Partida Rol por web

—Un momento—dijo Hellas mientra volvía a detectar magia—. Si eso es obra de Sambalet bien puede ser un conjuro y no una trampa al uso.

Ya había tenido suficientes con voces tenebrosas por una temporada.

¿No habrá un monstruo ahí dentro? dijo Aranna. Sambalet había puesto trampas por toda la casa, pero ese era su refugio, el lugar donde dormían y comían. Se suponía que los instrusos no iban a llegar hasta ahí, así que no había nadie a quien engañar. La única razón que se le ocurría a la druida para trabar una puerta de esa manera, y colgar una nota, era que hubiera algo dentro que no querían que saliese. Lo que está claro es que los contrabandistas no se han ido por ahí.

Las trancas no se colocan solas.

Se acuclilló junto a Zanahoria y le señaló la puerta. Olfatea ahí, vamos.

—Magia no hay.

Zanahoria se acercó al resquicio de la puerta y se puso a olfatear como le había pedido Aranna. Estornudó un par de veces, sacudiendo la cabeza, y después gañó y se apartó de la puerta con el rabo entre las piernas, lloriqueando.

Confirmadme que queréis abrir la puerta.

Zanahoria: 24/27 (Armadura de mago 2 horas 5 minutos)

Compadre: 22/22 (Estremecido 57 minutos)

Aranna: 23/23

Oona: 14/18 (-1 Des, -1 Fue)

Hellas: 13/15 (-3 Fue, Estremecida 57 minutos)

Colibrí: 19/22 (Isla de Filos)

Eved: 20/23

- Errrrr... chicas, creo que Zanahoria está siendo bastante claro. No sé si es aquí donde las historias se entremezclan, pero si ahí dentro hay un vampiro o algo así encerrado, no me gustaría dejarlo libre. Lo digo por la tonta historia del trampero, pero quien dice vampiro, dice algo que da mucha grima; eso nos indica Zanahoria.

Creo que por la otra puerta vamos mejor. -

Colibrí no le tenía miedo a nada, pero tampoco era del género tonto, y su participación en las Guerras de las Nelanther hablaba de un buen instinto de supervivencia. No es que no contemplara abrir esa puerta, pero con los conjuros agotados y demás, no le convencía hacerlo en ese preciso momento.

Zanahoria había demostrado ser una bestia asesina con los piratas. Que de pronto se sintiera acobardado no parecía una buena señal. ¿Qué rayos habría ahí dentro?

—Yo también dejaría esta puerta para el final si no encontramos nada.

Oona susprió, visiblemente hastiada de todo, pero se recompuso enseguida.

-Vale, pues vamos por esta puerta entonces -dijo, señalando la única puerta que quedaba.

No había más que investigar en la mansión, todos los piratas habían huído, la misión se había ido a carajo hacía ya varias horas, de modo que solo quedaba registrar hasta el último palmo por si con suerte conseguían encontrar pruebas de pirateria que presentar al Consejo.

Se acercó a la puerta, comprobó que, una vez más, no había trampa, y luego la abrió.

Pasado el peligro, por el momento, de toparse con un terrible monstruo al abrir la puerta, Aranna estaba concentrada en otros asuntos. De cuclillas junto a uno de los baúles que había abierto Oona, removía las prendas con un cucharón de madera que había cogido de la mesa. No esperaba que los contrabandistas fuesen del tipo que lavaba la ropa, pero se aseguró de elegir una con indicios de haber sido usada, la enganchó con la punta del cucharón y se la puso a Zanahoria en el hocico.

Busca, muchacho, busca.

Tomo 10 (+3 = 13) en supervivencia para Zanahoria, que debería ser suficiente para encontrar el rastro fresco (CD 10) de los contrabandistas, si han pasado por ahí.

A diferencia de los barracones, esta pequeña habitación tenía muebles cómodos y parecía estar bien cuidada. Había una cama de aspecto cómodo en la esquina noroeste, con una pequeña cómoda a los pies.

Había también una pequeña mesa de madera contra la pared este, con una silla de cuero acolchada al lado. Sobre la mesa, un candelabro de bronce de tres brazos con tres velas encendidas proporcionaba luz brillante a la habitación. Las velas, aunque no eran nuevas, estaban lejos de estar gastadas.

Debajo de la mesa había una pequeña caja de madera y una linterna de ojo de buey, apagada. En un estante encima de la mesa había tres libros. En la esquina noreste, un armario de madera cerrado.

