Partida Rol por web

Citrino se pone a los mandos de la nave. El interior no es demasiado cómodo: aparte del sillón del piloto, hay dos asientos pegados a cada uno de los lados. La nave es estrecha; Esmeralda apenas puede moverse sin darse con el metal frío que la conforma. Jade toma asiento y en su rostro se refleja la incomodidad que comparte con vosotras. Sin duda, no querréis hacer muchos viajes con esta nave, pero, teniendo en cuenta que Obsidiana la ha creado tan rápido y sin mucha ayuda, aun debéis considerar una suerte poder volar.

Los mandos de la nave son rudimentarios y Obsidiana ha dado consejos fáciles de seguir a Citrino. Sin embargo, no es lo mismo la teoría que la práctica. Después de tanto tiempo sin conducir nada, tal vez le cueste un poco ponerlo todo en marcha. Se prepara, se concentra y finalmente notáis como, después de un traqueteo brusco, la nave se alza hacia los cielos y empieza a obedecer a la piloto. Con suerte, en un par de horas habréis llegado a vuestro destino.

Dada la tosquedad de la nave, no gozáis de vistas. Solamente Citrino sabe por dónde vais, y es más bien por el radar de a bordo que por la poca visibilidad que tiene desde su posición, a través de un cristal pequeño que rápidamente se ensucia debido al cambio de temperatura y al contacto con todo tipo de cosas del exterior.

El ruido de la propulsión de la nave también es bastante molesto. Jade suspira y se cruza de brazos.

Sentadas una delante de la otra, Jade puede mirar directamente a Esmeralda cuando empieza a hablarle, casi como si no estuviera Citrino presente. Normalmente, las pilotos pasaban bastante desapercibidas en las naves, pero eso era porque había algo más de distancia entre ellas y la tripulación. En vuestro caso, estáis tan cerca que a Esmeralda ni siquiera le hace falta estirar el brazo para tocar a Citrino.

-Me sorprende que Citrino haya querido venir- comenta con una sonrisa, plenamente consciente de que la susodicha la escuchará perfectamente-. Este tipo de misiones las reservaban para guerreras y exploradoras. La diplomacia no solía ser precisamente una prioridad, ¿verdad?

Carraspea y sigue mirando a Esmeralda. Después de una pausa calculada, se ríe entre dientes.

- Menos mal que hacemos las cosas de forma distinta. Se me hace muy raro no tener a las Gemas de Cristal cerca, Esmeralda. Me gustaría saber qué ha sido de ellas...- dice más seriamente-. Me reformé en un lugar desconocido, sola, sin saber qué había ocurrido. Tan pronto como lo hice, empuñé mi arco, pensando que tendría que saltar a la batalla de un momento a otro. Pero no hay batalla ni guerra. Ha pasado mucho tiempo.

Suspira de nuevo y se remueve en el asiento, buscando una postura más cómoda.

- Tenemos que ponernos al día, ¿no? Si nos encontramos con algún peligro en el desierto, ¿te parece bien que nos fusionemos?- pregunta sin ningún reparo.

"Nave, obedece" eran uno de los pocos rudimentos de pilotaje que conservo de mi vida anterior. Cuando todavía servía al Planeta Natal, tenía pilotos que se encargaban de todo esto. Y, sin embargo, aquí estoy hoy, pilotando yo misma. Si no fuese por los consejos de Obsidiana ya nos habíamos estrellado. 

"Pero alguien tenía que hacerlo."

Mientras volamos, oigo como se desenvuelve la conversación a mis espaldas. A mis espaldas, pero no precisamente a escondidas de mí. Al principio evito responder, pues por las palabras de Jade entiendo que no está hablando conmigo. Pero no puedo evitar sentirme aludida, y algo molesta.

- Si aquello que encontramos no es una amenaza física que podamos derrotar a golpes nos vendrá bien la diplomacia - digo, sin desviar la mirada de los mandos.

A pesar de que me siento algo molesta, la historia de Jade me conmueve. Yo me sentía de forma similar cuando me reformé. De hecho, debe de ser parecido para todas nosotras. 

