Partida Rol por web

 El obispo esta a salvo, y por fin volveréis a vuestra tierra

 La noche cae sobre el pequeño asentamiento, en la taberna todo es fiesta y el alcohol, la diversión y las mujeres están por todos lados. Concursos de puntería, canciones, apuestas...

Alguna que otra patrulla nocturna pasa de vez en cuando, y unos mercaderes preparan su carruaje para vender al día siguiente, al parecer acaban de llegar. Un perro cruza la calle para meterse en un oscuro callejón, donde seguramente cazara alguna rata para comérsela.

El ayudante del obispo esta en la distancia, cerca de la entrada del edificio principal hablando con Jols, el cual se acerca a vosotros.

 Jols es un hombre un tanto bajo, delgado pero fuerte. De origen romano su familia ha servido a la de Arturo durante décadas, y el, aunque ahora es libre, os ayuda en lo que puede.

- El obispo Germanius está listo para recibiros.- Os dice con una voz seria. En el fondo se alegra mucho de que podáis volver a casa, aunque os echará de menos.

Me levanto pesadamente, bebiendo mi jarra hasta el fondo de un sorbo. Estaba un poco mas tranquilo y la bebida era realmente buena. Aguardo a Arturo. No me adelantaria antes que mi Rey y me quedaria a su lado para cuidarle la espalda.

Me dirijo hacia la entrada con tranquilidad. Ansío más que mis propios hombres su libertad, no en vano, las pérdidas de vidas, de amigos, ha sido la tónica de mis últimos años. Esto hace aún más valioso la libertad de los supervivientes. Mi cara refleja satisfacción y orgullo.

No me dejo engañar por el tono de Jols, sé que en el fondo siente alegría tal como nosotros.

Bebo de un trago lo que quedaba de mi cerveza y me levanto, miro a mis compañeros ensanchando mi sonrisa y me dispongo a seguir a Arturo...

Por fin... - pienso con entusiasmo - Después de tanto tiempo...

Antes de salir junto con los demás, miro a Dagonet, se iba a tardar un poco más de tiempo...

Asiento con la cabeza a fin de demostrar que acaté su comentario.

Permanecía retirado, ajeno a las conversaciones que mantenían mis compañeros mientras bebía una cebada, fría y espumosa, entonces apareció Jols diciendo que era el momento de ver al obispo. Acabé con lentitud lo que quedaba de cerveza y me limpié la espuma, antes de irme le puse una mano a Dagonet en el hombro y le susurré sonriente:

-Que te aproveche la cerveza, y no te pases de la cuenta que al final acabas borracho.-Acto seguido me marché del lugar siguiendo a Arturo.

Bebía y festejaba, pero en completo silencio, pues algo me daba mala espina.

"Quizás sea la reunión con Germanius, ese bastardo besa cruces"

Acudo a la reunión porque ninguno de los demás faltara, y me siento en silencio mientras bebo.

 Al entrar en la sala, descubrís al obispo de pies al otro lado de la sala, esperando para sentarse en último lugar. Cuando todos estáis sentados, entra el ayudante del obispo con una caja de madera, la cual deposita delante del obispo. Este abre la caja y os muestra unos pergaminos enrollados de papel, son los salvoconductos.El obispo comienza a hablar:

-Bien, aquí esta vuestra libertad, habéis cumplido para con Roma y...- Justo en ese instante Jols entra corriendo en la sala.

 Jols entra corriendo en la sala, cortando al obispo que muestra una cara de enfado, pero antes de que pueda pedir explicaciones, Jols comienza a  hablar.

- Nos atacan, una emboscada, la patrulla nocturna está aguantando como puede, pero no resistirá.

Una voz pregunta si son pictos, es el ayudante del obispo que muestra el temor a morir y comienza a rezar.

- Es posible, pero no parecen ellos, son mas fuertes y mas violentos.

Estaba esperando a que el obispo me diera el pergamino que me daría la libertad cuando Jols irrumpió en la sala de repente y dijo que nos estaban emboscando, golpeé con fuerza la mesa y desenvainé mis espadas.

-Maldita sea, caballeros, parece que no quieren que consigamos la libertad, muy bien, pues les daremos su merecido.-Contesto rabioso y espero a que todos salgan preparados para combatir.

 Todos salís de la sala, y llegáis a la calle, donde unas cuantas patrullas están luchando contra lo que parecen pictos, pero estos están ganando terreno. Hay que salvar a todo el mundo.

Cuando todos salimos del lugar observo la pintoresca escena, corro hacia varios soldados para ayudarles y en el camino le clavo las dos espadas a uno de los pictos que se me cruza por delante.

Me levanto, entorpecido por el alcohol y sorprendido intento echar mano de mi espada.

En el momento en que comienzo a desenvainar dos pictos corren hacia mi y me sujetan, mientras yo me retuerzo, intentando librarme.

Sorpendido, veo cómo unos pictos se nos abalanzan armas en mano. A pesar de ésto, reacciono con furia y ataco a uno de ellos con ferocidad, abriéndole un tajo en el vientre.

Miro a los otros enfurecido y me predispongo para otro posible ataque. 

Sin excalibur a mano sólo puedo mantener a los pictos a raya hasta que uno de ellos se abalanza sobre mi. Con un movimiento de piernas esquivo su tajo y agarrando su propio brazo consigo arrebatarle la espada para acabar de inmediato con su vida.

 Me dirijo a la calle detrás de mis compañeros, y no puedo evitar la avalancha de pictos hacia mi, con lo que de un puñetazo tiro a uno al suelo, y con mi cuchillo le corto el cuello.- Estos pictos han llegado muy lejos.