Partida Rol por web

El Regente de Jade I: El Legado de Muro de Salmuera.

El Espiritu Kami.

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04/04/2017, 00:13
Bevelek Dalmuvian.

-Así se hará señor- exclamó Bevelek sin darle mucho peso a aquellas palabras, a fin de cuentas aquello era un fiesta y no tenía intenciones de pensar en los negocios, al menos no de momento. Aunque sí que tenía en mente los preparativos pues si no se daban prisa, el viaje se tornaría muy pesado, sobre todo de regreso si el invierno les caía encima.

Bevelek dejó a su hermano con sus pensamientos, en el fondo pensaba como él, y sentía que todo debería ser tan bueno para ellos como lo había sido para muchos otros de sus amigos, pero hacer un buen negocio nunca era fácil, y en general para todos la vida nunca era fácil. -Ve, yo me quedaré por aquí- le dijo a su hermano ante sus deseos de charlar y disfrutar.

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04/04/2017, 10:20
Punta Arena: Petunia.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Petunia agachó levemente la cabeza ante la declaración de Giorgino, pero enseguida se recompuso con una sonrisa. La verdad es que nunca había tenido demasiada vergüenza, y no parecía ponerle nerviosa el hecho de que media familia de Giorgino estuviera ya allí.

La aparición de Koya supuso un soplo de aire nuevo y fue la propia Petunia quien aprovechó la distracción y que el propio Giorgino se alejaba para saludar a la anciana.

La joven se acercó con algo de discreción hasta Ameiko y le habló en voz baja:

- "Si puede ser, un par de cervezas no estarían de más." – Pidió para ella y para Giorgino con la cabeza un poco gacha.

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04/04/2017, 10:37
Ameiko Kaijitsu.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

El día había despuntado como uno más. Uno más de tantos, encadenados en continua procesión, sucesión inalterada e inalterable. Desde la buhardilla de mi vieja posada, he visto amanecer y he saludado a Sandru mientras se alejaba. Ahora, tras un día ajetreado, me hallo en la posada, punto de reunión de tantos. Conocidos y desconocidos. Parroquianos habituales y almas de breve reposo y raudo partir.

Pero pese a las apariencias, hoy no iba a ser un día como los demás. La vieja Koya, la yaya, tiene una sorpresa preparada. Bastante improvisada, pues así es menos probable que pueda estar prevenida. Mas con ella eso es imposible de saber. ¿Cuántas veces nos habrá dejado creer que la hemos sorprendido? Una sonrisa baila en mis labios al pensar en este hecho. Reviso mi provisión de carnes y compruebo que es hora de llamar al polluelo de Shalelu. Tras recibir mi encargo, se apresta y sé que cumplirá con su palabra. 

Bien, una cosa menos. Continuemos.

Sin perder tiempo, me dispongo a acondicionar la posada. Un espacio libre en el centro, las mesas y los taburetes distribuidos en derredor. Secuestrar un rato a Sandru hubiera estado bien, pero fue su sobrino quien pagó sus audaces incursiones en mi barra con el trabajo. Sin cesar de parlotear sobre su bonita y dulce Petunia se nos fue el tiempo. Y la aparición de la joven sin duda suficiente distracción del ánimo, por otra parte tan voluble, de Giorgino.

Se los ve bien juntos y tan ilusionados que no puedo evitar una punzada en el pecho, a la par que los sonrío, comprensiva. Quizá más de lo que ellos mismos puedan imaginarse. Poco a poco, van entrando más parroquianos y recojo de manos de Kelsier lo que justamente necesitaba. Con la habilidad de años, los despellejo, sazono y pongo a cocinar, lentamente, para que la carne se empape de las ricas especias y hierbas. Al final, será un rico guiso, con la carne tan tiernamente cocida que se desprenderá del hueso sin apenas resistencia al más leve roce. 

Serveris, tan gentil como siempre, se ofrece a ayudarme. Lo observo atentamente y le regalo los oídos con alguna anécdota de mis aventuras que arranca una sonrisa del joven que no duda en ponerse un delantal como yo misma para echar una mano en lo que sea necesario. Cabeceo, algo sorprendida por el anuncio de mi autoproclamado sobrino y elevo una plegaria a Shelyn para que haga que sus días sean celebraciones. Un fugaz nubarrón pasa por mi rostro, pero Sandru, siempre atento, logra hacerme reír con su desparpajo habitual... justo a tiempo para que Hattori se posicione en su puesto habitual, atento a todo lo que pasa a mi alrededor. Suspiro. Si manejara igual de hábil la escoba para espantar telarañas que lo que lo hace para espantar supuestos pretendientes, tendría la posada más limpia, no sólo de Punta Arena, sino del continente.