Zanahoria, por su parte, se alejó de vosotros y fue olisqueando por toda la habitación. Al final se detuvo en la esquina suroeste de la estancia, miró en dirección a Aranna y meneó el rabo.

Zanahoria: 24/27 (Armadura de mago 2 horas)

Compadre: 22/22 (Estremecido 52 minutos)

Aranna: 23/23

Oona: 14/18 (-1 Des, -1 Fue)

Hellas: 13/15 (-3 Fue, Estremecida 52 minutos)

Colibrí: 19/22 (Isla de Filos)

Eved: 20/23

—Se suponía que había un camino subterráneo que conducía hacia la costa—dijo Hellas acercándose hacia Zanahoria—. Una puerta secreta, ¿no?

- Eso dijeron, - asintió Colibrí - esta parte estaba envuelta en sombras y no buscaste, ¿no, Oona? Dejemos esa puerta escamante para otro día y veamos si ese camino existe. -

El menudo halfling condujo a Compadre hacia aquel lugar, rascándose la rala perilla mientras miraba la pared. - Panel de presión o hachero móvil, ¿qué piensas Oona? -

Buen chico, felicitó a Zanahoria, rascando al chucho detrás de las orejas. El perro saltó sobre la aventi, derribándola y le lamió la cara hasta que Aranna consiguió escaparse de su presa.

Antes de que volviera a echarse encima de ella, descolgó el jamón de la pared y se lo puso a Zanahoria bajo los morros. No era el bocado más apetitoso sobre la faz de Faerûn, pero había visto al chucho comer cosas que harían vomitar a una cabra terrible zombi. En comparación, el jamón poco curado debía ser un manjar.

Oona entró en la habitación de Sambalet. Era obvio porque estaba en perfecto estado, limpia, ordenada y brillante como la habitación de un palacio. Un mago con aires de grandeza como aquel payaso no se mezclaría con la plebe. De modo que aprovecharía para quitarle todo lo posible, si es que quedaba algo. Registró el armario, la mesa y el cofre, investigando si había alguna trampa. No dejó palmo sin revisar, pero no encontró realmente nada de utilidad. 

Cuando encontró el compartimento secreto en el escritorio, pensó que por fin había encontrado algo de valor. Pero al abrirlo, vio que estaba vacío. Con toda seguridad, el grimorio de Sambalet había estado ahí. Casi podía ver una nota diciendo eso mismo.

De modo que investigó los libros. Uno era de poesía erótica, con ilustraciones y todo. Oona puso los ojos en blanco y lo dejó donde estaba. El segundo era más interesante y el último también.

-Este libro contiene información sobre las mareas y el estado del mar en Marjal -lo mostró a los demás-. Están anotadas las horas y los días, unas cien millas alrededor del pueblo. Este otro libro está dedicado a Velsharoon, "Cómo practicar la nigromancia, cien recetas fáciles, por un seguidor de Velsharoon" -leyó con algo de sorpresa-. Nuestro amigo Sambalet quería dedicarse a levantar muertos vivientes.

Se guardó ambos libros en la mochila y se dirigió a dónde estaba Colibrí. Con gesto pensativo, la genasí miró la pared y se rascó la cabeza.

-Pues no tengo ni la menor idea.

Se dedicó a investigar la pared, palmo a palmo, centímetro a centímetro. Colocó las manos sobre el muro y movió los dedos como si estuviese acariciando la piedra, toqueteando las líneas y junturas de la construcción dedos hábiles. Los movimientos de sus manos eran muy precisos, palpaba y tocaba cada grieta, introduciendo los dedos en las zonas más hundidas, frotando las zonas arañadas, hasta dar exactamente con la ranura que silueteaba la entrada. Siguió tocando, buscando de qué manera abrir esa puerta. Si conectaba con una gruta, lo más sencillo era que fuese de presión. Ya las había visto antes en cavernas piratas.

Encontró una argolla un metro más allá, de la que colgaba un cuadro bastante feo que representaba una escena erótica, que Oona había visto más de una vez en guaridas piratas: una ilustración con motivos marinos donde una especie cefalópodo gigante estimulaba sexualmente a una doncella desnuda mientras la mantenía amarrada con sus tentáculos, ambos tumbados sobre las rocas del océano. El sueño de la esposa del pescador, lo llamaban.

Descolgó el cuadro, tiró de la argolla y la puerta se abrió.

-Pues al final era de presión, sí.

