Partida Rol por web

El reinado de los Strigoi: Capítulo I

Prólogo: Una búsqueda fructífera

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30/11/2015, 13:26
Tobías Quinn

—Buenas, me han mandado tus compañeros soldados. Porque al que no tenga aspecto de decapitar tres strigoi sin que se le mueva el peinado no es digno de estar donde las armas. Menudo laboratorio tenéis aquí.

Paseé entre los aparatos reconociendo los más útiles y tratando de hacerme una idea de lo que estaban investigando en el momento.

—También soy hematólogo, he llegado hace poco y salgo de mision en poco tiempo... pero antes de partir me gustaría ayudar en lo que pudiera. No quiero estar aqui y ser una carga.

—Me llamo Tobías 

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30/11/2015, 13:34
Heikki Mäkelä
Sólo para el director

Asintió de manera calmada - claro que se defenderme - no lo dijo a la defensiva, ni como un reproche, se limitaba a constatar un hecho - he venido desde muy lejos y a pie, he tenido que rendir cuentas con esos bastardos - comentó sonriendo levemente - en una de mis paradas di con un grupo donde había un químico, y me dijo que buscar para hacer más daño a esos seres, me habló del nitrato de plata - cogió el pequeño bote y leyó la etiqueta, satisfecho, se lo guardó - conseguí un poco en un instituto abandonado, pero se me acabó, gracias - luego la siguió hacía los stands de armas y se quedó mirando los arcos gratamente sorprendido - vaya, son mucho mejores que el mio - dijo valorándolos, aunque una comezón le hizo suspirar, el arco que siempre usaba era el de su padre, de madera y bien tratado, pero no era estúpido, esos arcos de poleas daban más fuerza a las flechas - supongo que podré guardar aquí el mio, ¿quedará a buen recaudo? no es apto para otras manos que no sean las mías 

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01/12/2015, 02:30
Danica Dvorák

Danica se encogió de hombros ante la pregunta del profesor. No le apetecía especialmente meterse en un edificio cerrado a mirar muebles viejos y podridos, pero tampoco le molestaría hacerlo si era lo que los demás querían. Al fin y al cabo, no tenía un objetivo marcado en aquella excursión más allá de explorar y no estar quieta en el búnker sin hacer nada. 

La chica alternó su mirada entre él y la rubia cuando ella se opuso a la idea de entrar en una casa y después se encogió de hombros mientras hacía girar el machete en su mano una sola vez. 

- Cazar algo no estaría mal -dijo con su habitual tono seco-. Así al menos entraría en calor. - Y a pesar de que ni su tono ni su expresión lo daban a entender, parecía que acababa de hacer una especie de chiste.

Después miró al resto, esperando a ver qué opinaban de aquella idea.

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01/12/2015, 10:06
Damon Gates

Gates escuchó la historia de la polilla humana que contaba Richard y miró a Danica hacer malabarismos con el cuchillo. Parecía estar siempre dispuesta a la acción. Observó la noria de Prípiat.

-Si alguno de ustedes estaba en Inglaterra hace unos tres años, recordará el caso de la masacre del London Eyecomentó con tono melancólico-. La noria junto al Támesis. 35 muertos en un ataque inusual de un strigoi. Dio mucho que hablar, y con razón.

Dejó pasar unos segundos, quizá esperando algún comentario. Nadie dijo nada.

-Pero la verdad es que no fueron 35, sino 350. 356, para ser justos con los muertos. Y no fue un gusano. Fue una jauría de seis strigoi disidentes que aparecieron de la nada, supongo que de las cloacas que desembocan en el Támesis, y segaron sin cuartel la vida de todos los que pudieron. Fue como soltar lobos en un redil de ovejas.

Miró al suelo, pensativo, apoyando la espalda en un kiosco junto al carrusel.

