Partida Rol por web

El Segundo Advenimiento.

2. El Monasterio de Caedus - Informal.

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21/10/2012, 16:39
Juliette Bourgeois

Las jovencitas entraron en aquella gran sala oscura de la mano, pero de repente alguna persona se chocó con ellas en la oscuridad y les separó, Juliette buscó a tientas a su hermana pero no conseguía encontrarla, solo oía su voz en su cabeza pero no sabía donde buscar, estaba todo oscuro, todo negro ,y empezaba a tener miedo...

...¿Juliette?....- Oyó en su cabeza como un grito de pánico.

¡Charlotte!, ¿donde estás?.- preguntó la niña en voz baja, no quería alterar la clase.

Al segundo alguien las agarró de la mano a ambas y las junto de nuevo y todo volvió a la calma, se agarrarían fuerte y no se soltarían más hasta que pudieran verse las caras. Poco después se hizo la luz en aquel lugar, todo se iluminó y las gemelas se encontraron de nuevo cara a cara quedándose aún más tranquilas si cabía, se necesitaban la una a la otra como cualquiera necesita el aire para respirar, o quizá más.

Una preciosa dama se encontraba allí, envuelta en pieles de animales con un aspecto casi felino, una verdadera belleza natural, salvaje. Se presentó como Mary Jane Cone, profesora de subterfugio. En principio por lo que contaba se trataba de mentir, robar e intimidar... no eran cosas que llamaran mucho la atención de Juliette, pero parecía que su hermana encontraba la asignatura interesante, así que ya tendría tiempo para que le gustara esta nueva clase.

Ante la pregunta de la profesora ambas se quedaron expectantes esperando que aquella fascinante profesora hablara de nuevo.

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21/10/2012, 21:02
Mary Jane Cone

Mary Jane, impasible en apariencia a las actitudes de los chiquillos, siguió manteniendo su semblante infantilizado y espontáneo, propia de un gato juguetón y no de una persona humana. Daba igual que Elohim la escuchase con malos oídos, o que Charlotte la mirase embelesada. Ya tomaría notas de eso más adelante.

- Hay muchos tipos de inquisidor, Klimb- respondió mirando al ciego, con tono condescendiente-. Como dice Kael, aunque por el momento dejaremos el tema de clavar armas en cuerpos aparte- levantó una ceja al pelirrojo al decirlo, como si aquello en concreto debiese habérselo callado- a veces la mejor estrategia es... andarse por las ramas, literalmente hablando en algunos casos- Véase el jardín de las rosas o el bosque donde se escondía Ophiel-. La debilidad pertenece a un rival que no ha podido detectar tus movimientos- sobre el tablero, como diría el Rector.

Y ladeó la cabeza hacia Aenea, la pequeña de las coletas. No pudo evitar sonreír, reprimiendo una carcajada.

- El subterfugio es algo más que acrobacias, querida- le dijo con un tono casi maternal-, y no necesita oscuridad, aunque puede valorarse. Si me quitas un pelo a ciegas sabré que lo has hecho, y podré valorar en qué medida me he dado cuenta de ello y con que eficacia lo has hecho- negó con la cabeza-. Pero dejando de lado ese caso concreto, hay muchas más formas de subterfugio. Escuchar tras una puerta o esquina ya es competencia de mi materia.

El caso era explicarles, no sólo a saber hacerlo, sino cuando hacerlo. Pero para ello disponía de años. No se podía enseñar a unos el primer día, por supuesto. Se giró hacia Resha y siguió respondiendo, esbozando una nueva sonrisa ante la inocencia de la niña y lo grata que le había parecido la demostración.

- Podría, pequeña- comenzó-, pero si lo hiciese no aprendería nada. Mi objetivo es que tú aprendas a hacerlo- calló un segundo, lanzando una floritura y una mueca para restarle importancia-. Bueno, es uno de tantos.

Y a continuación iba Richard. Wivernfall.

¿Ese es el compañero de Kael? Estuvo anoche en la fuente. Parece haberlo interiorizado mucho mejor. Lógico, según la historia de Petros.

- Es mi labor, encanto, enseñaros poco a poco a distinguirlo- declaró en tono pedagógico y, nuevamente, condescendiente. Los movimientos de sus manos desplazaban el aire de un lado a otro, cual bibliotecario ordenando masas de papeles anudados- En casa de una madre se aprende a no insultar a los adultos, a manteneros limpios, a colaborar en las tareas del hogar. Todo eso, de forma avanzada, lo enseña Leona- hizo una breve pausa, pues se estaba yendo por las ramas-. Vosotros aprendéis a ocultarles cosas a vuestros padres. Rozaduras, mendrugos de pan, verdades, depende. Yo os enseño a hacer algo parecido. Os enseño a saber cuándo debéis hacer o no hacer algo fuera de la norma- resopló-. Es complicado. En resumidas cuentas, es el tiempo y mi consejo el que os ayudará a distinguir eso.

Y ya está.

No era tan difícil, pero MJ era joven, muy joven. Era novel en la enseñanza. Petros enseñaba artes marciales, entre otras artes. Leona estaba adiestrada en el seno de su hogar para tener un pico de oro. MJ era una pícara, ducha con determinadas palabras, pero no especialmente hábil y experta con las explicaciones pedagógicas dirigidas a niños.

