Partida Rol por web

El Segundo Advenimiento.

2. El Monasterio de Caedus - Informal.

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14/10/2012, 20:21
Richard Wivernfall

Imágenes fugazes atormentaron la mente de Richard durante toda la noche. Olas de fuego borraban todo e incluso podía oir el crepitar de la madera al arder.  Gritos. Sufrimiento. Dolor. Destrucción. Se podía ver en medio de todo eso, observado desde los cielos por unas pupilas serpentinas, finas como aguijas y de rojo sangre que no se apartaban. Tanto que por más que lo deseaba no le permitían escapar de su mundo onírico. Pese a ser un sueño, era consciente de todo y poco a poco fue recuperando el control sobre si mismo, ayudado por un espectro aureo reflejo de si mismo. Su yo interior. El poder que albergaba y debía aprender a controlar. 


Las horribles imágenes fueron absorbidas por un vacío carente de toda luz hasta que solo hubo calma. Ni bien, ni mal. La nada. Excepto los ojos. Que habían mutado en otros que aun siendo humanos eran más terroríficos. El profesor…


Terminó por abrir los ojos, bañado por la luz del amanecer de pleno en su rostro. Totalmente sudado e inquieto, con las ropas de cama revueltas y la mitad de su cuerpo colgando boca abajo por un lado de la cama. Desde luego había sido una noche movida. Otra más.

–¿Tendrá León la solución para lograr la paz en la noche?-.

Tardó un poco en reorientarse pero su cabeza volvió en su sitio cuando chocó con el suelo compacto al caerse del catre como un polluelo del nido. –Ouch… Ay…- Se puso en pie bostezando y estirándose sin reparos al ver que Kael ya no se encontraba en el dormitorio. –Debe ser tarde si ya se ha marchado… ¡La capilla!- Recordó fugazmente y pudo imaginar  la cara de descontento de la severa hermana si se presentaba muy tarde. Se apresuró todo lo que pudo a vestirse con lo primero que pudo del armario sin prestar atención a la combinación de colores entre los que había seleccionado rojos y morados por instinto natural. En otro momento tal vez se habría preocupado de su propia ropa pero no se le paso si quiera por la cabeza. Tras acicalarse lo justo, unos pocos tropezones  con los pantalones y las ropas de cama que arrastraban por el suelo salió cerrando la puerta con delicadeza y a paso firme pero sin correr por los pasillos (normas de conducta).  Se cruzó con guardias a los que preguntaba la hubicación, alumnos e incluso algunos profesores con los que le habría gustado cruzar algo más que un “buenos días” pero no tenía tiempo para ello. El día comenzaba y el monasterio estaba lleno de vida.

Al traspasar el portón entró en el santuario, donde reinaba una paz observó que estaba mucho más lleno de lo que esperaba. -¿Tan fuerte es la fé para atraer a tanta gente?- Algunas caras conocidas se encontraban allí. De hecho le pareció ver a Gilbe ya rezando como le habían “propuesto” pero no se acercó a él pues no pretendía interrumpirle.  Al contrario. Se acercó a primera línea lo más próximo a la hermana Evangeline, quien le prestó la atención justa y no mostró signos de estar esperándole especialmente. Eso no quiere decir que no hubiese sido una ofensa su ausencia. Simplemente tenía más cosas que atender, entre ellas  a una de sus pupilas de pelo verde con la que estaba.


-Buenos días hermana.- Le dijo en bajo para no alterar el ambiente cuando vió un hueco en su conversación. –Quiero ser un buen inquisidor. Y para eso quiero aprender a rezar y que Dios me escuche. Me gustaría que me enseñara.- 

Ahí pasó algo más de la hora estipulada rezando y hablando con la hermana hasta que sus tripas comenzaron a rugir, señal inequívoca de que debía desayunar para aguantar el resto del día. Deshizo sus pasos, volvió a repetir el paseo por los pasillos una vez más hasta el comedor donde desayunó bastante escaso ya que los jóvenes partieron en grupos hacia la clase de subterfugio. Se unió a los suyos y emprendieron juntos el camino hasta la balconada del segundo piso.  Ciertamente, agradeció volver a sentir su compañía de nuevo. No le gustaba sentirse solo en ese sitio.  El tumulto frente a la puerta era demasiado. Parecía que le tuvieran miedo a la oscuridad. Posiblemente se tratara de una prueba más o de otra exhibición de los objetivos de la clase. O puede que simplemente la profesora se retrasara ligeramente. Quién Sabe. Lo único que Richard pudo hacer fue echar un buen vistazo entre lo poco que las sombras le permitían ver para después dar el paso y ser el primero en cruzar. Alguien había de hacerlo.

–Que sea lo que dios quiera…-

Justo cuando iba a mover su pierna izquierda, Gilbe pasó a su lado, recto y sin vacilación al interior.

- Tiradas (1)
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15/10/2012, 00:33
Aenea Hollen

 

Aenea despertó alarmada. Gracias a una cierta persona no había dormido muy bien, ni ella ni Resha, así que lo primero que pensó cuando despertó, bastante descansada, fue: ¿Cuanto he dormido?

Se levantó tratando de no molestar a Resha, al menos hasta saber del cierto si ya era hora de levantarse o no, y se dirigió hacia la puerta. Intentó escuchar pegando la oreja a la puerta, a ver si podía identificar algo, pero no sacó nada en claro. Abrió la puerta y sacó la cabecita despeinada, lo justo para mirar en el pasillo. Había algunas personas andando tranquilamente. No debía ser tan tarde, después de todo.

Algo más calmada, y aprovechando que Resha dormía, fue a leer el sobre que contenía su misión "diplomática". No lo había hecho durante todo el día anterior, porque había acabado olvidado en el último rincón de su mente, pero al pasar revista de todo lo que había hecho antes de ir a dormir, lo recordó.

