Partida Rol por web

Elucubraciones y paparruchas. Bradford escuchaba lo que decían pero no decían nada específicamente productivo, solo daban alas a su imaginación y eso era malo para la moral.

- Lo único interesante es que encontraremos más de esas cosas, que las podemos matar y encontraremos otros efectivos en esa mansión(pues el hospital tendrá una guarnición). - Dijo Bradford cortante - Al mando no le interesa si son canibales o no, solo si son una amenaza. Pero la carta puede ser de utilidad, enviemos en paloma una carta(con esa otra transcrita y nos quedamos la original), indiquemos que hemos encontrado canibales, prosigamos, aquí estamos expuestos y esa cosa puede volver.

Lo pensó un instante.

-Coged los uniformes de esas cosas. Con eso y la carta, los bilingües, podría hacerse pasar por correos alemanes.- Sugirió

Mientras Bradford registraba al que tenía delante. Buscaba munición, anillos, colgantes, armas...

La propuesta de cargar a la paloma con un dedo cortado de esos engendros hizo que Henry pensara en halcones atacando al ave mensajera para hacerse con el preciado trozo de carne. Pero no tardo en darse cuenta de que, si la paloma se cruzaba con cualquier ave rapaz, se encontraría con problemas con o sin una de las falanges colgando de su pata.

– No es mala idea. Supongo que nuestra pequeña amiga podrá cargar con el peso de un dedo. Eso hará más creíbles nuestras afirmaciones.

Entonces Bradford volvió a llamarles la atención para que se dieran prisa. Empezaba a ser algo pesado con ese tono tan superior en su voz, pero debía de darle razón. Al menos en este caso. Sería mejor que se dieran prisa.

– Esta bien. Marchémonos ya. Pero enviaremos la nota original. –dijo enfrentándose en ese punto a su compañero–. No tiene sentido que nosotros la guardemos. ¿Para qué?

Se agachó a cortar el dedo de una de las dos deformidades y se lo pasó a Butler para que pudiera colgarlo a la paloma.

– Por mi parte podemos irnos.

La nota iba en un cilindro en la pata de la paloma, con eso no tendrían problemas. La carta era un poco más voluminosa pero contaban con unas pequeñas bolsas de tela para enviar este tipo de pruebas mediante las palomas. Cortaron uno de los dedos de la criatura y se preguntaron que pensaría el mando de esto. Estaba claro que no pertenecía a un animal cuadrúpedo y conservaba parte de su aspecto humano. El caso es que lo pudieron encajar en la bolsa para su envío.

Después revisaron los uniformes de los muertos: era improbable que se pudiera usar ninguno como disfraz pues estaban destrozados por la metralla y en el caso del que estaba siendo devorado el ghul había destrozado la ropa para encontrar la carne¹.

- Esto es inservible. - Dijo Bradford mirando el cadáver que tenía delante, mientras examinaba lo que llevaba encima. Su idea del disfraz, dicho en el calor del momento era inviable.

Luego antes de seguir hablando se puso a cubierto tras un obstáculo.

Asintió a su compañero(Tandey), miró al resto esperando ver que estuvieran listos. Lo de cortar el dedo no lo veía demasiado claro, pero si eso les hacía sentirse mas útiles o seguros el no iba a decir nada.
- Bien, pues en marcha. No os perdáis de vista los unos a los otros. - Dijo Bradford tras ver liberada a la paloma. - No hace falta que diga algo tan trillado como mantener los ojos abiertos. Supongo. ¿Listos? - Preguntó

James se limitó a asentir ante las palabras de Bradford. Una vez liberada la paloma, se dispuso a reemprender el camino. La Colina de los Muertos era solo un paso intermedio para buscar un sendero seguro que les llevase al otro lado de las lineas enemigas. De esa forma, podrían alcanzar finalmente esa mansión y averiguar lo que estaba sucediendo en ella. 

Lapham se adelantó para inspeccionar la zona y buscar ese camino. Aunque la proverbial oscuridad que les rodeaba les hiciese prácticamente indetectables, también suponía una enorme dificultad para orientarse. 

Después de acondicionar los objetos en los pequeños arneses que los sujetaban al lomo y la pata de la paloma, Walter la acarició por última vez antes de lanzarla al aire, viéndola emprender el vuelo con fuerza y ganas, el pobre animal estaba más que harto de su encierro en la caja. 

La perdió de vista casi al instante, envuelta en la negrura, aunque aún pudo escuchar el aleteo un par de segundos.

Luego se giró hacia sus compañeros, y les miró evaluando la situación. Bradford le estaba cargando ya mucho con tanta instrucción innecesaria, y en muchos casos descerebrada. ¿Uniformes? ¿es que estaba ciego...? En fin. Tandey era a su modo de ver el más culto e inteligente, y Lapham era prudente, lo que les venía muy bien en una misión de espionaje. Su compañero se adelantó, buscando localizar el sendero. 

