocar.
Debes conducir a la muerte dolorosa al amor de tu vida, ofreciendo su alma al demonio.
Nombre has de ganarte, ser famoso por sembrar miedos y temido por hacerlos realidad.
Antes del ritual, Frimost te nombrará una víctima que tendrás que sacrificar, únicamente valiéndote del terror.

Aquel ritual tenía ciertas similitudes con la invocación a Agaliarepth. El hombre santo, un niño en lugar del amor de tu vida...

Un ahogado quejido te sacó de tu enfrascada lectura. Era el pequeño zacarías. Había despertado, que extraño. El efecto del bebedizo debería haber durado mucho más tiempo. No conseguías dar explicación a aquello. De todas formas no importaba. El muchacho se encontraba atado y amordazado, listo para su sacrificio.

Don Miguel seguia con la persecución escoltada por los suyos, y confiado en que la intuición de sus exploradores les llevará a buen fin.

Rachid miró con interés el libro, para acabar dándose cuenta que no tenía demasiado contenido útil, revisó el libro hasta dar con un párrafo importante, que le preocupaba en cierta manera por la siguiente frase "...Odios y envidias debes extender y quince muertes de ese modo provocar...".

A pesar de que el joven Zacarías estaba despertando, poco le preocupó. Estaba, atado y amordazado por las brujas, ellas lo necesitaban así y poco le importaba a el lo que al zagal le pasase, mientras obtuviese su recompensa. Seguí sin fiarse, así que volviendo a poner el libro en su sitio, se untó con su ungüento antiquemaduras, y se roció su propia túnica con la mitad de la sangre de salamandra que le quedaba.

Sería su última carta en la manga, si todo se torcía.

Se volvió a sentar, y esperó pacientemente.

Varias horas duró la persecución de Silván. Cansados, doloridos y tullidos de frío llegasteis al bosque donde se hallaba la cueva del gigante. Al poco rato de internaos entre aquellos viejos árboles reconocisteis el lugar. Ahora había que andar con mejor tiento que en el camino, pues las hojas secas y las raíces que sobresalían provocando repentinos tropezones, no ayudaban a la hora de pasar desapercibidos.

La tranquilidad con la que el gigante entró en la cueva fue tal, que provocó el efecto contrario que debería en vosotros. Intranquilos y llenos de dudas hicisteis breve parada antes de decidir que hacer. El vascón tiritaba, y la fea tos intermitente que traía desde Tella se iba haciendo cada vez más regular.

Al parecer Silván no os había conducido a la fuente. Os había llevado a su guarida, lugar que ya conocíais. Ahora tocaba decidir que hacer. ¿Darle muerte a golpe de mandoble? ¿Derrumbar la cueva y dejarlo atrapado? ¿Prender fuego a toda aquella zona? ¿Entrar sigilosamente y darle muerte clavando espada en su ojo?.... ¿O simplemente dejarlo allí y volver a Tella?. Aquella decisión probablemente lo cambiaría todo.

Tras haber pasado un frío extremo me empecé a encontrar mal , y mi estado se fue agravando teniendo tos , dificultades al respirar, fiebre así que según mis conocimientos adquiridos muchas  veces en mi camino por sanadores que me enseñaron remedio sencillos para tratar las enfermedades , hice mano a mi bolsa para meterme en la boca unas plantas que curaban la fiebre ...

En cuanto llegamos a la guarida esperé la orden de mi señor pues aunque estaba todavía en mal estado , las plantas hicieron su efecto bajando la fiebre...

Aquello parecía el juego del gato y el ratón. Ya habíais recorrido el camino de Tella a la cueva varias veces, todas ellas sin conseguir ningún resultado. ¿Acaso ese era el plan de la maligna presencia que se cernía sobre Tella, alejaros del pequeño y remoto pueblo? ¿Sería Silván parte de los invisibles hilos que movía aquella oscura mano como si de un maligno titiritero se tratara? Un extraño presentimiento te invadió. Nunca antes sentiste una corazonada igual ni una congoja semejante en el corazón.

...Zacarías.

Zacarias? el zagal quedo en el pueblo, no habria que gastar cuidado en él. ¿ o si?

¿ como quieren vuesas mercedes atacar a la fiera?

Creo  de necios el de entrar a la su guarida, es su terreno et juega al su favor. Creo que fabra que facer guardia y trazar alguna trampa para atacarlo fuera.

Creo de que fabria que colgar una soga a la altura de las sus piernas para intentar hacerlo de caer. Dificil est.

Colocar leña para prenderla fuego et verter aceite de lampara, para echarle una antorcha cuando el Silvan salga a ver si el fuego nos ayuda en esta santa misión. Guardemos tambien aceite nos para lanzarselo  al gigante cuando prenda lo otro.

