Partida Rol por web

Escuchaba la conversación con cierto temor reflejado en sus ojos. Alenka le estaba haciendo la misma propuesta a Unathe, aunque a ella la chantajeaba sino que la tentaba ofreciéndole más dinero.

Sin atreverse a decir nada no fuera a enfadar a Alenka, Lanalla seguía caminando con la vista baja y pensando cómo podía salir bien parada de aquella situación. A ella no le hacía ninguna gracia secuestrar a aquellos pobres niños pero el miedo a ser descubierta le hacían guardar silencio.

Ohhh, vamos Unathe, eres una elfa de ciudad. Tú mejor que nadie sabes las miserias y humillaciones a las que se ve sometido tu pueblo. Además estoy hablando de secuentrar "momentaneamente" a los niños. De hecho si las cosas van bien, los niños ni siquiera sabrán lo que está pasando.

Alenka se acerca a Unathe y casi en un susurro, le comenta su plan:

Cuando nos reunamos, les diré que ha habido una incursión de engendros tenebrosos y que es demasiado peligroso que regresen a casa. Diré que el Arl me ha ordenado implorarle a Sir Blaker que se los quede un poco más.

Mientras tanto, regresamos a Stenhold con una nota de rescate. Neruda paga el dinero, todos nos hacemos ricos y sus hijos son devueltos ilesos.

Ambas habeís conocido a ese hombre. Habéis visto como trata a quienes lo rodean. ¿Qué problema hay en repartir un poco su fortuna? Vosotras tendréis vuestra parte, ¿no es así?

El avvarita y Lindel son demasiado "nobles" como para hacer lo que os estoy pidiendo y, evidentemente, habrá que hacer algo con ellos pero... seremos menos a repartir...

Escucho lo que Alenka le decía -Tengo varias condiciones si quieres mi ayuda o si quieres que colabore, primero los críos no sufrirán ningún daño y se les atenderá como merecen, por supuesto no pienso dañar a Lindel ni al grandullon, así que a ver como te las apañas para apartarlos, y otra cosa más ¿de que me sirve llenarme el bolsillo con dinero? los míos seguirán siendo esclavos de tu señor y nada cambiara hagamos lo que hagamos, además, tu no eres de los nuestros- la miro -En el momento que algo de eso se incumpla, yo me retiro- miro a Lanalla ¿estaba segura de donde se metía esa elfa? era demasiado débil según había visto y demasiado miedosa, sin duda era fácilmente manipulable, por elfas como esa su gente era sometida.

Los niños no sufrirán ningún daño, eso te lo garantizo. No quiero hacerles daño, sólo darle una buena lección de humildad al Arl de Stenhold.

En cuanto al grandullón y al elfo... tendremos que pensar algún plan para "deshacernos de ellos", no nos queda otra, salvo que vosotras dos os encargueís de convercerlos y conseguir que cambien de opinión...

Sintió la mirada de Unathe sobre ella y aquello le dolió más que mil puñaladas, pero bajó la cabeza avergonzada. Se preguntaba hasta qué punto sería capaz de seguir adelante con aquel plan. Llegado el momento quizás pudiera escapar, huir y buscar protección en algún clan de los bosques, sólo necesitaba reunir el valor suficiente para hacerlo.

- Lo siento Alenka, pero yo no pienso intentar siquiera convencerlos de esta... locura... -su voz era apenas un susurro inaudible.- Y tampoco pienso hacerles ningún tipo de daño.

Precia que después de todo la elfa no era tan cobarde como parecia, por lo menso había sido sincera y se lo había dicho a la cara a Alenka.

-Creo que somos de la misma opinión- la miro -Son nuestros compañeros y uno de ellos es de nuestra misma raza, no pienso dañarlos- se cruzo de brazos.

Yo no he hablado de dañarlos sólo de "deshacernos" de ellos. No obstante, no se hable más del tema. LLevaremos a los niños sanos y salvos al Arl de Stenhold para que él os dé los soberanos que os prometió.

Alenka mira a Unathe y a Lanalla y una sonrisa se muestra en su cara.

Total, ¿que más da? Vosotros os ireís con vuestra paga y vuestros hermanos seguirán sufriendo al Arl, como muy bien dices Unathe... En fin que cada uno asuma las consecuencias de sus actos, ¿no crees Lanalla?

En cuanto todo esto termine yo, por mi parte, volveré donde me corresponde, al círculo de hechiceros... Tengamos pues la fiesta en paz.

La noche os cae encima mientras aún caminaís. El bosque se encuentra animado por el ruido de los animales nocturnos, correteando, saltando, arrastrándose por la maleza.

Incluso para los elfos, es bastante difícil ver a distancia. Pensaís en parar y descansar pero Alenka lo descarta con un ademán de manos.

