Partida Rol por web

A media mañana estaba todo el mundo listo para continuar. Algunos grupos habían dejado la caravana, entre ellos muchos de los que habían perdido a amigos o familiares en el ataque de los hobgoblins semanas antes, y otros comerciantes o viajeros que no iba a aguas profundas. Por otro lado un par de carros con viandas y productos del Vado y viajeros que iban en dirección al norte se unieron en la caravana, formando de nuevo otro tropel de gente en la carretera. 

Para cuando despertaron Draenna ya se había marchado aunque tras la despedida de la noche anterior tenían la sensación de que sus caminos se volverían a encontrar en algún momento.

Brima dio la orden de avanzar y la caravana al completo salió de Vado de la Daga antes de la media mañana. El recorrido era sencillo: Dirigirse hacia el norte por el Camino Alto bordeando la costa dos días, pasar una noche PierdaNocturna y luego seguir un día y medio más hasta llegar a la ciudad de los esplendores. Algo mucho más amable y sencillo de lo que habían recorrido hasta entonces.

Abdali iba con "los suyos", con cara de preocupación, mientras que el resto seguía interpretando sus papeles para pasar desapercibidos mientras interactuaban con los otros viajeros. Hacia la tarde comenzaron a oler el agua salada pues se acercaban a la costa que los llevaría hacia el norte.

Nada más amanecer Samarag dio un puntapié, sin mucha fuerza, a Abdali para que se levantara. Le hizo un gesto y le siguió a él y a otros de los cultistas y mercenarios fuera. Aún era temprano aunque empezaba a haber algo de movimiento en Vado de la Daga. Mantuvieron silencio todo el rato mientras se reunían cerca de su vagón. No tardó en aparecer un hombre bastante alto, con una túnica roja y una capucha calada hasta los ojos que solo dejaba ver de él una nariz aguileña y un bigote y perilla cerrados. Hizo un gesto a Samarag y le murmuró algo al oído. Este asintió y le abrió el vagón para hacerle pasar.

-Vale, esta es la persona que teníamos que recoger. Por suerte al que mataron fue a un compañero suyo que actuaba en esta zona-explicó Samarag- No es cosa nuestra. Lo esconderemos hasta que salgamos del Vado y luego, si alguien pregunta, es un comerciante igual que nosotros. ¿Está claro?-preguntó dando por hecho que la respuesta era si.

Estaba claro, para Abdali y para cualquiera, que por el aspecto y por las ropas que llevaba era un mago rojo igual que al que habían ahorcado el día anterior. Normal que tuviera prisa por salir de allí.

Menos apesadumbrado de lo que hubiera querido reconocer por la marcha de Draenna, Égida emprendió nuevamente el camino junto a la caravana mientras examinaba sus sentimientos. No cabía duda de que, desde su nacimiento, muchas cosas habían cambiado. Aún sentía ciertos ramalazos de humanidad, pero su actual estado de ánimo tras la marcha de quien consideraba alguien muy importante en su vida le recordó que, lentamente, se estaba volviendo más y más insensible. ¿Afectaría eso, al final, en sus relaciones con sus actuales compañeros de equipo? O más aún, ¿afectaría a esa energía que era capaz de manejar, o esa influencia que sentía que velaba por sus intereses?

No sentía que hubiera nadie en la caravana con quien pudiera compartir esos pensamientos, sobre todo porque supuestamente se trataba de un autómata que se limitaba a seguir órdenes. Esperaba que, en el futuro, pudiera encontrarse con algún sabio con quien compartir sus filosóficas ideas.

Al caer la tarde, el aroma del mar que llegaba hasta él hizo que la carga emocional remitiera y se permitió fantasear con largas travesías por mar, el agua salpicando su rostro y el azote del viento agitando las velas a su espalda.

Abdali asintió a las órdenes de Samarag y se atrevió a añadir no sin cierta sorna; - si tiene que pasar por un comerciante normal, mejor que se quite esa capa roja ¿no cree señor? Si quieres Samarag , puedo ser su guardia personal, seré su sombra. ¿Cómo debemos dirigirnos a él y qué nombre o cohartada le contamos a los que nos pregunten? Podríamos decir que en realidad es nuestro jefe, pero ¿qué nombre le damos?

- Es un puto mago rojo, te aseguro que no quieres hablar con él-le dijo su compañero de manera siniestra. Los magos rojos, hasta donde sabía Abdali era una especie de culto de magos que habían llegado a ser los regentes de Thai, un reino muy lejano. Y por lo que tenía entendido no eran las mejores personas ni eran bien recibidos en ningún sitio civilizado- Si alguien pregunta les dices..., si, buena idea. Decidles que es el comerciante, el señor Jos. Tampoco habléis mucho del tema con nadie y si alguien pregunta más de la cuenta me lo decís en cuanto podáis y nos ocuparemos. Mientras tanto-les dijo a todos- dejad al mago tranquilo y no hableis con él, está muy por encima nuestra.