Fue entonces a despertar a Resha. De la forma que fuera, y aprovechó mientras ella pasaba de la morriña a la vigilia para vestirse. Encontró un vestido blanco con largas mangas que le cubrían hasta media mano, y que tenía unas tiras en los hombros a modo de hombreras, que caían tanto por delante como por detrás en forma de triángulos, hasta casi el final del vestido.  La falda llegaba hasta un poco por encima de las rodillas, pero lo solucionaría con unas medias o calcetines largos, lo que encontrara. El vestido estaba perfilado con tiras de color rojo en las mangas, el final de la falda, aquellas grandes tiras que colgaban de los hombros y el cuello y "escote" del propio vestido.

Encontró unos leotardos negros, y unas botas que hacían juego con todo, blancas y con ribetes tojos, que llegaban hasta la pantorrilla. Encontró unas cintas rojas también, con las que atarse las dos coletas, y acabó por ponerse la cruz de sangre de su padre, que ahora caía a plena vista en el escote del vestido, y no desentonaba en absoluto, rojo con rojo.

Se miró en el espejo y le gustó lo que vio. Era bonito, sin ser ostentoso, y usaba los colores de la Iglesia.

Fue entonces hacia la puerta y esperó a que Resha acabara de despertarse y vestirse. Entonces ambas tuvieron que correr hacia el comedor, puesto que se les había hecho tarde. Comieron rápida y vorazmente y salieron a toda pastilla hacia la "clase de subterfugio".

Aenea corrió durante unos momentos, hasta que vio que había otra gente que parecía tener prisa, pero iban más que corriendo, a paso rápido. Inmediatamente frenó y cambió el paso para... andar corriendo hasta la clase.

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15/10/2012, 01:12
Aclamado Director

Y Aenea leyó. Era un papel breve y conciso, escrito con caligrafía pulcra, propia de una persona educada en las cortes. De trazo estilizado y alargado, derrochando tinta, las palabras excesivamente grandes, quizás a propósito.

Elohim comparte muchas cosas contigo, aunque algunas a su manera. Estoy segura de que puedes empaparte de sus conocimientos sobre El Señor Todopoderoso, la Santa Iglesia Católica y enfoque de los Poderes Divinos. Y al revés, él puede empaparse de ti. Así pues, tu misión es precisamente esa, fortalecer un vínculo con Elohim y reflexionar sobre vuestras similitudes y diferencias. Pensaba relacionar tu misión con Resha, pero no iba en tu carruaje, y he considerado que sería demasiado problemático aunque compartáis habitación. Cuando creas que has cumplido tu misión házmelo saber.

            Atentamente, Leona Blanchett

Curiosa la elección de las palabras "Santa Iglesia Católica". Adrede por su condición de hija de un Inquisidor de Sangre. Lo de Resha estaba cogido por los pelos, pero todavía podía pasarse por alto. Desde luego, había interés en convertirla, aunque fuese un propósito encubierto.

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15/10/2012, 20:41
Resha

Seguramente era tarde, Resha, como un pequeño fantasma de pelo turquesa se movía medio dormida tras Aenea, arrastrando los pies más rápido o más despacio dependiendo del ritmo de la niña morena, así pasó por los pasillos tras su amiga, relativamente consciente de que se había vestido y peinado siguiendo una rutina. El desayuno le pasó por la garganta a medio masticar haciendo que se atragantara algunas veces.

Aenea se ponía en marcha de nuevo y Resha la siguió empezando por fin a espabilarse más o menos... hasta llegar a la extraña sala de la oscuridad.

-Será mejor ir entrando Pawa~an-bostezó rascándose un ojo y entrando sin pensárselo... seguramente de estar despierta del todo se lo habría pensado más de una vez, más de dos y más de tres hasta que alguien la hubiera metido tirándola de las coletas.

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16/10/2012, 21:48
Ace Velvet

Ace abrió los ojos lentamente. Vaya, ¡al final sí que le había entrado el sueño! Se reincorporó y bostezó mientras estiraba los brazos. Se sentía muy descansado, incluso algo desorientado. Cuando se dio cuenta de que se encontraba en su habitación del Monasterio de Caedus con Elohim se rascó la cabeza pensativo. ¡Por supuesto! El día anterior había sido el primero. Sabía que el resto del camino sería muy dudo, pero Ace no tenía pensado rendirse. Debía empezar con buen pie el segundo día para ir cogiendo el ritmo. 

Se levantó y vio que Elohim seguía durmiendo. Le daba algo de pena despertarlo así que se concentró en ver qué ropa se iba a poner. ¡Y vaya si había ropa! Había de todos los colores, no sabía bien qué prendas le gustaban más. Estuvo varios minutos hasta que decidió ponerse una camisa blanca i unos pantalones marrón oscuro que, creía él, sería algo sencillo. Cuando hubo acabado se acercó a la ventana, la abrió y se asomó. 

La caricia del viento era deliciosa, hacía tiempo que no se sentía tan bien. A diferencia de algunos otros compañeros había salido bastante bien parado del primer día, se preguntaba cómo se sentiría Elohim por las mañanas. 

Elohim... 

Lo miró durante unos segundos que se volvieron eternos. Estaba allí, a su lado, durmiendo como un querubín. Comenzó a sentirse nostálgico (aunque no sabía que esa era la palabra para describirlo) y se acercó a su compañero para despertarlo. 

- Vamos, dormilón. ¡Hoy es un nuevo día! - acompañó sus palabras de un leve zarandeo que, esperaba, acabaría por despertar a Elohim. 

...

No se entretuvo demasiado con el desayuno. Ace comió lo justo y necesario para aguantar toda la mañana sin llenarse demasiado. Luego fue a la capilla a rezar junto a otros muchos alumnos. Si bien era una rutina parecida a la del orfanato, sabía que aquel lugar era muy diferente. No sabía cómo funcionaba lo de rezar en el Monasterio de Caedus, así que rezó lo que ya sabía y se marchó en silencio. 

Aquella mañana Ace se sentía extrañamente vivo y enérgico, así que cuando encontró a Kael sentado en el balcón -esperando quién sabe qué - se le acercó para iniciar una conversación. 