Butler respondió entre dientes, justo empezando a moverse también.

- Sí, vamos, dejemos este lugar atrás de una maldita vez, me da escalofríos. Y tenemos que llegar antes del alba, si queremos mantenernos ocultos.

Tras liberar a la primera de las tres palomas retomaron la marcha. Subieron por la angosta colina atentos a cualquier movimiento del frente enemigo o de las cavernas que se habían abierto a causa de la lluvia de proyectiles de aquella zona. Desecharon la idea de conseguir un uniforme alemán porque aquello quizás pusiera en peligro la misión y continuaron.

Una par de hora más tarde despuntaba el amanecer de un día gris y plomizo, que auguraba una lluvia que no tardo en hacerse realidad en forma de llovizna. En las trincheras aquello sería un castigo divino acompañado de barro y ratas pero ahora, en medio de la campiña francesa, alejados de la línea del frente, los soldados casi agradecieron aquella lluvia que les quitaba el barro y la sangre de los uniformes, lavando quizás sus malos recuerdos momentáneamente.

Habían descendido por una ladera boscosa siguiendo un río, tal y como les había indicado el sargento, y según las mismas indicaciones deberían llegar a su objetivo en un par de horas, pasado el mediodía. De momento la suerte les acompañaba y no habían topado con ninguna unidad alemana que estuviera en la retaguardia, pero entonces oyeron claramente el chasquido de ramas que indicaba que alguien avanzaba hacia ellos por el bosque.

Se desplegaron para ocultarse tras los árboles mientras intentaban atisbar a quienes se aproximaban, pues parecían varios. Y efectivamente: subiendo trabajosamente por la ladera que llevaba a las orillas del río vieron a dos jóvenes, vestidos con ajadas ropas de campesino, que venían del lecho fluvial. El mayor, que llevaba un desvencijado rifle de caza colgado del hombro, podría tener quizás veinte años y el más joven no pasaba de los quince. Estaban a unos treinta metros y no parecían haberse percatado de la presencia de los militares.

James se comunica por señas con sus compañeros, indicando que den un rodeo y eviten a los desconocidos. No creía que contactar con ellos pudiera ser beneficioso para la misión y sí podría entrañar riesgos.

Siguiendo su propio consejo, avanzó dando un rodeo para evitarlos.

Al escuchar los sonidos, se hizo a un lado y observó atentamente al grupo que se acercaba. A juzgar por las ropas que llevaban, se trataba de unos jóvenes franceses y Henry tuvo la intención de salir de su escondite tras los arboles y hablar con ellos. Eran aliados contra el enemigo común y tal vez pudieran darles algún tipo de información interesante acerca de las tropas alemanas estacionadas en la región.

Pero la señal que les hizo James le hizo detenerse en su sitio. Frunció el ceño, extrañado. Sin embargo, confiaba en su compañero y decidió que debía de tener sus motivos para tomar esa decisión. Despacio, tratando de no hacer ningún ruido, siguió a Lapham.

Eran un par de chiquillos, dos jovencitos franceses, sin duda oriundos de algún pueblo de la zona. Y, con toda probabilidad, mucho más afines a los británicos que no a los boches, como les llamaban los franceses. Asnos. Los alemanes. Ese rifle podía incluso significar que se sentían parte de la resistencia. O que lo eran.

Encontrarlos podía representar un plato caliente, y un poco de ayuda. 

Pero Lapham primero, y Tandey después, hicieron señas de no mostrarse, y eludirlos. 

Butler no creía que fuera un mal encuentro, quizá se estaban perdiendo una mano amiga... pero tenían una misión que cumplir. Solos. No podían implicar a esos chicos, no, no tenía sentido. En su fuero interno suspiró, profundamente. Podrían haber preguntado por la Mansión, incluso por la Colina de los Muertos, por si habían visto algo raro... por si había rumores en la zona.

No, claro que no. No podían implicarles.

Se escondió, agazapándose entre los zarzales, siguiendo a sus dos compañeros con tanta discreción como fue capaz. Y rezó para que las dos palomas a su espalda se hubieran dormido de una vez...

Los desconocidos podían ser de fiar o no, dejarles que les vieran era un riesgo que sus compañeros no querian correr, por lo que pudiera pasar, así que no discutió, esperaría a que pasaran antes de continuar, se colocó tras unas piedras que estaba usando de cobertura cuando sin darse cuenta, una piedra cayó por donde había venido, botó varias veces generando un ruido que a Bradford se le antojó horriblemente alto.

Clock, clock, clock.

