Partida Rol por web

Sangrando ya por varias heridas, Polat intentaba agarrar al ser mientras seguía pidiendo socorro: ¡me atacan! ¡Auxilio!

Intentó agarrar al engendro con la intención de acercarlo a la bombilla que, de puro incandescente, sabía que quemaba a rabiar. ¿Conseguiría hacer algo con eso? ¡No parecía encontrar resistencia a sus dedos! ¡Pero sacó fuerzas de flaqueza! Resbalaba como un pez horrible y repugnante, pero era cuestión de un poco de voluntad...

El Doctor vio la sombra con horror e intentó improvisar un cono que enfocara la luz del vagón en la sombra*

POLAT Y O'LEARY

La audaz maniobra del doctor Polat hace que la criatura se sacuda como un gato escaldado. Se desliza por sus dedos como aceite y huye por debajo de la puerta del compartimento.

SAROCH Y HARTZMAN

El ingenio del doctor Saroch también obtiene su recompensa. El rayo de luz concentrada abre un agujero en la criatura que la espanta. Siendo de natural artero y cobarde, pone pies en polvorosa por las rendijas de los paneles de madera del compartimento.

Hay unos segundos de pausa mientras recuperáis la respiración. ¿Volverán las criaturas? Ha sido solo el primer asalto? Pronto se oyen unos golpetazos en la pared.

- ¿Pero bueno que es ese ruido a estas horas? Aquí no hay quien duerma! ¡Conduteur, ponga orden!

A los gritos del duque, acude pronto Henri, raudamente vestido y con una linterna.

Se oyen gritos de auxilio en el compartimento de Miss Meadowcroft, así que Henri va allí junto con aquellos de vosotros que le acompañen. Aunque Henri pide que le abran, no lo consigue. Así que hay que forzar la puerta con el hombro.

Amelia Meadowcroft está inconsciente y con fuertes arañazos en los brazos y el cuerpo, que han desgarrado su camisón y manchado de sangre la cama. Su acompañante, la senhora Oliveira descompuesta y llorosa, está tendida en el suelo. Menciona algo de satanás, pero entre que nadie habla portugués y su estado, es muy dificil entenderla.

Von Hartzman respiró aliviado tras ver como la sombra se deslizaba al exterior del compartimento. El Capitán tenía varios cortes sangrantes en su pecho y se dirigió al Dr. saroch -Herr doktor, en cuanto tenga un momento me gustaría que me revisase estas magulladuras... Pero no sé si antes deberíamos salir al pasillo para seguir a esos seres... No sé si volverán hacia nosotros o su ingenioso haz de luz la ha expulsado definitivamente.

Poco después, tomó ropa algo más decente para ponerse, además de hechar mano a su fiel pistola.

El Doctor Saroch agarró el maletín y se puso a curar como pudo las heridas de sus compañeros heridos así como de la señora Oliveira.

Al doctor le temblaban las manos, porque no sabía cómo ayudar a curar a su compañera de viaje. Tanta sangre y tanta ignorancia sobre lo que hacer... No podía más que mirar implorante al doctor, y pedir un médico a gritos: —¡un médico, por caridad!

Por otro lado...

—Miren estos desgarrones —,señaló sus propias heridas. Hablaba con Henri, el pobre enlace con la compañía y, seguramente, con las autoridades que pudieran intervenir para poner orden. —¡Alguien ha metido animales salvajes en nuestros camarotes! Deben estar por ahí. Investiguen. —Y en un aparte a Henri: —me temo que debo sospechar de ese tal Hyeronimus Menkamp. ¿Se dio cuenta de cómo trataba a su acompañante hace unos días? No es trigo limpio. Seguro que podría investigar. ¡Llame a la policía!

Sin embargo, sabía que todo eso era inútil sin el conocimiento de cómo contrarrestar los poderes oscuros de su enemigo. ¡Solamente conseguirían enfadarle! Quizá retrasarle en incómodos interrogatorios mientras ellos aprendían a neutralizar su magia oscura.

¡Necesitaban tiempo! ¡Tiempo!

El Capitán pensó que el Dr.Saroch requería un poco más de tiempo y concentración para atender las magulladuras  y cortes, aún sangrantes, de su pecho. La pobre señorita Meadowcroft parecía aún conmocionada. 

Esperó pacientemente mientras reflexionaba sobre las palabras del sagaz Polat. ¿ Cómo detener a ese villano de Menkaph? Parece que sólo actúa abiertamente contra nosotros por las noches, a través de esos seres infernales... 

Von Hartzman era un hombre decidido y  valeroso, pero comentó en voz baja a sus camaradas que hacer cualquier acción ofensiva y pública contra Menkaph sólo podría traer problemas legales a los miembros de la expedición.

-Caballeros, dijo a sus acompañantes pienso que deberíamos reforzar el control para salvaguardar el libro y los fezzes, creo que deberíamos mantenerlos en nuestra posesión a cualquier coste hasta llegar a Constantinopla. Hay algo sobre ese fez maldito que se me escapa, no logro entenderlo del todo, esperemos llegar pronto a la Segunda Roma...

El Dr. Saroch terminó los 1os auxilios en Hartzman.

Henri tranquiliza los ánimos como puede y, tras asegurarse que todo el mundo recibe atención médica, recomienda que se vayan a dormir lo que puedan hasta llegar a Sofía, a la mañana siguiente, donde la policía búlgara tomará declaración. Se ocupa que cambien las sábanas a todo el mundo y a que un empleado monte guardia en el pasillo con las luces encendidas lo que queda de trayecto. Hace abrir el vagón restaurante por si alguien necesita algo caliente para calmarse.

Respecto a Menkaph, Henri solo puede decir que estaba en su compartimiento durmiendo.

En Sofía el Orient Express sufre un retraso de una hora mientras un inspector de policía sube y os toma declaración*, usando a Henri como intérprete.

Miss Meadowcroft se ha recuperado un poco de la fuerte impresión, aunque poco puede decir al respecto. Henri le ofrece llevarla al hospital, pero prefiere continuar en el tren.

El inspector poco puede hacer aunque declaréis contra Menkaph, porque no hay pruebas contra él para detenerlo. Su teoría es que algún bandido subió al tren aprovechando una bajada de velocidad (por alguna subida, por ejemplo) e intentó robar a los viajeros y abusar de las mujeres. El asaltante sin duda huyó al encontrar resistencia. 

Aunque se le comenta que hubo un ataque contra la duquesa Razumosky en Hungría, considera que los dos hechos no tienen relación, y además no son problema de la policía búlgara. No hay motivos para detener a ningún viajero, a su entender. Aunque se le hable del maltrato de Menkaph a al señora Myers, esta no está allí para declarar.

La policía, pues, da carpetazo al asunto. Eso sí, un gendarme búlgaro subirá al tren para dar seguridad hasta la frontera turca.

Alguien que sube al tren en Sofía, y demuestra mayor preocupación que el apático inspector es un caballero lusitano, Aristide Ribeiro, cónsul portugués en Estambul, que ha venido a recoger a su esposa Mariana Oliveira con un ramo de flores.

Paul Von Hartzman, tras recibir las oportunas curas por parte del Dr.Saroch, desconfío de la vaga investigación efectuada por la policía búlgara, si bien, pensó que la presencia de un gendarme a bordo dificultaría cualquier hipotética acción directa de él o sus compañeros hacia Menkaph.

El Capitán observó con detenimiento al caballero lusitano que acababa de subir al tren, intrigado, a ver si podía adivinar algo de su lenguaje corporal.