Partida Rol por web

Tras la pregunta del guerrero Louisse le mira detenidamente de arriba abajo, la niña mira pausadamente al hombre para seguidamente negar con la cabeza y decir:

-No...y...seguro...que...tu...sabes...que...no...quiero...un...autografo...nos...interesa...mas...otra...cosa

Louisse agarra con las dos manos a Maximillian y seguidamente pregunta:

- Cual....ha...sido...el...motivo...de...la...lucha...con...Aditu...y...debes...de...ser...fuerte...como...has... conseguido...siendo...un...guerrero...hacer...esa...magia...

Louisse miraba bastante curiosa ya que para ella no era normal que un guerero pudiera hacer algun tipo de magia, sea cual sea y ese hombre que a fin de cuentas era un guerrero es decir un barbaro lo habia logrado y tenia muchisima curiosidad

- Se trataba de un duelo jovencita. Y no se hacer magia, el Filo del Rayo es una técnica especial de combate. - responde Ice - Ahora, si me disculpas, voy a cenar. - el hombre, queriéndose librar lo antes posible de la inquietante compañía de la nigromante, da un paso haca la puerta de la posada.

La niña escucha la respuesta del hombre, sin duda esta algo nervioso y sobretodo con ganas de marcharse de alli, de hecho a Louisse no le sorprendia en cierto modo era una respuesta normal en la mayoria de las personas con las que se cruzaba y de hecho desde que sus "poderes nigromanticos" habian despertado por asi decirlo era lo mas normal para ella, Louisse mira al caballero y finalmente sentencia:

- Que...aburrido

Para girarse de nuevo y comenzar a caminar lentamente hacia alguna zona alta de la ciudad en la que poder observar lo mas lejos posible

Louisse cruza la plaza y se interna por una de las callejas que supone que le debe llevar hasta la torre del can ninja, el punto más alto de la ciudad. La calleja es muy estrecha y tras un breve trecho sale de la parte de la ciudad actualmente habitada y comienza a ascender entre las ruinas de las casa de la antigua ciudad. Pasa entre viejas casas que en un remoto pasado ocuparon la parte más próspera de la ciudad, pero que una guerra y 60 añosde abandono han convertido en los huesos blanqueados del esqueleto de lo que fuera un orgulloso barrio comercial.

Tras unos minutos de camino alcanza la cima de la colina y la torre se muestra ante ella.

Mortimer regresa a la plaza del pueblo para ver que el lugar está vacio y se encamina a la posada. El edificio, tan decadente como el resto de Puerto Noah, es una estructura octagonal de 3 pisos que en algún momento de su pasado fue un silo para almacenar grano en el puerto.

Todas las ventanas del edificio no son otra cosa que huecos en las paredes con postigos. En este momento están cerradas a cal y canto, sin duda como precaución ante la tormenta.

El tejado y el suelo de madera junto a la entrada muestran signos de haber sufrido las inclemencias del tiempo durante muchos años.

La fachada está mucho mejor cuidada y junto a la entrada hay una horca de la que penden unas cadenas que tintinean constantemente al ser mecidas por la brisa.

Mortimer sube los escalones y empuja la puerta de la posada. Tan pronto como la hoja gira, le saluda la habitual algarabía de un local atestado. Desde el umbral puede apreciar que la típica sala común de cualquier posada ocupa toda la planta baja del viejo silo. Sin embargo esta tiene la particularidad de estar dividida en dos partes: la planta baja y el alcázar. El monje se encuentra en el extremo este del alcázar.

La planta baja es enorme y está atestada de mesas (la mayor parte de las cuales son barriles modificados), taburetes (que también fueron barriles, pero más pequeños) y sillas. Empotrada en el muro sur se encuentra un enorme hogar digno del salón de un rey. Un buen fuego crepita en la chimenea y consigue caldear el lugar. Unos calderos de hierro cuelgan en unos ganchos a ambos lados del hogar. Las paredes están decoradas con trofeos de pesca (y alguna que otra extraña criatura marina), redes de pesca hechas jirones, uno o dos tridentes doblados, arpones para cazar ballenas, trozos de mástil, cuernos de narval y otros objetos típicos de la profesión marina.

El alcázar es una sección de la sala común elevada algo más de un metro sobre el suelo y con una barandilla que debería evitar que los clientes borrachos caigan por descuido sobre los que están bebiendo debajo. Esta plataforma de madera de unos 3 metros de ancho recorre el contorno de la sala común de este a oeste, pasando por la pared norte y está igualmente atestada por mesas, taburetes y sillas. No se puede ver que hay bajo el alcázar ya que en su perímetro interior está tapado por una pared de madera en la que sólo hay una portezuela que llega hasta la cintura. En los extremos este y oeste del alcázar hay dos escalinatas que bajan a la parte inferior de la sala común. En el extremo oeste otra escalera asciende unos 4 metros hasta otra balconada con barandilla que recorre la sección sur y de la que no es posible ver nada desde aquí.

