Partida Rol por web

El pequeño ser se acerca a vosotros con un movimiento ondulante y sinuoso a la par que rápido y os dice con su voz chillona e irregular, aunque hablando bajito-Mi nombre es Llollomer y llevo mucho tiempo encerrado en esa casa por culpa del conde. Después de muchos años me habitue a estar allí, la gente del pueblo tenía miedo a la casa y no se acercaban, pero aunque saciaba mi hambre con ratas, perros y gatos, y mi sed con el agua de la lluvia que quedaba estancada en el tejado. Pero echaba de menos el dulce, en esta casa, en la cocina la buena de Herminia me dejaba en un rincón bollos dulces y leche y se santiguaba diciendome que la dejara en paz, cosa que yo no hacía jejeje. Pero el conde cometio muchas atrocidades y un grupo de cuervos se lo llevó al pozo de Funeres y allí es donde se encuentra ahora, desde allí escupe todo el mal que afecta a la región, todo el que ha bebido su agua se ha contaminado con el mal del conde y lo ha expandido-. Os mira fijamente y os dice -por lo que veo vosotros también lo teneis, y la única forma de deshaceros de el es acabando con el conde. Pero habeis de tener cuidado pués el conde ya no tiene forma humana sino forma de Sierpe gigante, que devora vivo a todo lo que encuentra en su camino, y además no está solo. Dos asquerosos papones comeniños lo acompañan, dos criaturas totalmente terroríficas y asquerosas que por lo único que sienten debilidad es por el olor y la carne de un recién nacido.

Todo esto lo se gracias a la comunicación mental que mantengo con una criatura maravillosa, el espiritu de una hermosa chica que le sirve como ayalga en las tinieblas.

Este mal lleva demasiado tiempo y está afectando incluso a criaturas de las que vosotros no teneis conocimiento mortal, teneis que acabar con él.

Tomad esto es la luz de su hogar, portadla siempre pues con ella vereis en las tinieblas pero a ellos les costará mucho veros a vosotros mientras permanezcais junto a la luz, aún así id con cuidado-.

Llollomer se adelanta y le entrega a Mu´tamid la vara con el ascua encendida en la punta, y os señala hacia el este,-si vais por esa dirección llegareis al pozo.

Escuchais el sonido de un lobo a la distancia. Llollomer se pone en alerta y os dice; -Tengo que irme, han descubierto que me escapé, pero ahora estoy en mi medio, el bosque ha sido mi hogar desde siempre, los despistaré lo máximo que pueda para que no os huelan, suerte y gracias por liberarme-. Haciendo una reverencia a Mu´tamid desaparece en un pestañeo.

M;u´tamid por una vez se sentía útil y apreciado. Que tuviera que venir un mostruo para que lo tratase por lo que hacía y no por como era... ver para creer.

-Grasias LLollomer, muchia suerte.

Lueog mirando hacia sus compañeros:

-Sientu la tardansia. Fui al pueblio a robar un frasco de miel, y al volvier vi que los aldianos iban quemar la casa y me interpiuse pinsando qui todavía istaban dintro, y me echarion a la casa para ardier vivo. Al entrar mi incontre cun lollomer y le di la miel. Juntios escapiamos, bajo la promesia de que intercedieria por el para qui no le mataseis. Esto todio es muy raro, pero acabemios lo impizado.

Dice cogiendo el fuego del hogar, que Llollomer le había dado.

El trasnu había resultado un verdadero dolor de cabeza. No podía olvidar que nos había recibido lanzándonos objetos y haciéndonos esa estúpida petición que le había costado a Sixto unas cuantas picaduras cuando trataba de conseguir la dichosa miel de un panal.

Sin embargo, también nos había proporcionado valiosa información. Ahora sabíamos que íbamos a tener que librar una batalla muy dura por nuestras vidas contra aquel conde y sus secuaces. Agradecí, no obstante, no volver a ver al condenado trasnu.

También tenìa que reconocer que había infravalorado a Mutamid. Él solo había conseguido arreglar la situación y conseguir el fuego del hogar que necesitábamos. Claro estaba, empero, que mi orgullo de noble no me dejaba reconocerlo en público.

-Vamos -me limité a decir.

Mirais al interior del pozo y veis (tras tirar una piedra) que tiene unas 30 varas de profundidad, y que no se ha oido el chapoteo del agua. Al parecer está seco. También os dais cuenta de que el pozo lleva tiempo sin usarse por lo que la barra donde está la polea, a pesar de los tirones que ha dado Diego, no parece muy fiable, de hecho es posible que esos tirones con el caballo la hayan debilitado un poco más. Del interior del pozo sale un ligero olor nauseabundo mezcla de podredumbre y maldad.