Chanzas y felicitaciones caen por igual a la joven pareja de tortolitos. Los fornidos hermanos Dalmuvian, habituales de la caravana de Sandru y de mi posada, participan con su particular contenida forma de diversión. Hay algo salvaje, nada políticamente correcto bajo la cubierta de seres civilizados. Bajo la cabeza y me concentro en las jarras de cerveza. Un mechón se escapa de mi moño y lo aparto con un resoplido muy poco femenino. A veces envidio a Shalelu, pero las responsabilidades familiares también son mi legado y alguien tiene que ocuparse de que todo vaya bien. 

Pero mi rostro luce una sonrisa radiante cuando Sandru osa ofrecerse voluntario para sacar la cerveza:

—¡Asegúrate de que llegue toda! ¡Que he contado las pintas! -anuncio a voz en grito, lo suficientemente alto para que todos sepan que la fiesta ha comenzado.

Luego, sin pensármelo dos veces, salto encima de la barra. Samisen en mano, me deshago del mandil y dejo al descubierto un bonito kimono de celebración. Unos compases son suficientes para obtener la atención de todos los presentes. Volteando ágilmente el instrumento entre mis manos señalo a Koya. Con voz potente y clara dejo que fluyan mis palabras:

—¡Tú, vieja Koya! -una pausa dramática, calculada.- Se te acusa de ser la más longeva del lugar, ¿cómo te declaras, oh yaya?

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04/04/2017, 13:48
Vankor Dalmuvian.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Su oferta de ayuda había caído en saco roto y no había merecido siquiera una respuesta por parte de la dueña del Dragón Oxidado. No fue algo que le sorprendiera. Resultaba algo habitual en la vida de Vankor que era muy consciente de su posición y de lo invisible que resultaba en muchas ocasiones. No era carismático como lo eran el jefe Sandru o la propia ama de la taberna. Ni alegre como el cascabel de Giorgino o respetable como la vieja Koya. Solo era un muchacho con más músculo que cerebro y escasas habilidades más allá de las de su trabajo. Pero no se sintió molesto. Sabía quién era y lo que era y en la aceptación de sus virtudes y defectos hallaba su camino.

Pero pese a no sentirse molesto, un leve vacío aleteó sobre Vankor. El huérfano quizá sentía más hambre de atención que la que demostraba o quería sentir. Por un instante, su mirada se perdió, mientras corazón y mente volaban hasta su madre. El alma se le había roto con la muerte de su padre e incapaz de afrontar el dolor de su pérdida, su cabeza había corrido hacia la locura, abandonándolos a él y su hermano. Ahora vivía, si tal cosa podía decirse, en una casa especial para enajenados. Habían pasado ya cuatro años y de no haber sido por Sandru, que los acogió y les dio trabajo, intuía que el camino que hubiera tomado no sería el más adecuado para un varisio.

-Debería visitarla antes de partir en el último viaje de la temporada -murmuró para sí, volviendo a la realidad y mirando una vez más a Sandru Vhiski a quien sonrió con una mezcla de admiración y respeto-. ¿Te ayudo con las cervezas, jefe Sandru?

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04/04/2017, 14:29
Sandru Vhiski.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Fuentes con cubiertos, bandejas de mimbre con pan y diferentes platos con delicias como queso curado, mermelada, pura miel fresca, y cuencos con alguna sabrosa salsa comienzan a poblar la cocina.

La llegada de un par de manos más, con la forma de Vankor sólo es deslucida por la pregunta que dirige al joven Serveris. Sandru se queda congelado apenas medio segundo. Después de todo los Dalmuvian pasan la mayor parte del año en Magnimar, y las noticas más recientes no habrán llegado a sus oídos. Sandru se preocupaba de no perder el pulso de las noticias locales en virtud de que el negocio no decaiga, y la pérdida del joven de ascendencia Tien no le había pasado desapercibida.

Un movimiento rápido con una bandeja pesada bandeja llena de platos, fuentes y cuencos le coloca delante de Vankor, al que dedica un gesto distendido.

- Claro Vankor, ve colocando esto en las mesas. Dos platos, un cuenco y una fuente de pan por mesa, y diles a todos que mantengan lejos las manos hasta que empecemos. Vigila sobre todo a Bevelek, creo que últimamente se da buenos homenajes, ¡Juro que he visto sudar a "Cascabel" cuando él se encarga de conducir carro de las mercancías! Ja, ja, ja. -

El variso entrega la pesada carga al fornido joven, con la esperanza de que eso le mantenga alejado de la cocina y entretenido por un tiempo en el salón común. Se da la vuelta con gesto algo grave en busca de la bandeja de las pintas y al pasar al lado de Serveris, posa la mano en su hombro levemente.

- No se lo tengas en cuenta muchacho, llevamos una temporada en Magnimar y aún no se ha puesto al día. Siento tu pérdida joven. Y no es una frase hecha, sé de lo que hablo. -

Tras un breve apretón y dando un momento a Serveris para respirar y pronunciarse de ser el caso, Sandru toma la cargada bandeja de pintas como si no pesara y traspone con ella la puerta de la cocina.