Bueno, siguiente.

El rubito de ojos azules. El espadachín.

- Lo pensé- reconoció con una mueca de resignación-. Estuve a punto de hacerlo, pero finalmente he decidido que, si os pongo algún tipo de tarea, será sorpresa. Así deberéis improvisar. Pero si lo que quieres es tener objetos de otros en las manos, has de saber que en breve tendrás la oportunidad- guiñó un ojo, a sabiendas de lo que les esperaba-. En la víspera de Noviembre tendréis la oportunidad, pero si os lo comento todo deja de tener tanta gracia.

Decir aquello definitivamente le encantaba. Eso probablemente diera a la mayoría de los críos algo en lo que pensar durante el mes y medio siguiente. No en vano, debían resistir en la medida de lo posible. Perder efectivos el primer año era inevitable, pero, por otro lado, no era una perspectiva demasiado agradable.

Pasó el resto de la clase respondiendo a las preguntas de los demás. Preguntas sobre qué posibilidades había dentro de una palabra como subterfugio. O simplemente de qué estaba hecha su ropa, a lo que respondió que de cuero y pieles mayormente, citando algún que otro animal. Ante eso, las tres crías del pelo verde la miraron con malos ojos. Para ellas era como vestirse con piel humana... más o menos. Lo que estaba claro es que incluso para ellas a pesar de eso era una asignatura interesante.

El subterfugio en general era algo atractivo para los críos. Estaban en la edad propicia para ello. Y, obviamente, la perspectiva de burlar alguna que otra regla del monasterio era interesante, si bien peligrosa, aún con prudencia.

Al final MJ les pidió que, cada alumno y alumna, en privado, les enseñase sus habilidades. Sus puntos fuertes, y los débiles. Debían discutir qué aspectos podían aprovechar, y cuáles les llamaban más la atención. Saltaba a la vista que aquella profesora se tomaba muy en serio personalizar los entrenamientos, algo de lo más útil.

Lo cierto es que era una profesora agradable. Al no parar de moverse, expresarse y modular la voz, era imposible aburrirse. No era como Theresia, monótona y teórica. Ella era práctica y dinámica, e incluso parecía más joven, lo fuese en realidad o no.

Y como el helado y la cena, y todo lo bueno, la clase acabó. La profesora en persona llevó a los niños a la siguiente clase.

¿Por qué? Se preguntaron muchos de los niños. Debían aprender a llegar solos a cada aula, cierto era. Debían aprender a moverse por el monasterio, pero cuando bajaron al primer piso y recorrieron pasillos hasta toparse con una nueva escalera, a muchos se les borró la sonrisa del rostro.

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22/10/2012, 01:49
Aclamado Director

Las escaleras estaban iluminadas únicamente por la luz del sol. Las lámparas de aceite en los pasillos laterales del primer piso, o planta baja, según como quisieran llamarlo, no estaban en marcha, ya que había amanecido hace relativamente poco tiempo. En aquel pasillo lateral, sin ventanas, llegaba menos luz, pero la misma se perdía escaleras abajo, muriendo.

Llegaba el momento en que la oscuridad devoraba los peldaños y la roca y se mostraba como un muro insondable. Más allá no se veía nada, no se escuchaba nada. Cualquiera se adentraba ahí dentro. Definitivamente, iba a ser fácil respetar la regla de no adentrarse ahí dentro.

Mary Jane había retrocedido, poniéndose detrás de los niños. A sus espaldas, sonó su voz.

- Está prohibido bajar a los subterráneos del monasterio, y como veis, no hay luz- aquellas palabras sonaban, por primera vez, frías y serias. Mary Jane aún no había hablado así hasta el momento, por lo que el asunto debía de ser serio- Pero Severus- qué casualidad- ha insistido en que sus clases debían darse, por exigencias de la materia, ahí debajo. Si apoyáis la mano en la pared derecha y bajáis, tarde o temprano daréis con una puerta. La abrís, y dentro habrá luz. Será el aula donde aprendáis... Artes Oscuras. Suerte.

Y sus pasos resonaron nuevamente por la piedra, alejándose, dejando a los niños solos. Estos, sin atreverse a bajar, se arremolinaron unos a otros. Alguno hizo un amago de querer moverse, pero al final nadie lo hizo. Los más grandes, los menos reflexivos o los más arrojados se lanzaron, pero alguien los retuvo. Natalia dio varios pasos, pero Dariel, que hasta el momento había permanecido en silencio y a su lado, la cogió del brazo, negando con la cabeza. ¿Se había pasado aquel pequeñajo de pelo castaño a su bando? Cierto es que habían hablado en la biblioteca, y que la chica había resuelto algunas de sus adivinanzas, pero, ¿para tanto había sido?

Lo parecía. Dariel sostenía una biblia en una mano, mientras con la otra aferraba el brazo de una Natalia quejumbrosa que deseaba entrar la primera, pero no podía por culpa de su recién adquirido amigo. Si es que era un amigo. Dariel estaba muy callado, incluso con Gilbe la noche anterior.

