Partida Rol por web

Los ojos de los cuatro se acostumbraron al cambio de luz. El estómago aún estaba tratando de asentarse de aquel viaje de cientos de kilómetros que parecían haber hecho en tan solo unos segundos. Se encontraban ahora... ¿en una montaña? Eso parecía. Había pinares oscuros por todas partes en las laderas del valle de la montaña; el aire era frío y fresco. Dos piedras antiguas se alzan a cada lado del grupo formando una especie de arco, que no era otra cosa si no el portal por el que acababan de viajar.

A no más de un tiro de piedra por delante, a lo largo de un camino, había una casa grande, de mampostería en la base, y de madera en los pisos superiores. Ramas de pino se desplazaban y mecían con un viento caprichoso. Una ardilla gorjeó y luego se quedó en silencio.

-Vaya, vaya, ¿qué tenemos aqui?-dijo una voz por encima de sus cabezas. Frente a ellos había un enorme troll de piel verduzca y cuatro brazos. Llevaba una capa hecha de ramas y fango. En una de sus manos llevaba una cadena que tiraba para sujetar a un pequeño dragón que amenazaba con dar una dentellada a Endozal- Imagino que no sabréis la contraseña... no pareceis miembros del culto. Con vosotros tres podré alimentar a mis sabuesos...

Una voz femenina la interrumpió. A unos metros se encontraba una mujer humana. Bajita, menuda, con el pelo recogido en trenzas. Iba vestida completamente de negro. Por su aspecto hubieran pensado que era una muchacha, una adolescente, si no fuera por que les apuntaba con un arco y parecía muy peligrosa.

-Trepsin cariño-le dijo al troll, como si hablase con una amiga del alma-quizás será mejor que lo decida ella...

El troll dio un gruñido, pero pareció aceptar la palabra de la joven. Aún así no se apartó ni quitó los ojos de encima al grupo.

-Vosotros-dijo la humana a los cuatro- parecéis bastante capaces... podéis intentarlo, pero seguramente todos prefiramos entrar al calor que matarnos aquí fuera... al menos todos a excepción de Trepsin-hizo una mueca que vagamente parecía una sonrisa. 

La sensación de salto y transporte fue extraña. Cada fibra metálica de su ser vibró durante el escaso segundo que duró el viaje, pero Égida habría jurado que se había descompuesto en miles de millones de pequeños fragmentos, para luego recomponerse. No llegaba a ser doloroso, pero sí incómodo. ¿Cómo les habría afectado a sus compañeros?

Sin embargo, no tuvo tiempo de preguntar, pues inmediatamente se vieron asaltados por enemigos. Una joven de aspecto siniestro y peligroso, acompañada de una bestia inhumana que era claramente el músculo de los dos. Acompañado de un draco, si no fuera suficiente peligro. Inconscientemente, el forjado echó mano a su escudo para protegerse, pero estaban rodeados y seguramente uno de ellos saldría mal parado antes de siquiera poder hacer algún movimiento.

-Es evidente quién es la inteligente de los dos -sentenció, como una neutra afirmación. Le dedicó un cabeceo a la humana, señalando la casa- No estaría de más algo de civilización después de nuestro viaje. ¿Por allí, asumo?

Endozal tenía el arco en la mano, pero no había tenido tiempo ni de alzarlo cuando notó que la chica lo apuntaba con el suyo. 

-Mierda... La dracónida ha debido avisar... ¿qué hacemos?-susurró a sus compañeros dando a entender que estaba dispuesto a empezar a disparar sus flechas, aunque Égida parecía decidirse por no recurrir a la violencia.

El salto mágico descolocó al calishita casi tanto como a su compañero forjado. Al menos Égida tenía contacto con la magia, ERA un productor de la magia, pero el pastor venido a héroe de Nidoverde la única magia que había conocido en sus días tranquilos en la granja era la de las historias fantásticas que contaba su madre. Luego se vio inmerso en una vida de aventuras donde de vez en cuando alguien hacía un truco pero poco más. Ese nivel de poder era incomprensible para la mente sencilla del guerrero.

- ¿Cómo coño hacen eso?- estaba diciendo mientras miraba hacia atrás cuando se encontró de frente con el troll. Enseguida levantó el arma quedándose a la defensiva. Tampoco había visto un monstruo como ese en la vida, pero se había enfrentado ya a un par de dragones así que, por feo que fuera, Abdali se quedó plantado con firmeza en suelo sin parecer asustarse. Más miedo daba la niña tétrica esa que parecía ser la dueña del troll.

- Buscamos a unas persona y una dracónida que cruzaron este portal mágico hace poco. No queremos haceros ningún mal solo los queremos a ellos- dijo, sin pensarse mucho o nada lo que decía.