Preparad cuerda et compartir con me la luz. Yo bajare primus.

-Dejemos mejor a Mutamid primero, que es quien lleva el fuego. Yo bajaré el último, si non hay inconveniente -añadí, mirando a Diego.

Yendo el último pretendía tener tiempo para activar alguno de mis hechizos si fuera necesario; y mucho temía que lo sería.

Mu´tamid, aun dolorido y renqueante tras tamaño golpe, no pudo mas que poner cara de susto a las palabras de Vasco:

-Piro DOn Vasco, tengo dos costilias rotas, no mi haga biajar, pir favor, non puedo. Mi dueli mucho il costado!

De repente pese a sujetarse con fuerza Diego resbala y cae al vacío desde una altura de 30 varas.

Dios! el noble se había hecho puré contra el suelo...había que ayudarle, el le trató bien y le dio comida, eso merecía un mínimo de ayuda.

-Yo no sie trepar, ni bajiar agarriado a la cuerdia, pero sin duda soy il qui menos pesa. Subiamos la cuerdia y atadme, y luego haciendo fuerza entre vosiotros y caballo, idme bajando a pocos. Y con cuidiado pir favor, no quiero morirmie.

Poco a poco Vasco y Sixto bajan a Mu´tamid por el pozo, la oscuridad poco a poco lo envuelve por completo hasta el punto de mirar hacia arriba y casi no ver el agujero de entrada. Después un rato bajando toca con sus pies el suelo que está lleno de barro y bichos que suben por sus piernas. También ve el cadaver de Diego que porta aún encendida en su cinto "la luz del hogar del Conde".
 

-¡Dios mío, Diego! -grité al oír cómo caía el noble por el profundo agujero; oí con tristeza el golpe seco al final del aparatoso viaje; no podía haber sobrevivido.

Me quedé paralizado; no sabía qué hacer. El miedo me invadió. Ya había perdido a Tiago, ahora Diego le hacía compañía. La tristeza fue sustituida rápidamente por el odio.

Maldita sea la hora en que salí de Portugal. Maldito sea el conde de Tiraña y maldito este pueblo del demonio.

Pero del odio no salía. Es lo que llaman impotencia; en un tipo como yo, la impotencia no se podía manifestar de otra manera que mediante el odio. Diego había sido lo más parecido a un amigo dentro del grupo, y ahora ya no estaba. Me detuve a pensar en su valentía y en su buen corazón, y pensé que estaba muy lejos de ser como él.

Me rendí; en ese momento me senté en el suelo, agotado mental y físicamente. No podía seguir, simplemente no podía. El malino acabaría apoderándose de mi cuerpo sin remedio.

Entonces oí a Mutamid, que hablaba con determinación y se ofrecía a bajar al pozo. Me quedé mirándolo sin reaccionar, pensando que lo habían cambiado por otro. Aquel no era el sucio y cobarde mendigo moro al que había conocido; al menos, no desde que se fuera a buscar el dulce para el trasnu. Sin pensarlo, y mecánicamente, seguí sus indicaciones y ayudé a Sixto a bajarlo. De aquella manera no correría el riesgo que había corrido Diego.

Pero, mientras bajaba, pensé que o Sixto o yo tendríamos que trepar; y Sixto estaba herido.

En otra ocasión me hubieran dado igual aquellos dos plebeyos. Para mí los plebeyos no eran más que escoria, sucias ratas cuya vida no valía más que la de un buey o una oveja. Pero aquellos dos me habían demostrado que Tiago no era una excepción a lo que yo creía; que cualquiera, independientemente de su condición, podía tener un corazón valiente y bondadoso como el de Diego. Musité una última oración por él mientras sujetaba la cuerda y le dije a Sixto:

-Te abaxaré a ti también; yo escalaré.

Si mi padre me hubiera visto hacer aquello, arriesgar mi vida por la de un plebeyo, habría pensado que los libros, como solía decirme, me habían sorbido el seso definitivamente.

Como soy el que mejor trepa, creo que será mejor bajar el último a puro guebo.

-De ninguna manera, estás ferido et te necesito fresco para la batalla -repliqué; con Diego muerto, Sixto era el mejor combatiente del grupo, y sin él no tendríamos ninguna posibilidad contra el conde y sus secuaces.

Entonces, tras terminar de bajar a Mutamid, miré alrededor.

-Sixto, ayúdame a buscar una ramas bien gruesas que midan más o menos el ancho del pozo. Tengo una idea.

Sea como dicieres.

la saco sin pifias.

sixto baja.