Partida Rol por web

 Miré desconfiado a la ladrona elfa, mientras comento algo en mi idioma, antes de seguir a la criada humana...

 - No es la mejor manera de inspirar confianza a aquellos con los que tengas que trabajar...

-Veo que tambien vosotros os habiais fijado en mi bota, es de agradecer tener compañeros tan atentos. Digo esto mientras me levanto y sonrio hacia mis compañeros.

Me giro de súbito visiblemente enfadado y doy un paso hacia la elfa pero finalmente cierro los ojos e inspiro hondo.

—Harías bien en cuidarte de que vuelva a pasar, quizá la próxima vez acabes tropezando y perdiendo algún diente.

Instantes después vuelvo a la marcha con Alenka.

A pesar de darse cuenta que no había sido la única en ver la moneda, Lanalla se acercó de todas formas para recogerla pero ni ella ni el elfo que le había dirigido la palabra llegaron a tiempo, aquel humano con cara de enfado fue el que, empujándolos, se agachó antes, mas él tampoco lo consiguió. Una mano disimulada y veloz se adelantó con destreza y se apoderó del soberano y lo hizo desaparecer en su bolsa. Lanalla atónita, se quedó sin saber qué decir o qué hacer, pero la voz imperiosa de Anenka consiguió sacarla de su estupor.

- Sí, ahora vamos. -Musitó dirigiendo una fugaz mirada al elfo que estaba a su lado.

- Creo que haremos bien en no confiar en ella. Vaya rapidez... -comentó entre asombrada y recelosa mientras le dirigía una tímida sonrisa a su compañero.

Entre murmullos, miradas y pequeñas frases que relatan lo ocurrido hace apenas unos segundos entraís al Gran Salón del Castillo otrorá Salón Magnífico pero que en la actualidad refleja un estado que deja bastante que desear, al igual que el del resto del Castillo. Su estado actual refleja los fuertes ataques a los que, por lo visto, se ha visto sometida la fortaleza. Incluso el olor a madera quemada enturbia vuestras fosas nasales.

Mi señor, estos son los aventureros que he localizado para llevar a cabo vuestra petición. Espero y deseo que sean de su agrado...

Dirigís vuestras miradas al centro del salón donde un hombre, bajo y fornido está de pie en el centro mientras unos elfos, con mirada abatida y señal de derrota en sus semblantes, lo encajan en una reluciente armadura.

El hombre os mira, no sin cierta irritación, mientras gruñe de dolor y se gira para golpear a uno de los elfos en la cabeza. Rápidamente os daís cuenta de que el elfo ha pellizcado al hombre con la greba y éste, plenamente enfadado ha asestado un golpe brutal al elfo, que rueda por el suelo.

Inmediatamente se gira y os mira uno a uno, casi como exigiendo una presentación...

No pasan ni dos segundos cuando su voz, visiblemente enfadaba resuena en los muros del salón.

¿Y bien?

 Me apresuro a ver si el elfo se encuentra bien, preocupado por su estado, mientras me indigno por el comportamiento del humano. Definitivamente no creo que vayamos a llevarnos nada bien...

 - ¿Te encuentras bien, hermano?. - Le pregunto con amabilidad, ignorando las palabras del arrogante y bárbaro humano.

El Arl frunce el ceño y bloquea el paso entre el elfo caido y Lindel.

¡¡¡HE DICHO!!! ¿Y BIEN?

Si el elfo ha escuchado algo, o bien se hace el sordo o bien es sordo. La realidad es que se levanta y con la cabeza mirando el suelo continúa colocando la greba de la armadura del Arl...

 Miré fijamente al tipo, sin pestañear, mientras respondía, con seriedad:

 - Si, estoy muy bien, gracias, pero no hace que alce tanto la voz, por favor...

Esto no pinta bien, es mejor que intervenga para distraer su atención antes de que nos eche a patadas.-Mi nombre es Unathe, señor. Digo mientras inclino la cabeza.¿En que podemos servirle mi señor?

Todo aquello le venía muy grande a Lanalla la cual miraba a todas partes con una mezcla de asombro y temor, pero lo que más le hizo temblar fue el trato que aquel hombre daba a uno de sus congéneres. Se quedó clavada, incapaz de hacer ningún movimiento, consciente de que si hacía o decía algo en contra de aquel humano y a favor del elfo, la que saldría perjudicada sería ella.

Los ojos se le abrieron como platos al ver el valor que su compañero demostraba plantándole cara al señor del lugar. Pegó un respingo al oír aquella voz retumbando en la sala, y hubiera dado media vuelta y echado a correr si hubiera podido. Pero se quedó allí, detrás de los demás, intentando pasar lo más desapercibida posible.

