Partida Rol por web

La explosión de esa bola de fuego era aterradora, como el mordisco de esa inusual arma en las carnes de la muchacha Dalia. Ambos enemigos parecían formidables, pero no había que pensárselo mucho a la hora de elegir cuál era un mejor objetivo; o un mago enclenque con una túnica o un semidragón con coraza.

El guerrero se movió hacía el otro thayano con la intención de reunirlo con su compañero.

Dalía gritó, lo cierto es que su grito de dolor era muy poco épico, era un chillido agudo como el de una niña pequeña. Ya de por sí su voz era aguda, pero su chillido sin duda haría ladrar a los perros en varias millas a la redonda.

Sea como fuere, al parecer no le gustaba demasiado el dolor, por lo que reaccionó soltando dos rápidas y precisas flechas aunque tuvo la cabeza fría para no intentarlo con Rezmir que la tenía pegada, sino que trató de acabar con la vida del otro mago rojo.

Justo en ese momento notó el veneno en su cuerpo.

- Me muero...

La segunda flecha de Dalia salió desviada al estar pendiente, por el rabillo del ojo, de que Razmir no volviese a apuñalarla.

El plan que - de forma muy improvisada - desarrollara junto a Abdali había dado sus frutos en parte, pues uno de los magos rojos había caído rápida y dolorosamente. Sin embargo, Rezmir y su otro secuaz estaban lejos de ser derrotados. Debilitado su blindaje por culpa de ese chorro de ácido que la cabecilla del Culto le lanzara, el forjado corrió a apoyar a su compañero junto al mago para derrotarlo cuanto antes.

Sin embargo, de camino alzó el puño y canalizó energía sobre Rezmir con intención de hacer sus propios conjuntos más dolorosos. Si podía.

Abdali le dio un tajo al mago rojo pero en el momento que lo dio el cuerpo se desvaneció como si se hubiera convertido todo ello en una bruma rojiza.

-Jaajajajaja-se escuchó una risa cruel tras la bruma. Rath modar apuntaba con su bastón hacia Abdali-. Estúpido calishita, no puedes matarmUgh. 

Sus palabras llenas de orgullo fueron interrumpidas por una flecha que se clavó en su hombro, esta vez ninguna imagen ilusoria evitó la flecha de Dalia. Sin embargo, eso la había puesto en riesgo. Rezmir tenía ahora la oportunidad perfecta para atacar a Dalia. Estaba a punto de asestar un golpe fatal cuando de pronto se frenó en seco y dio un grito. Su armadura se había comenzado a calentar hasta el punto de quemar su piel y su túnica. 

-Aaaaaargh!-gritó llena de furia, arrancándose la malla con la mano izquierda. El suelo helado siseó cuando cayó esta sobre él. Entonces la susurradora de dragones miró a Égida-. Tu, engendro de metal. Serás el siguiente, cuando acabe con tu amiga vengaré a Langdedrosa-le amenazó, olvidandose por un segundo de Dalia.

La bola de fuego que le había lanzado el cabrón de rojo no le había gustado nada al elfo. Así que trató de devolverle el favor lanzando dos rayos escarlatas de su propia cosecha.
No obstante el mago era bastante más escurridizo de lo que parecía y uno de ellos no le acertó.

-Mierda.-

Tras eso desenvainó su estoque mientras se acercaba un poco más. Al menos esperaba que si aquí estaban los líderes no viniese nadie más poderoso contra ellos.

-Soñar es gratis todavía ¿no?-

¡Malditos magos! ¡Si es que siempre tenía que engañar con sus trucos! Traspasar esa imagen ilusoria le había dolido en el alma, pero peor fue su orgullo herido cuando encima el thayano se mofó de él.

- ¡Ahora verás rata calva, a ver si te quedan más trucos!- gritó enfurecido fallando estrepitosamente sus dos golpes.

¿Pero qué había pasado? ¿Otro sucio conjuro que había engañado el ingenio (poco) del guerrero? Abdali parecía que echaba espuma por la boca de al rabia.

Tu, engendro de metal. Serás el siguiente, cuando acabe con tu amiga vengaré a Langdedrosa-

- Caerás, Rezmir - respondió, con más bravuconería que posibles - Al igual que cayeron todos tus siervos antes que tú.

Le hubiera gustado que el casco fuera de metal para quitarle ese poder, pero al menos la habían despojado de su armadura y ahora sería más fácil derrotarla. O al menos, eso quería. A su lado, Abdali tenía dificultades para deshacerse del mago rojo, así que decidió apoyarle de la forma que mejor le parecía: haciéndoles callar a todos.