Cuando sugiere lo de la fusión suspiro, sumida en mis propios pensamientos. Recuerdo la conversación que tuve con Ónice.

Pero no, yo soy solo una gema administrativa. No soy una guerrera.

Comenzaba la misión. Por un momento pensé iba a pilotar yo,  no habría sido la primera vez que lo hacía. En algunas misiones para el Planeta Natal me había tocado. Estaba pensando en coger ponerme a los mandos, pero entonces Jade me habló.

-Jajaja. -reí cuando Jade dijo lo de Citrino.- Al Planeta Natal a veces les bastaba con llevar un comunicador de hologramas. Pero no te creas, esta Citrino parece ser más útil de lo que parece. Es bastante lista después de todo.

Justo al decir eso me arrepentí. Incluso me sonrojé un poco.

-Yo también las hecho mucho de menos. La forma de vivir con ellas era tan... Libre. -dije mirando ahora por el cristal de la nave.- Lo último que supe de ellas... Lo último que vi... Fueron alejandritas, fluoritas y titanitas. Fusiones peleando por su libertad contra el Planeta Natal. Fue algo bonito de ver. Poco después pasó lo de Aguamarina y luego me devolvieron a mi gema. A veces parece que pasó hace un par de días, y otras parece fue hace miles de años. Me gustaría saber qué ha sido de ellas.

Escuché lo que dijeron mis compañeras y asentí. Luego Jade me preguntó sobre lo de la fusión.

-Por supuesto. -dije sin pensármelo dos veces. Nunca había llegado a fusionarme con Jade, pero sería una acción útil si las cosas se ponían feas.- Ya sabes, las fusión es más que la suma de sus partes.

Pese a los problemas iniciales, Citrino acaba desenvolviéndose bien en su papel de piloto. Estabiliza el rumbo de la nave y la dirige con firmeza, dándoos sensación de seguridad. Mientras habláis, Jade asiente continuamente, secundando cada una de las palabras de Esmeralda. Está en un silencio respetuoso y reflexivo, aprovechando el momento para pensar en todo lo que ha pasado. Al fin y al cabo, no han pasado más que unos días desde que las tres os reformasteis en Santuario y os encontrasteis con un mundo prácticamente desconocido.

El hecho de que Esmeralda esté de acuerdo en fusionarse la hace visiblemente contenta. Se nota que es la reacción que esperaba, ya que para ella es una sensación familiar de la vida que llevaba con las Gemas de Cristal. La fusión como algo más que una táctica de combate entre gemas iguales o de bajo rango; una colaboración voluntaria entre iguales con un mismo objetivo.

- Oye, Citrino- dice cuando algo le viene a la mente-. Tú tienes un rango mucho mayor que el nuestro en la jerarquía del Planeta Natal, así que supongo que conocerás mejor los protocolos y... a los Diamantes, en general- dice encogiéndose de hombros-. No sabemos exactamente cómo acabó la guerra, pero está claro que terminó y que no hay ni rastro de los Diamantes. Eso me parece muy extraño. ¿Abandonaron su proyecto así como así, solo porque unas rebeldes les plantaran cara?- pregunta seriamente, aunque le dedica una mirada cómplice a Esmeralda.

Vuelve a encogerse de hombros y se frota el mentón.

- Lo pregunto porque, si esa nave a la que vamos a visitar ahora es del Planeta Natal, me parecerá muy raro que venga alguien precisamente ahora. No entiendo qué ocurrió y eso me molesta... porque significa que no puedo prever lo que ocurrirá.

Dicho esto, se sumerge de nuevo en su silencio meditabundo, esperando alguna respuesta aunque su larga pregunta tiene un tono bastante retórico.

Pensé en lo que había dicho Jade.

Tenía razón, la guerra tubo que acabar de una forma o de otra. Pero el planeta seguía ahí. Quiero decir, nunca me había parado a pensar cual era el objetivo de los Diamantes, tampoco me lo dijeron. Yo cumplía con mi misión y luego volvía a casa.

Miré a Citrino por un segundo. Ella seguro que sabía algo. Total, era una jefada. Aunque justo recordé algo.