- No os preocupéis mi señora Ameiko, ni una gota faltará, y si echáis algo en falta, ¡sabréis dónde encontrarlo! - Ríe Sandru mientras se palmea el estómago, una maniobra peligrosa que hace zozobrar la bandeja. Pero el ágil varisio sigue riendo mientras recobra el equilibrio y comienza a repartir pintas de cerveza entre el personal.

Dedica unos momentos a Giorgino y Petunia. - Me alegro que estéis tan unidos muchachos. En pro de vuestra felicidad HOY podréis compartir una jarra de cerveza. - Sandru se aproxima a los dos tendiéndoles el recipiente como a escondidas. - Si le contáis esto a alguien... - Sandru posa la mano en su cuchillo estrella con una mueca, sacando la lengua en un burlón gesto de risible amenaza.

Alcanza a Vankor con una jarra en la mano, que tiende al trabajador joven. Tras eso intercambia unas palabras con él en voz baja, que acaban con una afectuosa palmada en el hombro.

Ese momento elige Ameiko para enarbolar su samisén y saltar en la barra. Los pies de Sandru se mueven por si mismos, excitado ante la idea del ritmo de una bonita canción. Otra parte de él observa con algo de pesar la madera de la barra, sabiendo quién acabará realizando los arreglos necesarios en ella tras la fiesta. Sandru encierra ese pensamiento gruñón muy dentro de su cabeza y se dispone a disfrutar del espectáculo.

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04/04/2017, 16:11
Viejo Hattori.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

El viejo Hattori observaba todo con detenimiento. Le parecía agradable que la gente celebrase con tanta jovialidad el cumpleaños de la anciana Koya. Sin embargo como ocurría siempre no iba a mostrar su alegría, eso no seria propio de él. Hattori disfrutaba haciendo creer a los demás que era un viejo cascarrabias, hace tiempo que decidió actuar así para que la gente no le tomase especial aprecio y a la vez no tomarlo el por los demás. Así no sufría tanto de acontecer la perdida de gente a su alrededor. Ya sufrió mucho en su día con la muerte de la madre de Serveris, y aunque el hijo le resultaba un muchacho muy valido y agradable intentaba mantenerlo en el mismo lugar que al resto. Tan solo se permitía mostrar su cariño y aprecio por Ameiko, de la que no se separaba.

Así pues para mantener su compostura habitual se le ocurrieron unas palabras apropiadas.

Espero que la misma alegría que mostráis ahora para beber y festejar, la mostréis después para ayudar a limpiar y recoger.¿O acaso pensáis que mi escoba y yo limpiaremos todo lo que ensuciéis?.

Hattori se gira tratando de esconder una sonrisa que apenas puede contener en espera de replica por parte de alguno de los presentes a su comentario.

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04/04/2017, 18:18
Vankor Dalmuvian.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena

¿Por qué me mira así?

La cara de estupefacción de Sandru se convirtió casi de inmediato en otra de energía y alegría y el ofreciemiento de ayuda de Vankor se materializó en una bandeja que midió con ojo crítico, al tiempo que su pregunta se difuminaba en el vacío de su cerebro.

-Claro, dos, uno y una -repitió formal antes de elevar la mirada y echarse también a reír-. Bueno, él llama a eso musculatura, pero está fofo como una vieja oveja que ha parido demasiadas veces -echó un vistazo por encima del hombro esperando que no le hubiera escuchado-. Demasiado amor por el pan untado en manteca -susurró-. Necesita una mujer que le cocine y le haga trabajar. Fuera y dentro -dijo con un guiño al tiempo que recogía la bandeja con cuidado-. Dos, una y uno -murmuró para sí y echó a andar hacia las mesas.

Por el camino se le pudo ver cómo alzaba y bajaba la bandeja, haciendo que los músculos de sus brazos trabajaran bajo su peso. De vez en cuando echaba una mirada subrepticia a los bíceps, sonriendo satisfecho.

-Dos, una y uno -se le oyó decir cuando llegó a la primera mesa.

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04/04/2017, 19:06
Giorgino Vhiski.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Sin dejar a su abuela Giorgino disfrutaba feliz de la fiesta. Un impulso juvenil le tentó a ir en pos de su tío, sobre todo cuando se acercó a sus primos. Estaba tan atento a lo que hacía que no le costó mucho escuchar como prepararían un último viaje antes del parón invernal. Sus ojos se abrieron como platos ante aquella oportunidad que se le ofrecía, pero se mantuvo firme junto a su abuela, la fiesta sería larga y tendría la oportunidad de hablar con su tío más adelante y convencerle para que lo llevara con él.

-Jajajaja. Primo Bevelek, que cosas dices.
-Giorgino se ruborizó y se rascó nervioso la cabeza con la mano que no agarraba a Koya. No es que no hubiera pensado ya en casarse con Petunia, sería algo natural, pero en lo de los niños si que no había pensado.- ¡Además! Primero deberíais llevarme a mi ¿No os parece? -Le hizo un gesto con la mano para que se acercara.- Escuché lo que el tío Sandru os ha dicho, que vais a ir hasta Magnimar. ¿Porqué no le intentáis convencer para que me lleve? Sabéis que estoy preparado. Yo también hablaré con él, pero si Vankor y tu me respaldáis estoy seguro de que aceptara. ¿Lo haréis primo?