Curiosamente, Nicholas y Shelinne, los que más habían destacado en clase de Maestro, retrocedieron un paso, fingiendo que los demás se habían adelantado. Y muchos otros reaccionaron de forma similar. Sea como fuere, nadie avanzó.

Pero alguien, tarde o temprano, tendría que hacerlo. Si no llegaban a clase, un profesor llamado Severus que enseñaba Artes Oscuras en unos subterráneos prohibidos y sin luz no parecía el prototipo de maestro tolerante y abierto con sus alumnos. A saber cómo les castigaba por blandengues.

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22/10/2012, 13:20
Richard Wivernfall

Aunque MJ se había ido, o eso dijo, tenía la sensación de que siguiera por ahí observando como una pantera a su presa en las sombras.Pese a la oscuridad y el miedo que reinaba Richard comenzó a bajar por las escaleras, despacio pues le costaba moverse. Su curiosidad sobrenatural podía más que el miedo a lo desconocido. Es más, había tenido ganas de ver los subterraneos desde el día anterior, cuando mencionaron la prohibición.

-Lo que más miedo me daría ahora sería que apareciese el profesor León. Eso sería terrorífico-

Su mano resbalaba por el muro de su derecha sintiendo la roca y la humedad del subterraneo en las paredes colándose por las llemas de sus dedos. Primero un escalón y luego otro y otro más  y... sus pies chocaron con algo. No estaba seguro de si había sido entre ellos, con una piedra o con una rata, pero el resultado fue que el cuerpo del chico se abalanzó hacia delante sin control cayendo con toda la fuerza de la gravedad. Afortunadamente no fue mucha la caída y acabó frenando con su cabeza impactando en la puerta mencionada antes originándole un pequeño chichón.

-Vaya dia llevo hoy... mejor dicho, vaya mañana...- Pensó mientras se reincorporaba. Esperaba que gracias a la penumbra no se hubiese dejado mucho en evidencia. Se levantó, se sacudió un poco su ropa para recolocarla y palpó el pomo helado de metal. Giró y abrió suavemente acompañando el movimiento con un chirrido oxidado de bisagras.

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22/10/2012, 22:35
Gilbe Klimb

La profesora Cone hablaba y Gilbe sentía cómo ese quinto sentido para percibir lo inusual se le activaba. ¿Nos dicen primero que está prohibido venir abajo y luego nos ponen una clase? ¿Estarán enfrentados entre sí? Este tipo de conflictos nunca estaba de más conocerlos... Se le podía sacar beneficio o salir mal parado dependiendo de cómo se actuara, pero fuera como fuese, enterarse nunca estaba de más, pues de este modo eran tus actos en vez del azar quien determinaba el resultado.

Cuando la profesora se fue sus compañeros volvieron a ponerse nerviosos. ¿No hay luz aquí tampoco? Pero qué pasa en este monasterio, ¿no tienen dinero para velas? Además, ¿qué diantres le pasaba a todo el mundo? Les habían indicado cómo llegar paso a paso hasta la siguiente aula, ¿para qué necesitaban la luz? 

Esperó un poco y oyó cómo Richard se tropezó. Estuvo a punto de preocuparse, el chico le caía bien, pero oyó cómo habría una puerta segundos después así que se figuró que estaría bien. Sonrió para sí mismo pensando en el golpe que se habría dado. Como no quería seguir perdiendo el tiempo le dijo a Altaír: Venga chico, vamos. Y se fue ayudándose por su bastón en dirección a la clase mientras pensaba en la asignatura de la profesora Cone.

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22/10/2012, 23:12
Gilbe Klimb

Avanzó tocando la pared con una mano y moviendo su bastón de lado a lado para conocer la amplitud del pasillo, sus escalones, sus pasadizos... Mientras estaba esperando había pensado en que si quería mantenerse en el monasterio tendría que destacar en algo y el subterfugio se le daba realmente bien... Como ella les había pedido una muestra de sus habilidades, y a raíz de lo que ella misma había dicho, se le había ocurrido una idea...

Cuando llegó a la puerta la pasó de largo varios metros. Terminó por pararse, dejó tumbado su bastón en el suelo y le dijo a Altaír al oído en un tono que tal vez una persona normal no oiría ni aun diciéndose a su propio oído: Espera aquí, ahora vengo. No hagas ruido. Acompañó esto último con una caricia en el hocico de su amigo canino, sabiendo que le habría entendido.

Esperó que entrara uno o dos chicos más en la clase y avanzó por donde había venido, asegurándose de no estar cerca de aquellos que empezaban a bajar. Esperó a que Elohim hablara y cuando lo hizo, se situó cerca de él, metió la mano en su capa, y le cogió una de las plumas de sus alas.

nota

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22/10/2012, 23:55
Gilbe Klimb

Hacía mucho tiempo que Gilbe no se sentía así... No sólo era la emoción del robo, la adrenalina que se siente para hacerlo perfecto y el miedo a que te pillen. No, también estaba la sensación de que, ese pasillo oscuro eran un igual con los demás, o incluso alguien superior a un ángel. ¡Un ángel! tenía que ir cuanto antes a enseñarle la pluma a la profesora Cone, ¡le iba a encantar!