La muchacha de negro adoptó un rictus serio e indescifrable.

- Puedes preguntar ahí dentro, yo personalmente no tengo frío pero me gusta el sonido del crepitar de la leña al fuego, es como cuando quemas a alguien pero sin el horrible olor a carne quemada -Y como si no supusiesen ninguna amenaza se dio media vuelta y entró en la cabaña. Afuera el troll de cuatro veces y su enorme perro gruñieron al unísono.

El troll les hizo un gesto amenazador para que siguieran a la chica. Sus ojos brillaban con malicia, como si estuviera esperando que alguno le diera alguna excusa para atacarlos. El viento soplaba con fuerza entre los pinos. Sin duda aquellos tipos parecían ser parte del culto y sin embargo no les habían atacado nada más verlos a pesar de que, seguramente, Rezmir hubiera dado aviso cuando cruzó el portal. ¿Era una trampa?

Grend se sintió bastante raro y descompuesto, pero lo cierto es que no era la primera vez que atravesaba un portal de ese estilo. Aunque la vez anterior fue mucho peor. El frio no le molestó, pero sí la luz.

-Mierda. Si al final voy a echar de menos el pantano.-

Cuando vio la criatura que tenían delante se tensó. No le gustaba nada el aspecto que tenían. Y la humana era la que más le preocupaba porque parecía la más normal.

-No creo que los que han venido delante nuestro nos preparasen una buena recepción. Prefiero jugarmela aquí fuera que al menos sabemos cuantos son.-

Susurró a sus compañeros.

-Oh. ¿Tienes frio? Tranquila querida. Yo puedo arreglar eso.-

Y conjuró para lanzar una bola de fuego que pille a todos, en especial a la mujer.

La bola de fuego implosionó quemando al troll, al draco y a la chica. No le había pillado de lleno, pero el dolor de la quemadura parecía ser intenso. El resto del grupo reaccionó rápidamente preparándose para el combate. Égida preparó el escudo que antes no había querido sacar, Abdali desenfundó su arma y Endozal apuntó con su arco. El Troll soltó al draco al momento que se lanzó sobre el escudo del forjado tratando de morderlo.

-¡Alto!-dijo una voz femenina que venía desde la puerta de la casa. Cuando el humo se disipó pudieron ver a una mujer semielfa, de pelo corto, que llevaba una armadura blanca y una lanza que brillaba con tonos dorados y plateados. La flecha de Endozal se clavó en el marco de la puerta, a pocos centímetros de su cara. La mujer abrió los ojos sorprendida.

El arquero bajo el arco mirando también con los ojos como platos a la semielfa.

-¿T-Talis?...-titubeó sin salir de su asombro. Entonces se giró rápidamente hacia los demás, haciendo un gesto amplio con las manos- ¡Parad! ¡Parad! Es Talis, es mi amiga de la que os hablé-dijo emocionado.

-¿Endozal? ¿Endozal Fik? ¿Qué demonios haces aquí?-respondió la mujer sorprendida, no parecía alegrarse como su amigo y desde luego no esperaba verlo allí. Miró la situación. Égida forcejeaba con el draco, el troll parecía estar a punto de machacar, o al menos intentarlo, al elfo que había hecho explotar la entrada de la casa y Dalia parecía estar a punto de atravesar la garganta de Endozal con su arco.

-Trepsin, retira al draco-le ordenó. El troll se giró enfadado. Por un momento pareció que iba a quejarse, pero en su lugar dio un silvido y el draco dejó a Égida y volvio con su dueño, aunque seguía gruñedo y enseñando los dientes-. Dalía, por favor... baja el arco. Se que estás enfadada, pero pueden ser de ayuda-le dijo a la chica con cautela, pero con firmeza sin dejar duda sobre que aquello era una orden-. Entra y ponte una pomada curativa en las heridas-le sugirió. Por la forma en la que daba órdenes y la manera en la que los otros le obedecían estaba claro que era la jefa y era poderosa.

Luego dio un paso al frente y señaló al grupo de aventureros.

-Vosotros... he oido hablar de vuestras "hazañas". Se que masteis a Frulanth Modanth y tu-señaló a Égida- ¿eres el hombre de metal que sobrevivió al duelo con La furia Cian?- no mencionó a Endozal para nada-. Se que pensáis que somos vuestras enemigas, pero si me dejáis explicaros la situación quizás podamos ayudarnos mutuamente y pueda responder algunas de vuestras preguntas. Puedo ayudaros a alcanzar a Rezmir.

Miró al grupo y se hizo a un lado en la puerta para dejarles paso si accedían.

-¿Esta vez sin explosiones?

Y por cosas como esas odiaba la magia. Aquello que podían usarla se volvían locos como el elfo ahora.

