Partida Rol por web

Lapham fue el primero que se dejó caer por el foso de barro para agarrar al caníbal y clavarle el cuchillo en las costillas. El individuo se vio sorprendido pero a punto estuvo de librarse del militar cuando de pronto Butler apareció a su lado y le clavó con saña su puñal en el cuello. Fue entonces, en la cercanía, cuando el joven soldado vio el rostro de su enemigo y preso de la ansiedad sacó el puñal para clavarlo una y otra vez. Al girarse el cuerpo del caníbal Lapham pudo ver el motivo de que su compañero siguiese apuñalando. Aquella cabeza de aspecto perruno no era humana o, si lo había sido alguna vez, estaba tan deformada que había perdido cualquier rasgo de humanidad. Sus ojos rojos, abiertos en la sorpresa de la muerte, se iban apagando a la vez que sus colmillos afilados exhalaban un último aliento. El vello cubría gran parte de su cuerpo, recordando a las leyendas de los hombres lobo, igual que sus garras inhumanas. Incluso las piernas, flexionadas de una manera extraña, imitaban más a las de un animal que hubiese aprendido a ponerse de pie. Todos habían escuchado leyendas sobre los ghules de las trincheras, demonios inhumanos que se alimentaban de los muertos, pero bastantes horrores reales ofrecía la guerra como para tener en cuenta los que se consideraban imaginarios. Pero aquello, desde luego, nada tenía de imaginario¹.

Bradford y Tandey, viendo que la situación estaba controlada abajo, estaban vigilando el perímetro. ¡Cuantas veces un objetivo claro se convertía en un problema por no comprobar los alrededores!² Y éste era uno de esos casos. Bradford señaló hacia un lateral de la colina, entre los arbustos, y cuando Tandey apuntó hacia allí vio un túnel que se adentraba en las entrañas de la colina. No era un socavón sino una cueva natural de pequeño tamaño. Y en el umbral de la misma se asomaba otra figura encorvada. Entonces su mirada bajó por un estrecho sendero que descendía de allí hacia donde estaban sus compañeros y se dio cuenta de que un tercer individuo se estaba deslizando entre los matorrales para intentar situarse a las espaldas de Lapham y Butler.

Lapham tuvo que contener un grito de horror al descubrir que lo que su mente racional había asimilado como un hombre que se había entregado al canibalismo, era en realidad algo bastante más tétrico y que le recordaba a las peores pesadillas de los soldados que habían visto morir a decenas de compañeros en las trincheras. Al comprobarlo volvió a acuchillar repetidamente, primero con una mano, luego agarrando el cuchillo con las dos hasta que el ser cayó inerte, provocando que todo su cuerpo se cubriese con su sangre inmunda y pestilente. 

Apenas tuvo un segundo para recuperar el resuello cuando percibió como uno de sus compañeros, ni siquiera acertaba a decir cuál, les advertía de la presencia de más enemigos. Lapham aún tenía el cuchillo entre las manos, pero era consciente de que en cuerpo a cuerpo directo, no presentaba una gran amenaza, de modo que se mantuvo junto a Butler. Señalando a la criatura más cercana, le propuso por señas un ataque conjunto.

Todos sus temores, sus peores temores de niñez, se habían materializado. Allí, con el cuello rebanado y sangrando por las múltiples brechas que ambos soldados le habían abierto, yacía, aún con un girón de carne del alemán entre sus colmillos, lo que sin duda era una versión humanoide del Old Shuck. No estaban en su ciudad natal, Great Yarmouth, cierto, sino en algún punto de la costa francesa, cerca de Somme. No importaba. Frente a sus ojos lo que hasta entonces había sido una leyenda, una superstición, un cuento de terror para niños traviesos, mostraba que, a veces, lo irreal existe.

En peor. Porque esa bestia era medio humana.

Temblaba, una mezcla de miedo y rabia sacudía su mano, donde la hoja de acero emitía brillos intermitentes y rojizos con los espasmos. Miró a su compañero justo a tiempo de ver la señal que le hacía, atrás, a sus espaldas. ¡Otro más! ¡Santo Cielo, ¿era posible?! Inundado de esa rabia esta vez se sintió veloz y potente. Asintió, estaba preparado.