Giorgino sonrió a su primo confiando en que hablarían bien de él a su tío, aunque estaba bastante confiado en que podría hacer ese trayecto sin dificultades y que Sandru aceptaría llevarlo, estaba dispuesto incluso a hacerlo gratis.

¡Menuda aventura! ¡El tío, los primos y yo en la carretera! ¡No habrá quien nos pare!

Mientras soñaba con conducir un carro y llegar a la gran Magnimar en compañía de su familia la fiesta continuaba. Vio a Petunia hablando con Ameiko y su tío Sandru que ahora estaba allí cerca de la barra. Parecían pasárselo bien los tres y eso le alegró, Petunia parecía ya uno de ellos. Además Vankor también se había acercado, parecía que la cerveza era un gran atractivo.

Me pregunto si conseguiremos que nos dejen beber un poco de cerveza...

Giorgino tenía la sensación de que a veces su tío lo trataba como si fuera un niño pequeño, pero ya casi era un adulto, faltaba poco para que cumpliera los quince. Además ya tenía bastante pelo en la cara que no pensaba afeirtarse, eso lo hacía parecer más mayor.
Abrió los ojos como platos cuando vio a Ameiko saltar encima de la barra y quitarse el delantal con un grácil movimiento mientras llevaba un instrumento musical extraño. Admiraba a la posadera, era todo lo que él quería ser y apenas era unos años mayor, claro que la diferencia le parecía a Giorgino un abismo y además él no quería tener una posada, quería ser caravanero como su tío.

¿Cuantos años tendría Ameiko cuando se fue por primera vez con mi tío? ¡Seguro que menos que yo! ¡Mi tío tiene que llevarme con él a Magnimar!

Si se había llevado a Ameiko ¿Porqué no a él? Seguramente lo haría y aprovecharía el ambiente festivo para pillar a Sandru de buen humor. Decidió disfrutar de la fiesta y dejar para más adelante la oportunidad de convencer a su tío.
Tuvo el impulso de aplaudir, pero no quería soltar a su abuela así que vitoreó la acción de Ameiko.

-¡Yuhuuuuu! ¡Viva la Señorita Ameiko! ¡Y viva mi abuela Koya!

Ahora si que aquello comenzaba a parecerse a una verdadera fiesta. Y para mayor goce y felicidad su tío y Petunia se acercaban con la bandeja llena de jarras de cerveza. ¿Sería que le iba a dar una y confirmar así que era ya un adulto y lo llevaría con él? Se mantuvo sonriente y esperanzado. Cuando su tío les dio una de las jarras no podía creérselo, ahora si que iba a ser una gran fiesta.

-¡Gracias tío Sandru!
-Dijo cogiendo la jarra y acercándosela a la boca mientras Petunia se quedaba mirando. Entonces se acercó a ella, sopló y la salpicó con un poco de espuma.- Jajajaja. ¡Era una broma! ¡Bebe tu primero! -Le devolvió la jarra a Petunia y se volvió hacia su tío.- Tío Sandru. Escuché que vais a hacer un último viaje a Magnimar. ¿Me llevarás con vosotros? ¡Ya estoy preparado! Pregúntale a los primos, se conducir un carro a la perfección y la abuela me ha estado enseñando a manejar el cuchillo de estrella por si hay problemas. ¿Verdad Abuela? Además Magnimar está muy cerca... ¿Me llevarás tito? ¡Te prometo que no te arrepentirás!

Si Giorgino hubiera sabido que era el gato de Srek le habría puesto a su tío la misma cara, pero como no lo sabía simplemente puso la mejor cara que tenía para la situación. Sabía que todo estaba a su favor y estaba seguro que su tío le aceptaría esta vez.
Las palabras de Hattori llamaron su atención y Giorgino se rió. Le caía bien el viejo, a veces era un poco cascarrabias pero sabía muchas historias alucinantes que le fascinaban.

-¡No te preocupes Hattori, Petunia y yo nos quedaremos a ayudarte! ¿Me dejarás coger la escoba para barrer?

Hattori nunca dejaba aquella escoba, si estuvieran casados seguramente formarían un matrimonio feliz. Giorgino volvió a centrar de nuevo la atención en su tío y aprovechó la cercanía de sus primos para fortalecer sus argumentos.

-¡Primos! ¡Venir! Decirle al tío Sandru lo bien que manejo un carro ya, quiero ir con vosotros a Magnimar.

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04/04/2017, 21:03
Koya Mvashti.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Las constantes muestras de afecto y los saludos no dejaban a Koya ver qué demonios se tramaba en la posada de Ameiko. No le hizo falta esperar mucho pues Sandru le destapó el pastel enseguida.

