Partida Rol por web

asustado y temeroso, Sixto no esta por la labor mas que de obedecer con tremilgos lo que le dicen,

Os moveis en dirección al llanto que cada vez se oye más claro al tiempo que se solapa con el llanto de Mu´tamid que avanza imitando el llanto de un bebe. Al doblar el recodo podeis ver a 5 varas de vosotros a una chica rubia vestida con un manto blanco que resplandece en la oscura caverna, la reconoceis pués se trata de la ayalga que visteis en sueños. Se encuentra mirando un tunel que hay escavado en la pared con un brazo extendido e imitando el llanto de un bebe. Cuando apareceis se os queda mirando y con tranquilidad pasmosa se pone un dedo en los labios -Shsssssss- os dice -con las últimas fuerzas que me quedan estoy reteniendo a los papones, siento muchísimo la pérdida de vuestro compañero pués no pude hacer nada por él, pero aún hay esperanzas para vosotros y para el resto. El conde se encuentra en esa caverna de allí, aún no sabe que estais aquí y lo podreis coger por sorpresa si sois rápidos. Su forma de Xerpe gigante es terrorífica más no os amedrenteis pués su punto debil está justo debajo de la cabeza y con un golpe certero con la espada es casi seguro que lo derrotareis. No os demoreis no me queda mucho tiempo y los papones están a punto de despertar.

Veis como está justo en la entrada en el tunel donde según ella se encuentran los papones y veis como cada vez está menos resplandeciente.

-Gracias, bella dama, por vuestra inestimable ayuda -dije en voz baja, lo suficientemente cerca de ella para que me oyera a pesar de los llantos de Mutamid-. Ya lo sabes, Sixto, bajo la cabeza. Yo non soy buen combatiente; non he heredado el aguerrido porte ni las maneras guerreras del mi padre, mas solo pude aprender lo justo para poder defenderme. Puedo ayudarte entreteniendo a nuestro enemigo por que me dedique a mí su atención demientre tú le buscas la espalda. En llegando el momento, todo va a depender de ti. Mas non temo, pues te he visto combatir et non eres peor de lo que era mi querido Tiago.

Traté de infundirle algo de confianza a Sixto, que de los tres parecía el más amedrentado en aquel momento. Le había dicho la verdad: yo, aunque no era manco, no era especialmente ducho en las armas, como mi padre hubiera querido. Y lamenté profundamente en aquel momento no haber prestado más atención en las clases de esgrima. Pero al menos tenía la espada de mi abuelo con su talismán; si conseguía activarlo y Sixto estaba inspirado, podríamos tener una oportunidad.

Indiqué al grupo que avanzara con cuidado, después de saludar por última vez a la ayalga con un educado movimiento de cabeza.

Sixto temblaba, no se si solo por la temperatura, o por a reponsabilidad y el miedo.

Asintio en silencio a las palabras del portugues, y tragó saliva.

-Manteneos junto al fuego de su hogar pués os hará invisibles a su vista- os dice la ayalga mientras os vais alejando poco a poco de ella.

Llegais por fin a la caverna donde se encuentra el conde, os asomais y veis su forma de xerpe gigantesca que yace en el suelo dormida y enroscada, parece que no os ha detectado todavía. Un olor nauseabundo y húmedo sale de la cueva.

Musité al oído de Sixto:

-Acércate a él por la espalda et dale fuerte donde nos dixo la ayalga.

Después, me giré a Mutamid:

-Confiemos a Sixto el fuego, pues si falla quedará justo al lado de la xerpe.

¿Pudieremos darle un ballestazo en aquella parte?  Mirando al portugues.

Mientras espera la respuesta, saca su ballesta y se prepara.

-Razón habedes -dije-. Mas alguien ha de acercarse et levantalle la cabeza.

Eché de menos entonces alguna dosis de aquel ungüento llamado Esencias de Éter, que junto con la llama habría bastado para que la xerpe no me viera. Pero tenía que hacer frente a la situación sin ayuda del Arte.

-Dame el fuego, Mutamid -ordené-. Me acercaré yo et le daré un golpe para que levante la cabeza et Sixto pueda asaetearle a placer. Acércate fasta que tengas seguro el tiro -le dije a Sixto-. Et que Dios nos ampare.

Mu´tamid tendió la llama al noble, no sin cierto reparo:

-Y yo qui harié siñor, si ti llevas la lus nusotros sirimos visibles et sixto nu podrá acercarse sin ser vistio.

Me quedé pensando en lo dicho por el moro.

-Bien, pues cojamos tú et yo mesmo piedras et lancémoslas a la xerpe desde aquí. Pongámonos los tres juntos para que la lumbre nos proteja, mas algo más adelante Sixto por que pueda asegurar el tiro, et cuando la xerpe se despierte por las pedradas, que Sixto dispare et vuelva a nos.

Vasco y Mu´tamid amparados por la luz del hogar se acercan un tanto para lanzar piedras a la Xerpe, dejándo a Sixto a la vista momentaneamente; comienzan a tirarle piedras y la xerpe se despierta alterada y con gran enfado mostrando su lengua viperina y siseando con fuerza -SSSSSSSSS SSSSSSSSSS- tan solo puede ver a Sixto que está preparado para lanzar su ataque.
 

Si paso unos asaltos apuntando, la cosa mejora, ¿ verdad?

¿ cuantos asaltos puedo pasar apuntando y qué bonus me das?

dime porcentaje total para que le dispare.-

46 +30 bonus+ suerte.

le apunto para darle en la zona adecuada.

He sacado un 64, pero no sé como quedará la cosa tras los malus.

La xerpe furiosa por haber sido despertada se lanza contra Sixto que está preparado con su ballesta, no le queda mucho tiempo pués la xerpe está muy cerca de él, pero a Sixto no le tiembla el pulso y lanza una flecha diréctamente bajo el mentón y la xerpe gigante cae muerta al instante. Un humo negro comienza a salirle por la boca y queda flotando en el aire durante un instante, de repente un sonoro grito hace que retumbe la cueva -Noooooooooooo- se escucha. Cuando el grito cesa el humo comienza a desvanecerse hasta que desaparece del todo.

Pero cuando todo parecía haber terminado notais como el suelo comienza a temblar, cada vez más fuerte. Grandes trozos de piedra caen del techo haciendo un ruido infernal. La caverna se está derrumbando, y una roca increiblemente grande se dirige directamente a Sixto.
 

Mu´tamid estaba apretando para no irse por la pata abajo cuando vio como Sixto, sin parpadear, mató a la sierpe de un solo virotazo, más poco les duraba la alegría, pues la cueva empezaba a derrumbarse:

-Judier, vamionos, vamionos, antis de que nos intierren vivos.