Partida Rol por web

East End londinense, 09:00 del jueves 21 del junio de 1923

El hombre palidecía ostensiblemente mientras observaba las cartas desplegadas por Madam Maude sobre la mesa. La mujer no comprendía el motivo de tanto nerviosismo. Era bien cierto que el Diablo, el Colgado y la Muerte solían provocar reacciones negativas pero el Tarot estaba pensado para ser leído de forma muy ambigua. La Muerte podía simbolizar una mala noticia si querías asustar al cliente pero también un momento de cambio si deseabas ser más benigna. Era la lectora de las cartas quien decidía. Pero aquel individuo estaba casi transpirando por el nerviosismo.

De pronto posó una mano temblorosa sobre la de la pitonisa, para evitar que sacase más cartas de la baraja. La mujer sintió una tensión peligrosa en ese contacto. Estaban en una pequeña habitación en uno de los locales que Saúl había dispuesto para que echara las cartas. A esa hora el único presente allí era el joven Stuart, que había sido con quien el cliente había contactado para pedir una lectura a una hora tan extraña como temprana.

La pitonisa miró al hombre. Debía tener unos cuarenta años y vestía ropas bien planchadas, nuevas. Por su acento parecía americano. Tanto Stuart como ella lo habían catalogado como el clásico turista que buscaba emociones fuertes pero controlables que contar a su regreso a Boston, Nueva York o donde quiera que fuese. Era delgado y de aspecto ratonil así que no lo consideraron peligroso. ¿Se habían equivocado?

—No siga.— pidió casi en un susurro, como si aquellas cartas ya le hubieran contado algo que ya sabía de antemano.

Su otra mano rebuscó en su bolsillo y terminó depositando unas monedas de forma precipitada sobre la mesa mientras se levantaba.

Sin mediar palabra se dirigió hacia la puerta y salió con paso tembloroso. ¿Qué había visto en las cartas para ponerse así? Stuart echó una mirada a las monedas de la mesa: fuera lo que fuera la propina era generosa. Aquello era más del triple que normalmente se cobraría por el servicio ¡y Maude ni siquiera había hecho nada! Entonces se fijó que una de las monedas era en realidad una forma de hueso circular con algo tallado. Por pura curiosidad la cogió y vio una extraña forma dibujada en el centro, que parecía una estrella de cinco puntas un tanto distorsionada con una columna de fuego dibujada en el medio.

El cliente se fue como alma que lleva el diablo, no le dio tiempo ni a decir esta boca es mía, se hubiera despedido, hubiera intentado sonsacarle a donde iba.
-Lo has espantado....- se lamentó el niño con un tono de reproche suave hacia la adivina.
Luego calló en la cuenta de aquella moneda falsa, la cogio pensando que sería cualquier cosa antes que aquello. Miró aquel objeto con curiosidad durante un segundo, luego como pasa con todos los niños, su mente voló a otras cosas, en este caso a cosas mas pragmáticas. Y luego miró la puerta por donde se había ido.
-Parece que le azote el diablo con saña....- dijo mas que curioso Stuart
-¿Sabes lo que es esto?.- Quiso saber mientras se lo pasaba a la adivina.
Ahora mismo Stu se estaba preguntando si debía seguirlo, era un buen cliente y de las vacas había que cuidarlas para poder ordeñarlas poco a poco.

Maude desplegó el resto de las cartas, pero la situación le dejó tan descolocada que fue incapaz de continuar la lectura¹. Desde luego aquella reacción le había dejado muy trastornada. ¿Qué pasaba con aquel tipo?

Le echó un vistazo de nuevo a la pieza que Stuart le había mostrado. ¿Por qué le había dicho al chico que no sabía lo que era? ¡Los nervios sin duda! Aquel símbolo era un grabado de protección². Pero no era el típico símbolo contra el mal de ojo. Era algo más antiguo y siniestro. Maude recordaba haberlo visto en algún sitio pero no donde. Un amuleto de protección desechado, una huida precipitada... ¿qué le pasaba a aquel extraño hombre?

Stu miró a Maude y en su tono , obstinado, como era habitual, añadió:
-Le han espantado las cartas, tu has sacado las cartas, ergo... - el timbre de su voz fue decayendo conforme se calaba la gorra, se aseguraba que el cuchillo estuviera en su sitio y salía tras él.
Aún estaría en el portal, y bueno, Maude pensaba como él, sobre todo por que no sería ella la que fuera tras ese hombre y tras lo que le persiguiera y asustara.
Aún así el también estaba intrigado.
-Se cuanto te ha dado, quiero el doble de lo de siempre por traerte gente. Hablamos luego.- Argumentó en la puerta antes de marchar escaleras abajo, no era el momento para regatear ni perder tiempo.
Stu bajó las escaleras de dos en dos y llegó a la calle con el corazón acelerado, miro a izquierda y derecha buscando a aquel hombre, sin duda caminaría deprisa, nadie en ese barrio pasearía calmádamente sin ser de los habituales, y nadie sensato se saldría de las calles principales, así que debería ser capaz de encontrarlo...

