Partida Rol por web

Doy unas instrucciones al corchete:

- Hay que hacer el nudo así. De esta forma no se le rompe el cuello, sino que tarda un buen rato en estrangularse, y puede notar como se le escurre la mierda pierna abajo, mientras el demonio le va arrancando el alma con el aliento.

- No creo que sea muy buena idea que te metas en la misma tienda para mirar, si te refieres a eso...Que lo mismo abrieron el ojo y te ven, o lo hace cualquiera que ronde por allí...- me levanto, un tanto impaciente- Quizá sigan roncando y el mero ruido de sus resplidos te sirva de señal. O si despertaron y están en vigilia, lo mismo están de platicas u otro tipo de menesteres nocturnos...- bien conocidos son las mayores debilidades humanas. - Con cautela. Si voy yo nos arriesgamos que vengan a por mi y no esté, y yo paso menos desapercibido.

Le propongo, que ahora lo veo con duda. Debo esperar, pero si aquellos dos necios dan con la trampa quizá lo echen todo a perder.

Miro a uno y a otro con algo de alarma primero, y luego con inteligencia.

Ah... Qué ladinos...

Aunque no me parece cosa fácil. Una cosa es apretar las tuercas a un par de soldados de guardia y otra muy distinta a gentes de calidad como los que han nombrado. A gente como el capitán no se le puede ir y amenazarlo con una soga... Y si no canta todo se va a la mierda... O al menos eso creen nuestros prisioneros.

Me rasco el cogote con nerviosismo.

Sí... Lo mejor será hablar con el capitán y hacernos los tontos y abrirle una salida para que carguen con el muerto el resto. Más nos vale tener un capitán colaborador que un grano en el culo. Seguro que así todo sale redondo. El capitán irá con más cuidado en su negocio y mi compadre sale libre. Todos contentos... Y hasta quizás necesita nuevos socios para sus tulipanes después que esos se mueran de la enfermedad de cuerda...

-... O podemos cortarles el cuello y dejarlos aquí como si hubiera sido una encamisada de los herejes. Que es cosa cierta en tiempos de guerra, que las postas y piquetes son los más honrosos y expuestos lugares. Y nadie se sorprenderá si vuesas mercedes aparecen desangradas y muertas por la mañana.

No hizo falta mucho sigilo, pues "el enemigo" no lo tuvo. Algo estaba pasando en el campamento, y se había formado un corrillo en aquella calle de tiendas. Uno de los hombres de Valcárcel pasó por delante de su tienda y se encaminó hacia la del sargento, al parecer con ánimo de despertarle.

Estaban agitando el avispero.

De los dos hombres, el más estoico era sin duda el arcabucero, el tal Paco. El piquero no era muy sufrido, y en cuanto se le amenazó con algo más que palabras, comenzó a cantar como los pájaros. Su compañero le miró mal al principio, pero luego se limitó a hacer algún apunte al final.

-Los bulbos, malditos sean. Sabía que eso nos estallaría en la cara como una carga de pólvora -dijo el piquero, escupiendo al suelo junto a él- Efectivamente el sargento nos ha ordenado custodiarlos hasta que vengan los flamencos y se los lleven. No sin antes pagarles el precio, claro. Pero en esas transacciones solo está el capitán con el preboste y sus corchetes. Ellos son los más beneficiados por el asunto.

El arcabucero parpadeó y miró a su compañero.

-Están en tratos con un enemigo. Un coronel holandés de caballos coraza, un tal Jansens, rubio y con una cicatriz que le ha vuelto blanco un ojo. Con él vienen unos señores que no conozco, comerciantes, me parece, de Ámsterdam, para tasar la mercancía.

Miro a della Rovere con cara de cordero degollado. En otras circunstancias no diría nada, pero está en juego al vida de Karl, y es lo único que le queda. Sin él no pinta nada en este fangal de herejes.