- ¡Ey, Kael! - el joven rubio se tomó la confianza de sentarse a su lado, en el balcón - ¿Cómo fue ayer el entrenamiento nocturno? - ladeó la cabeza, en un gesto bastante afable - Seguro que bien - asintió para sí mismo.

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16/10/2012, 22:24
Kael

Kael giró la cabeza de lado, como un pájaro que ve algo que le llama la atención cuando Ace le preguntó. Se quedó un momento embobado como si le costara entender las pocas palabras que le habían dirigido o que Gilbe, Richard y Resha hubieran entrado como si nada en el aula a oscuras.

-¿Qué...? -empezó a decir cuando se acordó- a, la clase de anoche, bueno... no hubo tal clase, solo nos contó una historia y nos dijo unas cuantas cosas para que pensáramos en ello, nada más -pareció que fuera añadir algo más pero negó con la cabeza- ¿Entramos? -preguntó mientras se bajaba del balcón y se encaminaba hacia la puerta a oscuras.

Cualquier poeta diría que esa entrada sería como el viaje de Kael, que si quería seguir adelante tendría que entrar en una gran oscuridad... ¿pero que sabían los poetas?

Asique Kael esperó en la puerta a que Ace entrara con él.

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16/10/2012, 22:38
Ace Velvet

El niño rubio sonrió divertido al darse cuenta de que Kael estaba tan distraído que casi ni se había enterado de lo que le había dicho. 

- ¡Claro, entremos! - Ace se levantó rápidamente y se acercó junto a Kael a la puerta - No se ve nada - comentó mientras intentaba mirar más allá de la oscuridad. 

En el rostro de Ace afloró una media sonrisa. 

- ¡Vamos, sin miedo! - el niño rubio se adentró en la sala en la que ya habían entrado sus otros compañeros. No estaba muy seguro de qué se iban a encontrar ahí, pero ir con un compañero le aliviaba.

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17/10/2012, 02:52
Juliette Bourgeois

Un nuevo día comenzaba, después de la primera y ajetreada noche, todo parecía diferente... más luminoso y bonito que lo que habían visto el día anterior. Cuando Juliette despertó, Charlotte seguía aún durmiendo, lo primero que hizo fue ir rápidamente a despertarla para vestirse e ir a desayunar de camino a la primera clase del día.

Charlotte... despierta dormilona que ya es de día .-decía a la vez que su gemela abría los ojos y se desperezaba-. ¡¡Ay que ilusión!!, ¿qué nos pondremos hoy?.-Decía mientras revisaba el armario emocionada-. ¿Esto?.. no.- Descartaba la prenda tirándola sobre la cama-. ¿Esto?... mmmm NOOOO.- Rechazaba otro vestido -. ¿Que te parece este Charlotte?.- Dijo enseñándole un vestido que le había llamado mucho la atención poniéndoselo sobre su pequeño cuerpo-. A mi me gusta.

Después de un rato buscando y mirando vestidos y ropajes de diversos tipos decidieron quedarse con un vestido blanco largo hasta las rodillas, con una chaquetilla verde jade sobre los hombros y detalles y volantes en rosa claro.
Al terminar de vestirse y acicalarse bien salieron de la habitación y caminaron a paso rápido hacia el comedor, no podían correr por los pasillos y si no querían llegar tarde, era lo que tocaba. Comieron sin mucha prisa, aún les quedaba tiempo para llegar a la clase de... como quiera que se llamara la clase.

Continuaron su recorrido cuando se saciaron por completo, iba a ser un día largo y quién sabía cuando podrían parar de nuevo. Recorrieron no sabían cuantos pasillos para llegar a la clase y cuando por fin consiguieron encontrarla un tumulto de gente se encontraba en la puerta, la oscuridad reinaba en el interior y pocos se habían atrevido a entrar, y pocos era decir demasiado...

¡¡Buenos días!! ¿Qué hacéis todos aquí?, ¿no se puede entrar todavía?.- Miró a su alrededor lanzándoles a sus compañeros una pregunta de la que ya conocía la respuesta, el miedo les retenía allí-. ¿No deberíamos entrar?, se nos va a hacer tarde.- arrugo el entrecejo con una mueca de preocupación-. Bueno, yo me arriesgaré.- Sonrió pícaramente esquivando a los niños que tenía delante. Tiró del brazo de su hermana y entraron en la clase cuidadosamente apretándose la mano la una a la otra.

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17/10/2012, 02:53
Charlotte Bourgeois

La noche se hizo corta y con ella, el descanso; Juliette se despertó primero, como de costumbre y al poco, Charlotte empezó a abrir los ojos con pereza mientras la zarandeaba su hermana.

Charlotte... despierta dormilona que ya es de día.

...Hmm...

Gruñó remolona.

Era cierto, ya clareaba el sol a traves de los cristales y Charlotte recordó que tenían que apresurarse para elegir su ropa nueva, bajar a desayunar, leer un poco y llegar a tiempo a la clase de...subterfugio; la pequeña se levantó de sopetón, invadida por su instinto responsable.

...¡Si, rápido, no podemos llegar tarde!..

Exclamó.

...Además, me gustaría poder leer un poco, a ver si da tiempo...

Comentó.

A todo esto, Juliette había decidido empezar a desordenarlo todo, lanzando las prendas que no la convencían por los aires, detras de ella, Charlotte recogía e intentaba doblarlas nuevamente sobre la cama, la cual había intentado hacer lo mejor que sabía mientras hablaba con su hermana.

Tras un rato de desorden e indecisión, consiguieron elegir entre ambas un conjunto idéntico para cada una, era largo hasta las rodillas, precioso, de tacto suave y color blanco en su mayoría; en lo alto una chaquetilla en tono jade, muy claro, cerrada por un pequeño lazo color rosa bajo el cuello, en el que engancharon un pequeño broche con la cruz inquisitorial, y uno grande del mismo tono que la pieza a la espalda, que caía hasta el final de la falda; en la parte delantera se disponían una serie de lazos diminutos en una hilera a modo de botones que cerraban el vestido por la parte central, dejando en un momento dado una abertura de la que asomaba una falda interior, adornada con volantes y dobleses en los mismos tonos rosa y verde claros; en cuanto al calzado, unos calcetines con un modesto doblés en la parte superior cubiertos por unos zapatitos bajos en rosa, de punta redonda, con una cinta por cierre adornada con un lazo verde.