Efectivamente el individuo iba por una calle principal andando con paso apresurado. Stuart no tuvo dificultad alguna en encontrarlo. El muchacho se disponía a salir del edificio cuando vio que un coche negro se detenía al lado del individuo. Con una pasmosa velocidad un tipo vestido con una gabardina salió del mismo para agarrar al hombre de la suerte marcada por un brazo. Empezó entonces un leve forcejeo pero parecía claro que el de la gabardina era mucho más fuerte y sabía pelear mejor. Estaba ya llevando a rastras al otro al interior del coche.

Stuart miró a su alrededor. Había algunos transeúntes por la calle pero nada tenían que ver con la banda de Saúl. Todos se habían detenido al ver el espectáculo y estaba claro que nadie se entrometería. En el East End todo el mundo tenía sus propios problemas como para hacer de buen samaritano con un desconocido.

Stuart no supo que hacer en aquel momento. Miro a ese tío, era enorme. Si se metía en medio se llevaría una zurra y no conseguiría nada. Aunque luego miró al coche...
Mientras todos miraban a la escenita que iba a durar mas o menos pocos, Stu decidió que iba a ir por el otro lado del coche con discreción y si se acercaba sin llamar la atención, con el cuchillo iba a pinchar una rueda del auto para retrasar su huida de la escena.
La policía aunque tardaría a propósito pero aún así llegaría antes de que cambiaran la puta rueda. Igual conseguía salvar a aquel mentecato...

Stu llegó hasta la parte de atrás de el coche, por el lado del conductor*, el contrario a la pelea. Rajo con cuidado la rueda, por un lateral, el pinchazo, aunque silencioso empezó a perder aire rápidamente. Ahora Stu debía desaparecer de allí, pero no se habían dado cuenta, estaban mirando todos a la pelea, eso le daba ventaja, una interesante, así que se sintió afortunado y confiado y siguió avanzando hasta la altura del conductor, que seguía distraído y lo observó, su objetivo era su cartera, la que llevaría en el bolsillo interior de su chaqueta, observó a través de los espejos para localizar el bulto de la cartera, el tipo de chaqueta que llevaba le dijo donde buscar, tenía buen ojo para eso, se humedeció los labios con la lengua, agachado al lado del coche. Intentaría quitarle la cartera y saldría corriendo perdiéndose en el callejón cercano, conocía la zona y tuvo tiempo para planificar la ruta, además esperaba que el tipo no lo siguiera si quería salir de allí rápidamente y si lo seguía, pues bueno, en los callejones estrechos alguien pequeño tenía ventaja y los lugareños no verían con buenos ojos a alguien tocando los huevos a nadie que fuera de la zona sin importar la banda a que perteneciera. Parecía un buen plan, era el momento de ponerlo en marcha antes de que la oportunidad pasara de largo....

Maude frunció el ceño cuando desplegó la siguiente carta del montón, y después la siguiente. Escuchó las palabras del pequeño Stu pero no contestó siquiera, ensimismada con las cartas. Pero una tras otra le ofrecieron mil y una posibilidades sin sentido, nada concreto, nada que encajara con las tres primeras cartas y la reacción que habían provocado en aquel hombre.

Aquella sensación que le había provocado al rozar su mano... Tan solo recordarla la intranquilizaba. Pocas personas le habían provocado aquella reacción. ¿Que tenía que temer aquel hombre para que aquellas cartas le asustaran tanto? Dejó el resto de la baraja sobre la mesa, conocedora de que no sacaría más de aquella mano y miró de nuevo aquella cosa que el hombre había dejado por una moneda sobre la mesa. Y entonces, al mirarla bien, la reconoció.

-¿Donde te he visto antes?-dijo en voz alta mientras que con sus dedos la cogía y la miraba detenidamente-Eres un amuleto de protección... ¿de qué lo protegías?

Se quedó helada. Si había algo de lo que aquel desconocido quería protegerse, acababa de dejar esa protección abandonada sobre aquella mesa. Estaba en peligro. Pero no era a él de quien Maude tuvo miendo en aquel instante, tenía miedo de lo que podía pasarle a la persona que había enviado tras él. El muchacho no debía acercarse demasiado a aquel hombre, tenía que ser consciente de que algo malo podía pasarle y no tenía que verse involucrado.