Casi podría haberse puesto a silbar de camino hasta el punto en el que había dejado a Altaír. Pero no lo hizo, siguió avanzando con la máxima precaución, sonriente, pero sin hacer ningún ruido. Cuando llegó a donde estaba su perro recogió el bastón y le indicó con la mano que era hora de ponerse en marcha.

Guardó su trofeo en un pliegue interior de sus extravagantes ropajes, se agachó a abrazar al perro de tan contento que estaba y abrió la puerta de la sala.

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23/10/2012, 13:03
Kael

Kael atendió la clase y estaba algo ausente, solo asentía ligeramente cuando estaba de acuerdo con algo. Parecía que iba a ser una clase más personalizaba, y eso le gustaba

-¿Porqué tengo que dar tantas clases de mentalismo y magia cuando no tengo ni idea de eso? Vale, como dijeron, para aprender a defenderme... pero no creo que se necesite tanto tiempo, ¿no? -pensó

Al llegar a la zona oscura, Kael no pudo evitar removerse inquieto. Al oír los pasos de MJ alejándose, se empezó a poner nervioso y volvió a tener esas visiones que le atormentan. Dió un par de pasos hacia atrás, tentado en huir hacia la luz, para estar más tranquilo, pero entonces se recordó que ahí no podría haber de esos seres. 

Respiró profundo, se intentó relajar, pero no podía evitar temblar ligeramente. Buscó el apoyo de una pared para guiarse y extendió la otra mano hacia delante, para evitar empujar a algún compañero.

-Hoy parece que es el día a oscuras -musito bajito, pero que en esa zona se escuchó demasiado bien para su gusto.

- Tiradas (1)
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23/10/2012, 20:25
Resha

Definitivamente el sitio no le gustaba nada a Resha,y ésta, como quien no quiso la cosa empezó a quedarse un poco rezagada, dejando que el resto de niños estuviera delante.

Seguro que no guardan nada bueno ahí....

Se retorció las manitas nerviosa y algún niño le puso una mano en la cara.

-Ehh..-se quejó por lo bajito pero aun así su vocecilla, clara y aguda levantó un pequeño y tétrico eco.

Era Kael que parecía pensar como ella y tomaba distancia de la "boca del lobo".

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24/10/2012, 02:00
Elohim

Elohim se dejó acariciar por Resha con una sonrisa en el rostro. La verdad es que le había calmado un poco aquel sentimiento de vulnerabilidad. La miró a los ojos, y volvió a encontrar aquella niña del día anterior, tan llena de vida, tan encantadora... Era una buena amiga.

Escuchó las preguntas de todos con paciencia y esperó hasta el fin de la clase tranquilamente. Cada vez más cosas de lo que escuchaba le parecían pecado, pero tal y como lo presentaba la profesora se trataba de moverte en el filo entre lo legal y lo ilegal, escondiendo las veces que el paso lo tienen que dar por la parte prohibida.

En suma, no le gustaba mucho a Elohim la clase, pero era una de sus tareas durante el curso. Al fin y al cabo, no te pueden gustar todas las asignaturas.

Una vez salieron del aula se encontró con lo que podría llamar una ironía perfecta. Estaba prohibido bajar al los subterráneos y un profesor mismo daba clase allí. Pero lo peor no era eso, sino que, de nuevo la luz parecía no querer acercarse tampoco al interior del castillo, como si también tuviera miedo de recibir el mismo castigo que los alumnos.

¿No decían que estaba prohibido bajar ahí? Para la luz también.

Pero seguro que no para la luz de Dios. Elohim, con mucho cuidado sacó del interior de su ropa el colgante de la cruz blanca que la santa había creado en su cuello. Lo aferró con ambas manos, antes siquiera de dar un paso, y comenzó a orar. Se hubiera puesto de rodillas si hubiera podido, pero no lo necesitó. Imploró la ayuda de su dios y rezó porque la luz de su fe iluminara el camino.

Su voz empezó a sonar de nuevo como un millar de coros celestiales. Y dos alas brillantes surgieron de su espalda, distintas a las que siempre estaban ahí que se fundieron con sus brazos hasta acariciar también la propia cruz. Fue solo un par de segundos, un momento de despiste y te lo hubieras perdido, pero las palabras de Elohim fueron claras. Fueron poderosas. Fueron... divinas.

Dominus illuminat modo casus numquam sententias. Recte enim oratio et fidem infringere. Humilis servus vester. Elohim.
Amen

Con estas palabras, las manos cerradas del ángel comenzaron a emitir luz. En su interior, como si un cirio de iglesia, como si una de las lámparas de lampyridae que existían en las habitaciones más ricas, se hubiera encendido y estuviera iluminando ahora lo que los huecos libres entre sus dedos dejaban.

Retiró la presa, y observó lo que había hecho. Ahora, su colgante era una fuente de luz pura, blanca. La oscuridad ya no tendría secretos para él, ni para ninguno de sus compañeros.

