Partida Rol por web

Derlan se movía como si fuera un huracán, girando sobre si y atacando a las criaturas que tenía a su alrededor. Apenas podía ver donde se encontraba su tio. Tras pasar junto al capitán asestó un golpe al orko más próximo, dispuesto a cercenar su cabeza.

La hoja de la espada de Derlan corta el aire en un tajo horizontal, impulsado por la fuerza que le imprime el teniente, que usa ambas manos para manejar su arma.

Y el filo alcanza el desprotegido cuello del orko, donde corta músculo, carne y hueso, salpicando sangre en un obsceno chorro mientras la criatura se derrumba de espaldas, con la cabeza apenas sujeta al tronco por un pedazo de carne.

La sangre negruzca del orko alcanza el rostro del teniente, que parpadea para que esta no le entre en los ojos, que ya están buscando una nueva víctima.

Y la encuentra. Unos metros delante suya, un orko ruge a modo de desafío, agitando su cimitarra en alto con una mano mientras la otra sostiene un puñal curvo con la que lanza tajos al aire. La criatura salta sobre un árbol caído mientras corre al encuentro de Derlan, que a su vez se lanza a la carga esquivando árboles y vegetación, dispuesto a terminar con la existencia de su rival.

Derlan aceptó el desafío con un grito. El sudor y la sangre le goteaban por la cara y notaba sus manos pegajosas en el mango de la espada. Balanceo la espada a un lado y dándose impulso hacia delante giró sobre si mismo dispuesto a cortar de lado a lado a aquella horrenda criatura. Era mucho más corpulento que él y sabía que era más rápido y como le habían enseñado el que hacierta el primer golpe es el que gana el combate.

En un encontronazo brutal, hombre y orko chocan con tanta fuerza que por poco ambos salen despedidos en direcciones opuestas.

Derlan frena su carrera levantando una nube de tierra y polvo, volviéndose a toda velocidad de nuevo contra su oponente, aunque un dolor frío en el costado le advierte que el puñal curvo del orko se ha cobrado su precio en sangre. Pero el teniente aprieta los dientes y levanta la espada en alto, en posición de ataque.

Al orko tampoco le ha salido gratis el choque. Ha perdido el puñal y la mano que lo sostenía tiene dos dedos menos. Aun así, la criatura no parece afectada, ya que ruge al joven caballero, abriendo la boca de una forma grotescamente desproporcionada, mostrando los colmillos animales en un desafío hacia su rival.

Derlan apenas notó el corte que le había producido el orko, la adrenalina que corría por su cuerpo se había encargado de ello. Dando otro gritó el Teniente de caballeros trato de traspasar el pecho del orko con una estocada mientras que vigilaba de reojo que no lo rodeasen.

La saeta sale disparada de la ballesta, cruzando el bosque y estrellándose contra la hombrera del orko, donde se destroza en una explosión de astillas.

El impacto no ha herido a la criatura, pero al menos le hace detenerse en mitad de su carrera, dándole los segundos a Petrer para enfrentar al otro guerrero orko que viene cargando hacia él.

Con un movimiento rápido extrae el filo de su arma del ballestero, que cae como un fardo hacia adelante, e inmediatamente adopta una postura defensiva, encarando al orko que se le viene encima aullando ante la posibilidad de una víctima fácil.

Cosa que el cocinero no es…

La estocada del teniente es desviada en el último segundo por la cimitarra del orko haciendo que en lugar de traspasar su pecho, resbale sobre el hombro de la criatura, abriendo un tajo sangriento.

El ataque le hace acercarse tanto al teniente que puede sentir en su rostro el hediondo aliento del orko, que trata de agarrarlo, de atraerlo contra él mientras lanza un bocado al aire contra su cuello. Por fortuna para Derlan, la bestia parece haber olvidado la pérdida de sus dedos, que hacen que no pueda sujetarlo como hubiese deseado. En réplica, el joven caballero asesta un golpe al rostro del orko con el pomo de su espada, que le rompe con un crujido uno de sus desproporcionados colmillos y le permite tomar de nuevo distancia con su enemigo.