Disimule su excelencia... Quizás mejor será que estos caballeros los tulipanes custodien. Y cuando Jansens venir, nos arrestar. Hacer cantar a hereje, y acabar con todo esto. Que quien más y mejor deber pagar por esto ser herejes. No ser bueno que sólo ser castigada milicia española, cuando ambos bandos implicados están en negocio.

Entonces miro al piquero y luego al arcabucero.

Seguro que avenirse a negocio caballeros. Si hacer a Corona buen servicio, seguro que en cuenta tenerse.

- ¡Excelencia! ¡Santidad! ¡Padre! venid, venid ya - dijo Martín temblando, que con los nervios había olvidado el término correcto para dirigirse a Don Gabriel - que en asomándome a la entrada he visto pasar a uno de los hombres de Valcárcel y por las malas pulgas que llevaba y la prisa yo diría que está a punto de despertar al sargento - ¿qué hacemos?

- ¿Le tiro una piedra? - dijo sacando de la cintura la honda que llevaba arrollada como si de un cinturón se tratara y cogiendo del suelo una piedra de mediano tamaño - desde aqui a lo mejor aún puedo darle en la sesera.

El muchacho estaba a todas luces muy nervioso y asustado. Deseando agarrarse a un clavo ardiendo con tal de garantizar la liberar de sus camaradas. Aunque a lo mejor la idea no era tan mala...

- Buenos muchachos. Diremos a los superiores que solo obedecíais ordenes. En un asedio tendréis muchas ocasiones de mostrar vuestra lealtad al Rey Católico.- O de que es vuelen los sesos.

Hablo en italiano con Della Rovere, para que no nos entiendan:

- Creo, señor, que tenemos que emboscar al tal Jansen. Para eso necesitamos hombres. Y hombres que no tengan relación posible con los traidores. ¿Quién mejor que esos prisioneros de la escuadra del Cabo Vélez, que tienen prisioneros? LLegaron hace dos días, no tienen tratos con nadie,. Querra´n ganar su libertad honradamente. Y su encierro crea inquietud en la tropa.

Asintio en silencio y le llevo aparte de Ezio, y siguio hablando en italiano.

-No es mala idea, aunque creo que despues de estar unos dias en el calabozo no estaran en muy buenas condiciones para batirse, ademas con nuestros corchetes probablemente nos valga, pero me has dado una idea. Necesito que intervenga el mariscal en esto y con ello podremos, si todo sale bien, acallar las quejas de la tropa, liberar a la escuadra de Velez, coger a esos holandeses, castigar a los culpables y hacer un favor a nuestro patron. LLevate a estos dos y que te enseñen donde estan los tulipanes, para cerciorarnos que existen, no les mates que les necesitaremos. Manda a un corchete a por el clerigo para que les tome declaracion mientras y de fe de lo que encontremos, yo hablare con el mariscal, en cuanto llegueis al sitio me mandas un corchete para decirme donde se encuentran estos. probablemente tengamos que ponerlos a buen recaudo para que al menos esa parte de la mision este cumplida. Yo regresare en cuanto pueda. Confio en ti Ezio, si hay algun problema me lo haces saber.

Le dio un fuerte apreton de manos, llamo a uno de los corchetes para que lo acompañara y salio disparado para despertar a su excelencia y hablar con el.
 

Acudo presto al chiquillo cuando me informa de tal infortunio. Nos iban a levantar la liebre, si es que la liebre no había saltado ya. Aquel corchete que pretendía avisar a Varcalcel, no era el unico el alerta, parecía algo generalizado en el campamento e incluso había un corrillo en aquella calle. Por esas razones fulmino un poco con la mirada a Martín cuando su solución al asunto es lanzarle una piedra al corchete. Si seguro que eso arreglaría las cosas, un pedráda en público...Por Dios...Niego.

- Vete a avisar al Preboste italiano de que se ha torcido el asunto  ¿Sabes donde están? - le pregunto- Yo puedo intentar distraer al corchete lo que pueda...y enterarme de que tanto saben para este levantamiento...