Sin que Oona mirara, Colibrí ya llevaba un rato tirando con ganas del hachero, al que había apostado como caballo ganador. Estaba tan concentrado que incluso pensó que finalmente lo había logrado, más su sonrisa murió en los labios al darse la vuelta y constatar que no era así.

- ¿Ves? Era el... Ahg, presión, sí claro, algo así me olía. Los piratas estarán ya en su barco y poco más podemos hacer, pero intentar pillarles antes es algo que no debemos dejar de intentar. ¡Vamos! -​​

Por primera vez en la actual aventura Colibrí se había equivocado en algo. Era un hecho remarcable, algo que os apresurasteis a apuntar con unas palabras como "querido diario, Colibrí se ha equivocado hoy". Cuando terminasteis de apuntar la efeméride para años venideros os internasteis en un pasaje zigzagueante que desembocaba en una caverna natural.

El húmedo aire estancado, cargado de olor a salitre, os golpeó como un bofetón. El suelo ya no tenía baldosas, sino que era de roca natural e irregular. Hacia el oeste se parecía abrir una gruta de paredes relucientes, velada de raíces y musgo colgante. Podíais escuchar el sonido del mar procedente de la bifurcación del este.

Botín de la habitación de Sambalet y en los barracones:

• Libro de poesía erótica completamente ilustrado (que Oona ha dejado donde estaba)
• Apuntes sobre el estado de la mar y la altura de la marea en Marjal Salino (que Oona ha encontrado más excitante que el anterior, sobre gustos...)
• Notas de Sambalet en un pergamino dentro del libro anterior (largo-corto-corto-corto: ¿es seguro?, corto-largo-corto-largo: todo es seguro, largo-largo-largo: preparados para descargar, venid al barco)
• Libro que versa sobre Velsharoon y se describen prácticas nigrománticas
• Linterna de ojo de buey que ha visto bastante uso
• Varios atuendos pirata y objetos personales como pendientes baratos, pata de conejo de la suerte, cinturón de cuero, sombrero con pluma de loro, etc (en los cofres de la sala común)
• 70 piezas de oro y 150 piezas de plata repartidas en distintos monederos y bolsitas.
• Tricornio de cuero negro curtido por el uso y manchado de sal (dentro del armario de Sambalet, Hellas detecta magia en él)
• Guardapolvos elegante (dentro del armario de Sambalet)
• Doce velas
• Acero y pederal

Zanahoria: 24/27 (Armadura de mago 1 hora 45 minutos)

Compadre: 22/22 (Estremecido 37 minutos)

Aranna: 23/23

Oona: 14/18 (-1 Des, -1 Fue)

Hellas: 13/15 (-3 Fue, Estremecida 37 minutos)

Colibrí: 19/22 (Isla de Filos)

Eved: 20/23

Colibrí recompuso su ropas, guardó el aceite y esgrimió con renovado brío su pequeña daga en la mano izquierda mientras se aclaraba la garganta. Como decía su amigo Stephan, "la puta más fina, se tira un pedo". Luego descubrió la llama que daba luz a la oscura caverna mientras apremiaba a Compadre a avanzar.

- Supongo que en dirección al mar. Muy interesante todo eso que has encontrado Oona, sobre todo el asunto de las señales. Meteré esa linterna de ojo de buey en las alforjas de Compadre, puede que nos sea útil. Dadme un momento para que la agarre. -

Tras acudir a recoger la linterna (prescindió del aceite de haberlo, ya que tenía de sobra en su macuto), el menudo halfling vuelve para iluminar el camino hacia lo que parecía ser el rugido de las olas, un sonido que siempre le evocaba su no tan lejana casa.

Aranna se puso el guardapolvos de Sambalet y se caló el tricornio, despreocupada de la magia que había detectado Hellas. Después de hojear el libro descartado por Oona, se lo echó al bolsillo de su nuevo abrigo. Un recuerdo para su manatí grandote, se dijo.

¡Aaaaaaaaaaaaar! exclamó, sonriente, imitando al arquetípico pirata. ¿Qué tal me queda?

Al ver a Aranna, Hellas no pudo ahcer otra cosa que romper a reír. Habían pasado por tantas cosas en tan poco tiempo, que la absurda salida de la aventi sólo le pudo traer jolgorio. Y rayos como necesitaba echarse una risas. Entre haber estado a punto de morir, los gritos de ultratumba,  los bichejos y el idiota de Eved, necesitaba algo con lo que reirse y que le recordara que estaba viva y tenía el corazón en su sitio.

—Genial—dijo entre risas—. ¿Has mirado si hay algo para un grumete?