-Detuvieron la noria y cuatro de ellos escalaron por ella mientras otros dos la rondaban abajo. Los cuatro, en parejas, fueron subiendo por ambos lados del London Eye, rompiendo las ventanas de las cabinas en las que esperaban, horrorizados, los pasajeros que solo querían pasar un rato divertido en la City. Si no lo saben, cada una de las 32 cabinas puede llevar a 25 personas. Por suerte esa noche la noria tenía poco público.

Imaginen el horror de estar encerrados en una pecera, sin salida, colgados en las alturas, viendo como, minuto a minuto, los monstruos van subiendo sin prisa acabando con toda vida, por entretenimiento, sin piedad. Minuto a minuto vas viendo la masacre desde tu ventana, sabiendo que el próximo serás tú. Tienes la certeza de serlo. Algunos no aguantaron y rompieron desde dentro los ventanales y se tiraron al vacío. Los suicidas morían abajo, por el impacto o a manos de los dos gusanos que estaban cubriendo el perímetro. Un hombre que cayó con suerte y solo se rompió el tobillo consiguió huir unos veinte metros arrastrándose por el suelo, antes de ser cazado.

El London Eye tiene 135 metros de altura. Los strigoi tardaron más de una hora en llegar arriba del todo. Durante una hora los pasajeros fueron testigos desesperados de una carnicería caprichosa de la que no podían escapar. En la última cabina, arriba del todo, había solo nueve personas. Rompieron una ventana en el último segundo pero los strigoi se colaron dentro a acabar su aquelarre. Una mujer y su hijo de once años se asomaron al agujero para tirarse, agarrados de la mano. Ella se lanzó al vacío pero los monstruos cogieron al pequeño al vuelo. La madre voló unas decenas de metros y pero chocó contra uno de los cables que hace de radio de la noria –Gates señaló lo más alto de la noria y bajo la mano simulando la trayectoria de aquella mujer-. Quedó ahí, atravesada hasta la mitad, clavada y sin poder moverse. Y lo peor: consciente. Vivió lo suficiente para poder ver cómo los strigoi le enseñaban cómo mordían a su hijo y lo envenenaban con su muerte en vida. Había matado a una multitud pero, por pura crueldad, quisieron  mostrar a la madre lo que hacían con su pequeño.

Hizo una pausa, mirando al suelo.

-Se preguntarán cómo sé todo eso. Yo era uno más en el equipo de psicólogos que mandaron las autoridades para templar a los testigos, aquellos que lo vieron todo en el parque, escondidos o no. Por eso lo sé. Vi la masacre. Vi las cabinas en las alturas salpicadas de sangre. Vi los cuerpos reventados en el suelo y los trozos de cadáveres por todas partes. Y los testigos me lo contaron.

Tuve que escuchar, anotar y hacer un informe de las declaraciones. Tranquilizar y tratar a los testigos. Muchas veces es imposible. No en este mundo. Pero, aún así, ese es mi trabajo, arreglar lo que está roto. Coger a personas destruidas por dentro y darles un motivo para un día más. Parece muy cínico ¿verdad? Reconstruir las ruinas de alguien para que desee seguir viviendo en un mundo como este.

Esa noche murieron 356 inocentes. Y ¿saben lo más terrible? Quizá parezca insensible, pero lo peor no fueron sus muertes. Lo peor es que el London Eye está justo delante del Ministerio de Defensa. Durante más de una hora los monstruos camparon a sus anchas por ahí sin que apareciera ni un policía, ni un destacamento militar. Nadie. Me niego a creer que sea una casualidad. Por algún motivo que no entiendo dejaron que seis strigoi rebeldes mataran a 356 cautivos en una orgía de sangre.

La voz le temblaba. Sin duda estaban pasando delante de sus ojos fotogramas de una noche pavorosa.