-¡Stu!... -exclamó con voz queda mientras echaba a correr tras el muchacho, guardándose el amuleto en uno de los bolsillos de su vestido mientras salía del local, intentando alcanzar al muchacho para advertirle.

En el momento que Maude se asomó a la puerta pudo ver parte de la escena. Stuart regresaba hacia el local contando los billetes de una cartera, alejándose del coche donde ahora metían a la fuerza al tipo que acababa de estar en la sala de la pitonisa. El hombre gritó pero el matón que lo arrastraba lo golpeó brutalmente contra el capó del vehículo, haciendo que saltaran varios dientes y se le quitaran las ganas de forcejear a aquel pobre desgraciado. Algunas personas ya se asomaban a las ventanas.

Entonces el coche arrancó y, tal como Stuart había previsto, la rueda se desinfló rápidamente debido al peso de los tres hombres en su interior. No alcanzó a avanzar ni una docena de metros antes de que empezase a hacer eses y el conductor tuviera que detenerse. Era una situación cómica, que hizo que algunos de los curiosos que miraban, sobre todo los niños, se rieran con ganas.

Pero entonces se oyó un disparo en la parte de atrás del coche y la gente dejó de reírse. En realidad todos corrieron alejándose del vehículo.

Stuart no hizo diferente que los demás, al principio henchido de orgullo por su azaña iba sonriente, pero con el disparo el corazón saltó en su pecho y echó a correr, desapareció por un callejón aledaño haciendo gestos a Maud para que saliera de la calle principal, una vez a cubierto y a salvo se palpó para cercionar se de que la bala se había quedado en algún otro lugar y no en su trasero.
-¿Como no he visto el arma?- se preguntó Stu en voz baja.
-La llevaría el grandulllón.- mascullo a modo de protesta ojeando por el callejón para cercionarse que no le seguían.
-Vallamonos de aquí Maud- dijo Stu sin una pizca de ganas de que le encontraran. -Igual Saul esté en su parroquia, le interesará esto.-concluyó.
Además sería un lugar seguro.
Pero dentro de su cabeza Stu seguía convenciéndose de que aquello iba a pasar si o si, que el que pinchara la rueda solo había adelantado aquel suceso.

Solo bastó una mirada para saber donde estaba el pequeño Stu. Aquel muchacho tenía un andar inconfundible. Y venía de vuelta al local ya, con lo que no pudo evitar respirar aliviada.

Pero un movimiento brusco tras el muchacho le hizo mirar un poco más allá de él, a aquel coche sobre el que vio como la cara de su cliente se estrellaba con fuerza. Vio la sangre correr por su rostro justo antes de que lo empujaran al interior del vehículo y desapareciera de su vista. Su mano, había volado hacia el bolsillo en el que había guardado el amuleto, ese que había demostrado lo que valía. No se asustó como muchas de las muchachas que había en la calle cuando el disparo resonó en el interior del coche, no era el primer disparo que escuchaba, ni sería el último por supuesto. Pero no era tonta tampoco, así que siguió a Stuart al callejón más cercano, evitando que alguna otra bala volara y acertara donde no debía.

-Espera, no salgas ahora, dejémosles tiempo para que se larguen...El amuleto debe ser fuerte, ha sido separarse de él y fíjate... ¡ah! el amuleto, lo que ese tipo dejó sobre la mesa no es una moneda. El símbolo que tiene tallado lo he visto antes, aunque no recuerdo donde. Se trata de un amuleto, el grabado es para proteger, pero no es bueno, es siniestro, como ese tipo-dijo mientras sus ojos miraban a la calle principal, buscando asegurarse de que allí donde estaban no les iba a pasar nada. Se volvió entonces hacia Stu-Y ha demostrado que era útil. Ha sido separarse de él y le acaban de romper la cara y quizás pegado un tiro.

Su mirada voló entonces a las manos del muchacho-¿De quien es esa cartera?-levantó de nuevo la vista y miró con el ceño fruncido al muchacho-¿Es de nuestro cliente? ¿Qué tiene dentro? Quizás podamos saber quien es si lleva sus papeles en la cartera-movió su mano, indicándole al chaval que la abriera para revisar juntos el contenido-Venga, ¡mira que más lleva dentro! Que ya se que los billetes te los has guardado, no soy tonta-terminó con una sonrisa pícara.