A la orden de Brima comenzaron a mover la caravana y Endozal se quedó revisando que pasaran todas las caravanas, de la primera a la última antes de volver hacia la carreta de Brima para divisar posibles peligros. Estaba un tanto excitado hoy y así se lo había expresado a Égida a la mañana, a pesar de la pena de haber perdido a Draenna, el hecho de poder contemplar el mar por primera vez, le tenía como loco y no podía evitar ir con una gran sonrisa.

Se subió un poco y compartió sus inquietudes, que había oído mucho hablar de lo inmenso que era y que los anocheceres y atardeceres sobre el agua eran una maravilla. Su inquietud, sin embargo no hacía que no estuviera atento a posibles peligros como el que habían sufrido de los trasgoides. Aún así a ratos le preguntaba a Brima si faltaba mucho para divisar el mar y hacia donde podía mirar para verlo por primera vez. Como un chiquillo.

La tarde llegaba y como había prometido Brima notaría el olor en la brisa del mar y así era un olor totalmente desconocido para él pero que le llenaba de ilusión y miraba constantemente para ver si tras las colinas podría ver el mar.

Airic miraba a Endozal casi con ternura. Le resultaba graciosa la inocencia del muchacho que claramente nunca había salido de su aldea antese, y sine embargo demostraba ser un aventurero extremadamente capaz.

El olor del agua salada le trajo recuerdos como siempre lo hacía. Los viajes a  aguas profundas con su familia, juguetear con su hermana. Los buenos tiempos. 

En aquel entonces habia aprendido una canción que había escuchado de unos estivadores. Una canción muy animada que hablaba de la alegría de terminar la jornada y relajarse tomando una cerveza en la taberna. Dado lo cercano que se encontraban al final del viajero, le pareció una buena idea cantarla para animar la caravana.

Se trepó a una carreta y comenzó a entonar a todo pulmón. De a poco los miembros de la caravana comenzaron a cantar el repetitivo estribillo y a levantar sus manos con un imaginario jarro de cerveza. Airic estaba feliz de poder levantar los ánimos después de tanto

El día había pasado tranquilo. Al menos se respiraba un ambiente mucho más relajado que el que habían visto en Vado de la Daga. Las nubes también habían quedado atrás y el olor del agua salada les había animado durante su camino. No tardaron en poder ver el mar de la Costa de la Espada, reluciendo en un azul vibrante bajo el sol. Para algunos era la primera vez que lo veían y no paraban de mirar asombrados, otros simplemente agradecían haber cambiado el paisaje y sobre todo estar más cerca del final de su viaje. 

Todo transcurría con normalidad excepto... un pequeño detalle. Durante el día no había pasado desapercibida un gnoma que se había unido a la caravana en el Vado. La misma que había pillado a Endozal tratando de espiar entre los carros a los cultistas. La joven gnoma iba separada del resto, pero durante las paradas para comer o descansar se acercaba a ellos con intención de hablar, haciendo preguntas insustanciales y hablando del clima. Daba la impresión de que quería conocer a todo el que viajaba con ella. Y por su puesto esto también lo hacía con los miembros del culto con los que viajaba Abdali infiltrado, aunque estos no solían darla mucha conversación.

Si estaba ya animado por lo que pronto tendría ante si, la canción de Airic le animó aún más repitiendo malamente y con su voz, poco familiarizada con la entonación musical mientras animaba a Brima a que hiciera lo propio.

Y por fin lo vio, una masa de agua cristalina. Inmenso perdiéndose en el horizonte como lo hacia el propio cielo. Se quedó maravillado y forzaba su vista para apreciar algunos puntos que se veían en el agua que imaginó que serían barcos. Era increíble lo que estaba viendo y no podía quitar los ojos de ello, como si le hubieran hechizado. Tardó unos minutos en volver en sí y sonreir a la enana. - Es mucho más bonito de todo lo que había oído. la dijo y bajo del carro para hacer su ronda mientras avanzaban hacia el mar.

Mientras caminaba pudo observar como la gnoma que había conocido en Vado de la Daga se movía de un lado a otro por lo que decidió vigilarla y tratar de ver si buscaba algo o alguien y hacia dónde se dirigían sus miradas, pues a pesar de que la gente de la caravana hablaban con los que viajaban cerca de sus propias caravanas ella se movía por toda la caravana. Pronto llegarían a Aguas profundas y no quería que sucediera ningún robo desde el propio grupo.

Mientras la observas te fijas en que la gnoma está interesada en hablar, conocer a los viajeros. Pregunta de donde vienen, a donde va... pero en ningún momento notas que busque algo que robar ni tampoco la ves hurtando a alguno de los otros viajeros ya  vosotros mismos no os falta nada.

Estaba claro que la gnoma tenía alguna intención, pues para realizar un viaje tan corto hasta Aguas Profundas querer saber de todos y sus destinos de los que estaban en la caravana no era una actitud normal, ni siquiera por curiosidad. La siguió con la mirada, sobre todo al ver como preguntaba a los de la caravana de Abdali que la daban negativas o intentaban deshacerse de ella rápido.