¿Saben? Estoy aquí porque solo quiero que mi trabajo deje de ser cinismo. Que arreglar a alguien roto tenga sentido porque vivir en el mundo merezca la pena. Les cuento esto porque, Richard, quizá no creamos en monstruos de fantasía como esa tal polilla humana. Pero que no creamos en ellos no quiere decir que no existan. Hay monstruos peores que los que se ven a la luz. Monstruos que mueven hilos invisibles, que permiten cosas terribles. Estoy aquí para desvelar su secreto. Me alegra tener aquí a la señorita Dvorák dispuesta a participar en esa búsqueda. Porque, cuando pase hambre y penurias, cuando esté en mi propia cabina del London Eye, agradeceré que gente como Danica sea capaz de sacarme del pozo, aunque sea para poder cenar una repugnante cigüeña-polilla mutante –sonrió de medio lado, intentando quitarle hierro a la terrible historia que había contado-. Pero, Danica, si no le importa, creo que esta noche todos preferiremos cenar aunque sea un triste bocadillo, antes que un ciervo radioactivo.

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02/12/2015, 18:40
Richard Collins

Richard sonrió a Danika, aquella chica parecía estar deseosa de acción, aunque allí poco habría para cazar, no al menos con las herramientas y armas de las que disponían.

Prestó atención al relato de Damon. El suceso de la noria había sido noticia, nada menos que 35 personas, claro que desde el gobierno y los comunicados oficiales se intentaba quitar importancia como algo puntual, que nunca había pasado y que no volvería a pasar. Sabía que los Strigoi castigaban aquellos actos, pero eso no les hacía parecer más benevolentes a sus ojos. A la larga algo así podría repetirse y terminar en tragedia. Pero la segunda parte de la noticia le dejó helado, algo a lo que contribuyó en gran manera también el clima, pero Richard sentía que ni el un desierto hubiera sentido calor. Aquellos datos eran escalofriantes, prefería creer que era mentira, pero algo en el tono del psicólogo le dejaba claro que no. Además no le extrañaba que a la hora de tapar aquello se hubiera reducido la cifra, pero tanto...

-Trescientos cincuenta y seis muertos... ¡Que tragedia! No tenía ni idea... Richard miró la silueta de la noria abandonada de la ciudad y no pudo reprimir que su imaginación recrease el relato. Tuvo que ser terrible para usted tener que hacer eso, pero su relato solo me confirma lo que todos sabemos, que estamos a merced de esos monstruos y si no los destruimos, nadie más lo hará. El mundo está sometido por completo, incluso acostumbrado, a nadie le gusta pero es así y así lo aceptan y las nuevas generaciones ya han crecido con esto, llegará un punto en que simplemente lo veamos normal si nos rendimos. Y estos monstruos si que son reales, por eso no hace falta inventarse otros como el hombre polilla, con vencer a los que tenemos en nuestro día a día es suficiente.

Era inútil buscar enemigos imaginarios, aunque a decir verdad la aparición de los Strigoi y la casi aceptación de la existencia de los vampiros había supuesto un revés a muchos cuentos y leyendas que se creían imaginarios. Yo también me alegro que formemos un grupo polivalente, creo que todos podremos aportar nuestra experiencia y habilidad para conseguir nuestro objetivo. Hoy no, pero quizás otro día si que necesitemos que la señorita Danika nos consiga algo de comer.

Siguió mirando a la noria, ya no volvería a mirar a una sin recordar el relato del señor Gates.

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02/12/2015, 20:51
Syria Keogh

Syria miró con desgana al arqueólogo cuando propuso entrar a algún edificio. Sus ganas eran directamente proporcionales a revolcarse en un charco de mierda, todo sea dicho. No sería solo la suciedad, sino también el abandono. Seguramente las cosas estarían colocadas exactamente igual a como las dejaron sus dueños al ser evacuados. Posiblemente hubiera alguna mesa puerta, alguna habitación por recoger...Todos ellos gestos de una vida personal en un hogar. Objetos cargados de historias de vida humanas que a ella no le apatecía nada ver. De esas cosas prefería quedar alejada, quizá eso la ayudaba a ser insensible y poder así ser más fuerte.