Tambien debemos de buscar o facernos un nido en el que ocultarnos y vigilar la su salida. Valdrianos ese nicho para asaetearlo tambien, aprovechando la sorpresa.

No mostraba Don Miguel  la serenidad y firmeza habitual en él.Se ve que no lo tenia claro.

- Cavaliero, deme oportunidad para demostrar valía y vengar al mi hermano. - Quien habló fue Baraxil.

- Entraré en aquesta caverna silencioso et con tiento clavaré cuchillo en el ojo de la bestia. - El cazador dudó un momento. - Mas credo que aqueste filo es poca cosa. ¿Dierame la su espada para completar con éxito tamaña gesta noble señor?. - El cazador sabía que el santiaguista no se desprendería facil de su espada. Aquel filo no sólo era un arma, era representante de la condición de noble del caballero además de poseer la forma de la santa cruz. Aún así Baraxil lo intentó, pues no le hacía gracia intentar aquella misión suicida armado con un pobre cuchillo.

Aquella misión, aunque de éxito improbable, no parecía descabellada del todo. Era sencilla y podía ser eficaz. Era una mera cuestión de suerte.

Me parece mi señor que debe de dejar que lo intentemos yo acompañaré a Baraxil el me ayudará a bajar por el desnivel con una cuerda que necesitamos que nos dé , él es bastante diestro trepando no tendrá dificultad para bajar por la cuerda más luego nos acercaremos ambos en sigilo a por el gigante por si falla uno que no yerre el otro. Denos esta oportunidad y si fallamos haced cómo vos veáis...

Baraxil me place vuestra audacia, valentia y vuestro todo, pero no pidaisme que os ceda la mi espada pues no tendria manera de combatir con el gigante. En la mi cabalgadura tenia una que con gusto hubieraosla prestao.

Vascon si sus creeis capaz, facerlo pues. Marchar los dos xuntos y con nuestros rezos.

Eso si demorad un poco la marcha, y esperar a que llenemos la entrada a la gruta de leña et aceite, et aguardad y ved el donde escondido nos habremos. 

Antes de marchar, saca del zurron el hisopo y procede a bendecir a los intrepidos primero y al resto de la expedición despues, para lo que murmura unos rezos y hace arrodillar  a toda la expedición.

Me arrodillé ante mi señor asintiendo ante su audaz plan, si fallábamos en el intento sabríamos que mi señor preparaba un segundo plan para que fuese el final de Silvan de una vez por todas. El gigante debía de morir, ya había llegado demasiado lejos destruyendo las ermitas de nuestro señor , así que me presiné una vez arrodillado notando como mi señor nos bendecía para que nuestro señor del cielo vengara tan cruel afrenta perpetrada por tan vil criatura.

El cazador y el vascón, ya antes habían entrado en aquella caverna. Juntos ahora lo volverían a hacer. Acatando el mandato del santiaguista, hicieron tiempo y ayudaron en los preparativos de la trampa ideada por el caballero antes de entrar en harina.

La lluvia había cesado, buena señal, pues esa lluvia que evitó que ardieran más hombres de Mendoza cuando lucharon en Tella podría haber evitado que ardiera también Silván si fallaba el asalto de Gartzen y Baraxil. No obstante, por desgracia, todo estaba bien empapado. Ahora que había dejado de llover, el silencio en aquel bosque era inquietante. Sólo el palpitar de los corazones y el ulular de una lechuza que observaba como muda espectadora de lo que allí ocurriría rompían el silencio.

Después de que don Miguel diera bendición a los valientes, estos desaparecieron en la oscuridad de la caverna.

Allí estabas, a la espera de acontecimientos. El vascón y el otro demostraban tremenda valentía sin duda. La luna asomó entre las nubes poco después de que los dos desaparecieran tras la entrada de la cueva. Aquella mortecina luz, el olor a tierra mojada, ese sentimiento de emoción, incertidumbre y temor se mezclaban creando un momento que sabías se quedaría grabado en tu memoria hasta tu muerte.

En oración interna te hallabas, como tantas otras veces. - ¿Está seguro de aquesta misión mi señor? - Así te sacó de tu ensimismamiento el soldado de Mendoza que respondía al nombre de Lárazo.

Ander permaneció mudo, esperando tambien escuchar la respuesta.

Envalentonados entrasteis de nuevo en la caverna. Esta vez sería más fácil, pues conocíais el camino de antemano. La bendición de don Miguel infundó renovado coraje en vuestros corazones. Eso ayudaría en esta casi imposible misión.

A pocas varas de la entrada encendisteis las antorchas. En el exterior aún caía una leve llovizna que en breve cesaría. Paso firme y valeroso avanzasteis, tratando de guardar el mayor sigilo posible...