El Arl de Stenhold empieza a impacientarse.... y eso se nota en los ojos de los elfos que empiezan a ajustar la armadura del señor a la velocidad del rayo...

Un gruñido surge de lo más profundo de la garganta del Arl...

¿Es que acaso soís todos mudos? ¿No sabeís hablar? Sólo éste pequeño orejas de punta, dice señalando a Lindel, y ni si quiera es lo suficientemente educado para saber cuando debe callar y estarse quieto.....

Los ojos del Arl se dirigen a Lindel, desafiantes y autoritarios.

La próxima vez que te muevas o hables sin que yo te lo ordene o de tu boca salgan palabras que yo no he pedido, colgaré tu cabeza en el patio de armas. ¿Lo has entendido bien?

De repente mira a Alenka y sinceramente no os gustaría estar ahora mismo en su pellejo...

¿Esto es lo mejor que has podido encontrar? ¿Tres orejas de punta y un Avvarita? El Avvarita al menos es fuerte y sabe mantener la boca cerrada, estoy seguro de que es un gran guerrero, pero los demás....

Doy un paso al frente con la espalda completamente erguida.

—Señor, mi nombre es Colban pero igualmente responderé a vos como "el avvarita" o como tenga a bien el citarme —digo mirando al elfo Lindel—. Ruego me disculpe por la actitud de mis improvisados compañeros.

Durante unos instantes me mantengo en la misma posición y en silencio. Unos instantes después añado:

—Si cuenta conmigo para cualquiera que sea la empresa que tiene entre manos le demostraré que se hacer algo más que estar callado.

Endurezco la mirada más de lo que lo había venido haciendo anteriormente. Eso unido a mi ya natural porte agresivo me hace revelar una apariencia realmente terrible.

 Resoplé indignado, esto ya era el colmo, prefería irme de aquí y probar con los Guardas Grises que aguantar otro insulto de ese maldito cerdo racista, que incluso gruñía más que hablaba:

 - Bueno, en ese caso, ya que no necesita los servicios de un explorador Dalishano, no le molestaré más, estoy seguro de que podrá encontrar a muchos humanos que se muevan por los bosques como en su casa y que sepan encontrar cualquier rastro hasta en el terreno más duro. Así, que, si me disculpáis, me marcharé y no os molestaré más...

 Le dediqué una reverencia, a modo de despedida, y me dispuse a marcharme...

Lindel no llegó a completar su reverencia. Un sonoro bofetón inundó su cara y el elfo cayó de bruces contra el suelo. Un hilo de sangre desdendía de su nariz a su barbilla....

¡¡¡No te lo volveré a repetir elfo!!! ¡¡¡Si hablas cuando no te lo ordene o dices cualquier cosa que no sea responder explícitamente a mis preguntas...!!!! ¡¡¡COLGARÉ TU CABEZA EN EL PATIO DE ARMAS!!!

Sus palabras resuenan en vuestros oídos al mismo tiempo que veís entrar a cinco soldados en la estancia. Los elfos, que ya han terminado de colocar la armadura al Arl, se arrodillan temerosos ante sus palabras.

Y ahora dejémonos de estupideces y dejad de hacerme perder el tiempo. Si Alenka os eligió será por algo. Presentaos de una vez, tengo asuntos más importantes que atender...

Alenka os mira a todos, uno a uno y os hace un además para que os presenteís...

La bofetada resonó por toda la sala y la joven elfa, cada vez más asustada, reculó un paso intentando esconderse tras el gran avvarita. Le hubiera gustado ayudar a su compañero pero la cruel mirada del hombre la acobardaba de tal manera que tuvo que realizar un gran esfuerzo para contener las lágrimas que se agolpaban en sus ojos.

Bajo la mirada de Alenka decidió dar su nombre tal y como aquel hombre exigía, mirando con aprensión a los soldados que habían entrado.

- Yo... mi nombre... es... Lanalla Alvar... señor -su voz, apenas un susurro, sonó nerviosa y bastante atemorizada.

Casi me encojo de hombros cuando el Arl golpea a Lindel pero disimulo el gesto de dolor como puedo. No me encuentro cómodo con la actuación del Arl pero es el que va a pagar así que aguanto estoico sus criticables actos.

Al ver que Lanalla busca protección tras de mi levanto los hombros y permanezco erguido, tratando de aparentar ese valor que le faltaba a la elfa.

Sigo con la cabeza agachada esperando que el bruto diga algo. He visto muchos de estos y se que es mejor permanecer callada.