Yo no entro tampoco...Ya no es solo lo que pueda haber, sino que se venga abajo. Paso de morir aplastada entre escombros por curiosear - añadió. Aunque las palabras del tipo acerca de la radiación la tranqulizaron un poco. Igual eran mentira oye, pero cuando uno quiere creer algo lo hace muy veraz en su mente.

Posteriormente el psicologo se aventura a narrar un experiencia de lo mas desagradable, que no hace sino recordarme la maldita noche en que mi familia fue enviada a la mierda por los Strigoi. Pero no me iba a poner a contar éso, a esta gente no le importaba.

Hay mucha mierda así - a la historia del psicólogo, sin ánimo de hacer un feo a nadie - ¿Escuchasteis aquello del orfanato que no era más que una granja de sangre infantil? Mi mentor se topó con ello, más bien nos topamos. No voy a recrearme en lo que ví porque os podeis hacer una idea - ya lo creo, aun tenía pesadillas. Muchas pesadillas. Muchos fantasmas que venían por  la noche a atormentar y no precisamente de los que aparecen en historias de parapsicología - Quiero decir que el mundo ahora es así...Y que de nada sirve eso - señalo el machete de la morena - Si esto no está preparado - señalo ahora mi cabeza, haciendo referencia a la mente en general - He visto ultra soldados volverse locos y soltar sus pistolas para llorar como niñas ante una sangria infantil...- me quedo un poco pensativa, penssando que me fui del tema. Pero simplemente me encojo de hombros y subo al carrousel, tanteando antes que soporte mi peso.

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05/12/2015, 11:27
Elena Pérez

-Adelante, coge el que quieras, por aquí no sabemos usarlos casi nadie- dijo refiriéndose a los arcos. Heikki tenía ventaja con su arma, no era ruidosa, la cadencia dependía completamente de su entrenamiento y él estaba bien entrenado. Con un arco como aquellos alcanzaría un alcance mayor en distancia y en potencia, eran un portento.

Los militares le explicaron un poco a Heikki lo que pensaban llevar, incluso que habían hecho unas especie de granadas de luz y de plata. Eran bastante efectivas según decían, podrían usarlas si os veíais jodidos y rodeados por muchos de aquellos bichos. Así es como sin darse el finés cuenta, llegó la hora de cenar.

-Vamos, señoritas, recoged- alzó la voz la mujer. -Vamos a comer la cena de navidad, a ver si ese gordo barbudo nos trae algo interesante este año.

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05/12/2015, 12:48
Olivia "Liv" Moore

La rubia que parecía hiperactiva se acerca a estrechar rápidamente la mano del doctor. -Soy Liv y yo no soy médico, soy genetista... Es decir, no sé ni poner una tirita bien- se explicó, como bromeando pero sin llegar a hacer ni pizca de gracia. No parecía familiarizada con las cosas normales de la interacción social, puesto que el apretón de manos duró más de lo esperado.

La mujer le explicó que llevaba un tiempo buscando algo que reaccionara de forma explosiva contra los gusanos que parasitaban a los strigoi. Le enseñó algunas de las pruebas que había hecho, alguna hasta exitosa, aunque no lo que ella buscaba. Por suerte aquellas cosas no evolucionaban como una bacteria o un virus, en el momento en que encontrara algo que usar en su contra, sería algo definitivo. Pero como todos los planes que llevaba a cabo la Resistance, era complicado.

Acabadas las explicaciones Liv se dio cuenta que era la hora de la cena. -Deberíamos ir para el comedor, seguir que todos nos esperan para cenar.