Si fuera un corchete solitario, aun se podría controlar más...Pero con el revuelo...No se que tanto lo podamos contener. Por eso había que avisar a los otros.

No sé que pasa, pues los que hablan, lo hacen en su parla romana, y con todo eso me amostazo un poco por como mis palabras han sido directamente ignoradas.

A pesar de no entender nada de lo dicho, sí que veo como al parecer el tal Ezio, que tiene más trazas de rufo de tanto la cuchillada que no de hombre de ley, se dispone a llevarse a los dos guardias.

Detengo un momento a della Rovere.

Disculpe una vez más, señor... No sé qué han dicho, ni es de mi incumbencia si así lo desean, pero detener a esos dos aquí y ahora pondrá sobre alerta al capitán y a todos los demás... Y de buen seguro que cualquiera de ellos encontrará la manera de contactar con el holandés y todo se quedará en humo... Estos son los peces chicos, señor.

-Confie en mi soldado, lo que hacemos es por ayudar a sus camaradas, ayude a mi compañero en descubrir donde estan los tulipanes y con ayuda de Dios esto estara resuelto para mañana.

Le dio una palmada en la espalda.

-Y no se inquiete si Ezio y yo hablamos en nuestro idioma, son muchos años y de vez en cuando se nos ecapa.

Como usted diga, señor.

Respondo, ante la familiardiad del trato de della Rovere.

Los muy ladinos son capaces de estar pensando una estratagema para ganar méritos a costa de Karl y el resto de encarcelados... Por mi madre que como hagan eso, me voy a encargar de que esto no quede así...

Tras lo cual me pongo a su servicio para lo que crea menester.

- A la orden - dijo Martín cuadrándose como si del mismísimo alférez Ferreira o de otro oficial, quizás más por reflejo que pensándolo y salió como un lebrel en pos del preboste, que debía andar por donde habían dicho que emboscarían a los soldados en la periferia del campamento.

Se metió la honda en el cinturón mientras corría esquivando tiendas de campaña, fogatas y soldados ociosos. Volvió la vista atrás un par de veces para ver qué hacia el sacerdote con el hombre del sargente Valcárcel, pero no logró ver nada y casi se cae dentro de un puchero de agua caliente así que decidió concentrarse en la carrera para llegar a tiempo junto a della Rovere.

Máster: si no se produce ningún percance en el trayecto y puedo llegar junto a Luciano, indícamelo para poder postear tal acción. Si no, me adapto a lo que me digas.

Me acerco a interceptar al soldado antes de que llegue a la tienda del sargento. Con tal alboroto muy en mi derecho estoy de saber que pasa, por si me tengo que preparar para confear o lo que surje, así que es lo que aprovecho.

- Soldado, soldado...- le llamo hasta que llego donde está y me pongo enfrente, con actitud seria y decidida- ¿Que provoca tanto levantamiento? ¿No nos vendrán los holandeses? Nos valga Dios - pregunto, y me santiguo.- Que solo nos faltaba eso...

No hizo falta mandar a corchete alguno. El pequeño Martín había cubierto la distancia entre el bosque y el campamento en un tiempo digno de un atleta. Lo que vió era que acababan de prender a los dos guardias, que estaban maniatados y desarmados, y que había un buen puñado de corchetes junto al tudesco Hans.

El mochilero traía noticias. Al parecer, en el campamento había movimiento y era previsible que despertaran a Varcárcel y pusieran sobre aviso al capitán De la Rosa de que algo estaba pasando con los guardias de su "pequeño tesoro".

El soldado no se detuvo ante las preguntas del párroco. Parecía apurado. Pero le había pillado a contrapié, sin una respuesta "oficial" preparada por sus superiores. Así que pecó de exceso de confianza.

-Traidores, padre. Asunto grave, sin duda. Iba a avisar al sargento. Al parecer dos de nuestros guardias se han pasado al enemigo, no hace ni cinco minutos.