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24/10/2012, 19:09
Aenea Hollen

 

A Aenea le gustó la clase  de MJ. parecía que lo había entendido mal y Subterfugio no eran cabriolas en la oscuridad. O al menos no únicamente eso. Se quedó bastante más confusa que al principio, pero de todas formas no hicieron gran cosa, aparte de escuchar el plan de estudio que proponía MJ. Fuera lo que fuera, subterfugio parecía algo práctico, algo para lo que no necesitarían clavar los codos en el escritorio y Aenea lo agradecía. No es que fuese la niña más atlética del lugar, pero seguía siendo una niña con ganas de jugar y moverse.

Luego MJ se ofreció a llevarles a la siguiente clase, y les planteó el siguiente dilema de la mañana. Vaya mañanita...

Estaba prohibido bajar a las mazmorras, pero la siguiente clase era en las mazmorras. Y además volvía a estar tan oscuro como la boca del lobo. Aenea, como todos, se quedó parada delante del primer peldaño. La verdad es que bajar allí abajo a oscuras daba bastante miedo. Pero Aenea ya había pasado miedo de verdad y ya tenía bastante con un temor infantil, como para añadirle un segundo.

Así que, haciendo de tripas corazón, empezó a bajar por la escalera. De forma un tanto ridícula quizás... Con las dos manos en la pared y bajando de lado, juntando los dos pies en cada escalón y bajando poco a poco. No sabía que había delante, y a parte del temor intrínseco a la oscuridad, no quería pegarse un guarrazo monumental.

Estaba ya a medio camino cuando una luz que venía desde arriba le cubrió. Elohim bajaba, y de alguna forma había hecho que la cruz de la señorita Evangeline brillara.

La niña decidió entonces esperar al pequeño ángel y bajar el último tramo iluminada con su luz y su compañía.

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24/10/2012, 21:43
Ace Velvet

Durante el resto de la clase de Subterfugio Ace se mostró bastante interesado en todo ese tema de las acrobacias ya que, según él, esconderse no era su punto fuerte (siempre lo encontraban el primero cuando jugaban al escondite). En definitiva le pareció una clase bastante entretenida de la que podría sacar bastante partido. 

Y luego, cuando tuvieron que dirigirse a su siguiente clase, el pequeño siguió a todo el grupo como si fuese un corderito al que guían por un prado. Se planteó entonces una curiosa cuestión. Estaba prohibido bajar a los subterráneos, pero precisamente había una clase que se daba ahí abajo. El acceso a la clase, una oscura escalera que descendía hacia las entrañas de la tierra. Parecía terrible.

Ace se habría internado sin temor en la oscuridad junto a los otros que antes lo habían hecho. Él tenía ansia de aventuras, una curiosidad malsana que quizá, más adelante, podría traerle problemas. Pero no bajó enseguida, pues vio como Elohim oraba. Entonces el niño rubio sonrió al ver el efecto de la plegaria del ángel. ¡De aquella cruz que sostenía surgía una luz que iluminaba todo el lugar! 

Aquello era como un faro que el resto de compañeros podrían seguir, para descender sin temor hacia el aula que les esperaba. Ace se sintió lleno de confianza y seguridad junto al pequeño ángel. Se alegraba de estar cerca de él, le encantaba de hecho. Con decisión bajó los escalones junto a los compañeros que seguían la luz de Elohim. 

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24/10/2012, 22:05
Kael

Kael escuchó ese quejido y murmuro un lo siento justo y cuando se hacía la luz y veía al angel con iluminando las escaleras. Entonces se dio cuenta de que le había dado un manotazo a Resha

-Vaya, lo siento mucho Resha... yo... no se que decir -puso un semblante bastante triste- lo siento muchísimo, ¿te he hecho daño? -preguntó mientras se acercaba y la miraba, por si tenía un moratón o algo.

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24/10/2012, 22:10
Resha

Resha compuso una sonrisa ladeando un poco la cabeza, cegada prácticamente por la luz de Elohim.

-No te preocupes...-resopló por la nariz haciendo una mueca aniñada y cogió las manitas de  Kael entre las suyas- todo está bien.

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25/10/2012, 13:57
Aclamado Director

La luz de Elohim alumbró la estancia como un pequeño faro en mitad de un océano. Los críos que ya habían bajado voltearon sus cabezas para mirar al pecho del pequeño o escuchar los murmullos que se habían formado alrededor. Junto con Gilbe, Richard y otros cuantos ya habían bajado unos cuantos niños, achuchados como si les fuese la vida en ello. Era curioso ver como una artista marcial japonesa que cabía en un cajón de los dormitorios se aferraba a la cintura de un Nicholas que no dejaba de rezagarse poco a poco. Una niña, aquella retada pelirroja con cara de disgusto, la que durante la comida del día anterior se había encarado con Natalia, bajó asqueada tras Richard sin aferrarse tan siquiera a la pared, y no se cayó.

Todo fuese dicho, Natalia, pese a que deseaba bajar, se veía retenida por Dariel, que aferraba incesante el brazo de la niña tirando para atrás. Eran una Ocultista deseando ir a su clase favorita y un aprendiz sin muchas ganas de adentrarse en lo desconocido.

Aquello no fue todo, pues tras Elohim unas cuantas luces más le hicieron compañía. De las manos de uno de los pequeños nobles con hermanas gemelas, perdido entre las masas, brotaron unas llamas azules como antorchas, en claro contraste con su baja estatura y su cabellera rubia. De su hermana, de igual estatura y cabello, unas pequeñas luces blancas como anillos brotaron en sus dedos. Los demás hechiceros o mentalistas optaron por no usar sus poderes.