Se agazapó y se puso a cubierto, esperando que no decidieran investigar en la dirección de ese sonido y que fueran prudentes y se largaran de allí. Inmovilizado por el ruido y la posible atención de los desconocidos, vio como él y el resto de sus compañeros se distanciaban.

Todos se habían desplazado cuando el sonido de Bradford hizo que el muchacho mayor, el del rifle, se detuviese repentinamente. El pequeño se quedó quieto igualmente al ver que su acompañante deslizaba el rifle de su hombro a sus manos. Miraban alrededor nerviosos. Pero estaba claro que no querían averiguar que había provocado aquel ruido sino alejarse cuanto antes de él, por lo que ambos muchachos apuraron el paso ante una seña del mayor, adentrándose entre los matorrales y alejándose de los militares.

Los ingleses se miraron entre sí un momento antes de asentir y, silenciosamente, seguir su camino.

Efectivamente un par de horas después el sendero del río ascendía hacia unas colinas suaves. A lo lejos escuchaban el atronador bombardeo del frente pero en medio de aquella campiña todavía verde e inmaculada uno podría llegar a pensar que era una tormenta lejana. Por desgracia sabía que no era así y que pronto, si cumplían su misión, estarían de vuelta bajo una lluvia poco amble que sólo traería muerte.

Pero ahora debían cumplir dicha misión y su objetivo estaba ya a la vista. Aunque habían permanecido siempre en la maleza ahora veían un camino empedrado, lo suficientemente ancho para que pasasen un par de carros, que ascendía hacia una de las arboladas colinas. Dominando lo alto de la misma y rodeada de una generosa zona de viñedos, se alzaba la mansión que era su objetivo. Desde donde estaban, a orillas todavía del río y a una distancia de unos doscientos metros, podían ver el enorme edificio de dos plantas que erguía alrededor de una sencilla muralla de piedra de quizás dos metros de altura. Un perímetro que no estaba hecho para defender aquella casa de campo sino tan solo para delimitar su perímetro interior.

Durante todo el trayecto no vieron a nadie salvo a los dos muchachos franceses. Ni ruido de tropas, ni vehículos, nada. Y ahora, desde allí abajo, contemplaban con los prismáticos con la esperanza de ver algún guardia asomándose en la entrada o quizás patrullando entre los viñedos pero aquel sitio parecía completamente abandonado.

Era muy extraño. Esperaban encontrarse algo de movimiento en las cercanías del caserón. Sin embargo, salvo por el suave mecerse de las hojas y las ramas de los árboles por la ligera brisa de la mañana y la ondulación de la hierba, cómo si de olas del mar se tratara, aquel paisaje de la campiña francesa no era alterado por nada.

Pasados unos prudentes minutos, para asegurarse de que efectivamente allí no había rastro de soldados u otros agentes alemanes, Henry hizo un gesto significativo a sus compañeros, mostrando que habían venido hasta allí para cumplir una misión, y avanzó sin prisa, pero decidido, buscando la protección de los viñedos, hasta llegar al muro que rodeaba el perímetro de la mansión.

Desde allí esperaba tener una mejor posición para tratar de detectar cualquier señal que indicara que la casa estaba habitada y, en su caso, desde donde podrían acometer un intento de intrusión. Buscó sombras en las ventanas, puertas, cristaleras o ventanales abiertos, basura tirada por el suelo. Cualquier muestra de intervención humana.

- No me gusta- Murmuró Bradford, comprobando que su fusil de cerrojo estaba preparado, que la bayoneta estaba en su sitio y la pistola también. - Hay poco movimiento para lo que esperaba. - Negó con la cabeza. Observaba empecinado en encontrar la trampa, pero antes de darse cuenta Tadney estaba penetrando el terreno. 

-"Genial, para que hablar las cosas"- Pensó Bradford.

Bueno, poco o nada quedaba sino cubrirle e ir tras él unos metros por detrás preparado para cualquier cosa. Hizo un gesto a los demás para indicar que seguiría a Tandey.

Había barrido con los prismáticos, como el resto, toda la zona. Y era tan extraña la visión de aquella casa solitaria y sin señales de vida alguna que se preguntó si no habían errado el destino, habían tomado un camino equivocado. 

Pero, según las indicaciones que les habían dado, y que habían seguido con el rigor preciso de un cirujano ya que nada les había entorpecido desde el encuentro con los aberrantes experimentos, estaban donde debían estar.

Tandey y Bradford empezaban a acercarse, mimetizados entre los viñedos. 

Butler esperó aún dejando espacio, mejor hacer dos grupos, ellos cubrirían su avance. Hizo señas a Lapham de ello, y preparó su fusil mientras se tendía cuerpo a tierra para seguir los movimientos de aproximación de sus compañeros, atento a cualquier cosa que supusiera una amenaza. 