Con el rabillo del ojo pudo ver como James parecía desquitarse con aquel desgraciado. Algo que sorprendió a James sobremanera, pues valoraba a sus compañeros como profesionales que no se dejarían llevar por emociones. ¿Qué podía haber llevado al joven soldado a perder la compostura de esa manera?

No era el momento para ponerse a meditar. Ya habría tiempo más adelante para preguntarle a James por lo sucedido. Había visto dos figuras moviéndose cerca, por lo que todo indicaba a que aquel hombre no estaba solo. Además, se estaban acercando a Lapham y Butler. Henry no se lo pensó. Guardó la pistola, sacó su cuchillo y salió de su escondite, teniendo mucho cuidado de no ser descubierto y pillarles así por la espalda. Eran cuatro soldados ingleses, entrenados en la guerra, contra dos civiles. Todo estaba de su lado.

O eso creía Henry.

Tandey se había deslizado con sumo cuidado por detrás de lo que consideraba una presa fácil. Lapham ya había señalizado ambos objetivos y aunque Butler todavía estaba intentando asimilar sus miedos más profundos no dudo en avanzar hacia el objetivo más cercano. Cuando Tandey lo agarró descubrió que el supuesto civil era más fuerte de lo que imaginaba. Aún así se las arregló para agarrarlo por detrás mientras Butler se adelantaba con rapidez y lanzaba un tajo al hombre al estómago mientas Bradford cargaba con su bayoneta¹. Fue entonces, cuando el tipo se desplomó, que Tandey comprendió que era lo que había horrorizado a su compañero. ¡Era otra de esas horribles criaturas semihumanas!².

Lapham estaba apuntando con su rifle al tercero, el que estaba más lejos en la cueva, pero parecía que el monstruo no estaba dispuesto a enfrentarse a los soldados y se deslizó moviéndose de forma simiesca a la oscuridad en el interior de la gruta donde probablemente moraba, huyendo de la unidad militar.

Bradford puso la bayoneta al fusil, con movimientos lentos y cuidados y salió de su escondite para ir a por el que no iba su compañero Tandey. Intentó cogerle la espalda antes de clavar su bayoneta en la espalda aprovechando su peso y una leve carrera inicial para derrivarlo contra el suelo, si se seguía moviendo allí con el cañón del arma enterrado en la herida abierta por la bayoneta dispararía¹ de modo que el propio cuerpo de la victima ahogaría el sonido del disparo, pero esperaba no tener que llegar a ello.

James no pensaba continuar el ataque visto que la criatura se retiraba pero al ver que Brawford se echaba sobre él, se unió al ataque apoyándolo.

Por fin, sintiendo aún la adrenalina arder en sus venas, Walter comprobó que ambos monstruos estaban muertos. Al parecer había un tercero que se había escapado hacia el interior de lo que parecía su madriguera, una cueva cuya boca oscura no invitaba a entrar, por lo menos a él.

-¡Eso... esos animales... no lo entiendo! 

Temblaba mientras balbuceaba, cuchillo en mano, y cubierto de la sangre de aquella cosa. Cuando consiguió calmarse algo, intentando controlar su miedo a lo irracional, se dio cuenta de que aún llevaba a la espalda la caja de las palomas. ¡Pobres pájaros! habían perdido su suave arrullo para emitir auténticos gritos de pánico y aleteos incesantes que estaban haciendo que algunas plumas se desprendieran de sus cuerpos.

-Shhhh... shhh... ya está, ya, tranquilas... -Miró a sus compañeros, cabeceando hacia el objetivo al que debían llegar. -¿qué hacemos ahora? ¿Seguimos? Por que no creo que haya que informar de... “esto”.

Todo fue muy rápido y, aunque aquellos tipos resultaron ser más correosos de lo que esperaba en un primer momento, los ataques de los soldados acabaron con dos de ellos muertos y un tercero huido. Y sin romper el silencio de la noche.

Henry tuvo que concentrarse para no ponerse a gritar y romper el sigilo con el que habían actuado.

– ¿Qué demonios son estos… engendros?

No se le ocurría una palabra mejor para describir a esas criaturas bípedas con aspecto humano, pero de naturaleza claramente animal.

– Esto… Esto tiene que ser obra de algún experimento de esos cerdos alemanes. Seguramente tiene que ver con lo que hemos venido a investigar. –Trató de explicar el soldado lo inexplicable. Se giró entonces hacia Butler, quien transportaba las palomas–. Creó que deberíamos de mandar esta información a nuestros superiores. Deben de saber lo que hemos descubierto, aunque aún no estemos seguros de que tipo de enlace pueda tener con nuestra misión.