A una, como una pequeña masa de gente que bajaba con lentitud, las decenas de alumnos bajaron las escaleras hasta reunirse con aquellos que tenían la mano sobre la puerta, dispuestos a abrirla. Juliette y Charlotte, rezagadas tras el querubín cerraban la pequeña compañía de los valientes y abrían la de los cobardicas. Todo a la vez, dejando en el aire a cual de ambos colectivos pertenecían ellas.

Esporádicamente, unos cuantos niños perdidos entre el aquelarre profirieron un gritito y señalaron un punto en la oscuridad, para acto seguido encogerse de miedo o abrazarse a nadie. Pero el resto no vio ni escuchó nada en la oscuridad que se acababa cerniendo sobre los peldaños de la escalera. Se escuchó el revolotear de la salamandra alada de uno de los críos, agitada por el escándalo.

Al final, todos los alumnos acabaron por acurrucarse contra una puerta sobre la cual se apoyaban varias manitas. Era una puerta de metal, considerablemente pesada y difícil de empujar aún entre todos. Pero poco a poco se fue abriendo, dejando paso a una luz cuyo color se situaba entre el verde y el naranja. Ahí dentro olía, por alguna razón, a caramelo, como si un regusto dulzón embadurnase el aire.

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26/10/2012, 04:00
Aclamado Director

El interior de aquella estancia subterránea no era, ni de lejos, tan agradable como la superficie. El aire era dulce, pero estancado, como si se hubiese cocido allí dentro atrapado e incapaz de salir. No había ventana alguna en las paredes, y si bien había un par de puertas más que comunicaban con lo que debían ser otras estancias, estaban cerradas a cal y canto, y más de una tenía candado.

En las paredes no había lámparas de aceite típicas, sino unos estrambóticos anclajes de hierro sobre los que descansaban unas esferas de color verde que, junto con las lámparas de araña que colgaban del techo, iluminaban la no pequeña estancia.

Un suelo naranja, a juego con el color que por alguna razón surgía de aquella combinación de luces, cubría lo que los chiquillos pisaban. Sobre el mismo, ante los niños, se extendían una serie de asientos de metal negro, con largas mesas para diez personas, a juego. Debía de ser ahí donde tenían que sentarse los chiquillos, si bien parecían mesas de comedor en una mansión sin luz, que sólo tenían asiento por uno de los lados.

La pesada puerta de metal, como si de pronto pesase lo que una pluma, se abrió de par en par, golpeando la pared con un sonido seco que resonó en la estancia. Algunos críos, aterrados, no se atrevieron a entrar, pero muchos de los que habían proferido el gritito afuera entraron raudos como el viento.

Al fondo de la estancia, tras una mesa de metal negro con remaches de plata descansaba un rostro. Era el rostro de un hombre mayor, cansado. Natalia sonrió al ver su melena rubia y su porte señorial, pues le conocía, y no había hombre a quien quisiese más en el mundo.

Pero más allá del hombre vestido con un traje azul y dorado, como si hubiese sido un marinero y ahora viviese de las rentas de una vida de fortuna, había más elementos curiosos en aquella habitación.

Una cortina negra se extendía por detrás de los asientos de los alumnos, abarcando de pared a pared y de suelo a techo, impidiendo que los chiquillos viesen nada más allá de la estancia. Cierto es que tenía una apertura en el medio pasar al otro lado, pero la cortina se entrelazaba, tapándolo. Ningún sonido o luz se dejaba adivinar al otro lado.

Glup.

Aquella iba ser cuanto menos una clase poco agradable para los devotos, si bien la única que parecía encantada era Natalia, la maldita niña del demonio.

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26/10/2012, 04:05
Severus Gerardiere

El hombre, al ver como sus alumnos iban entrando en el aula, se alzó en el asiento, apoyando ambas manos en la mesa como ayuda. Un bastón reposaba inerte a su lado. Ya compartía algo con El Rector, lo cual no podía ser bueno.

Si bien su rostro parecía joven, las arrugas y marcas de una vida dura se adivinaban en el mismo, curtiendo unos hombros anchos y un porte, ya no marcial como el de Maestro, sino glaciar. De cabellera rubia y cuidada, recogida en una melena hacia atrás, sus ojos negros como pozos sin fondo escrutaban a los renacuajos. Quizá fuesen marrones, pero a tanta distancia ea imposible adivinar si verdaderamente tenían color o eran puro vacío.

Vestía un traje azul, elegante como el de los mentalistas, pero de lejos más simple y vulgar que uno de Alexander. Le preocupaba más que fuese de corte clásico que lo refinado que pudiese hacerle parecer. Enfundado en guantes blancos y con tres o cuatro insignias al pecho izquierdo, aquel hombre por fin desplegó los labios.