- No me abraces como si fuera un saco de patatas de los que cargas en el carro y dame un beso de los que gustan a Desna.- La vieja Koya se quedó esperando a que Sandru le diera un beso en la mejilla que ella le ofrecía allí, delante de todos. Desde pequeños había obligado a sus ahijados Vishki a darle besos como la tradición mandaba. Un buen beso tenía que ser más sonoro cuanto más se quería a la persona a la que se lo daban. En cuanto recibió el suyo tomó el rostro de Sandru entre sus nudosas manos y le plantó tres besos consecutivos en la misma mejilla.-¡Oh! Pero... ¿Qué dices, hijo mío?...Ni siquiera me acordaba de que hoy era mi cumpleaños.- Mintió, pero con tanta habilidad y gracia que pocos podrían percibirlo.- Qué cabeza la mía. Cualquier día me la dejo por ahí, jeje.- A pesar de la felicidad que deseaba mostrar ante el esfuerzo delos demás por agradarla en aquel día tan señalado para ella, Koya no dejaba de transmitir cierta melancolía en su mirada. La ausencia de su querida madre era una dura carga que soportar, aunque fuera ley de vida. Sin embargo, el brillo que se reflejó en su mirada cuando Giorgino la tomó del hombro, todo emocionado, borró cualquier rastro de tristeza que pudieran haber reflejado sus ojos.

- Claro que me gusta. ¡Muak, muak, muak, muak!- Le llenaba los mofletes y la frente de besos.- ¡Ay, como pincha ya mi Giorgiiiiino!- Bromeaba Koya pues la barba del joven, por mucho que tratara de dejarla larga, era pelusilla más suave que la seda con la que comerciaba la caravana.- Está todo precioso.- Dijo haciendo referencia a la decoración, y frunciendo el ceño pues empezaba a coscarse de que algo estaba sucediendo paralelamente y no le hacía mucha gracia no saber exactamente el qué. Captaba algunas palabras sueltas entre los presentes. ¿Un viaje? Sus sobrinos Dalmuvian andaban por allí también a los que dirigió una afectuosa sonrisa. Sus cavilaciones se vieron interrumpidas entonces por la intervención de Ameiko. Simulando ofenderse de las acusaciones proferidas, Koya se desembarazó del gentil agarre de su nieto y apuntó con un dedo acusador a la tabernera subida en la tarima.

- ¿Te atreves a llamarme vieja?¿Cómo osas?- La escuálida mujer bajó los finos brazos tensos y pegados al cuerpo, con los puños apretados para, de pronto, relajar completamente el cuerpo y soltar una sonora carcajada.- ¡CULPABLE! ¡Y a mucha honra!- Exclamó al final agarrándose la colorida falda adornada con volantes y la movió con gracia de un lado a otro.

La gente se ponía en movimiento y la comida y bebida comenzaban a correr por la sala. Koya escuchó la conversación entre Giorgino y Vankor e hizo una seña a éste último para que se acercase.

- Anda, hijo, traele a Koya una silla para sentarse. No se llega a vieja permaneciendo de pie todo el día.- Estaba muy bien ser respetada por ser la más longeva de Punta Arena pero también empezaba a cansarse de cumplir años. Se había convertido en una "buscasillas" incapaz de seguir el ritmo de la juventud, que tanto afloraba alrededor suyo, y cada vez más.- ¿Eso es lo que estáis tramando? ¿Un viaje?- Le interesaba muy mucho. Llevaba tiempo dándole vueltas, sobre todo desde el fallecimiento de Madame Niska Mvashti, su madre. Ahora que nada ataba a Koya a Punta Arena podría realizar el viaje que tanto tiempo había anhelado. No dejaba de ser curioso. Por una parte Giorgino podría realizar su primer viaje y, por el otro, puede que Koya hiciera, a la vez, su último. ¿Quién era ella para poner trabas al joven si ese era su sueño? Después de todo lo llevaba en la sangre, como ella. Así que, cuando Giorgino buscó con sus preguntas y sus miradas el apoyo de Koya, ésta no dudó en concedérselo.

- Así es. Eso le he enseñado.- Confirmaba la vieja que le había descubierto los secretos del cuchillo de estrella.- Aunque otras cosas no ha querido aprenderlas tan gustoso.- Le recriminaba acerca de la fe. En eso había salido al padre y era lo único en lo que Aldar había decepcionado a Koya.

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04/04/2017, 21:22
Serveris.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

La señorita Kaijutsu me indica labores que puedo ejercer para ayudarle, por lo que feliz me pongo un delantal apropiado para no manchar mis ropas y poder ser de utilidad. Sandru Vhiski me saluda y agradece por la ayuda, a lo que respondo animado:

 - "No se preocupe, Sr. Vhiski. Estoy para ayudar en lo que pueda."