Tras indicar al resto su explicación acerca de las extrañas criaturas, se agachó a comprobar si encontraba algo interesante en el cuerpo de los caídos. Tal vez llevaran algún tipo de identificación, algún papel con un nombre, una dirección o algún indicativo. Quizás un tatuaje o una marca en la piel.

Era realmente repugnante, pero tras varios meses luchando en el frente, el espíritu del soldado se había endurecido hasta crear callos.

Escuchó el parloteo y los nervios.

- Basta - Dijo Bradford dedicando una lanzada más a aquella cosa.

- Parece que van en grupo, puede que vuelva con más, estad atentos por si vuelve a acecharnos. Tenemos un itinerario. - Les dijo a sus compañeros.

- Lo primero que lleguemos y matemos a esos hijos de puta y hagamos lo que debemos, lo primero que volveremos, la primera ronda a la vuelta la pago yo. - Explicó para distraer a los demás de lo que tenían delante de ellos.

Pero realmente se preguntaba qué coño era lo que tenía delante. Inspiró y le perforo la base de la nuca con la boyoneta una vez mas justo antes de recuperar al bayoneta y liberarla del fusil.

Levantó la cabeza para mirar a Bradford tras su reacción. Entendía que todo aquello era demasiado aberrante y horrendo, pero no podían perder los nervios ahora.

– ¿No crees que esto es demasiado extraño como para no tener algo que ver con nuestra misión, Henry? –Le amonestó con firmeza en la voz–. ¡Cálmate! Prometo darme prisa y nos alejaremos de aquí antes de que pueda regresar esa cosa con más de los suyos. Pero esto seguro que interesa a la intendencia.

Y sin querer dejarse enredar en una discusión, volvió su atención a los cadáveres. Aunque trató de darse algo más de prisa, para complacer a su compañero.

Tandey revisó el cadáver. Era un oficial huno¹. Aunque los mordiscos eran recientes parecía que lo que lo había liquidado había sido una explosión de artillería, a tenor de los destrozos generales del cuerpo. El soldado inglés sacó del bolsillo una carta igual a las que muchos de ellos llevaban escritas para enviar a sus familiares en caso de caer en combate, pero también algo más: una caja de metal donde había una nota. Aquello parecía importante y llevaba el sello del Alto Mando Alemán.

No dudó un momento en desplegar el documento y leerlo con ayuda de su linterna.

A la atención del teniente Eric Fortkner

Las órdenes que tenemos del Alto Mando son claras en lo que se refiere al traslado de heridos desde la línea del frente a segunda línea y, de ahí, a la reserva. Lo lógica atiende que si usted quiere convertir esa mansión en un hospital militar se refiera al oficial médico Steinbeck quien, en estos momentos, tiene a su cargo el hospital de campaña de la reserva. No tiene sentido alguno que intentemos trasladar heridos desde el frente, exponiéndonos al enemigo, desde la trinchera de primera línea.

Entiendo que, probablemente, esto ha sido un error de transcripción. Aún así, si no lo fuera, tanto lamento informarle que me veo obligado a denegar su petición salvo que la autorización venga firmada por la Comandancia General.

Firmado.

Teniente Oswal Schmidt.

– ¡Que me aspen! ¡Qué tenemos aquí!

Tradujo la nota a sus compañeros y esperó a sus reacciones. Henry tenía claro que había que mandar ese trozo de papel atado a la pata de una de las palomas. No había duda de que tenía que ver con su misión. Escribió los nombres que aparecían en el texto y pasó la nota a Butler.

– ¿Para que pueden querer llevar a los heridos a la mansión? –Hablaba del edificio que se mentaba en la carta como si se tratara de aquel al que les llevaba su misión. Él parecía estar seguro de que así era–. Quizás me equivoque, pero creo que estas criaturas –Señaló con el dedo a los dos engendros humanoides que yacían en el suelo– tienen alguna relación con esa mansión. Que son el resultado de algún macabro experimento de esos malditos Fritz.

Escuchó atento las respuestas de sus compañeros, mientras se preparaba para continuar la marcha.

James pinchaba con escepticismo el cuerpo inerte de la..."criatura", a falta de un nombre más adecuado.