- SENTAOS- bramó con voz grave y autoritaria, forzándola para inundar todas las paredes con la potencia. Era un veterano, no cabía duda. Prestos, la mayoría de los niños, desconcertados y acostumbrados al silencio del pasillo lo hicieron prestos, pero otros, se descoloraron y se quedaron buscando un asiento sin decidirse-, AHORA- les animó con un tono impaciente y malhumorado, indicando que su paciencia era extremadamente limitada para desgracia colectiva-. - dijo en tono ligeramente despectivo, señalando al más rezagado de todos, un chico de pelo azul bastante esmirriado y pusilánime-. Cierra la puerta antes de sentarte.

Aferró su bastón con la enfundada mano derecha y abandonó su mesa, echando a andar entre los alumnos con la espalda más tiesa que el mástil de un barco. Al principio sólo se escuchaban sus pasos, pues nadie se atrevía a seguir cuchicheando, y sólo algunas pocas miradas se cruzaban con algo que no fuese el pupitre o el oculista. Pero pronto, siguió hablando, si es que a eso podía llamársele hablar.

- No toleraré risas ni a nadie hablando sin que yo le haya dado permiso primero. Las bromas, mofas y susurros están fuera de discusión- aclaró, como si no hubiese quedado ya bastante claro que era incluso peor que Theresia, y no por poco. Aquel hombre sí que era severo e inflexible con sus reglas-. Si a alguien le dan miedo la oscuridad o los monstruos, que lo supere, porque sino, suspenderá. Ahora bien, quien crea que las Artes Oscuras consisten en hacer pentagramas en el suelo y encender velas puede darse por suspendido desde ya.

Siguió danzando entre los pupitres, clavando el bastón de vez en cuando. Observaba de frente y de espaldas a cada alumno, patrullando.

- En esta mazmorra aprenderéis Artes Oscuras- hizo una breve pausa, componiendo una mueca de disgusto-. O lo intentaréis. Uno de cara cuatro alumnos supera mi materia, si es que queréis llamarla así, y sólo uno de cada seis supera mis expectativas mínimas- suspiró-. Algunos lo sabíais de antes y otros os quitasteis la venda de los ojos ayer- miró al ciego de reojo, sin preocuparse demasiado por su elección de palabras-, pero a poco que penséis os daréis cuenta de que si la magia y el mentalismo existen, los monstruos de la noche también- su voz, cadenciosa, adquiría el tono de una hiena famélica y lastimera al hablar de su asignatura. Arrastraba la sílaba final de las frases, como lo haría una serpiente-. Muchos de aquí- los que sobreviváis- acabaréis de escribanos, ordenados- o lo que era lo mismo, efectivos de la iglesia al sol-, artesanos o cualquier otro oficio- pero siempre manteniendo lazo directo bien con la Iglesia o bien con la Inquisición, que para el caso era lo mismo, sol y luna de un mismo mundo-, pero ya os digo yo que los mejores estaréis destinados a hacer frente a esa amenaza- destinados era una forma ambigua de decirlo-. Me da igual lo que os hayan dicho hasta entonces y lo que sepáis. Ahora es cuando VOSOTROS me decís qué es mi asignatura y para qué sirve realmente. Es la piedra angular de un Inquisidor- algunos aún no sabían qué significaba esa palabra, si bien ya la habían tanteado en Artes Mentales y la mayoría la habrían escuchado a manos del Inquisidor que les trajo ahí. Sólo unos pocos la ignorarían o sabrían mucho de ella-. El enemigo de mi enemigo no siempre es mi amigo, pero al amigo de mi enemigo suele ser mi enemigo. Creo que con eso os lo he dicho todo.

Se giró, echando a caminar hacia su asiento coronando la sala.

- Empezad a decir teorías. Hablad- se limitó a decir-. Con sentido, por favor.

Bueno, podía haber sido peor, ¿no? Era un ogro, pero al menos...

Era un ogro.

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26/10/2012, 19:40
Richard Wivernfall

Todo era extremadamente lúgubre. Desde la escasa luz propiciada por los focos hasta la decoración por llamarlo de alguna manera, que recordaba a las mazmorras de los castillos, típicas de cuento. Era muy probable que  tras esas puertas cerradas y con candados hubiera precisamente eso. Mazmorras. Como a cualquier niño, esa oscuridad le inquietaba. Richard no temía la oscuridad en sí, sino lo que ésta podría ocultar.

El hombre que se presentó ante ellos emanaba prepotencia y superioridad por cada uno de los poros de su piel, una sensación que a Richard le pareció realmente molesta. ¿Quién se creía que era? Ya había conocido un buen número de profesores, todos ellos presumiendo de sus habilidades y haciendose ver como el mejor en su materia. Lo de Severus era distinto. Desde sus gestos, hasta su forma de hablar o incluso el hecho de que no se dignara a presentarse. Tendría que soportarlo, pues tarde o temprano aparecería algún profesor que no le agradara.

Tomó asiento junto a Gilbe ya que bajaron juntos y cuando se les ordenó sentarse no hicieron tan rápido que no tuvieron tiempo de separarse. Es bueno estar acompañado de alguien que no depende de la luz en un sitio donde escasea.

El profesor hizo su discurso y planteó la pregunta.