Una vez recogido el cuarto, con un poco de ayuda a regañadientes de Juliette, que prefería ir cuanto antes a desayunar, salieron a eso mismo, no sin antes tomar uno de los libros que sacaron de la biblioteca para poder leer algo por el camino. Si no fuese por la buena memoria de Charlotte, probablemente se hubieran perdido entre aquellos pasillos, aparentemente iguales, llenos de gente que deambulaba de un lado a otro, pero por suerte consiguieron llegar al gran comedor. Allí habían algunos de sus compañeros, le recordaba a la situación de la cena, parecía que salvo aquella primera comida de bienvenida la gente pasaba por allí cuando buenamente podía para echarse algo al estómago. Juliette comía a dos carrillos, pan, queso, leche, cereales... Charlotte, más modesta y menos apetente por norma general, tomó un zumo, un poco de pan y alguna pieza de fruta; en la mesa, el contenido de sus platos las diferenciaba por completo.

Una vez saciadas se dirigieron a prisa de nuevo atravesando los pasillos y subiendo escaleras hasta dar con la habitación donde darían aquella clase nueva, subterfugio. La mayoría de los críos estaban apostados en el umbral de la estancia, de la que emanaba una oscuridad cuanto menos sospechosa. ¿Quién impartiría las clases? Era algo que picaba la curiosidad de la pequeña. Juliette no parecía dispuesta a llegar tarde, eso era bueno, Charlotte puso cara de aprobación en cuanto escuchó las palabras de su hermana y la siguió hacia el interior sin vacilar.

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17/10/2012, 21:00
Elohim

Los pequeños ojitos del ángel comenzaron a abrirse. Había sido un día cansado, demasiado cansado. Su cuerpo había soportado penas, golpes, carreras... también había recibido bendiciones, y hasta el propio espíritu de la Santa Evangeline había entrado en él. Suponía que no todos los días serían así, que tendría momentos cansados y momentos aburridos, días que su tarea fuera más anodina, y días en los que su vida fuera a marchas forzadas. Y el primer día había sido de los del segundo conjunto.

Lo primero que vio al despertarse fue el mundo moverse muy deprisa, y sintió su cuerpo vibrar. Mas no pudo evitar sonreir. Sintió el contacto de la mano de Ace y trató de tirarse encima suyo, aleteando un poco con las alas para tomar impulso. Un pequeño juego mientras su mente tomaba el control de su cuerpo, y terminaba de despertarse del todo. El contacto con Ace era maravilloso, era casi como un sueño hecho realidad. Cada pequeño empujón, cada roce de sus cuerpos era casi un estallido de sensaciones en el alma del pequeño ángel. Nunca se había sentido tan unido así a alguien. Nunca.

Una vez las risas terminaron la batalla, se dirigió a su armario para ver qué se ponía ese día. La ropa que había era preciosa, y toda estaba limpia y cuidada. Además, no pudo evitar soltar una carcajada cuando se dio cuenta de que las camisas tenían una pequeña abertura en la espalda para poder sacar las alas sin romperlas, y que las capas que tenía colgadas tenían un vacío premeditado en la zona de sus apéndices. Perfecto.

Cerrando los ojos y envolviendo con su mano derecha la cruz blanca que la Santa le había regalado suspiró un par de veces. Lo primero que haría en el día sería acudir a la capilla. Tenía que dar las gracias a Dios por aquel lugar, por aquellos compañeros, tenía que hablar con él. Pues, si hablas con él a diario, si lo sientes siempre a tu lado, nunca estarás solo. Sí, es difícil comprenderlo, y mucho más cuando físicamente no tienes a nadie con quien compartir el tiempo, pero es un sentimiento sincero el que crece en el corazón cuando estás en comunión con el todopoderoso.

Eligió una camisa blanca y unos pantalones del mismo color. La pureza era la característica del pequeño, y le encantaba el color blanco. La capa, en vez de ser negra como el día anterior, también tuvo el color de las nubes, pero con un pequeño detalle. El borde estaba recorrido por una línea azul marina, que también estaba en la camisa. Unos zapatos marrones y unos guantes blancos completaban la vestimenta, que era realmente cómoda.

Partió hacia la capilla y se encontró allí a Richard y a Gilbe. No lo recordaba, pero habían sido castigados a pasar las mañanas orando allí hasta que reconsideraran sus palabras. A Elohim no le parecía un castigo aquella imposición, pues él iba a cumplirlo se lo dijeran o no, pero no le parecía mal. Así podrían encontrarse con el señor. 

Vio a Evangeline y a su alumna hablando con interés, así que decidió no molestarla. Quería preguntarle acerca de su pequeño "problema" por si acaso ella sabía algo más que él, o si podía confirmarle sus sospechas. No es que la fe de Elohim fuera débil... pero hay algunos momentos y casos... que mejor te den una segunda opinión. Sobre todo la de un experto. Y precísamente, cuando recordó eso se quitó uno de los guantes y comenzó a acariciarse la palma con suavidad mientras observaba el dibujo que marcaba. Luego, se pasó la mano por la frente apartando el flequillo para sentir cada una de las marcas y sonrió. Quién sabe por qué lo haría.

Una vez el tiempo había pasado, y el hambre llamaba a la puerta del cerebro del chiquillo, por lo que se levantó, hizo una genuflexión ante el altísimo y se retiró hasta el comedor, donde pudo saciar el apetito que sentía. Mas no comió demasiado, pues el ángel era un chico bastante enclenque, y pronto quedaba conforme con la comida. Pero allí vio caras conocidas y no conocidas. En verdad el monasterio parecía estar vivo por dentro. Era incluso bonito, desde sus ojos de niño, ver todos esos colores distintos, todas esas personas cada una de su padre y de su madre tan coordinadas y a la vez tan caóticas.