Ya queda poco para llegar al punto de encuentro, es necesario hacer un pequeño esfuerzo.

 - El problema es que, con tan poca visibilidad, es fácil que nos perdamos. - Susurré a mis compañeros.

Estás deseando llegar al punto de encuentro. Observas como Lindel y Colban lideran la marcha y, en un momento dado, un escalofrio te recorre el cuerpo.

Algo..., algo se ha movido cerca de Lindel.... Jurarías que lo has escuchado. Entrecierras los ojos para poder ver algo más y..., ahí están, dos ojos rojos entre la maleza...

Agachó la cabeza y siguió caminando durante un trecho sin apartar los ojos del suelo. Aquello había sonado a amenaza y el miedo volvía a atenazar a Lanalla. Tenia mucho en lo que pensar y lo que sería mejor para ella, pero había cosas que no podía consentir y no daría su brazo a torcer en aquello.

A pesar del cansancio y que la noche ya estaba encima, Alenka no les permitió descansar hasta que no llegaran al punto de encuentro, y eso sólo contribuyó a que el estado de ánimo de Lanalla decayera mucho más.

Apenas conseguía ver algo en el camino y junto al cansancio que la atenazaba a punto estuvo de tropezar con una piedra. Quería llegar ya de una vez pero Alenka se empeñaba en no detenerse. Siguió caminando con la vista puesta en la vanguardia cuando un movimiento casi imperceptible hizo que se detuviera. Algo rondaba cerca del elfo y Lanalla no conseguía distinguir qué era, aunque quizá fueran imaginaciones suyas.

Se fijó un poco más, intentando taladrar la oscuridad, y a punto estuvo de lanzar un grito al ver aquellos dos puntos rojos observando su avance. ¿Qué era aquello? ¿Un nuevo peligro los acechaba?

El susurro de Lindel quedó mudo y fué casi imperceptible para el resto de sus compañeros. A su derecha, de entre la maleza, un gruñido ronco e inhumano sorprendió al grupo.

Algo se abalanzó sobre Lindel sin que éste tuviese tiempo de reacción.

Los colmillos de la bestia se cerraron sobre el brazo de Lindel, haciéndo que éste soltase de inmediato su arco.

Los gritos de dolor del elfo resonaron por el bosque y, ahora que lo teniaís más cerca pudisteís ver con claridad a vuestro enemigo.

Era sin duda alguna un lobo aberrante, una bestia similar al lobo, pero totalmente corrompido. De aspecto gris, su piel estaba totalmente recubierta de protuberancias óseas, sus ojos eran rojos y brillantes como el rubí y sus mandíbulas estaban dotadas de unos colmillos deformados y retorcidos que le conferían una apariencia siniestra.

 Trato de zafarme de la criatura, para luego recuperar mi arco y volver al lado de los demás...

Colban se movió rápidamente hacia Lindel, para golpear a la bestia y que soltara al elfo. Con un gesto indicó al resto del grupo que cerrara el perímetro para evitar más ataques por sorpresa o asegurarse de que no había más lobos.

Se dirigía hacia Lindel, pero cuando vio que el grandullon ya se movía hacia él, decidió quedarse cerca de Lanalla, después de todo, ella no había tenido mucha suerte la ultima vez, y su estado de animo tampoco era muy bueno, por lo que pudo observar, así que decidió quedarse cerca de ella para poder protegerla, si hiciese falta.

Al final los dos puntos rojos que había visto se convirtieron en los ojos de aquella bestia con forma de lobo que, a todas luces, estaba dispuesta a acabar con cada uno de ellos.

Lanalla, siendo consciente de la poca ayuda que le podía ofrecer al grupo, se apartó temblando unos pasos quedando detrás de Unathe, la cual interpuso su cuerpo en un gesto de protección que la dalishana agradeció con un mudo gesto.

Lindel trató de desembarazarse de la bestia, pero las mandibulas de ésta estaban fuertemente cerradas sobre su brazo y más aún cuando la bestia ejerció más presión. Lindel gritó de dolor ante el nuevo esfuerzo del lobo por separar su brazo de su cuerpo.

El dolor se hacía patente en la cara del elfo y, aunque la noche hacía difícil ver, parecía que la sangre del elfo se derramaba sobre el suelo de forma abundante.

Se notaba que Colban estaba cómodo al combate, sin demasiadas palabras forzadas. Casi nada más ver a la criatura se lanzó como un rayo hacia ella y descargó ambas mazas sobre la bestia. Una de ellas fue a parar sobre la cabeza de la bestia que finalmente soltó al elfo. Con la otra maza apartó a la criatura del cuerpo de Lindel dejándola a merced del grupo.