Pero antes de trabarse de nuevo con él, un sexto sentido le hace percibir, por el rabillo del ojo como un grupo de orkos, aún alejados de su tío y él, se están reuniendo y se aproximan.

Derlan sabe que no puede permitir que su combate con este orko se alarge más. Tiene que terminar con esto. Ya.

Aprovechando que el orko está aturdido por el golpe recibido en la cara Derlan le dio una patada en el lado de la rodilla tratando de derribarlo para poder rematarlo en el suelo. Ahora, antes de que se organizasen todos los orkos era el momento de retirarse y correr o acabarían rodeados o ensartados con aquellas saetas negras.

Con un salto final el orko descarga su cimitarra a dos manos contra Petrer, que levanta a su vez su espada para bloquear el ataque. Los dos aceros chocan con un estruendoso ruido metálico y saltan chispas debido al impacto, que hace resbalar hacia atrás al ex-caballero, apretando los dientes y logrando en última instancia soportar el impacto, para inmediatemente después deslizar su arma hacia abajo sobre la cimitarra orka y alcanzar a su enemigo en la pierna.

Entonces se mueve con rapidez a un lado, lanzando un tajo lateral con la espada para abrír espacio. Un tajo que saja la armadura de cuero del orko sobre su pecho, haciéndole gemir cuando la sangre oscura comienza a fluir por las junturas de la armadura.

Pero Petrer no se da el lujo de sentir satisfacción por ello. Sabe que en medio de un combate tan confuso como éste debe mantener la perspectiva. Por eso no pierde detalle de Derlan, que parece tener problemas en acabar con el contendiente con el que está luchando, ni tampoco de un grupo de orkos que se reorganizan, a cierta distancia todavía, y que preparan un contraataque. Y sobre todo mantiene parte de su atención sobre el segundo orko que se le acerca por un flanco, atacando a la carga.

Dos enemigos. Petrer debe decidir a cuál de los dos atacar...

La patada hace que la criatura doble la rodilla y la ponga en tierra. Sin embargo, en un arrebato de furia lanza un furibundo golpe con la cimitarra en respuesta, un ataque que Derlan no tiene problemas en desviar hacia arriba para después golpear hacia abajo, destrozando la armadura de cuero del orko en su espalda, pero desafortunadamente sin ser capaz de atravesarla y obtener el golpe mortal que el teniente está buscando.

Derlan se da cuenta que está jadeando por el esfuerzo, y de pronto es consciente que aunque termine con su tenaz enemigo debe economizar fuerzas para después. Ahora mismo, el agotamiento es su enemigo más peligroso, más que los orkos…

Derlan volvió a golpear lleno de rabia contra el cráneo del orko que se partió por la mitad igual que un melón maduro. Miró rápidamente a su alrededor para ver la disposición de sus enemigos. Ambos, su tio y él, deberían salir corriendo de allí antes de que fuese demasiado tarde.

El orko herido trata de interponer su arma para detener las estocadas de Petrer, pero le resulta en vano. Un fuerte golpe con la parte plana de la espada hace que la cimitarra salga volando por el aire, y el siguiente le corta el brazo a su enemigo casi a la altura del hombro, haciendo que caiga de rodillas con un estertor mientras la sangre brota de su extremidad amputada como si se tratase de un géiser.

Justo a tiempo de recibir la carga de la siguiente criatura. El único enemigo que queda vivo en los alrededores, según puede ver el ex–caballero. Por un momento, parece que Petrer va a trabar aceros con el orko, igual que la última vez, pero en el último instante se echa a un lado, evitando el ataque e interponiendo su pie en la carrera de su enemigo, que no puede evitar tropezar y caer rodando al suelo.

Petrer se incorpora rápido, pero también lo hace a su vez el orko, que le lanza una mirada de odio puro.