Gren lanzó un par de rayos escarlatas pero solo uno llegó a impactar en el mago rojo. 

-Apenas eres un aprendiz, yo te mostraré lo que es el poder!-le dijo mientras hacía un círculo de fuego con su bastón y se lo lanzó al elfo. Al igual que la bola de fuego que había lanzado con el pergamino, las llamas engulleron a Grend'Dail... 

El grito de dolor y el crepitar de las llamas quedaron de pronto en silencio. Abdali, sorprendido por aquella sordera momentánea perdió el equilibrio y lo logro acertar a Rezmir. Un silencio mágico e irreal, provocado por Égida, se había apoderador del patio. No se escuchaban hablar, si el sonido del metal al chocar, ni el de las llamas... todo había quedado pacíficamente en silencio... pero el peligro no dejaba de estar ahí.

Dalia... se largó. Como si aquello no fuese con ella. Como si hubiese gritado (y nadie habría podido oírlo) "que os den, yo no me metí en esto para que me mataran".

Simplemente salió corriendo y se alejó de todo el jaleo, buscando una sombra densa para desaparecer.

Grend consiguió esquivar el impacto de la bola de fuego, aunque aún así las llamas de la explosión le alcanzaron. 

Rezmir sonrió con malicia al ver que Dalia se alejaba. Dijo algo, aunque el sonido no salió de su boca y entonces se giró hacia Égida. Lo apuntó con su espada de forma amenazador, diciendo unas palabras mudas, mientras de la máscara de dragón negro volvía a surgir una oscuridad densa que la absorbía, mezclándose con la que había antes. La dracónida líder del culto del dragón desapareció una vez más.

-Joder. Se ha hecho invisible.-

lamentó el elfo mientras lanzaba otros dos rayos de sus manos y se acercaba a la pelea física. No es que le gustase aquello. Pero si Razir volvía a aparecer mejor que tuviera varios objetivos para golpear. Por si acaso.
Desenvainó su estoque y se unió a Égida y Abdali.

Sus labios se movieron, seguramente diciendo alguna socarronería, pero había entrado en el rango del conjuro de silencio de la clérigo. Su cara y sus gestos hicieron innecesario que se escuchase lo que estaba gritando. Parecía algo obvio.

Rath trató de hacer un hechizo, pero el silencio se lo impedía. Un rayo impactó en su hombro, quemando su túnica y dejando ver, entre la herida parte de su cuerpo tatuado. Miró con odio a Grend y luego buscó con su vista a Rezmir. Gritó lago, lleno de rabia, que no se pudo escuchar y después se dio media vuelta y echo a correr hacia el castillo.

En ese momento, cuando todos observaban como el mago rojo huía, de las sombras surgió un espadón que trató de atravesar a Égida. Rezmir había vuelto a surgir de aquella masa de oscuridad mirando con odio al hombre metálico sin ser consciente aún de que su aliado la había dejado tirada. Por poco estuvo a punto de atravesar al clérigo, pero este imaginando que lo atacaría logró esquivar el golpe.

En cuando vio que el mago le daba la espalda para salir corriendo, Abdali no dudó en soltarle un duro golpe y salir corriendo tras él. No iba dejar que se escapara tan fácilmente.

Gritó algo, seguro que nada bonito, pero el área de silencio evitó que las palabras soeces dirigidas al cobarde thayano fueran escuchadas por el resto.

Dalia estaba esperando eso, viendo el espadón se podía saber donde estaba la mano que lo empuñaba. No con precisión claro, uno tenía que tirar al bulto, pero con un pelín de suerte... 

Una flecha se clavó en uno de los brazaletes de Rezmir, atravesándolo y quedandosele clavado en la carne. La dracónida dio un grito y rompió el hasta de la flecha para que no le estorbase.

-¡Maldita traidora! ¡Szissh kag lug ar, Kobolshisz!*-gritó en dracónido, aunque no se la escuchó, mientras volvía a arremeter contra Égida. Pero de nuevo el clérigo, por fortuna para el master que se había saltado su turno y se iba a sentir mal si lo mataba de pronto, logró bloquear el golpe.

Viendo cómo Rezmir se centraba en él - afortunadamente - Égida se centró en esquivar los ataques de la dracónida y enfocar sus esfuerzos en no resultar decapitado en algún momento.