Partida Rol por web

La expresión de dureza pronto desapareció del rostro del guerrero. Todos sus temores y preocupaciones se desvanecieron ante la aparición de Chia.

- Ah, sois vos.- dijo Brenus, aliviado.- ¿No deberíais estar descansando en el campa…?- no pudo terminar sus palabras, pues de pronto Chia menciónó algo acerca de un ser que estaba rondando por los alrededores.- ¿Os referís a alguna criatura? Permitid que os ayude en esta búsqueda.- se ofreció un caballeroso Morrigan. Lo que sea por una dama.- Más vale ser precavidos.- Luego miró a su compañero enano.- Maese Gunnar, ¿preferís quedados con nosotros o por el contrario queréis regresar al campamento?

¿Ayudarme?

Chia se permitió unos segundos de sincera perplejidad durante los cuales Brenus extendió la oferta hacia el enano.

-Me dará menos miedo- reconoció con la sombra de una sonrisa cruzando por al rostro de tal forma que aparecieron hoyuelos en las mejillas-Garret ha ido al campamento a avisar...- titubeó sin saber si alejarse de la pareja o aguardar a que el enano se decidiese, quizá acabase por aparecer la gran criatura que iba dejando esas huellas en la tierra.

Fuera como fuese iría mucho mejor en compañía que sola.

Gunnar desliza la mirada hora sobre Brenus, hora sobre Chia, hora sobre Brenus, hora sobre Chia, hora sobre...

-Bah -murmura, sacudiendo la cabeza-, os acompañaría gustoso, humanos, pero aunque no entiendo bien vuestros rituales de cortejo yo diría que preferís estar... ejem... jurm... solos.

Alenka toma el báculo con más remango del acostumbrado y se yergue con la altanería habitual. Parece algo molesta por tener que cesar en su "merecido" descanso.

-Muy bien, ya estoy cansada de esperar aquí a que alguien traiga noticias concretas. Vayamos al meollo del asunto, elfo. No sé qué van a hacer unos insignificantes mercenarios sin la ayuda de ningún tipo de magia.

De hecho, no sé cómo el mundo se las arregla para hacer nada sin magia. La simpleza de las gentes sin afinidad arcana nunca ha dejado de sorprenderme e inquietarme.

Sentís pisadas acercándose al campamento justo cuando pensabais partir en busca de la supuesta fuente de peligro. En guardia, los dos con el báculo en mano, os relajasteis al comprobar que se trataban de los dos guerreros -los cuales regresaban sin un ápice de madera seca, tarea que les había sido encomendada-, acompañados de la herida humana de misterioso aura.

Caminando a paso firme y veloz llegáis al campamento, en donde os encontráis a Pellian y a Alenka con los báculos en mano, en guardia al presentir vuestra llegada. Al percatarse de que no se trata de una fuente de peligro, ambos bajan el arma mágica, relajados.

-Pellian ya me ha puesto al corriente de que Tásar y Garret se hallan acechando una posible fuente de alarma. Deberíamos reunirnos con ellos de inmediato. Íbamos a partir hacia allá. ¿Venís con nosotros?
 

-¡Oye!- dijo Brenus, sorprendido ante las palabras del enano. Puso los brazos en jarra y con la boca abierta trataba de articular algún sonido. No sabía muy bien qué decir.- No confundáis ser caballeroso con cortejar a una bella dama como ella.

Sonrió y le restó importancia al asunto.- Venga, no perdamos más tiempo.

Al cabo de unos minutos, los tres mercenarios llegaron al campamento, donde aguardaban Alenka y el elfo dalishano.

- Por supuesto- afirmó un enérgico Morrigan.- Chia también nos ha advertido sobre la presencia de ese "ser". Íbamos a partir en su búsqueda. Pero ahora, cuantos más seamos, menos riesgos correremos.

Raudos, avanzáis con cautela hacia la supuesta fuente de peligro. De pronto, veis un animal muerto, al que parece que alguien le ha dado caza -fuera humano o engendro-. Es una pieza recientemente muerta, aún jugosa y aprovechable. Quienquiera que hubiera de abandonar una presa así ha debido de presentir un peligro inminente. Daría para comer a todo el grupo en una suculenta y opípara cena.

De entrada, ninguno de vosotros ve ni rastro de Tásar o Garret, claro que está anocheciendo y ninguno percibe muy bien lo que se encuentra a su alrededor. Sin embargo, la zona era aquella, Pellian estaba seguro de ello. De allí había partido él, y hacia allí conducían las huellas que tan firmemente había seguido Chía.

Entonces, ¿dónde estaban los dos pícaros?
 