- ¡¿Pero qué haces?!- gritó cuando entendió que estaba conjurando, aunque ya fue demasiado tarde. Luego todo se fue encadenando hasta que por sí solo pareció calmarse. Entonces se acercó a Grend´Dail y le hizo una advertencia:- La próxima vez que intentes asesinar a una niña pequeña, te las verás conmigo-.

Endozal no era el único sorprendido por el recibimiento. Aquella mujer, se llamase Talis o Mystra, tenía puesta una túnica con los símbolos del culto del Dragón con lo cual no era nadie en la que se pudiera confiar, pero había detenido el combate y les ofrecía ayuda para encontrar a Rezmir. Sin duda deberían escuchar lo que tenía que decir.

Después de echar otra mirada furibunda al elfo, enfundó su espadón y se adentró en la casa.

Égida compartía la frustración y sorpresa de Abdali. Ellos no actuaban así, y si no hubiera sido porque la recién llegada había detenido el combate, seguramente habrían salido mal parados. Limpiándose los restos de baba de draco del blindaje, el forjado observó a Talis con curiosidad. Era toda una sorpresa el poner rostro a quien había escuchado tantas y tantas veces hablar a Endozal. No se imaginaba que estaría allí, al mando de tropas, y menos aún siendo parte del Culto. Se había imaginado una muchacha frágil, delicada, que terminarían encontrando en unas mazmorras. O peor aún, muerta.

— Anda, vamos —sugirió, encabezando la marcha mientras empujaba suavemente a Grend para que entrara en la casa.

El elfo se giró molesto al guerrero, a pesar de que el troll ya no estaba golpeandole, y se encaró con él. Estaba bastante enfadado por su acusación.

-¿De qué coño hablas? ¿Donde ves tú una niña? Estamos persiguiendo a gente del culto maligno, que ha llegado antes que nosotros. Y eso es un Troll. De cuatro brazos además. Que lleva un mini dragón de mascota. Y la tipa esa está con ellos. Esto apesta a emboscada para matarnos a leguas. A ti a lo mejor te gusta que te maten. Pero yo le tengo aprecio a mi pellejo. Y no se te ocurra amenazarme a menos que estés dispuesto a llevarlo a cabo. Si es el caso, no esperemos más.-

Grend se había percatado de que la tipa que había parado el combate llevaba una armadura con simbolos como los que estaban persiguiendo.
Aquello no era bueno ni mucho menos. Y sus compañeros parecían no percartarse de ello. De Endozal lo podía llegar a entender, estaba encoñado con la tipa. Pero los otros habían demostrado ser más espabilados hasta ahora.

-No empujes.-

Le dijo al golem cuando trató de que fuera a la casa con los demás. Aquello era una pésima idea. Se quedó el último, dudando si entrar o no. Finalmente lo hizo sacudiendo la cabeza.

-Esto va acabar mal. Fijo.-

Dalía tenía ya el arco tensado cuando escuchó a Talis, y no se molestó en destensarlo. A la velocidad del rayo soltó dos disparos, cada uno de los cuales rozó senda oreja de Grend, dejándole una gota de sangre en cada una. Una de las flechas se perdió a la espalda, la otra se estrelló en un grueso roble penetrando hasta la mitad del asta. Estaba muy claro que de haber disparado a matar, el daño habría sido muy serio.

Volviéndose a girar hacia la casa, caminó dando pasitos muy cortos, quizás por el dolor que debía producirle tener media espalda abrasada por el fuego, quizás las heridas no fuesen profundas, pero evidentemente tenían que ser muy dolorosas.

- Esta vez has salvado la vida, pero duerme siempre con un ojo abierto porque yo no perdono, jamás, a quien me ataca por la espalda. Nunca tengo prisa por ejecutar mi venganza, pero tarde o temprano esta llega.

Las flechas salieron del arco de la mujer tétrica, pero antes de que alcanzasen al elfo este volvió a conjurar y rebotaron las dos en un escudo que apareció a su alrededor.

Después de eso. Le volvió a lanzar otra bola de fuego.

-Os dije que no había que fiarse.-

Talis hizo un gesto con la mano y la bola de fuego se disipó antes de alcanzar a Dalia.

-¡He dicho que basta! Dalia, ve dentro al salón-dijo a su compañera y luego se giró hacia Endozal- Y tú, diles a tus amigos que estamos todos en el mismo equipo. No quiero más problemas y os aseguro que vosotros tampoco-dijo enfadada.

-Trepsin llevate al draco con el resto y haz guardia fuera no quiero más sorpresas-le ordenó.

Endozal se giró hacia ellos, en especial hacia Grend, que parecía el más afectado por aquel rifirrafe con la chica.