En la planta baja, en la esquina noreste, se encuentra la zona de servicio en la que se acumulan los barriles de cerveza, las botellas de licor y diversa cacharrería como potes de hierro, escudillas de madera, cucharas, etc. Hay una mesa donde un sirviente están preparando los ingredientes para un buen estofado mientras evita que los clientes más avispados se lleven muestras gratuitas de comida o bebida.

Todo el lugar está lleno de gente entre la que abundan los marinos de diversas edades, aunque también hay algunos individuos con el típico aspecto de aventureros. Junto al fuego un enano que tiene una mano aparentemente de oro, toca una tonada tradicional con un extraño instrumento que se asemeja a un arpa. Junto a él, una elfa le pone letra a la música con su voz cristalina.

En el centro de la sala común, en una de las mesas está sentado el engreído guerrero que combatió antes con Aditu. Está rodeado por un montón de jóvenes a los que parece estar contando alguna fabulosa bravuconada a juzgar por los aspavientos que hace con las manos y por las miradas que le dirigen los ocupantes de más edad de las mesas más próximas.

Una mujer, a la que para ser la viva imagen de un pirata sólo le falta el parche, asciende desde la planta baja para darle la bienvenida. Sus botas de tacón de vértigo que le hacen alcanzar cerca del metro noventa de estatura resuenan sobre el entarimado de madera con cada paso. Tiene el pelo negro y muy largo, con tirabuzones le llegan hasta la cintura. Viste una camisola de seda amplia y muy escotada y pantalones muy ajustados. Aparentemente está desarmada y montones de brazaletes dorados tintinean en sus muñecas con cada paso. Ciertamente no es la reina de la belleza, pero su atractivo se encuentra muy por encima de las prostitutas que hay dispersas por el local. Según se acerca, examina con sus vivos ojos marrones al recién llegado con curiosidad y antes de dirigirle la palabra se echa a un lado el pelo, permitiendo ver que de su oreja penden al menos 10 pendientes de oro.

- Mi nombre es Elisabeth Talbot, propietaria de La Horca de Vain Robert, y te doy la bienvenida a mi local ¿En qué podemos servirte? - dice con voz profunda y una sonrisa amistosa.

Mortimer  alzo la vista ligeramente por el hombro de elisabeth divisando para su gozo una mesa libre. Justo en el extremo opuesto del alcazar, situada junto a la barandilla, permitía una perfecta visión de la totalidad de la sala común y la entrada.

Es un honor ser atendido por la anfitriona de esta casa dijo con tono sobrio y amable a la vez que inclinaba ligeramente la cabeza a modo de saludo.  Quisiera una botella del mejor de vuestros caldos y esa mesa de allá enfrente… estoy esperando compañía…

- No hay problema. Tomad asiento donde os plazca. - responde la mujer y de inmediato se dirige a la parte inferior a hacer que la petición del clérigo se cumpla. Una vez acomodado, Mórtimer tiene que esperar poco a que una chiquilla ,que sin duda debe ser una de las hijas de la patrona, le traiga una botella de vino y un vaso. Mórtimer lo prueba, en su vida ha bebido mejores vinos, pero al mayoría procedían de las bodegas de sus padres.

Mortimer apoyo la copa de vino sobre la mesa , la movió en círculos provocando un ligero oleaje en la misma y la alzo contemplando  su tonalidad  junto con el caer de sus lagrimas. Tras un breve sorbo realizo una breve mueca y asintió ligeramente con la cabeza en señal de aprovación.

¿Niña como te llamas? Dijo fijando su mirada en la pequeña que le acababa de servir la copa medio torpemente.

Louisse sube los escalones y empuja la puerta de la posada. Tan pronto como la hoja gira, le saluda la habitual algarabía de un local atestado. Desde el umbral puede apreciar que la típica sala común de cualquier posada ocupa toda la planta baja del viejo silo. Sin embargo esta tiene la particularidad de estar dividida en dos partes: la planta baja y el alcázar. La nigromante se encuentra en el extremo este del alcázar.

La planta baja es enorme y está atestada de mesas (la mayor parte de las cuales son barriles modificados), taburetes (que también fueron barriles, pero más pequeños) y sillas. Empotrada en el muro sur se encuentra un enorme hogar digno del salón de un rey. Un buen fuego crepita en la chimenea y consigue caldear el lugar. Unos calderos de hierro cuelgan en unos ganchos a ambos lados del hogar. Las paredes están decoradas con trofeos de pesca (y alguna que otra extraña criatura marina), redes de pesca hechas jirones, uno o dos tridentes doblados, arpones para cazar ballenas, trozos de mástil, cuernos de narval y otros objetos típicos de la profesión marina.