Tuvo la decencia de ruborizarse ante las palabras del enano y desvió la mirada al suelo para intentar sin éxito ocultar así su turbación aunque no tuvo que soportar esa situación durante mucho tiempo pues, al llegar al campamento, el Hacedor quiso que los dos magos (cuya presencia aunque agradecía no dejaba de ser una piedra en la bota) demostrasen su predisposición a la defensa preventiva ,¿o era ofensiva preventiva?. Garret al final había resultado más rápido que ella poniendo en sobreaviso.

-hm- dio como aprobación a la cuestión sobre reunirse con aquellos que ya estaban acechando pendientes de cualquier bicho (cualquier bicho que dejase las monstruosas huellas que Chia y Garret habían encontrado).

-...¿Garret?- entornó los ojos forzando la vista pero no encontró al compañero de vigía y Chia estaba segura de que no era tan bueno acechando como para hacerse invisible a ellos.
 

Tras otro par de minutos andando despacio hacia la zona peligrosa, los miembros del grupo se encontraron ante la pieza muerta de un animal. Una muerte reciente. Brenus se acercó para echar un vistazo más detenido y confirmar sus sospechas.

"Interesante. Han estado aquí hace poco".

Pero, ¿dónde estarían ahora? ¿Escondidos entre la maleza? ¿Atrapados en una agujero? ¿Siendo perseguidos por alguna criatura?

Morrigan levantó la cabeza y miró a su alrededor. Atento ante cualquier sonido o movimiento. Debería concentrarse más aún que en la búsqueda fallida de troncos para encender una hoguera. Aunque siendo él como era, concentrarse sería una tarea difícil.

La posibilidad de caer en una nueva emboscada le ponía nervioso, pero no quería que los demás lo notasen. Eso no era bueno para la reputación de un mago.

Al verlos llegar se limitó a mirarles con expresión aburrida. Con un suspiro de fasticio se agachó junto al animal muerto, a revisar las heridas. Tal vez pudiera descubrir alguna pista de que clase de ser había acabado con el pobre animal.

Percibís el inconfundible sonido de una saeta siendo lanzada con presteza desde un arco o ballesta. A su vez, os parece percibir la voz de un enano pletórico así como el gruñido de una criatura, no sabéis si de un animal o un engendro.

Por fin, vuestra vista os permite saber de dónde provienen esos ruidos. Acabáis de ver moverse a alguien con presteza tras unos altos matorrales. No sabíais si se trataba de Garret o de Tásar, pero aquella veloz forma de moverse os resultaba familiar. Sí, sin duda se trataba de alguno de los miembros del grupo.

Percibís el inconfundible sonido de una saeta siendo lanzada con presteza desde un arco o ballesta. A su vez, os parece percibir la voz de un enano pletórico así como el gruñido de una criatura, no sabéis si de un animal o un engendro.

¿Cuál es el problema entonces? Que sois incapaces de determinar de dónde provienen exactamente. Sabéis que han sonado cercanos, pero desconocéis en qué dirección deberíais desplazaros. No pueden estar lejos, de eso estáis completamente convencidos, pero también sabéis a ciencia cierta que de avanzar en una dirección u otra, lo haríais a ciegas.

-Por todos los malditos demonios del averno, ¿quién diantres anda por ahí? -exclama Gunnar alzando de nuevo su hacha. Es posible que el silencio sea, a menudo, el mejor aliado del hombre. Pero a Gunnar, como buen enano, nunca le ha gustado golpear la espalda de un enemigo.

Chia, cuidándose mucho de ir al frente del grupo, se movió con cuidado hacia el latigazo en el aire de lo que era, sin lugar a dudas, un proyectil. No había llamado la atención de nadie hasta estar segura de la identidad de quien se agazapaba en los matorrales y así no ser alarmista cuando el vozarrón del enano resonó en el silencio del grupo haciendo que diese un brinco y el corazón casi se le saliese por la boca.

-¡...!- se volvió hacia el enano con mil deseos de arrancarle las cuerdas vocales y estrangularle con su propia lengua aunque lo que reflejaba su cara no era otra cosa que sincero pánico.

¿¡PERO EN QUÉ NARICES PIENSA!?,gritó mentalmente retrocediendo varios pasos mientras hacía lo imposible por vigilar su alrededor. Quizá si el enano hubiese visto esas huellas no habría sido tan impetuoso o, al menos,habría tenido en cuenta la posibilidad de estar poniendo en peligro a otros.

Pero de quizás no estaba hecho el cantar del Hacedor y discutir con él a grito pelado no mejoraría la situación del grupo ni de los que faltaban.