Comienzo a ordenar y limpiar consas, mientras la gente se saluda y me saluda a la vez. Entonces, Vankor Dalmuvian, un familiar de los Vhiski al que poco conozco, me pregunta por mi madre. Mi expresión se ensombrece un poco pues ella falleció hace un buen tiempo y nadie me quitará de la cabeza que fue asesinada, por más que todo el mundo, mi padre incluso, piensen que fue un suicidio. Ella me enseñó las tradiciones tien y sé incluso como es un seppuku apropiado. Ella no lo haría de forma incorrecta.

Aún turbado e indeciso de qué responder, Sandru le da indicaciones al joven Dalmuvian, evitándome la vergüenza de corregirle y anunciar su fallecimiento. Luego me habla a mí, disculpándose en su nombre:

 - "No se preocupe, Sr. Vhiski. Es comprensible de su parte. Muchas gracias por sus palabras."

Entonces sigo con los preparativos. No le presto mayor importancia a la desinformación del joven Dalmuvian, pues es cierto que las noticias a veces no se propagan tan rápido como uno quisiera y no faltan los momentos incómodos donde uno debe informar de cosas que ya había dado por acabadas, heridas a medio cerrar que vuelven en ese momento a doler con intensidad.

Ocupo mi mente en ayudar para la celebración. Es algo más fácil de hacer y mucho más agradable que volver a la espiral de ira en la que caigo cuando pienso en lo injusto del destino de mi madre y de como las personas le dieron la espalda a su memoria tan rápido.

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05/04/2017, 11:22
Giorgino Vhiski.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Giorgino se estiró en su sitio orgulloso de las palabras de su abuela sobre su barba. Estaba feliz de que a Koya le gustara como había quedado la posada y quería que disfrutara de aquel día, desde la muerte de la yaya la notaba más triste de lo habitual, aunque eso por otro lado era lo más normal del mundo solo que a Giorgino no le gustaba ver triste a la gente.

-Es gracias a Petunia abuela, tiene muy buen gusto. Y que te iba a decir...

Cuando estaba a punto de comentarle lo que sentía por Petunia la abuela comenzó a distraerse con el resto de invitados y a atender al desafío que le había lanzado Ameiko, así que Giorgino se mantuvo callado, se lo diría más adelante.
Sonrió plenamente cuando Koya lo avaló frente a su tío, con eso sin lugar a dudas ya tenía casi los dos pies en la siguiente caravana, lo sentía. No le gustó tanto el reproche sobre su religión, aunque comprendía los recelos de su abuela.

-Es por papá. -Se defendió tímidamente.- A él le gustaría.

Además ahora necesitaba la ayuda de Shelyn más que nunca para que le ayudara con Petunia, no creía que Desna se lo tuviera en cuenta, al fin y al cabo las quería a las dos.
Para cambiar de tema decidió llamar la atención de Serveris, el muchacho era demasiado formal y si seguía así no disfrutaría de la fiesta.

-¡Eh Serveris! ¡Vente a coger una cerveza!

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05/04/2017, 19:30
El Perro de los Vhiskirville.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Afuera se escucha un lastimero aullido que Sandru ha llegado a conocer demasiado bien, y a odiar con pasión. Algunos de los locales le miran y se sonríen maliciosamente.

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05/04/2017, 21:21
Sandru Vhiski.

Cuando Sandru alcanza a Vankor y le tiende una jarra de cerveza, toma la bandeja ya vacía que éste portaba para llevarla a la cocina y aprovecha la algarabía general con el sigilo y profesionalidad dignas de un mercader varisio para intercambiar unas palabras en voz baja, de tal manera que sólo él le le escuche.

- Serveris perdió a su madre en unas circunstancias algo peliagudas hace un tiempo. Es mejor no sacar el tema en público y siempre tratarlo con cierto tacto a ese respecto. No te preocupes chico, tú nada sabías. -

El maduro varisio palmea afectuosamente el hombro del joven Dalmuvian mientras se retira en busca de más cervezas. Su rostro es una mezcla de pesar y alegría, y recuerdas que el propio Sandru quedó huérfano a una temprana edad. Si alguien entiende a Serveris en ese aspecto, puede ser él.

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06/04/2017, 08:09
Vankor Dalmuvian.

Asintió con la cabeza. Realmente no veía nada malo en haber preguntado por su madre a Serveris aunque esta estuviera, sin él saberlo, muerta. De hecho, le hubiera gustado que el propio Serveris se lo dijera para de ese modo ofrecerle el pésame y cruzar algunas palabras, pero por alguna extraña razón Sandru debía pensar que eso era inadecuado. Y no lo entendía, no entendía la necesidad de callar y no compartir.

Él mismo había quedado huérfano de padre y dado el destino de su madre es como si también la hubiera perdido. De hecho, quizá era más cruel que la propia muerte pues sin estar ya en este mundo su cuerpo se aferraba a él.

-No me preocupo. No creo haberle faltado al respeto por preguntar por su madre, ni tengo la sensación de que se haya sentido molesto, pues nada me ha dicho -dijo Vankor con un encogimiento de hombros y sin rastro alguno de preocupación en su cara-. Hablaré con él.