El alcázar es una sección de la sala común elevada algo más de un metro sobre el suelo y con una barandilla que debería evitar que los clientes borrachos caigan por descuido sobre los que están bebiendo debajo. Esta plataforma de madera de unos 3 metros de ancho recorre el contorno de la sala común de este a oeste, pasando por la pared norte y está igualmente atestada por mesas, taburetes y sillas. No se puede ver que hay bajo el alcázar ya que en su perímetro interior está tapado por una pared de madera en la que sólo hay una portezuela que llega hasta la cintura. En los extremos este y oeste del alcázar hay dos escalinatas que bajan a la parte inferior de la sala común. En el extremo oeste otra escalera asciende unos 4 metros hasta otra balconada con barandilla que recorre la sección sur y de la que no es posible ver nada desde aquí.

En la planta baja, en la esquina noreste, se encuentra la zona de servicio en la que se acumulan los barriles de cerveza, las botellas de licor y diversa cacharrería como potes de hierro, escudillas de madera, cucharas, etc. Hay una mesa donde un sirviente están preparando los ingredientes para un buen estofado mientras evita que los clientes más avispados se lleven muestras gratuitas de comida o bebida.

Todo el lugar está lleno de gente entre la que abundan los marinos de diversas edades, aunque también hay algunos individuos con el típico aspecto de aventureros. Junto al fuego un enano que tiene una mano aparentemente de oro, toca una tonada tradicional con un extraño instrumento que se asemeja a un arpa. Junto a él, una elfa le pone letra a la música con su voz cristalina.

En el centro de la sala común, en una de las mesas está sentado el engreído guerrero que combatió antes con Aditu. Está rodeado por un montón de jóvenes a los que parece estar contando alguna fabulosa bravuconada a juzgar por los aspavientos que hace con las manos y por las miradas que le dirigen los ocupantes de más edad de las mesas más próximas.

En el otro extremo del alcázar, sentado sólo en una mesa, se encuentra Mortimer. El monje está hablando con una chiquilla que le está sirviendo vino.<\p>

Una mujer, a la que para ser la viva imagen de un pirata sólo le falta el parche, asciende desde la planta baja para darle la bienvenida. Sus botas de tacón de vértigo que le hacen alcanzar cerca del metro noventa de estatura resuenan sobre el entarimado de madera con cada paso. Tiene el pelo negro y muy largo, con tirabuzones le llegan hasta la cintura. Viste una camisola de seda amplia y muy escotada y pantalones muy ajustados. Aparentemente está desarmada y montones de brazaletes dorados tintinean en sus muñecas con cada paso. Ciertamente no es la reina de la belleza, pero su atractivo se encuentra muy por encima de las prostitutas que hay dispersas por el local. Según se acerca, examina con sus vivos ojos marrones a la recién llegada con curiosidad y antes de dirigirle la palabra se echa a un lado el pelo, permitiendo ver que de su oreja penden al menos 10 pendientes de oro.

- Mi nombre es Elisabeth Talbot, propietaria de La Horca de Vain Robert, y te doy la bienvenida a mi local ¿En qué podemos servirte? - dice con voz profunda y una sonrisa amistosa.

- Mi nombre es Emma señor.- responde la niña un tanto cohibida y bajando la vista al suelo.

En ese instante la puerta de la posada se abre y Louisse entra en la estancia. La posadera se dirige a ella a presentarse al igual que había hecho con él.

Los ojos del joven clérigo fugazmente abarcaron la entrada del local para volver inmediatamente a centrarse en su prematura camarera. Deducia que gracias a su ubicación la pequeña Louisse no tardaria en percatarse de su presencia en el álcazar.

Emma… bonito nombre  una forzada sonrisa surco su rostro y Mortimer saco una moneda de su bolsillo mostrándosela a la joven niña  ¿ves esta moneda? Si adivinas en que puño esta es toda para ti..  tras esto echo sus brazos a la espalda  y después  extendiendo ambos puños hasta la altura de la cara de la joven niña dijo con voz intrigante. Elige….¿ izquierda o derecha?

Elisabth observa el lugar y a la mujer de arriba abajo paa seguidamente decir:

- He...quedado...aqui...con...compañeros...de...hecho...ahi...hay...uno

Termina sñalando a Mortimer, para seguidamente decir:

- Sabs...algo...de...la...torre...?

La niña mira las manos dubitativa. Está al alcance de su mano lo que a ella le parece una pequeña fortuna y frunce el ceño como si intentara penetrar con la mirada las manos del monje.

- ¡Está aquí! - dice finalmente señalando con su pequeño dedo la mano derecha de Mortimer.

- No mucho. - dice la mujer encogiéndose de hombros - O al menos no más que el resto: que está maldita y que aparece y desaparece. No me preocupo por ella, no es asunto mío. -

Luego mira en dirección a Mortimer y le pregunta a Louisse: - ¿Quiéres que te llevemos algo a la mesa? -

El joven clérigo abrió pausadamente el puño mostrando la ansiada moneda.   Bien echo la moneda es tuya… Ahora ves a buscar a la señorita Talbot y dile que busco alojamiento, También dile que yo me haré cargo de la impertinente niña de negro que pretende entrar…