Tandey se aproximó al muro y se fue deslizando con cuidado mientras sus compañeros lo cubrían desde los viñedos. El soldado llegó a la verja principal y se asomó para echar un vistazo al interior del recinto. Había un pequeño jardincillo que separaba unos veinte metros la enorme casa solariega del muro. El sitio estaba un poco descuidado, con las malas hierbas apropiándose del espacio, pero tampoco era de esperar que los oficiales alemanes tuvieran jardineros que cuidaran el lugar tan cerca del frente.

Las fachada de la gran mansión estaba silenciosa. Las ventanas cerradas, pero sin contras. La gran puerta principal, a la que se accedía desde un porche con una pequeña escalinata, estaba cerrada. No parecía haber ningún otro acceso frontal aunque estaba claro que una casa de esas dimensiones, que probablemente tuviera más de una docena de habitaciones, tendría más entradas en sus alrededores. Tandey intentó apartar un poco la verja para tener una mejor visión pero en ese momento se le escapó el hierro de la mano haciendo que el portalón de metal batiese contra una piedra del suelo¹.

Sus compañeros se tensaron al momento, preparando los fusiles mientras apuntaban hacia el interior del recinto.

Pero nadie vino a mirar la procedencia del ruido. La mansión permanecía impasible alzándose sobre ellos como la sombra de un mal augurio.

James había permanecido en tensión mientras Tandey se acercaba al recinto. Era extraño pues si ahí realmente se reunía el mando del ejército enemigo, no tenía sentido la ausencia de protección. Tampoco si se tratase de un hospital militar. 

El ruido producido por la verja, en el silencio del mediodía, se habría oído en la distancia. Si hubiese alguien, aunque solo fuera una persona al otro lado del edificio vigilando, lo habría oído y sin duda habría venido a mirar lo sucedido. Conclusión, el edificio no estaba vigilado. 

¿Entonces?¿Se habían equivocado de edificio? No parecía probable, pero quizá se hubiesen desorientado en la noche. Pero ¿qué otra posibilidad cabía?¿Quizá se trataba de una filtración falsa? Otra opción mucho menos probable, es que el edificio hubiese sido atacado sin que ellos lo supieran haciendo huir al enemigo.

-¿Estamos seguros de que es éste el edificio?-preguntó-Nada de esto cuadra con la información de que disponemos ¿Porqué no hay vigilancia?

- Estamos donde deberíamos estar, sí. 

Respondió a Lapham con un tono de voz que más bien indicaba lo contrario. Se había levantado del suelo sobresaltado con el ruido de la verja y estaba apuntando con el rifle hacia la puerta de entrada del caserón, que seguía insistentemente solitaria.

- Por lo menos hemos seguido paso a paso las indicaciones, los informes que les llegaron debían estar equivocados. Aquí no hay nada de lo que esperábamos encontrar. 

De hecho, parecía que no había nada de nada.

- Sigamos adelante, entremos. Con cuidado, podría ser una distracción, una trampa.

Se mordió el labio y maldijo por lo bajo cuando la verja cedió inesperadamente al pequeño contacto y rompió de una manera que, al menos para ellos, pareció estruendosa en la calma que reinaba a su alrededor. Miró hacia atrás y se disculpó con gestos ante sus compañeros por su torpeza.

Pero, terminando de confirmar lo que habían descubierto hasta ahora y para completar su sorpresa, no hubo ninguna reacción al ruidoso y metálico estrepito. La mansión se mantenía en una extraña y casi innatural calma.

– Entraré yo si queréis. –propuso a los demás cuando dijeron de acercarse hasta la casa–. Ha sido mi descuido el que ha provocado ese ruido y en caso de que al final haya alguien dentro y salga, yo podré hablar con ellos en francés.

No esperó más. Sus propios compañeros habían comentado de entrar en el recinto. Así que no había motivos para iniciar una discusión y aclarar más detalles. Si querían seguirle, le seguirían igualmente.

Bradford siguió de cerca a Tandey, con el fusil barrió las ventanas y puertas de la mansión, no parecía haber nadie. No parecía haber nadie, pero una sombra se movió cerca del limite de su visión periférica.

-¿Habéis visto eso? - Susurró pero nadie pareció verlo.

Hizo un gesto a sus compañeros para indicarle que iba a corroborar algo que había visto, se señaló los ojos y señaló una dirección. Comenzó a avanzar en silencio en esa dirección que pensaba que había visto.

El cuchillo en una mano, el fusil en la otra y se arrastró hacia allí. Se metió en un arbusto, puso el cuchillo como bayoneta y con el fusil(aupntando por la mirilla) volvió escanear la zona.