-Eh... Jade. ¿Te acuerdas de Aguamarina? -entonces hice una mueca con la cara y señalé en mi brazo el mismo lugar donde Citrino tenía su gema.

Si Agua era la que la había evaporizado, Citrino se había ido antes que yo. Aunque tal vez sabía algo sobre los planes de los Diamantes.

Mientras las otras gemas conversan, yo mantengo mi mirada fija en la ruta. Aunque parece que sé pilotar este trasto prefiero no despistarme. 

En medio del viaje, Jade me pregunta acerca de la guerra.

- Por desgracia... - comienzo a responder, ignorando las palabras de Esmeralda -. Fui devuelta a mi gema durante la guerra, así que no sé cómo acabó. Yo simplemente fui enviada por Diamante Amarillo para hacer de intermediaria. La colonia en la Tierra habría aportado muchos recursos al Planeta Natal, así que no podíamos entregársela a unas rebeldes sin más. 

A medida que hablo me doy cuenta de que las "rebeldes" son las gemas que tengo detrás de mí. Me sonrojo y carraspeo. 

- El caso es que mi unidad fue atacada por alguien de vuestro bando. Llevaba conmigo Esmeraldas, pero no fueron capaces de hacer frente a vuestras fusiones. Lo último que recuerdo es un dolor punzante.

Un escalofrío me recorre la espalda. Es extraño. Estas gemas deberían ser mis enemigas, pero... 

- No sé cómo terminó la guerra ni por qué los Diamantes abandonaron este planeta. Pero puede que hoy descubramos algo al respecto. 

Respiro hondo sin apartar las manos de los controles de la nave.

- Me gustaría saber cómo acabó todo, la verdad.

- Pues no muy bien, eso está claro. Ni rastro de las Gemas de Cristal y los Diamantes. ¿Cómo puede ser que no haya un claro ganador en esta guerra?- se pregunta indignada. La falta de información parece molestarla profundamente-. Petalita podría haber explicado algo, pero se esforzaba en hablar de la forma más ambigua posible.

Suspira y niega con la cabeza, dejando de lado el tema. Ante la pregunta de Esmeralda, se queda mirando el punto del brazo donde señala la guerrera hasta que por fin se acuerda.

- Aguamarina. Sí, la recuerdo- dice lentamente, a medida que le viene a la memoria-. Parecía frágil pero era feroz en la batalla, ¿no?- comenta sonriente. Hace una pausa y su expresión se vuelve más sombría-. Estabais muy unidas, ¿verdad? Siempre estabais juntas. ¿Sabes... algo de ella?

Apoya las manos en las rodillas, como preparándose para oír algo que no le va a gustar.

Miré a Jade con tristeza. Luego negué con la cabeza.

-Diamante Amarillo la ejecutó. -dije poniendo mi mirada al frente.- Fue la única vez que vi a un Diamante en el campo de batalla. Ellas siempre en sus tronos... Mirando de bien lejos.

Recordé el momento en que Aguamarina se convertía en mil pedazos.

-Si tan solo hubiese podido hacer frente a ese enorme pedrusco amarillo... -carraspeé.- Luego me evaporó a mí. ¿Me perdonó la vida? ¿Se descuidó? No lo sé. Tan solo me desperté después de mucho tiempo en el jardín interior de Santuario.

Jade mira al suelo y asiente lentamente con una expresión compungida. Su reacción indica que ya esperaba oír algo parecido. En vez de decir algo, se inclina hacia adelante y pone una mano sobre la rodilla de Esmeralda en señal de apoyo.

Mientras tanto, Citrino pilota la nave. El viaje se acerca a su fin porque ya habéis entrado en una zona desértica, por lo que debéis estar cerca de la Aguja Azul, o lo que quede de ella tras la explosión. El viento remueve las arenas pero la nave es suficientemente estable como para no verse afectada. Tal vez se avecine un frente de viento fuerte, o tal vez ya haya hecho su paso por aquí. Una tormenta de arena sería poco deseable ahora que os proponéis encontrar una nave perdida entre las dunas.