En aquel punto, el aullido de un perro se superpuso a los demás sonidos. Vankor volvió instintivamente el rostro hacia la puerta y después miró a Sandru.

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06/04/2017, 08:19
Vankor Dalmuvian.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

El jefe Sandru se había acercado a Vankor para hablar con él privadamente. Casi parecían haber concluido cuando el aullido de un perro se superpuso a los demás sonidos de la posada. Vankor volvió instintivamente el rostro hacia la puerta y después miró a Sandru.

-Deberíamos matar a ese perro -dijo sin dirigirse a nadie en particular-. Es un bicho de mal agüero.

Fue entonces cuando sorprendió a uno de los paisanos mirando a Sandru y sonriendo con el placer que a algunos proporcionaba el mal o la desgracia ajenos. Apenas pareció moverse pero se materializó a su lado. Las aletas de la nariz se abrían y cerraban como las compuertas de una presa y las dilatadas pupilas convirtieron los ojos de Vankor en dos pozos negros. Agarrándolo de la pechera lo alzó de la silla, obligándolo a mirarle a la cara.

-Sonríeme a mí -le susurró con ferocidad.

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06/04/2017, 10:20
Ameiko Kaijitsu.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Suelto una fuerte carcajada ante la respuesta de la yaya, arqueando ligeramente la espalda, ambas manos en mis caderas y la cabeza dejada caer hacia atrás. Un raro instante de descontrol y abandono. Lejos de mi contenida manera de ser, de los Tien. Sin duda influencia de mis amigos varisios. Miro a Sandru que reparte diligentemente cervezas, todos parecen integrados en la fiesta.

Sigo tocando, olvidándome de todo. Hattori a buen seguro se ocupará que no falte de nada. En un momento que no puedo determinar, me he puesto de rodillas a tocar, totalmente concentrada en la música. Pero, si bien puedo cerrar mis ojos, no así mis oídos. El aullido entra y perfora a través de mi música. Abro los ojos y miro alrededor. Con gracia, salto de la barra y aterrizo junto a Vankor y, sin dejar de tocar lo reto a acompañarme en un baile antes de que arraigue la trifulca.

Notas de juego

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06/04/2017, 14:09
Kelsier Deznad.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Dejadas las piezas que hubo cazado en la cocina, el joven semielfo retornó al comedor. Fue allí cuando supo sobre que, la vieja Koya, cumplía un nuevo año. También supo que la mujer era la más anciana de toda Punta Arena. El muchacho parpadeó relativamente confuso pensando sobre la edad y al fijar su atención en torno a los que le rodeaban. Buena parte de los presentes eran más jóvenes que él en cuanto a años, mas sus aspectos resultaban más adultos. A pesar de que había logrado hacer una cuidada perilla de la pelusilla incipiente que asomaba por su rostro en busca de hombría, sus aniñadas facciones lo delataban.

Se preguntó si él llegaría a tener un aspecto similar a Koya, viejito y con arrugas. Cierta sensación de desazón lo envolvió al comprender que en ese supuesto todos los presentes habrían muerto hace tiempo y posiblemente también sus hijos. La naturaleza humana tenía sus límites y estos en la naturaleza élfica eran enormemente más dilatados. El pobre Kelsier, a caballo entre uno y otro, estas situaciones se le antojaban complicadas y perturbadoras. Sintiendo como unos pero gozando de parte de la longevidad de otros. Relacionarse, tener amistades, querer... y verlo todo perder con el paso del tiempo. Una y otra vez.

Meneó enérgico la cabeza y se deshizo de esos pensamientos. Lo importante era el aquí y el ahora, como decían sus alegres tías. Finalmente logró esbozar una amplia sonrisa y se acercó a la anciana.

- Feliz día del nacimiento, señora Koya - deseó, mientras tomó una de las numerosas jarras de cerveza dejadas por Sandru y Vankor, la alzó en el aire y brindó, bebiendo por la mujer. Le supo fuerte y amargo al no estar acostumbrado a ese tipo de bebidas, pero trató de disimular, mostrando una sonrisa 

Prefiero el agua del Turandarok, pensó el muchacho antes de volver a tomar la palabra.

- Y que cumpláis muchos más. Por muchas, muchas otras reuniones por este mismo motivo - volvió a brindar.

Su atención fue captada entonces por las palabras y actuación de Ameiko, que dejó su mandil y tomando un instrumento de cuerda desconocido para el joven, comenzó a interpretar una hermosa y alegre canción sobre la barra de la taberna.

Al igual que el resto de presentes, el medioelfo pronto acompañaba el ritmo con los pies y con un cabeceo, haciendo ondular el resto de su cuerpo, alegre y amante de las melodías, y observando intensamente a la joven intérprete.