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05/12/2015, 13:30
Dutch Velders

Finalmente, aparte del profesor, nadie se atrevió realmente a entrar a un edificio. El temor de que algo se les cayera encima, tras tantos años sin rehabilitación y mantenimiento, era normal. Seguramente de haber entrado a algún edificio, el suelo habría cedido o habrían caminado por donde no debían, sufriendo algún percance. Era mucho más seguro seguir por la avenida, dejando aquellas huellas tras ellos en la nieve.

El silencio seguía siendo solo roto por sus movimientos, sus andares y las pocas conversaciones que tenían. Ahora les había dado por hablar de cosas horribles, ¿y qué más horrible que ataques masivos cubiertos por el gobierno? ¿o humanos tratando de sacar provecho de ello?

-¿Un orfanato? Eso no es nada, rubia... Los estadounidenses se han estado superando. Pillé una enorme red, al sur del país, pillaban a inmigrantes, les inducían un coma y los iban apilando en jaulas sofisticadas donde les alimentaban, les mantenían durmiendo y les sacaban sangre- el aliento de Dutch salía helado, tanto como ella parecía estarlo. -Además que no sé qué mierda les metían para producir más sangre. El caso que metí un virus a sus sistema "ultraseguro" y solté a toda aquella gente, que no tenía ni puñetera idea de qué había pasado... A veces nosotros somos peores que esas alimañas.

En aquella calle vieron sitios de ocio, como lo que algún día fue el cine de aquella ciudad.

Pero pronto empezó a oscurecer y la informática miró su reloj. -Creo que es hora de volver... Yo al menos quiero darme una ducha antes de cenar...- ella tomó camino de vuelta, sin saber si el resto iba detrás o no.

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05/12/2015, 22:41
Tobías Quinn

En un mundo normal podría extrañarme alguien en una posición de tal confianza con nulas habilidades sociales, pero en un mundo con monstruos chupasangre probablemente esta mujer tenía su punto de locura, como todos los demás, y ahí se mantenía.

—El secreto de ser médico es no poner nunca una, dejar que se encarguen de ello a las enfermeras— bromeé. 

Estuve hablando con ella un buen rato sobre los planes de la resistencia para liquidar a los putos gusanos. Bien. En cuanto pudieramos replicar uno...

Pero eso sería en otra ocasión, teníamos que ir a cenar —Te sigo, todavía me pierdo en estos túneles. 

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06/12/2015, 15:09
Heikki Mäkelä
Sólo para el director

Cogió el arco de poleas que tuviera una coloración grisácea u oscura, descartando automáticamente a los que tuvieran partes metálicas que pudieran brillar y delatar su posición. Lo valoró apreciativamente, lo estiró y comprobó que con poca fuerza que aplicara, el arco se tensaba al máximo... aquello era maravilloso y sorprendido por ello, sonrió; Heikki era un ignorante en muchos campos, casi una persona anacrónica, pero ahí estaba, dispuesto a aprender.

Observó sorprendido las granadas y sonrió satisfecho, le gustaba como se organizaban aunque el hecho de que usaran esas armas de fuego ruidosas le echo un poco para atrás - un único disparo y se alertará a todos los enemigos en un radio de doscientos metros al menos - pero se encogió de hombros, era necesario.

Sin demorarse mucho asintió a la mujer de baja estatura y se dispuso a acompañarla - a ver que hay, solo he comido carne de caza y latas - comentó riendo levemente

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06/12/2015, 19:25
Richard Collins

Richard se encogió de hombros resignado, nadie parecía querer explorar el interior de alguno de los edificios. Sin embargo comenzaron una especie de competición sobre noticias horrendas de los Strigoi o la sociedad que habían provocado, como pasaba siempre el bando en el poder encontraba aliados incluso entre sus propios enemigos naturales, tipos sin ningún tipo de escrúpulo dispuestos a cualquier cosa con tal de procurarse una vida mejor a costa de lo que fuera. Richard había oído algunas de las noticias, cada cierto tiempo se podían escuchar por ahí aunque los periódicos, emisoras y televisiones, controlados por los Strigoi, solían quitar importancia o ni mencionarlos en algunas ocasiones. Estaba claro que el mundo estaría mejor si aquellas criaturas, el hombre ya era suficientemente malo con sus congéneres como para necesitar ayuda. Cuando Dutch se dio la vuelta anunciando que ella volvía, Richard miró su reloj, todavía faltaba tiempo para la cena pero ya estaba oscureciendo y por su parte ya había visto suficiente.

