Partida Rol por web

Observo a Orlant y a….acomosellame….luchar inútilmente contra el lobotroll, mientras a mis espaldas el grito del prisionero que cae por la pendiente se pierde a medida de que se aleja de nosotros.

Maldita sea no estamos logrando nada, pienso, al ver a cinco de esas cosas horribles bajar hacia su compañero de Manada…y hacia nosotros.

Entonces el “heroico” teniente grita desaforado a mi lado mientras corre hacia las bestias.

-Rápido Sertois, bajad tras el prisionero y aseguraos que no escapa. ¡Iremos detrás vuestro!-

Levanto una ceja desaprobatoria mientras miro su espalda cuando pasa a mi lado.

-¡Retirada!¡Es una orden!

Concluye con énfasis y pasión…ambas cosas inútiles dada la bestialidad de aquello que baja hacia nosotros.

Y yo, que soy más animal que hombre, tan salvaje como los lobos y aunque vista ropas de humano y me mueva entre ellos nada amo de sus costumbres, abro la boca cuán grande puedo y recordando lo mucho que les gusta a estos imbéciles que se les conteste a los gritos le respondo a mi teniente con todas las fuerzas que mis pulmones permitan:

¡SEÑOR, SI SEÑOR!, mientras me vuelvo de cara al barranco y luego de mirar por donde me conviene bajar, me lanzo hacia lo desconocido.

Alejándome de las bestias de cuatro patas.

Y de las de dos.

Que no se diga que Sertois es un mal soldado pienso mientras caigo y la ocurrencia se me hace graciosa, ¡no señor!, no mientras sea conveniente.

A Sertois.

Con sorpresa y una pizca de alegría compruebo que Sertois ha sido capaz de cumplir una orden directa y se lanza por el tobogán, aunque por otro lado considero que esa ordén ha sido un error táctico enorme. El explorador tiene un ojo y unas manos prodijiosas. Él solo hubiera sido capaz de acabar con la bestía mientras Peter y yo hacíamos de escudo humano evitando que el lobo-troll llegase hasta él, ahora ya no contábamos con su cobertura.

De todas formás saqué esos pensamientos de mi cabeza para enfrentarme una vez más a nuestro enemigo y volver a descargar contra él un potente golpe.

Derlan carga contra el monstruo lanzando un tajo vertical que tiene como objetivo su cabeza.

Pero la bestia reacciona con un veloz zarpazo que intercepta el filo del arma del joven teniente. La sangre salpica alrededor por la herida, que parece sólo enfurecerlo aún más, haciendo que salte hacia adelante, con las fauces ensangrentadas listas para matar…

El sargento Orlant, apoyado por Petrer no dejan de acosar al lobo-troll, atacando de forma ordenada y alternativamente y causando heridas que, si bien no son necesariamente mortales, no hacen sino debilitar al monstruo, cuya piel está ya surcada de tajos abiertos de los cuales brota sangre en tanta cantidad que el cauce alrededor de los pies de los caballeros se torna oscuro debido a ello.

Es cuestión de tiempo que uno de ellos consiga dar el golpe de gracia a la bestia, lo saben. Pero ¿de cuánto tiempo disponen? Sin dejar de atacar no pierden de vista a los otros componentes de la manada, que descienden por la pared del barranco profiriendo aterradores rugidos.

Apenas un momento después de lanzarte sobre la pendiente de agua, te encuentras precipitándote hacia abajo, cada vez a mayor velocidad, deslizándote sentado, tratando de mantener el equilibrio mientras las gotas heladas salpican tu rostro.

Levantas la mano en la que sostienes tu arco para mantenerlo lejos del agua y con la otra tratas de dirigir tu descenso, mientras que con tus pies intentas frenarte un poco, lo cual te resulta casi totalmente imposible debido a lo pulido de la superficie de piedra sobre la que te deslizas.

Sientes cómo tu estómago se contrae por la tensión y mantienes los dientes apretados en previsión de un más que seguro impacto a medida que te mueves a más rapidez. Pero sabes que, en esta situación, lo más importante es mantener el control, no perder la cabeza.

Delante de tuyo, la pendiente se hace más pronunciada, o quizás desaparezca en una cascada, no lo sabes, no ves más allá. Pero aún eres capaz de dirigir hasta cierto punto tu caída…

Lo oyes momentos antes de llegar. El ruido del agua precipitándose desde lo alto. ¡Una cascada!