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06/04/2017, 21:04
Vankor Dalmuvian.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena

Sujetándolo por la pechera, sintió más que vio la presencia de alguien a su lado. Viró apenas la cabeza y vio a Ameiko Kaijitsu a su lado, las mejillas arreboladas, conducida por la música, la mirada con una petición. La ira se disipó con la misma rapidez que había surgido y la manó que se cerraba sobre el blusón del paisano liberó su presa.

-Sé un buen convecino y no una rata -susurró antes de separarse definitivamente de él y seguir a la dueña del Dragón Oxidado tocando palmas y con unos pocos pasos de baile.

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06/04/2017, 21:38
Sandru Vhiski.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Aún al lado de Vankor, el color moreno del varisio parece diluirse cuando el aullido se hace audible.

- Ya está aquí ese maldito chucho... -

A pesar de que Sandru no trataba con crueldad a sus animales, tenía una animadversión profunda a este chucho en particular. Por más que lo había alimentado y tratado bien, casi perdió uno o dos dedos el día que intentó evitar que triturara al hermoso canario amarillo que tenía preparado para una jugosa venta. Si sólo se lo hubiera comido, Sandru lo habría lamentado y le hubiera dado un par de azotes para reprenderlo, pero el ladino animal se había revuelto con los ojos inyectados en sangre, tratando de morder la mano que lo había alimentado. Eso bastó para que lo expulsara con cajas destempladas, y desde entonces el fatuo animal parecía seguirlo a él y a los suyos aireando su malestar en forma de ominosos aullidos.

Cuando Vankor hace ese comentario asiente de manera queda ya Sandru no puede por menos que estar de acuerdo con él, aunque algo en su interior le hace arrepentirse casi inmediatamente. Lo había tenido al alcance de su arco un par de veces, pero algo siempre había detenido su mano. Los varisios son supersticiosos, y Sandru no era una excepción.

Continúa su viaje hacia la segunda tanda de jarras observando con aprobación con el rabillo del ojo como Vankor ajusta el humor de los locales, pero al pasar al lado de Kelsier se detiene.

- A lo mejor tú podrías echar el guante a ese molesto perro, Kelsier. Si eres la mitad de hábil que Shalelu no creo que eso fuera un reto para ti. Temo que algún día muerda a algún niño o algo así. - Sandru se encoge de hombros dejando al joven semielfo con la cuestión en el aire, para llegar a la cocina y recoger la segunda remesa de jarras mientras la música de Ameiko anima el lugar como solo la tien sabe hacerlo.

El varisio acaba llegando hasta Koya, a la que aprovecha para dar una tanda de ruidosos besos en las mejillas, tras lo cual la hace bailar un poco al son de la música, para devolverla finalmente a su silla.

- No te aposentes mucho anciana, después del invierno puede que oigamos la llamada del camino. - Sandru se toca con un dedo el hombro, allá donde se oculta el elaborado tatuaje de una rueda de carro varisio. - Esto no está aquí por nada, y puede que llevemos postergando un buen viaje demasiado tiempo, ¿no crees? -

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06/04/2017, 22:42
Kelsier Deznad.

Vigésimo séptimo día del mes de Neth del año 4707. Finales del otoño. Posada el Dragón Oxidado. Punta Arena.

Kelsier peleaba con el segundo trago de cerveza tras su segundo brindis por Koya, cuando escuchó el aullido de un perro, los momentos tensos entre un parroquiano y el fuerte Vankor, y que alguien se dirigía hacia él, expresamente. Sus orejas suavemente puntiagudas parecieron extenderse por un instante, tras captar el ruido de los pasos aproximándose, pese al jolgorio y diversos sonidos, al lugar donde se encontraba. Se giró y se topó con Sandru.

- B-buenos días, señor Vhiski - logró saludar. A pesar de lo jovial del hombre, el joven semielfo siempre se sentía intimidado por el conductor de caravanas. Alguien que viajaba por largas distancias y se las veía con numerosos peligros bien merecía un fuerte respeto.

Se sorprendió hacia la petición que el hombre le hizo con la sugerencia velada de que matase al perro. Todos en Punta Arena conocían la historia de Sandru y el "Perro de Vhiskirville", y comprendía el odio del varisio hacia el animal. Sin embargo, matarlo...

Kelsier miró hacia una ventana del local cuando oyó de nuevo otro aullido del perro. Giró el rostro y Sandru se alejaba hacia la cocina. De la duda sobre qué hacer pasó al conflicto entre seguir las sugerencias de alguien como el veterano conductor de carros o dejarlo estar. Se decidió por una vía intermedia. El can llevaba tiempo rondando el pueblo y, a excepción de a Sandru, no había atacado nunca a nadie. Tal vez merecía una oportunidad.

Dejó la jarra de cerveza y se acercó a la barra, donde había depositado su arco y su carcaj. En un instante los tenía equipados y con el arma en la mano salió para atender al perro y el motivo de sus aullidos.

Dicen que es un perro de mal agüero. Tal vez deberían prestarle más atención cada vez que aparece, meditó mientras salía fuera.