-Sé que no nos conocemos desde hace mucho, pero confío en Talis aunque lleve la ropa del culto-se apresuró- escuchemos lo que tienen que decir y si no nos interesa nos vamos por nuestra cuenta y punto pero no tiene sentido matarnos aquí mientras la dracónida escapa. Estamos perdiendo el tiempo-dijo casi suplicante, esperando que así entraran en razón.

El grupo acabó entrando siguiendo a su "anfitriona". Endozal parecía tener mucha confianza en ella sentimiento que claramente no era compartido por el resto. Sin lugar a dudas Talis era un miembro importante del culto... no sabían cuanto.

El edificio era cálido en su interior. Era de factura élfica, aunque más sencilla y práctica de lo que solían ser los edificios elfos. En el suelo había enormes alfombras con algunas manchas de barro y las paredes eran de madera oscura. Justo al lado de la puerta principal había un ropero en el que podían dejar las capas y las botas aunque Talis no se molestó en ofrecerselo pues sabía que no aceptarían. Había varias puertas a los lados y frente a ellos unas grandes escaleras centrales que subían al piso superior a izquierda y derecha. A cada lado de la puerta principal había dos armaduras de placas élficas, ambas recubiertas de finas ornamentaciones de pintura verde. A cada lado de la escalera, además, se alza una estatua dracónida.Por una de las puertas salieron un par de Kobolds vestidos con pequeñas túnicas y ofrecieron ayuda a su señora. Esta les despachó con la mano, claramente debían ser sirvientes y debía haber más porque se escuchaban sus pequeños pasos por la casa. 

- Este refugio ha servido como "albergue" para la nobleza élfica. Pertenece a mi familia desde hace mas de mil años-comentó Talis mientras comenzaba a subir las escaleras- Ha sido un buen sitio para el culto durante años-dijo con amargura.

El grupo subió al piso superior junto con Dalia y otro par de Kobolds, aunque no parecían muy amenazadores. Al menos no tanto como la joven arquera. Endozal le preguntaba cosas a Talis, como que había hecho todo este tiempo pero la semielfa esquivaba sus preguntas o respondía con desgana. 

Finalmente rodearon la balaustrada de madera y entraron en un gran salón repleto de muebles que hacía las veces de comedor o como sala para discutir asuntos importantes. En ella había tres hombres armados con espadas y que portaban una cota de escamas de un tono gris casi blanco. Talis les hizo un gesto para que salieran de la habitación y mando a los kobolds que trajeran algunas bebidas y comidas para sus invitados. La única que permaneció allí con ellos fue Dalia.

-Bueno, imagino que tendréis muchas preguntas-dijo Talis sentándose en un extremo de la mesa. Junto a ella, en la mesa, había una vara engarzada con una gema azul, aunque no siquiera acercó su mano a ella- por favor poneos cómodos. Enseguida traerán algo de comer. Entiendo que tenéis prisa y yo no soy muy paciente, así que como muestra de buena voluntad, para que veáis que estoy de vuestro lado, podéis preguntarme lo que querais.

Endozal se volvió a levantar y a decir algo, pero la semielfa le hizo un gesto.

-Endozal... entiendo que tú tienes más preguntas que los demás. Llevamos mucho tiempo sin vernos pero las cosas personales pueden esperar. Responderé a todas tus preguntas y te contaré todo a su debido tiempo-le dijo para calmarlo.*

El guerrero estaba confuso. No se había esperado ese recibimiento, claro que quizás tendría que ver con que Endozal y esa mujer se conocieran de la infancia. sea como fuera su mentor, Ontharr Frume, querría que le sacase toda la información posible a esa mujer.

Habían llegado heridos y cansados del enfrentamiento en el castillo y el calishita se dejó caer en una silla.

-Para empezar, ¿nos podéis explicar por qué pese a que obviamente sois una seguidora del Culto del Dragón nos queréis ayudar a encontrar a esa sabandija de Rezmir? ¿No tenéis la semidragona y vosotros el mismo propósito?-

Ojala que les trajeran algo de beber rápido porque tenía la garganta rasposa.

A la cabeza de Égida vino otra pregunta, aunque claramente era de índole personal y no venía demasiado a cuento. ¿Cómo era posible que un humilde cocinero de un pequeño pueblo fuera amigo de la infancia de uno de los más poderosos miembros del culto dracónico, propietario de una mansión, y cuya familia tenía lazos con ellos desde hacía años?

—Esa bestia de ahí fuera, y esa muchacha, nos han visto. Los miembros del Culto sabrán que vinimos, y que pasamos por aquí, por lo que sabrán que nos has ayudado— la pregunta iba implícita en la afirmación del forjado. ¿Qué ganaba Talis ayudándolos?