Cuando terminó el desayuno, el pequeño ángel fue al aula indicada el día anterior. Allí se encontró con el resto de compañeros, a los que saludó agitando su mano derecha mientras una sonrisa radiante iluminaba su cara. Cuando vio la sala oscura, y a sus compañeros dudando en entrar, no pudo sino acompañar a su alma gemela al interior. De hecho, su alma pedía llamar al todopoderoso para traer su luz a aquel lugar, rompiendo las tinieblas y relegándolas a los pocos rincones donde la luz de la fe y la bondad no puede llegar. Pero era sólo una pequeña petición de su alma. Si estaba oscuro sería por algo en especial, no iba a intentar fastidiar el ambiente de la clase.

A no ser que se lo pidiera un profesor.

O el mismo Dios...

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17/10/2012, 22:54
Aclamado Director

La devota no cesó de hablar constantemente con su alumna. Vestidas ambas con la sencilla túnica blanca, con el cabello recogido, parecían hermanas paridas por madres distintas, pero del mismo padre. El Señor, obviamente. De vez en cuando, para enfatizar algo, se cogían de las manos un momento, intentando animar a la otra. Lo hicieron ambas, varias veces, como si fuese lo más normal. Debían de tener una notable confianza entre ellas, forjada con el paso de los años y la tutela mutua.

La maestra y santa veterana asintió con la cabeza ante las palabras de Richard, pero no le respondió con palabras. Simplemente hizo lo que hubiese hecho cualquier mujer de fe ofendida y ocupada, quitarse el problema temporalmente con toda la educación posible. Ya tendría tiempo para volver a valorar a ese chico más adelante. No era el primero ni sería último al que había meter en vereda y fe al mismo.

Cuando los dos rubios, Elohim y Ace, entraron, la santa sí que se mostró un poco más satisfecha. No les habló, ni les saludó, pero esbozó una suave sonrisa al ángel. Estaba bastante claro que aquel retaco de ojos azules y más plumas que una paloma era por el momento su alumno favorito aquel curso.

Y es que, si bien la hermana intentaba tratarles a todos por igual, era inevitable que unos le cayesen mejor que otros el primer día. Convocar la imagen del padre, tener alas blancas, haber vivido toda tu vida en El Dominio, estar estigmatizado como santo pago por tus poderes y tener una fe ciega en el señor eran cosas que enardecían el corazón de toda devota, y Evangeline no iba a ser menos. Estaba encantada con ese crío. Ya habría otro profesor que le cayese mal, eso no sería un problema.

Notable era el hecho de que Evangeline, y en menor medida su alumna joven de cabello verde, eran las que parecían tener mayor influencia en aquella sala. Era obvio, por su condición y posición, pero se palpaba en el aire. La gente, allí dentro, las trataba con bastante respeto y condescendencia. Aquel era su Santorum sin necesidad de ritual alguno, pues aunque allí no hubiese nada sobrenatural protegiéndolas, la sombra de la iglesia y su poder las escudaba a la luz de las velas con la potencia de tres soles. Todos las saludaban, o las miraban, aunque fuese de reojo, por lo menos una vez. Y ellas daban vagas respuestas mientras debatían sus propios asuntos. Asuntos aparentemente apacibles.

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18/10/2012, 00:39
Mary Jane Cone

Algo rasgó el aire. Ese algo, suave, impactó en la espalda de Gilbe. Silbó en la oscuridad. Aterciopelado, meció una de las coletas de Resha, plantándosela al otro lado del hombro. Ondeó en aquella noche cerrada. Rozó a Elohim en una de sus alas. Trocotró sobre el cogote de Ace. Cogió la mano de Juliette e hizo estrecharla con la de su hermana. Era suave.

Rrrrash.

Y se hizo la luz. Durante un eterno minuto los murmullos de diez novicios habían llenado la sala, asustándose progresivamente o intentando mantener la compostura con mayor o menor éxito mientras aquella sombra danzaba entre ellos, demostrando que la noche era tan aliada suya como enemiga de los niños.

Al fondo de la sala, sobre tres sillas colocadas una sobre la otra en precario equilibrio, se alzaba una mujer apoyada sobre el respaldo, que a su vez se sostenía contra los tomos de una estantería.

La luz se había hecho porque la mujer tenía en la mano lo que parecía ser una cuerda, la cual, tras surcar cinco metros de aire, conectaba con unas pequeñas poleas que parecían mover en una dirección la tela morada que cubría un gigantesco ventanal. Al otro lado del mismo, otra cuerda colgaba en el extremo opuesto del juego de poleas, expectante para cerrar de nuevo la habitación y sumirla en una noche sin luna. Era un sistema primitivo, ruidoso, que precisaba engrasarlo y mantenerlo cuidado. Las poleas envejecían, las cuerdas se desgastaban, el telón se caía, pero funcionaba, y para aquella clase venia bien, pues permitía iluminar y oscurecer el lugar rápidamente. No había velas, ni lámparas de aceite, ni trucos sobrenaturales. Sólo un simple pero grande y eficaz juego de cristales al fondo, destinados a filtrar la luz.

La mujer sobre las sillas soltó la cuerda, dejando que se balancease en el aire mientras ella sonreía enseñando unos dientes largos pero animalejos, más por la forma de lucirlos que por su anatomía. Vestía con piel de animal, curtida y tratada. Si llevaba más ropa o no debajo era un misterio, pues hasta el cinturón, del cual colgaban diminutos lazos, cuerdas, y bolsas, estaba hecho de piel, con un tono marrón más oscuro. Lo más llamativo eran sus manos, acabadas en garras similares a las de un oso, debido a los gruesos guantes, y sus botas, mullidas y con tres zarpas propias de un gato colosal. Llevaba la cabeza al descubierto, dejando ver unos tirabuzones de cabello moreno que caían sobre la ropa, rebeldes. De piel bronceada y tostada por el sol, en plena contradicción con las sombras en las que acababa de ocultarse, era portadora de una belleza especial.