Quizás mañana tengamos la oportunidad de volver a salir y ver el interior de algún edificio. Si no siempre se puede hacer una inspección al bunker, en algunas habitaciones parecía haber un montón de cosas viejas que pueden resultar interesantes.

Miró al resto de sus compañeros para observar que hacían y se quedó a medio camino entre Dutch y ellos.

-Creo que yo también regresaré, asearse para la cena y quizás un poco de lectura o una agradable charla no estarán mal. Además en poco tiempo no se verá nada por aquí. Quizás a Danica o Syria no les importara, seguro que estaban acostumbradas a caminar por sitios así a oscuras, o al menos parecían de ese tipo de personas. Él personalmente no solía salir de casa tras la puesta de sol, aunque les vendían que los Strigoi tenían el suficiente autocontrol para que no pasara nada prefería no tentar a la suerte. [

I]Al menos aquí no hay Strigoi.[/I]

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07/12/2015, 15:00
Syria Keogh

Tras escuchar las palabras de la rubia, Syria simplemente comentó lo que desde siempre estaba en su pensamiento y todos sabían:

Somos la mierda... - negó para ella y sin decir mucho más, siguió a la rubia que tomaba dirección de vuelta el bunker. Agradable charla decía el arqueólogo...Charla los cojones, no quería acabar con dolor de cabeza. Volvió a hundir sus pasos en al nieve y los dejó llevarla de nuevo al refugio. Eso la ducha no pintaba nada más, para ser ciertos. Se sentiría mejor si se quitaba algunas capas de mierda de encima. 

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08/12/2015, 22:38
Damon Gates

Gates se aproximó al cine con las manos en los bolsillos y observando con curiosidad l peculiar mural del edificio. Junto al cine se podía adivinar el viejo plinto de algún monumento que ya no estaba allí. ¿Quién lo habría quitado? ¿Qué representaría? El cine se llamaba Prometeo, y quizá el monumento perdido fuera una estatua de aquel titán.

Se quedó en el umbral. A un lado estaba la taquilla, de minúscula ventanilla de madera cerrada y podrida. Tras unas rejas de barrote las puertas eran de doble batiente, de cristal. Una de ellas estaba rota y la nieve había entrado algo más de un metro por el agujero. Las ventanas estaban tan sucias y ennegrecidas de moho que no se podía ver a través de ellas. Todo estaba pudriéndose. Mohos, manchas de óxido y humedad, restos de escayola… Pisó unos cristales rotos y se giró. Quizá fueran de esa puerta, muy seguramente. Pero también podrían ser de la cartelera que había en la pared frente a la taquilla. Era un gran marco de aluminio corroído y con parte de su cristal roto. Dentro había un cartel negro casi ininteligible.

En dos pasos se acercó al cartel. ¿La última película emitida en Prípiat? El cristal que quedaba estaba igualmente sucio y casi no dejaba ver nada. Y el papel había sobrevivido, sorprendentemente, durante décadas. Se veía tieso, duro y frágil, despintado. Más de la mitad estaba carcomido y hecho polvo. Se acercó arrugando la nariz. Al principio no pudo identificar qué película era, hasta que en la parte superior pudo intuir, más que ver, las palabras “Kinski” y “Herzog”. La parte inferior de la palabra del título estaba totalmente destruida y del dibujo solo se podía ver una especie de cúpula blanca. Pero creyó adivinarlo: el Nosferatu de Herzog.