Stu ya había guardado la cartera.
-Es del conductor del coche, también les he rajado una rueda, pensando que si se veían aquí varados no llegarían a eso, pero no es el caso, por eso nos debemos ir... no es el momento de pararse- explicó a Maud.
-Saul estará interesado en estos tíos.- dijo - Últimamente esta interesado en todo, con las desapariciones. Y si nos siguen hasta él y su "congregación", peor para ellos- analizó. - No te dejo fuera pero la investigación para luego, ahora correr por los callejones rumbo a la "parroquia" ¿Vale?.

Stu no quería perder un momento y salió caminando de forma rápida por el callejón hacia la Iglesia. Maude dudó un momento pero luego fue tras él. Después de todo el muchacho tenía aquella cartera¹.

Apurando el paso llegaron en pocos minutos al templo. Saúl era un irlandés católico recalcitrante, que no pensaba ceder un ápice de su fe ni de su terreno ante la todopoderosa Iglesia de Inglaterra. Si su congregación lo seguía por convicción o por miedo era algo que tampoco parecía preocuparle. ¿Acaso él no solucionaba los problemas de sus fieles cuando surgían? Pero para poder solucionarlos tenía que estar bien enterado de todo, y la gente como Stu era la que mantenía la red de información a pleno funcionamiento.

La Iglesia era un pequeño edificio de piedra que contaba con un campanario e incluso una zona superior para el coro. Estaba excelentemente cuidada —el dinero nunca era un problema para aquella congregación— y tenía un santuario ricamente decorado. A un lado del mismo una puerta de madera conducía a la sacristía.

Pero en cuanto entraron al vestíbulo vieron al padre Elías en el baptisterio revisando el agua de al pila bautismal. Al percatarse de la urgencia con la que llegaban se acercó a ellos:

—Calma, calma... ¿qué os hace entrar con tanta ansiedad en la Casa del Señor sin presignaros siquiera?

Su sonrisa era amable pero siempre tenía un rastro de peligro. Antes de ordenarse Elías era un tipo pendenciero pero desde que abrazó la fe se había convertido en la mano derecha del padre Saúl y era un hombre nuevo. Sin embargo ¿cuánto puede cambiar un hombre realmente? Algo en él daba siempre la sensación de que podría estallar como una bomba de relojería con un mal golpe.

Stu dio un prudente paso atrás cuando se encaró, para estar lejos del alcance de su mano.

-Hola padre Elias- Le saludo con educación y buen talante. -Nos preguntábamos si el padre Saul estaba por aquí, verá, es que hemos visto el espectáculo que han dado cerca de casa de Maud, lo del tipo al que han intentado secuestrar y han pegado un tiro en plena calle y creo que nos vendría bien hablar con el padre Saul, para poder acallar la desazón que tan horrible acto ha despertado en nuestros corazones.- dijo Stu cuidando sus palabras.

-¿Me he pasado?- se preguntó Stu, bueno con Maud delante se controlará un poco más, espero.
No hacía falta decir más el entendería que habrían visto algo digno de mención.

Elías soltó una risotada.

—¿La desazón que tan... la qué? ¡Madre mía zagal! ¡Que labia tienes! Llegarás a ministro o algo así si te cuidamos. Pero el padre Saúl no está. Ha tenido que salir a atender unos asuntos de forma personal.— después pareció asimilar lo que le contaba el niño  —Qué dices que alguien ha pegado un tiro en nuestro barrio? ¡Eso es inaceptable!

Estaba saliendo ya por la puerta y llamando a dos de los hombres que normalmente estaban de guardia en la puerta de la iglesia.

—Irwin, Louis, conmigo. Y vosotros: decidme exactamente que ha pasado...

Iban de vuelta hacia el lugar del crimen.

Maud no rechistó y siguió a Stuart hasta la Iglesia.

Esperaba encontrar allí al padre Saúl, casi un padre para ella. Pero el padre Elías frenó su carrera y la de Stuart. Y antes de que terminara de regañarles, Maud ya había hincado rodilla a tierra y se andaba persignando sin rechistar.

No pudo evitar reirse ante la contestación rápida y forzada del pequeño Stuart. Quería hacerse pasar por mayor, pero su intento de respuesta educada y repito acababa de quedar divertida. Maud miró a Elias queriendo explicar también qué habían visto, pero Stuart soltó lo justo para activar la maquinaria de la banda. Ahora irían a revisar la zona y si se cruzaban con algunos de los matones del coche, esos tipos iban a tener que dar muchas explicaciones.

Cuando Elias les pidió una explicación más detallada de lo sucedido antes de salir de la Iglesia, Maud vio su oportunidad y empezó a relatar lo sucedido desde primera hora de la mañana, desde que si cliente había entrado en el local. Lo contó todo, salvo un detalle. La existencia de aquel amuleto de protección. Eso lo hablaría con Saúl más tarde.