No era noblemente bella como Leona, y su porte no era tan rígido y provocativo como el de Theresia. Ella hacía gala de una belleza salvaje, propia de Gaïa y todos sus animales. Propia de las cortesanas de pueblo y de las bellas hijas de los campesinos que pasan el día horneando pan y la noche sobre un tronco del bosque en brazos de su trovador. Pero ella no parecía indefensa, en absoluto.

Una espada corta, aparentemente con un mango de madera y un filo de mármol, reposaba sobre su cadera, dentro del cinturón. No tenía funda alguna, y se sujetaba únicamente por el mango. Observándola unos segundos, parecía que simplemente estaba pintada de aquellos colores, y que era una espada de verdad, de acero, del que corta la carne y el músculo hasta el tendón y tocar el hueso. Al otro lado de su cadera, en el lado derecho, una segunda espada similar pero de aspecto mucho más común descansaba, intentando emular a su sofisticada compañera. Y aún así, aquel arma no parecía similar al arma que lucía Petrus. Era menos bella, aunque de una belleza más salvaje y menos noble. No era ningún estilete blanco como la luna, estaba claro.

Desde la altura, con un torrente de vigorosa voz para que se la escuchase con claridad en toda la sala, habló.

- Los que seguís fuera, entrad- miró un segundo a la puerta, comprobando si obedecían, que lo hicieron, con más o menos prisa-. Yo soy Mary Jane Cone, pero podéis llamarme MJ- guiño de ojo-. Enseño Artes del Suberfugio. No os penséis que lo de las sombras ha sido algo gratuito- asintió dos veces con los ojos cerrados, reprimiendo sin éxito una sonrisa-, que también- en el fondo le había encantado. Era como volver a la infancia, si bien ella solía comportarse como tal, algo por todos sabido. Había que tener alguna forma de evadirse en el monasterio, ya fuese una boda, un recuerdo de los cursos como alumnos, o una vuelta a la infancia en plena madurez. Los maestros y tutores jóvenes se buscaban no uno, sino varios, para evitar envejecer psicológicamente demasiado pronto en aquel nido de conservadores-. Pero no. Subterfugio es- sacó una pluma de detrás de la oreja- robarle las alas a un ángel, entre otras cosas- volteó la palma de la mano hacia abajo y soltó los dedos con que la tenía aferrada, dejándola caer lentamente y hacia el suelo, meciéndose-. Es esconderte tras una pared cuando viene una flecha o un virote. Es meterte en el armario cuando te pillan en un dormitorio donde no debes estar- miró a Kael de pasada, cómplice, sin reparar en su estado de ánimo-. Es esconder la corona de un rey en la granja de un granjero- valga la redunancia-. Es huir de un marido o la guardia en plena noche, escondiéndote en un carro lleno de paja. Es ver sin ver visto, robar sin que te roben, mandar sin que te manden.

Saltó de la silla, agarrándola con la mano.

La primera silla se balanceó, pero volvió a su sitio. La segunda se calló, golpeando el suelo con el canto antes de estabilizarse. La tercera, en manos de la maestra, pisó el suelo sobre sus cuatro piernas, ante la profesora. Su pierna izquierda estaba apoyada sobre el asiento. La caía era de un metro, si llegaba. Más truco de manos que acrobacias era aquella escena.

- Yo enseño cosas que podrían considerarse malvadas, no lo niego- su voz sonaba resignada, como si no sintiese lo que decía, escupiéndolo a través de los labios por mero compromiso-. Pero también os enseño a hacer un uso responsable de esas capacidades. Conmigo aprenderéis a robarle al que no se lo merece y dárselo al que lo necesita. Aprenderéis a poner una daga en el cuello por la espalda para acobardar, no para matar. Aprenderéis todo lo que vuestros padres os han dicho que no debéis aprender.

Se giró hacia Gilbe, esbozando una sonrisa de oreja a oreja, cual gato de Cheshire, invisible para el invidente.

- Klimb- dijo, llamándolo por un apellido que por necesidad debía habérselo escuchado a Maestro-. Mi adjunto comparte tu misma condición- condición, que no minusvalía. O al menos, no lo planteó así-. Es el mejor espía y una de las mejores personas que hay en esta institución, y es más competente que tres Inquisidores juntos- noveles, pero inquisidores-. Pensé que igual te interesaba saberlo. Sino, te lo digo igualmente, que para eso puedo.

Volvió a mirar a los demás, barriéndolos a todos con los ojos.

- Soy muy exigente, pero si me cumplís, seré un encanto. No pido que todos seáis rápidos. No pido que seáis hábiles. Pido que os preocupéis en desarrollar aquello que os gusta- miró a las pequeñas Bourgeois- quizá no seáis unas atletas de élite- sí, había hablado con Maestro, y se había tomado la molestia de informarse-, pero la ilusión, conocer a tu adversario y el desplazamiento son herramientas, si bien avanzadas, claves en el suberfugio- señaló a todos con el dedo-. Pensad en qué podéis destacar, y de qué forma podéis usar vuestras habilidades de tapadillo- Y con suerte, sabiendo eso, podréis aguantar todos estos años sin morir del asco -.Tendréis entrenamientos comunitarios, pero, conforme pase el tiempo, también especializados. Con el paso de los años no habrá dos alumnos que se entrenen de la misma forma en mi materia.

Aquello, obviamente, era algo extrapolable a otras asignaturas como Dones Divinos o Artes Mentales, pero sólo ella se había molestado en decirlo el primer día. Era más novata, y por tanto, más enérgica y extrovertida con sus alumnos, más comunicativa.

- ¿Alguna pregunta?- preguntó finalmente, una vez acabado su largo pero intenso discurso. Si no lo tenía ensayado estaba claro que hablaba por los codos y que no tenía pelos en la lengua. Debía estar ahí no por sus valores sino por su habilidad.