-¿Y por qué tenemos que explicar en qué consiste una asignatura que no conocemos? ¿Qué pretende con ello?- Se dijo a si mismo. No obstante le empezó a dar vueltas al tema, y tras los comentarios de unos cuantos niños más, perdió (en parte) el miedo a equivocarse y se atrevió a decir:

-En este mundo hay cosas y seres que no deberían estar aquí. Eso lo se muy bien por propia experiencia. Las artes oscuras... ¿es posible que sirvan para estudiar y defenderse de estos monstruos?- Pidió su turno levantando la mano, y realizó la preguntar tras recibir el turno por parte del tutor.

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28/10/2012, 04:41
Aenea Hollen

 

Hay una diferencia muy clara entre un profesor estricto y uno amargado. Evangeline era estricta, Theresia era estricta. El tal Severus era un amargado. Aenea no sabía que trauma infantil había causado ese problema de carácter y a decir verdad no le importaba.

Un profesor estricto le daba respeto. Aquel tipo le daba miedo y pena a la vez. Miedo de acercarse y salir escaldada, miedo de destacar y recibir el latigazo de sus ojos o su viperina lengua. De recibir un castigo, de que le griten sin sentido, de la agresividad per se. Pena porque dudaba que ese hombre riera nunca, si no era de forma sarcástica o de las penas de los demás.

Y si, acababa de conocerle, pero tenía la sensación de que ya le conocía, sabía qué tipo de persona era. Pero de alguna forma, a pesar del pésimo profesor, aquella asignatura le hacía sentir bien. Era de lo que trabajaba su padre y él mismo le había enseñado algunas tonterías... No siempre voluntariamente ni en detalle, pero ella veía que preparativos hacía en casa, y muchas veces preguntaba, y obtenía algún tipo de respuesta. Estudiar aquello, Artes Oscuras, le hacía pensar por vez primera desde que llegara al Monasterio, que estaba aprendiendo en el mismo lugar y las mismas cosas que su padre. Que llegaría a ser alguien tan impresionante como él.

La pregunta que había hecho el profesor era complicada. Ni siquiera Aenea sabía muy bien si Artes Oscuras era realmente lo que pensaba que sería... Pero recordaba algo que siempre le decía su padre, una de esas frases que de tanto repetir se marcan en la memoria.

El profesor era malo, pero Aenea quería destacar en aquella asignatura más que en ninguna otra. Demostrar que podía ser buena.

Pidió el turno para hablar y cuando se le concedió, se puso en pie - lo mas elegantemente posible - y recitó de memoria:

- En todo enfrentamiento conocer a tu enemigo es lo más importante. Ni la fuerza de cien hombres, ni la mejor armadura ni la espada mas afilada sirven de nada si te lanzas a la batalla a ciegas, dando la ventaja a tu enemigo. - abrió los ojos, ya dejando de recitar y hablando con sus propias palabras - Por lo tanto creo que en la clase de Artes Oscuras aprenderemos todo lo posible sobre los enemigos de la inquisición. Monstruos, brujos, y sec... sectarios. Para que cuando tengamos que enfrentarnos a ellos, conozcamos la mejor forma de hacerlo.

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28/10/2012, 19:31
Elohim

Elohim escondió el colgante en el interior de su ropa cuando las puertas se abrieron, dejando la luz a un lado. Seguramente no sería una buena idea entrar con un elemento así en clase, y pocas dudas tenía de que le caería algún castigo si jugueteaba con él en clase.

Tenerlo entre las manos le recordaba a la Santa, y a aquella preciosa comunión con aquella. Le hacía rememorar ese momento, y casi hacía que las lágrimas cayeran por la faz del pequeño ángel. Mas, como se dijo mil veces, no era fácil alterar el estado de paz de Elohim, y aunque lo hubiera parecido, ni siquiera aquella intromisión en su cuerpo de la clase de MJ le había alterado.

Incluso cuando entró en la clase de Severus lo hizo con una media sonrisa. Y la otra media la ocultó pues quizá una persona sonriendo en su aula le resultara ofensivo a aquel profesor. A pesar de que el profesor fuera estricto, Artes Oscuras podría ser una asignatura interesante. No en vano, descubrir todos los peligros que esperan ahí fuera no es tarea fácil, y el camino de un verdadero inquisidor no es un sendero de rosas. 

Además, digamos que Elohim ya estaba acostumbrado a sufrir.

Cuando Severus preguntó su opinión, Elohim tampoco se apresuró a contestar, esperó a que alguno de sus compañeros abriera la boca y completó lo que él pensaba de esa asignatura, aunque Aenea había acertado de pleno en lo que iba a decir.

-Como dice Aenea, nuestra futura misión será defender el mundo de Dios de aquellos que tratan de llevar las enseñanzas del diablo por él. Conocer a esos seres, a los hombres que han sido corrompidos por Lucifer y a sus súbditos, así como sus habilidades, miedos y puntos fuertes podrán ayudarnos en nuestra empresa, quizá más que un conjuro o una habilidad mental.

El poder de Dios es infinito, pero no está de más llevar ventaja sobre nuestros enemigos.

Las palabras de Elohim, así como su forma de hablar parecían mucho más serias que las de el resto de los niños. Quizá fuera en parte porque llevaba gran parte de su infancia recluido entre aquellos monasterios, sin más amigo que los libros que leía.

Amen de que su cabecita era realmente privilegiada para captar ese tipo de cosas...