Quizá él no había conseguido deducir antes las caravanas que podían ser del culto pero si la tónica era la misma con la interacción con los cultistas a través de ella podría saber cuales eran las caravanas.

Abdali siguió con su paripé de mercenario aunque se le veía más concentrado que nunca en un nuevo viajero que se había incorporado al grupo de 'cultistas'. No le quitaba ojo de encima.

¿Significaría algo o es que el guerrero calishita había expandido sus gustos carnales?

El camino continuó por la costa. Parecía que el buen tiempo les acompañaría unos días, con suerte hasta llegar a Aguas profundas, lo cual era de agradecer. Había algunos niños en la caravana que miraban entusiasmados el mar y pedían a sus familias que se acercaran un poco más hasta la playa para poder bañarse, pero la caravana no podía detenerse por algo así y, enfurruñados, seguían el camino. 

Habían pasado un par de días desde que salieron del Vado. Un día por la mañana estaba sentando el grupo, en un pequeño círculo, mientras desayunaban cuando se acercó la gnoma. Abdali, debía desayunar entre los cultistas que iban con él, pero podía ver a la mujer acercarse a sus amigos desde donde estaba. Se acercó a Endozal sin decir nada y le quitó el cuenco de avena que estaba a punto de comer. Después de meter su daga en la avena, la gnoma la levantó y les mostró un objeto parecido a una pequeña perla. Miró por encima de su hombro hacia donde los cultistas se sentaban a desayunar

- Es una astilla de hueso, guapo- les susurró-. Curvada en círculo para que te la tragues sin darte cuenta. Una vez comida se desenrosca lentamente dentro de ti, y explota en astillas que perforan las entrañas y te matan lentamente. Sospecho que está en todos vuestros desayunos...

La gnoma se levantó y rió como si alguno le hubiera contado un chiste tratando de disimular.

-Tenemos que hablar esta noche. E intentad que también esté vuestro amigo "el cultista"-dijo en un susurro antes de alejarse.

Endozal miró a la gnoma y también su bol. Podía ver pequeñas bolas en su interior aunque era dificil distinguirlas de si eran astillas de hueso o cáscaras de avena, serrín o incluso huevos de insecto. También se fijo que algunos cultistas miraban en su dirección aunque tratando de disimular su interés.

Era difícil que los cultistas se hubieran fijado en ellos antes que en Abdali, aunque Égida destacaba bastante más que el calisita. Y de la misma manera resultaba difícil saber que intenciones tenía aquella mujer.

El viaje junto al mar era una maravilla y soñaba despierto durante las noches en poder navegarlo algún día en un gran barco. Pero para que llegara ese día aún tenían que pasar muchas cosas. Se había levantado temprano para hacer su ronda y para cuando la mesa del desayuno estaba preparada se unió a Airic y Égida. Pero no llego a probar su desayuno, de pronto la gnoma que había estado vigilando se acercó y le quitó el cuenco, con cara de asombrado la miró como metía la daga y sacaba lo que había llamado una astilla de hueso mientras explicaba lo que hacía. La cogió de la daga y buscó en su cuenco si podía haber alguna más pero parecía imposible diferenciarlas. Aún así no sabía si se habían limitado echarsela a Airic y él sólo o a todos los demás. - Primero trata a Draenna como una fulana y ahora no nos avisa de una muerte segura. les susurró mientras dirigía una mirada rápida hacia el lugar dónde estaba Abdali con sus nuevos amigos y alguno de ellos miraban disimuladamente. Lo habían tratado de matar y Abdali no había echo nada por avisarles, se había convertido al final en uno más de ellos.

Pero lo primero era la seguridad del grupo. - Dejad todos de comer. Han envenenado algunos de los cuencos. dijo avisando a varios guardias y a Brima para que se unieran a él. Una vez se acercaron a él marcharon hacia la cocina, mientras su mirada se volvía con odio hacia el falso mercenario.

Cuando llegaron a la cocina les mostró la astilla de hueso, explicándoles lo que era, y le preguntó a la cocinera si había visto a algunos del grupo que había visto mirándoles sirviendo los platos. - Por desgracia es muy difícil de detectar en el interior del cuenco por lo que podían poner en peligro a todos los miembros de la caravana. les dijo y miró a Brima. - No podemos permitir que vuelvan a repetir esto y acaben matando a algún miembro de la caravana. ¿Qué podemos hacer?

-La cocinera dice que no ha visto a nadie cerca de los sacos de avena...-repsondió Brima-. Pero no es que haya mucha seguridad, es la comida de todo el mundo nadie se arriesgaría a envenenar la comida de cualquiera a menos que quisieran matarnos a todos. 

La enana volvió a mirar lo que le mostraba.

-¿Estás seguro que eso no es una larva de gusano o algo así?-preguntó frunciendo el ceño-. Da asco pero no creo que nadie se muera...