- Tiradas (3)
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20/10/2012, 14:45
Gilbe Klimb

Gilbe se había dirigido por su sensibilidad en al piel para entender que súbitamente había luz en la sala, por lo entendió que antes debía haber estado a oscuras, por eso había entrado el primero. No lograba comprender ese miedo a la oscuridad que tenía la gente, pero no era la primera vez que se daba cuenta que en ese sentido era superior a los demás.

También se dio cuenta de que la profesora les hablaba desde lo alto, y el sonido de madera chirriante le indicaba que debía estar sobre una estrucutura de madera. Al hacer lo que debió ser algún salto espectacular oyó cómo la profesora caía sobre lo que, ahora sí, le pareció una silla.

Escuchó con mucha atención, y se sorprendió al oír que el adjunto de esta profesora era también ciego... Nunca había pensado que un ciego pudiera aspirar a tanto. Gilbe pensaba que la profesora exageraba al decir que era el mejor, pero por lo menos era su adjunto, eso no estaba nada mal.

Escuchó con atención su introducción a la asignatura y se sorprendió al encontrarse muy interesado en lo que decía Mary Jane, cada cual tenía sus virtudes y aunque unos pudieran luchar o hacer magia tal vez otros podían robarle las alas a un ángel...

- Profesora Cone, yo tengo una pregunta. - dijo Gilbe, mientra levantaba la mano, tal y como su padre, Maestro, le había enseñado - Pero esto que nos está contando... Lo del sufterfugio... ¿Se puede ser Inquisitor sabiendo de eso? Porque muchos saben luchar, otros hacen milagros y otros tienen poderes en la mente... El sufterfugio parece un poco más... Más... Débil...

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20/10/2012, 15:45
Aenea Hollen

 

Aenea siguió a sus compañeros hacia el interior de la oscura clase al sentir la autoritaria voz que les mandaba entrar. De hecho si no lo había hecho antes era porque creía que no había nadie dentro.

Cuando llegó se encontró a aquella mujer encaramada en lo alto de una torre de sillas, como si fuese lo más natural del mundo. La niña se quedó asombrada entonces, y realmente impresionada cuando la mujer bajó con una peripecia casi imperceptible, pero efectiva. Había bajado de su torre - de hecho la había deshecho - en un simple y sencillo movimiento que había parecido tan natural como estrechar una mano o dar un paso. No había sido impresionante per se, sino por lo que había logrado y la sencillez y naturalidad con que lo había hecho.

MJ les intentó explicar qué era el subterfugio, y entre sus vagos ejemplos y su exhibición anterior, Aenea se llevó la equivocada impresión de que subterfugio suponía hacer piruetas para esquivar al enemigo. A poder ser, sin ser visto.

- Yo si tengo una pregunta. - Dijo Aenea, levantando la mano - Si conseguimos hacer eso que dice, y lo hacemos bien... Querrá decir que hemos hecho una acrobacia sin ser vistos... ¿Cómo va a valorar algo que no ve?

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20/10/2012, 16:06
Elohim

Elohim sólo sintió un leve pinchazo en la espalda antes de que se hiciera la luz. Y cuando por fin pudo ver encontró una de sus plumas en la mano de la profesora. Tenía que haberlo hecho muy bien, pues sus alas descansaban por debajo de su capa de tela. 

La verdad es que se quedó un poco molesto, al fin y al cabo todo lo que les quería enseñar le parecía pecado. Aunque con las últimas palabras de la profesora trató de sacar alguna parte buena a lo que les había dicho. Bueno, supongo que todo inquisidor tiene que saltarse las leyes de vez en cuando. Luego una semana de rezos delante del señor deberían compensar salirse durante unos segundos de el camino. 

También se vio tentado de pensar qué hubiera ocurrido si él con su fe hubiera encendido la luz en aquella habitación. ¿Hubiera sido tan triste como ver a la profesora rondando por ahí?¿O hubiera sido incluso más épico, siendo engañados aunque hubiera luz? No, se negó a cuestionarlo.

Así que se quedó clavado, sin mucho que decir y mirando a los ojos de la profesora. Con la cabeza un poco gacha y los sentidos centrados en sus alas, por su algún otro alumno quería robarle otra pluma.

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20/10/2012, 19:03
Kael

En parte le sorprendió la facilidad con la que se movía Mj, pero tampoco tanto... era otra puesta en escena... otra más.

¿A caso los profesores tienen que ver quién hace su primera clase más espectacular? -pensó Kael mientras se restregaba un ojo.

-Yo no estaba en un armario y en el dormitorio... fui invitado -murmuró para sí muy bajito.

Escuchó las preguntas de Gilbe y de Aenea y no pudo evitar responderlas, sin levantar la mano ni pedir permiso, dando a conocer su punto de vista.

-Gilbe, si te atacan mientras estás dormido, dudo mucho que todos esos poderes que te dan ventaja te sirvan de mucho, o cuando no ten enteres hasta tener una daga clavada en los riñones...- miró hacia Aenea- creo que si consigues un objetivo y nadie se ha dado cuenta de que lo has hecho... es un éxito para esta clase... o yo lo veo así.

Tras decir esto se encogió de hombros y se quedó mirando por la ventana que antes estaba tapada por la pesada cortina.

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20/10/2012, 19:18
Resha

Resha había dejado escapar un pequeño gritito cuando notó que algo le tocaba una de las coletas y se sujetó esa coleta con ambas manos encogiéndose de miedo.

Se hizo la luz y la niña tuvo que entornar los ojos porque los ojos le escocían a rabiar hasta que se acostumbró a la luminosidad.

Le había quitado una pluma al niño angel y seguro que le había dolido... a ella le dolía cuando le arrancaban un pelo... y si un pelo, una cosa tan finita daba un pinchazo desagradable, una pluma que era algo sustancialmente más grande debía de ser peor, asíque se acercó a Elohim que parecía a la defensiva y le frotó la palma derecha en la espalda, sobre la capa, notando la estructura de las alas, a modo de reconfortarle.

-no te quitarán más plumas, El.

Carraspeó después y la misma mano que confortaba a Elohim se alzó en el aire titubeando.