Maniobras girando sobre ti mismo para desviarte a un lado y evitar caer de esa manera por el centro de la misma. A duras penas lo consigues y tu cuerpo se desliza por el tobogán natural que discurre al lado de la cascada. Pero no es una bajada cómoda, tu cuerpo sale despedido en algunos tramos, pero por suerte sólo son pequeños saltos que sabes que no te causarán más allá de algunos moratones. A tu alrededor el agua salpica de tal manera que apenas puedes ver nada.

Entonces, en un último salto, tu cuerpo sale volando y cae sobre el agua. Te sumerges en ella, braceando, pero la corriente es tan fuerte aquí que no puedes detenerte, sólo sacar la cabeza entre la espuma, aspirar una bocanada de aire y tratar de ver hacia donde te diriges.

Y lo ves. Arrastrado sin remedio por la corriente, el paso se estrecha. Y un poco más adelante, una enorme piedra con forma de filo separa las aguas. Comprendes enseguida que no podrás detenerte en ella. Vas demasiado deprisa y si lo intentaras te estrellarías.

Sólo puedes decidir por qué lado de la piedra pasar. ¿Por la derecha o por la izquierda?

izquierda.

Te deslizas a la izquierda de donde el caudal se divide en dos.

En lugar de perder energías luchando contra la corriente dejas que ésta te arrastre, reservándolas para cuando realmente las necesites. Te mantienes flotando, tumbado y con los pies por delante, un viejo truco de explorador que te permitirá, por un lado evitar golpearte con alguna roca saliente del lecho del cauce y por otra amortiguar con tus piernas el impacto en caso de precipitarte contra algún obstáculo.

Pasas a toda velocidad por el lado de un árbol caído en mitad del barranco. La corriente lo ha despojado de su corteza y ha dejado sólo ramas cortas que salen de su tronco como pinchos. Una auténtica trampa que has tenido la fortuna de evitar. Pero no tienes tiempo de pensar en ello. Sabes que el agua te está llevando lejos, que has adelantado mucho, por lo que no debes estar lejos del final, pero entonces entras en un tramo en el que el cauce se hace más rápido, más violento, con continuas bajadas de nivel y pequeñas cascadas por las que caes, una detrás de otra.

Concentras tus esfuerzos en seguir respirando y en estar girado para ver lo que se te aproxima, pero la velocidad que llevas ahora hace que no puedas dirigir tu rumbo, hace que estés completamente en manos del destino…

Derlan dio otras estocada tratando de pinchar el morro de la bestia mientras retrocedía un paso hacia atrás pero solo sirvió para marcar las distancias con aquella criatura. Poco a poco debían ir retrocediendo hasta la caida para poder escapar de aquella emboscada. Al menos Sertoís ya se había lanzado lo cual preocupaba al teniente por que seguía sin fiarse del maldito prisionero.

Márchese teniente. Entre Peter y yo podemos contenerlo.- Recordé a Derlan, que seguía empeñado en poner en riesgo la misión para demostrar Korth sabe qué- Sertois está solo con el prisionero y varios de los lobos-troll van ya en su busca.

Poco a poco, paso a paso, retrocedió en dirección al bogogán mientras esperaba que sus palabras causarán efecto en el teniente y recapacitara.

Cuando vio un hueco por el que atacar de nuevo a la criatura volvió a descargar su enorme espadón sobre ella.

Es cierto lo que se dice acerca de que un animal es más peligroso cuando está malherido.

Petrer lo prueba en sus carnes cuando el lobo-troll se abalanza sobre él con un poderoso salto que el hombre no es capaz de esquivar. A pesar de sus múltiples heridas, la bestia está dispuesta a morir matando.

El cocinero siente el impacto del pesado cuerpo de la criatura contra el suyo, siente todos los huesos de su cuerpo estremecerse y, un segundo después otro nuevo golpe, un estallido de dolor, cuando el lobo-troll cae sobre él, aplastándolo contra el lecho del barranco, donde Petrer queda conmocionado, casi sin sentido, la boca llena de sangre y la cabeza sumergida dentro del agua, mientras se siente incapaz de moverse y siente como se desvanece por instantes...

Orlant no pierde un segundo al ver la dramática situación de Petrer.

El lobo-troll mantiene inmovilizado el cuerpo del cocinero contra el lecho del barranco, sumergido en el agua helada, después de haberse lanzado de manera brutal contra el hombre.

Con un alarido, alza su espadón entre las manos y lo descarga contra la testa del monstruo. La hoja se entierra con un asqueroso sonido en su cráneo, hendiéndolo en dos y haciendo que la criatura muera tras un último espasmo.

Pero el sargento no tiene tiempo de celebrar su victoria, inmediatamente empieza a empujar el pesado cuerpo del caído enemigo para liberar a Petrer de su peso...