-Nunca habría pensado que esas historias que cuentan fuesen ciertas. Esos...¿cómo les llaman?¿Ghules? Siempre pensé que eran...alucionaciones de mentes afectadas por los horrores de la guerra. En cualquier caso, parece que no distinguen de bandos.

Solo cuando se aseguró de que aquello no se volvería a levantar, se giró hacia sus compañeros. Las insinuaciones que surgían parecían inquietantes ¿El alto mando les había enviado a una misión a sabiendas de esto?

Negó con la cabeza.

-Esto no cuadra. Supuestamente en esa mansión se reuniría el mando alemán. Nada que ver con un hospital de campaña ¿Ustedes creen que nos mandarían infiltrarnos en las lineas enemigas por algo así? En cualquier caso, si se encuentran bien, deberíamos seguir, extremando las precauciones.

Mientras ellos hablaban acerca de lo que podían ser aquellos seres, Walter había empezado a descolgar la caja de su espalda y comprobaba que las asustadas aves se encontraban más o menos bien. Pronto una de ellas tendría trabajo, y las evaluaba con ojo crítico mientras revoloteaban.

- El Alto Mando no sabe nada de esto, Lapham. Saben que hacen pruebas con un arma secreta, quizá copiada de los nuestros. Algún tipo de máquina o algo así. Por lo que has leído, Tandey, y sé que tu alemán es bueno, sí que hay que informar. No sé qué son esos desgraciados monstruos, pensaba en ellos como demonios, allí en mi ciudad tenemos leyendas... pero lo que decís de que sean fruto de experimentos de esos hijos de puta es muy posible. Ya sabemos cómo las gastan, y que en la Mansión quieran “colar” un hospital... huele a cosa muy fea. Sobre todo si lo que teníamos acerca del verdadero cometido era más o menos cierta. No van a ser máquinas, pero no deja de ser un arma secreta, joder, además de una aberración.

Sacó una de las palomas y alisó sus plumas, acariciándola y murmurando palabras tranquilizadoras en voz baja, le dio un poquito de alpiste de una bolsita que sacó del bolsillo, y preparó la cápsula en la que colocar el mensaje, atada a su pata.

- La carta interceptada y algo más, una breve nota nuestra aclarando la situación, ¿no?

-Si, claro. Informemos. Adjuntemos una nota escueta. "Carta interceptada a un soldado alemán muerto..."

James pensaba en cómo explicar las circunstancias.

-Resulta difícil explicar lo sucedido sin que parezcamos una panda de lunáticos."...que había sido devorado por una criatura infrahumana a la que abatimos"....no, es un disparate. ¿Alguna idea? 

Escuchó a Lapham y tuvo que darle la razón. ¿Cómo escribirlo para que no los tomaran por locos? Sin pruebas irrefutables nadie en su sano juicio los creería. Debían de llegar a esa mansión y hacerse con todas las pruebas posibles que señalaran lo que los alemanes estaban haciendo. Si fueran capaces de mostrarlo al mundo, tal vez incluso algunos aliados de los Fritz se lo pensarían y abandonarían la guerra o incluso se pasarían a su bando.

Pero todo aquello eran suposiciones que, aunque sonaban muy bien en la cabeza de Henry, todavía habría que demostrar. Pensó en como transmitir la actual información a sus superiores y propuso una formula algo menos dramática.

– ¿Qué tal “Sospecha de experimentos con seres humanos, para crear soldados sobrenaturales”? ¿O sigue sonando demasiado... increíble?

¿Cómo explicar en un par de palabras la monstruosidad que tenían frente a ellos? No se le ocurría nada mejor y esperó que sus compañeros lo aceptaran como aclaración y siguieran el camino que les quedaba hasta la mansión. Estaba deseando deshacer los planes de los alemanes.

James asintió a la redacción sugerida por Tandey

-Es perfecto. Comunica la conclusión que podríamos extraer de esto, sin comprometernos.

- Sí, a mí también me parece perfecto. Escueto y claro, otra cosa es que lo crean, pero ahí no podemos hacer nada a menos que les enviemos pruebas. ¿Podría cargar la paloma un dedo, por ejemplo? He visto a algunas que les ponían una cámara de fotografiar alrededor del cuello, habéis visto alguna vez algo así? Pues quizá podríamos mandarles una prueba para que lo vean...

Lo importante era atar el dedo a la paloma sin lastimarla, pero tampoco era demasiado complicado.