En cualquier caso, estáis cerca. Obsidiana ha montado un pequeño radar en la nave que os sirve como guía para identificar objetos grandes. Cuando paséis cerca de la Aguja Azul, lo sabréis, aunque ahora solo sean pedazos esparcidos.

- Espero que en esa nave haya una gema simpática- comenta Jade con una sonrisa para amenizar el ambiente después de vuestra conversación-. No quisiera que...

Su frase queda interrumpida por una fuerte sacudida de la nave, que se zarandea violentamente. Miráis a vuestro alrededor pero no veis nada. El radar indica que tenéis la Aguja Azul cerca, pero no hay otros objetos grandes que hayan podido chocar contra la nave.

- ¿Qué ha sido...?

De nuevo se zarandea la nave y esta vez parece que algo haya impactado contra la nave desde abajo.

- ¡Algo nos ataca!- exclama Jade-. ¡Citrino, bájanos a un lugar seguro!

La conversación entre Esmeralda y Jade se vuelve más oscura, por lo que decido no intervenir. Aprieto los labios y sigo pilotando en silencio hasta que llegamos al desierto. 

Divido la atención entre el frente y el radar, pero entonces la nave se zarandea.

- ¿Qué? ¡No me he chocado con nada! - me justifico, esperándome algún comentario sarcástico por parte de la gema guerrera. 

Pero el segundo golpe, como bien indica Jade, nos revela que estamos siendo atacadas. Lástima que la nave no cuente con armas ni escudos. 

- Bien, ¡vamos a bajar! - respondo a Jade, algo nerviosa por entrar en situación de combate, mientras comando la nave para comenzar el descenso.

Por no saber no sé ni cómo debería hacer maniobras evasivas. ¡Ni si debería hacerlas! Me tiembla el pulso mientras piloto la pequeña nave.

Aunque al principio encuentra un lugar seguro donde aterrizar, Citrino acaba perdiendo el control de la nave cuando un tercer golpe la sacude tanto que jurarías que podría haberse partido en dos. Os precipitáis hacia abajo mientras la piloto improvisa algo para que no os estrelléis, puesto que los controles de dirección no responden.

Jade se agarra como puede a su asiento y gime a medida que la inercia que os lleva hacia abajo se hace cada vez más fuerte. Después de un par de segundos que parecen eternizarse, la nave choca contra la arena y sale propulsada hacia adelante. No podéis evitar que vuestros golpes se golpeen contra el interior de la nave, y la violencia del golpe brusco os deja magulladas mientras continuáis deslizándoos por la arena.

Al fin la nave se detiene y tenéis un momento para recuperar el aliento. Oís como los materiales de la nave crujen y chirrían. De hecho, justo debajo de donde está Esmeralda hay un boquete ancho. La nave no ha sobrevivido al impacto. Por suerte, vosotras tres sí.

Jade os mira para aseguraros de que estéis bien, aunque ella parece haberse llevado la peor parte porque ha salido disparada de su asiento y se golpeado contra los controles de la nave.

- Rápido...- os dice entre jadeos-. Tenemos que prepararnos... para lo que sea...

No termina la frase, suponiendo que ya la habréis entendido. A vuestro alrededor se oye solo el viento y la arena que vuela con cierta violencia, así como los quejidos de la nave accidentada. Lo que sea que os haya atacado no puede andar lejos.

Aunque trato de mantener la nave en el aire nos acabamos estrellando contra el desierto. Me golpeo fuertemente contra los controles, gritando y gruñendo a medida que el vehículo avanza por la arena hasta detenerse. 

Jade, que parece haberse llevado la peor parte, se recupera bastante antes que yo. Nos insta a prepararnos, con bastante acierto. 

Algo nos ha derribado, y está ahí afuera. 

- E-esmeralda... Deberías salir tu primero. 

Es la más fuerte, y la más resistente. Si hay que luchar, es mejor que ella esté al frente. 

- Vamos...

-Encontrarnos con una gema aliada estaría bien, para variar. -dije mirando el horizonte.

Fruncí el ceño cuando me di cuenta de que nos estaban atacando. La primera vez pensaba que había sido la torpeza de Citrino al volante, pero había sido otra cosa.