-¿Puede hacerlo de nuevo... por favor?-pidió con un deje de sincera admiración, como un niño que ha acudido a un espectáculo de prestidigitadores y le fascina un truco de manos.

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20/10/2012, 21:39
Richard Wivernfall

Bajo el dintel de la puerta, Richard se introdujo en la oscuridad de la sala y tuvo que detenerse cuando una corriente de aire pasó detrás suyo. Su piel lo entendió como una brisa y sus ojos no pudieron percibir nada, pero había sido algo más tangible, que no pudo identificar. La prueba fueron las reacciones de sus compañeros. Un golpecito, una exclamacion de dolor... Tras ello, un ruido más sono en el fondo de la habitación, por encima de sus cabezas y las cortinas se abrieron de golpe. Frente a él estaba la nueva profesora sosteniendo el trofeo plumoso en sus manos subida en una torre de asientos, haciendo gala de su sigilo.

-Habría que pensar una palabra nueva para ésta gente. Ninguno encaja muy bien con el típico significado de "profesor"-

Por si los niños estaban ya poco revoloteados, presumió una vez más de su destreza y agilidad descendiendo con una pirueta. Para él no resultaban piruetas posibles para una persona. Tanto su aspecto salvaje, como sus uñas como garras y su forma de moverse le recordaban a un felino. Un astuto felino atrapado en el cuerpo de una mujer, bastante atractiva. Le pareció muy guapa, pero de otra manera. Aún no entendía lo que el sex-appeal de una mujer le hacía sentir, de hecho ni siquiera se daba cuenta de estar bajo su influjo.

Cuando comenzó a hablar y explicar su función prestó buena atención. Era facil seguir sus palabras y no distraerse pues hablaba de forma bastante coloquial explicando los múltiples usos de su materia y cargándola de interes. Incluso les incitó a desarrollar sus habilidades en este campo como algo constructivo más que como una tarea, lo que hizo a Richard sentirla más cercana o... por que no decirlo, más normal y corriente. Palabra tras palabra, con la luz del sol penetrando por los amplios ventanales terminó su habitual discurso de presentación y comenzó la ronda de preguntas y respuestas.

Aenea y Gilbe hicieron un par de preguntas más que acertadas, que no se le habrían pasado por la cabeza a Richard y sin embargo, ahora estaba ansioso por ver cómo se desenvolvía esta mujer ante ellas. Por otro lado Resha estaba consolando a Elohim por su perdida. No debió ser gran cosa pero pareció dolerle, se lo veía en la cara. Se acercó a ambos:

-¿Te dolió mucho? Lo siento, ni siquiera me di cuenta de cuándo pasó. Menos mal que aquí está Resha para cuidarte- Guiñó mientras les decía en bajito. Luego se dirigió a M.C. con su propia pregunta pidiendo turno alzando la mano -Si ésta materia es tan... ¿amplia?... ¿Cómo saber cuándo lo que haces es correcto y cuándo no lo és?-

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21/10/2012, 12:27
Ace Velvet

La actuación de la profesora dejó muy sorprendido a Ace. ¿Sería posible hacer todo eso sin que te vieran? No era el estilo de los valientes héroes que se enfrentan cara a cara al mal, ¡pero parecía ser muy divertido! Dio algún que otro saltito, emocionado, mientras escuchaba cómo MJ presentaba su clase. Sí, seguro que iba a ser genial. 

No es que se le diera muy bien pasar desapercibido, pero todo eso de saltar y hacer acrobacias alucinantes le llamaba bastante la atención. Ace escuchó cómo sus compañeros le hacían preguntas a la profesora. Él también quería preguntar algo, pero no sabía el qué. Finalmente alzó la mano, y esperó su turno.

- ¿Nos pedirá tareas para hacer fuera de clase como la profesora Blanchett? - Ace preguntó aquello aunque esperaba realmente que no tuvieran que hacerlo. ¿Y si les pedía que le robasen algo a un compañero? Sería... desagradable. 

Cuando hubo pasado aquella emoción inicial se dio cuenta de que algunos de sus compañeros se reunían alrededor de Elohim. Parecía ser que estaba algo afectado por la pérdida de la pluma. ¡Y Ace ni se había enterado! Se sintió algo mal por el ángel, pero decidió no acercarse, Resha y Richard ya estaban con él. Simplemente trató de dirigirle una mirada en la que trataba de transmitirle ánimos, acompañada de una sonrisa. 

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21/10/2012, 16:20
Charlotte Bourgeois

Al entrar en la habitación un oscuro sentimiento se apoderó de las pequeñas durante un instante, no eran capaces de ver y algo las había separado de la mano, ¿Sería aquello una trampa? ¿Dónde estaba Juliette?

...¿Juliette?...

Pensó, con un claro matiz de pánico.

-¡Charlotte!, ¿donde estás?-

Escuchó el susurro de su hermana.

Intentó volver a tomar su mano a tientas en la negrura pero, por mas aspavientos que daba no conseguía asirse a nada, por lo que un pequeño temblor se pronunció en su labio inferior hasta que una mano gentil las volvió a encontrar, entrelazando sus pequeñas manos. Tras una serie de sonidos y movimientos sutiles del aire, un crujir de madera y un chirriar en la parte superior, la luz se hizo tras unas cortinas que tapaban las ventanas y pudieron ver en lo alto de una estructura, aparentemente inestable, hecha con sillas a la que suponía que era su nueva profesora, MJ.

Ella les enseñaría subterfugio, era fascinante, aquel aspecto salvaje y adorable a la vez; le encantaban los gatos, eran silenciosos, ligeros, suaves y muy limpios.

La profesora habló de lo que supondría su asignatura, apuntó las ventajas de algunos y las aparentes desventajas de otros que no lo eran en absoluto, parecía que a Charlotte iba a gustarle esa asignatura, al menos a su manera...

Ante la pregunta de la joven felina la pequeña no pudo mas que cerrar la boca y mirarla con ojos de admiración mientras una sonrisa se esbozaba ligeramente en sus comisuras.