Se vio envuelto en una ironía, en esa ciudad-tumba en un mundo vampirizado, observando el cartel del remake de la más famosa película de vampiros. Sintió estar viviendo el remake de un remake. Le pareció sarcasmo que la última película emitida en Prípiat fuera Nosferatu. Una película que ya era vieja cuando la ciudad se vació y que precisamente hablaba de una ciudad desolada y castigada por una peste. Maldita ironía.

Chistó y se dio la vuelta. Collins, Syria y la informática se habían adelantado bastante y eran pequeñas  figuras que se alejaban por la calle. Se sopló las manos y fue tras ellos. Ya había visto suficiente.

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11/12/2015, 02:29
Danica Dvorák

Danica había escuchado en un silencio entre hosco y solemne cada una de las palabras de la historia que el señor Gates había tenido a bien regalarles. Su ceño se había fruncido y su mirada había bajado, hasta contemplarse los pies. Algunas imágenes poco agradables acudían en aquel momento a su mente y no tardó en sacudir la cabeza para sacarlas de ahí. No era el momento, ni el lugar y mucho menos la compañía apropiada para darle vueltas al pasado. Aunque también era cierto que ese momento adecuado nunca parecía llegar para la joven.

Un encogimiento de hombros muy leve fue su única respuesta a las palabras que Syria le dedicó. Tan leve que ni siquiera estuvo segura de si ella lo habría percibido, aunque ciertamente tampoco le importaba lo más mínimo. No sentía ninguna necesidad de demostrar nada.

Al ver que la rubia decidía volver, Danica giró sobre sí misma, dedicando una mirada muy breve al cine abandonado antes de seguir los pasos de sus acompañantes. Mantuvo un ojo puesto en el señor Gates que parecía haberse quedado atrás inspeccionando el cine y, aunque no le dijo nada, caminó más tranquila cuando él también decidió regresar.

-Una puta mierda, sí -murmuró para sí misma con aire pensativo, dándole la razón a Syria para concentrar sus sentidos después en todo lo que les rodeaba. No iba a relajarse hasta estar de nuevo en el búnker. No quería llevarse alguna sorpresa desagradable.

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11/12/2015, 18:07
Director

En cuanto todos volvieron para el búnker o salieron de las otras estancias, olieron el olor a asado por todos los pasillos. No sabían cómo se comería allí a diario, pero se habían esmerado en la cena de navidad. Al entrar en el comedor no encontraron tanta gente como pudiera parecer que habitaría en un lugar así. Apenas diez personas, entre ellas Setrakian estaban tomando asientos a la mesa.

Con Heikki venían la teniente y dos soldados con pintas de marines americanos. Estos últimos miraron bien a las recién llegadas, seguro que no veían muchas mujeres por allí y eran jóvenes. Era lógico que se regalaran la vista un poco.

        

Con el doctor Quinn iba una mujer rubia, pálida, menuda y de aspecto desaliñado. Llevaba una bata blanca, indicativa de que era colega de profesión del hematólogo y de que no se había acordado de quitársela para la cena.

Hablando con el profesor Setrakian, que estaba sentado ya a la mesa, había un hombre que solo Syria reconoció.

Los platos sobre la mesa ya estaban llenos, alguien se había encargado de llenar uno por uno para igualar las raciones. En cada plato había pollo, puré y varias guarniciones entremezcladas.

A pesar de ello quedaban un par de pollos asados sin repartir, guisantes, puré de patatas y boniatos. Todo un festín del que podrían dar cuenta, mientras estrechaban lazos, se ponían al día o simplemente escuchaban conversaciones ajenas.

   

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11/12/2015, 19:29
Tobías Quinn

La comida era bastante curiosa, Tobías ya casi no recordaba el sabor del pollo. Pocas calorías tenía, en un mundo donde se favorecía la pasta y las carnes más grasas, además de la fruta. Lo primero te daba más sangre ¡Y la sangre era dinero! Lo segundo al parecer le daba sabor, y eso era aún más dinero.