Al final, Citrino dejó claro que tendría que haber sido yo la piloto. Caíamos en picado, sin posibilidad de recuperarnos.

En el momento del impacto, instintivamente me llevé los brazos a la cabeza, para protegerme la gema. Algo que las guerreras aprendían nada más salir de su agujero.

Aun así, el aterrizaje forzoso nos dejó bastante magullados.

-Ugh, sí. -dije levantándome.

Con un poco de dificultad, saqué el hacha de mi gema y salí por la apertura de la nace, preparada para lo peor.

Al salir de la nave, veis que muy cerca hay una roca bastante grande que, viendo el rastro que ha dejado en la arena cerca de vuestra trayectoria, suponéis que ha sido arrojada contra la nave y ha impactado de lleno. Alrededor hay también piedras más pequeñas, como si no solo hubieran lanzado esa roca grande sino también una metralla natural para dañar el casco de vuestro transporte.

En el horizonte veis cómo una gema se acerca a pasos agigantados. Nunca mejor dicho, porque ella misma es enorme. Debe medir el doble que Esmeralda, quizá un poco más. El deseo de la guerrera no se cumplirá hoy, pues está claro que no se trata de una gema amistosa, ya que en cuanto os ve, empieza a correr con más ímpetu. Su melena ondula en el viento y sus pasos hacen que el suelo retumbe ligeramente, aunque estéis sobre arena suave.

Veis que en la mano lleva un mazo casi tan grande como ella. Cuando se acerca más, Esmeralda la reconoce: es una fusión de Feldespatos, concretamente de 3, ya que tiene una gema en el pecho, otra en el estómago y una última cerca del pie. Un oponente terrible...

- ¡Os pillé!- grita desde la lejanía, sin dejar de correr-. ¡Rendíos ahora mismo o sed aplastadas! ¡Morganita no ha especificado si tenía que traeros enteras o evaporadas!

Su amenaza no parece vacía. Por su tono, parece que tenga muchas ganas de aplastar algo más que una nave improvisada.

Jade sale última de la nave, casi arrastrándose. Al ver lo que se avecina, invoca rápidamente su arco pero parece realmente agotada por el accidente. Os mira con un atisbo de miedo. Por suerte, aún tenéis tiempo para prepararos para el ataque de Feldespato o para pensar cómo libraros de ella sin acabar hechas añicos.

A vuestro alrededor no hay mucho más que arena y más arena. Veis que la nave que pretendíais rescatar está echando humo detrás de Feldespato. Lo único que tenéis cerca son los restos de vuestro vehículo inservible.

Al bajar del vehículo vemos a una gema. Me pregunto si es la gema que hemos venido a "rescatar", pero sus palabras nos despejan de toda duda.

- Trabaja para Morganita... - musito mientras me sitúo detrás de Esmeralda. A cubierto.

Me fijo en la apariencia de nuestra enemiga, parece una fusión.

- ¿Creéis que podríais contra ella? - pregunto mientras mi gema se ilumina, preparándose para liberar mi rayo de luz. 

En el pasado mis Esmeraldas fueron derrotadas por las fusiones de las gemas rebeldes. Tengo entendido que el poder combativo de las fusiones es... difícil de igualar por gemas individuales.

Estábamos en peligro. La fusión de Feldespatos se cernía sobre nosotras. ¡Había sido ella quien nos había lanzado esa roca!

Citrino, poniéndose a cubierto detrás mío, tubo que hacer esa pregunta.

Miré a Jade, que salía a arrastras de lo que quedaba de nave. La exploradora fue la que peor salió del accidente. No estaba en condiciones de pelear y mucho menos de fusionarse conmigo.

-Citrino. -musité en un susurro, mientras apretaba el hacha con las dos manos y me agazapaba un poco.

Solo había una solución, y teníamos que hacerlo pronto. Las Feldespato no solían ser muy listas, pero  una fusión de tres podría llegar a tener la inteligencia de una gema. Así que si se veía con posibilidades, iría a por todas.

-Tenemos que fusionarnos. -dije rápidamente, como si esas palabras tuviesen prisa por salir de mi boca.

No había pensado en ellos hasta que por fin lo dije. Era una completa locura.