Aquí era una comida honesta, lo que podrían comer sus padres años atrás, antes de las babosas. Quizá daba más mérito a una cocina de navidad. Otra cosa era saber quién la había hecho. ¿El propio Setrakian? Había visto al resto trabajando.

—¿Qué tal por ahí fuera? ¿Zorros de tres colas?— preguntó a los expedicionarios a modo de broma. No sabía que rituales llevarían allí antes de una comida y menos antes de una comida de "Navidad". Quizá la fiesta podría tomar nuevo significado, pero siempre las tensiones eran elevadas y no quería liarla antes de empezar. Con los soldados de más músculos sin cerebro no solían meterse, pero en el puñetero mundo, a los que se dedicaban a pensar, les tocaba muchas veces agachar la mirada. 

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12/12/2015, 12:44
Syria Keogh

A Syria le hubiera gustado ducharse antes de comer nada. Pero comprendió que no iba a ser posible cuando entraron y el olor a comida imperaba en el lugar. Aún lo comprendió mejor cuando vio que la mesa estaba dispuesta. Adiós ducha, adiós. La idea le incomodaba y comenzaba a rumiar por dentro. Quizá se hubiera ido a la ducha y a tomar por culo, si no fuera por la presencia de Fred en la mesa. ¿Él venía tan pronto? Espera, ¿él venía?

Syria se acercó a donde estaba su mentor, sin mirar mucho al resto por varias razones. Los nabos no le interesaban mucho y estaba lo suficiente soprendida como para que las choteras le quitaran ahora mismo el protagonismo a Fred. Pero estaba hablando con Sekatrian, cosa que también le chocó. ¿Que tan importante era Fred? A se posible, ella se sentó a su lado, en silencio y rumiando para los adentros. No iba a interrumpir, de momento.

No, ciervos con dos cabezas - dijo en tono neutral a lo que preguntó el otro tipo. Miraba el plato que tenia delante. Joder, ¿cuanto tiempo hacía que no tenía un plato asi delante? Le viene a la mente todo lo que cocinaba su madre para Navidad y sintió una punzada de dolor por dentro.

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12/12/2015, 15:57
Damon Gates

No le había dado tiempo de quitarse la capa de frío de los hombros cuando ya estaba en el comedor. Se quitó el abrigo y lo colocó en el respaldo de una silla.  Hizo una sonrisa con los labios apretados y alargó la mano para presentarse, a las nuevas caras.

-Encantado. Damon Gates. Hola. Damon Gates. Qué tal está usted -iba diciendo a uno y otro a medida que apretaba manos-.

Luego simplemente se sentó y esperó a los demás.

-Solo había fantasmas -respondió a Quinn-. Nada más.

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12/12/2015, 16:31
Danica Dvorák

Danica enfundó el machete y se giró para dedicar una última mirada a la ciudad vacía y cubierta de nieve antes de entrar al búnker. Cuando lo hizo estiró y encogió los dedos varias veces, tratando de hacerlos entrar en calor. El olor que recorría los pasillos hizo que sus tripas se moviesen y llevó una mano a su estómago mientras caminaba hacia el comedor. 

Allí se quitó el abrigo, soltó la cincha del machete para colgarlo del respaldo de su silla y miró a su alrededor. La comida tenía un aspecto delicioso y se preguntó si aquella gente estaría criando pollos en secreto o si los habrían cazado. La joven no conocía mucho del mundo fuera de su aldea y las zonas que la rodeaban, pero sabía que aquella comida no era lo habitual en los últimos tiempos. 

Dedicó una mirada hosca a los soldados que la miraron a ella y después se dejó caer en la silla que había elegido sin molestarse en saludar o presentarse a las personas que no había conocido antes.

- Y un montón de nieve y piedras -aportó a la conversación para después esperar a que alguien diese comienzo a la cena.