Partida Rol por web

Miraba sorprendido tanto a Gustav como a Kurt. Podía llegar a entender que como soldados, no dejarían a nadie atrás, pero yo no veía ahora allí, en medio del mar, ninguna guerra ni ningún general, así que no entendía ese código tan férreo al que invocaban

Dioses, Kurt. Tú viste a Harr. ¿Te arriesgarías a meterlo aquí en el barco y dejarlo suelto por el continente?

No perdía de vista la costa y más aún cuando parecía que el torreón iba a derrumbarse. Nadie que fuera humano habría sobrevivido a aquel derrumbamiento y si Leopold y Harr estaban dentro, por seguro que la habían palmado. Y si no es que no eran humanos, en cualquier caso, había que irse.

Vamos. Larguémonos de aquí. Cuanto más nos quedemos más probabilidades tenemos de no poder hacerlo después.

Lo único que me tranquilizaba era ver a Kurt preparando su arcabuz, aunque continuaba alerta por si acaso movía el arma hacia nosotros. Por suerte solo podría con uno de nosotros a la vez. La espada continuaba sin estar en su funda y yo me había levantado para estar más preparado.

-Si ha sido contaminado a este barco no sube- Replicó el viejo mirando a Kurt. -Y el otro hasta que no esté seguro de que es humano al cien por cien tampoco subirá. Por eso pongo un poco de mar de por medio. No podrán subir sin nadar antes.

 Las palabras de Ándor golpearon a Kurt con la fuerza de una maza, el sicario tenía razón y posponer más tiempo la partida era una locura. Si sus dos compañeros no habían salido aún es que ya estaban muertos o algo peor. 

 El muchacho se torturaba por dentro pensando que debía de haber hecho algo más, haberles forzado a salir, pero ellos prefirieron arriesgarse a coger el oro maldito; la codicia fue su perdición y contra eso, el soldado, poco podía haber hecho. 

 Agarrándose a ese pensamiento se forzó a hablar.  - Tenéis razón, Ándor… Vámonos de este lugar maldito. -  los hombros de Kurt se doblaron bajo el peso de tan difícil decisión.

 El joven permaneció de pie en la cubierta de popa sin apartar la vista de la torre infernal mientras esta parecía venirse abajo. Hasta que la bruma lo envolviera todo no perdería la esperanza de ver aparecer a los dos compañeros.

Evitando otro garrazo te introdujiste por la misma chimenea por la que trepaste para llegar al piso inferior. Allí estaba Leopold, esperando nervioso tu aparición mientras escudriñaba nervioso las ventanas y el hueco derrumbado que daban al exterior.

Las arpías no tardarían en volver. Tal como estaban las cosas solo teniais dos opciones, volver a pasar por aquella horrible habitación exponiendoos de nuevo a ser poseidos, o intentar alcanzar el agua lanzandoos de una de las ventanas, implorando a Sigmar no partiros el cuello en el aterrizaje.

Los ancestros se habían apiadado de él ofreciéndole una nueva oportunidad gracias a la ayuda de su compañero. Ya no sentía ese odio visceral de hace pocos minutos, pensó entonces que debió estar bajo los hechizos de alguna magia oscura. Bajó a toda prisa la chimenea encontrándose con Leopold y juró amarle el resto de su vida, aunque fuese un humano.

—¡Por aquí! Esas arpías me seguirán hasta devorarme.

Se acercó a la ventana que mejor fondo tenía con el agua y desnudó su cinturón negro de 10 metros de largo. Después de casi una semana comiendo solo manzanas, se le notaba más delgado de lo normal sin esa cuerda. La ató donde pudo con su gancho, que hacía de hebilla y la lanzó por la ventana. Parecía que la cuerda llegaba lo suficientemente bajo para no hacerse daño.

—¡Tú primero! ¡Huye! —dijo, vigilando la chimenea con su tentáculo a modo de escudo.

Quien fuese primero, daría igual, pues ambos bajarían de algún modo u otro.

Hårr baja para retirarse conmigo y así darnos una oportunidad para sobrevivir, pero su opción preferida es bajar por una ventana hacia el agua.

No me gusta, definitivamente no me gusta. Preferiría mil veces arriesgarme por la sala de los sacrificios, haciendo oídos sordos a cualquier susurro que Khorne quiera meter en nuestras cabezas.

"Excelente, evitaré morir en la torre para morir ahogado." 

Pero no es momento de discutir y salir de este sitio es lo único que debe impulsarnos en este instante. Sin vacilar, me descuelgo de la ventana cuando me indica, aferrando la cuerda con mis manos cubiertas por mi ropa, para llegar abajo sin desnucarme ni perder la piel de mis manos. 

Gustav comenzo a virar el timón. Las palabras de Ándor parecian haber convencido al joven soldado, y si se decía que uno era medio demonio y el otro estaba por la labor, al viejo marinero no había que repetirselo dos veces.

La quilla del barco comenzó a romper el agua sacando espuma cuando la vela se hinchó por completo. La Roca Maldita hizo un viraje suave y comenzó a alejarse de aquél islote maldito abandonando a su suerte a esas dos almas.

Descendeis por la improvisada cuerda hasta aproximadamente la mitad de la torre. Al otro lado de esos muros debe estar la habitación de sacrificios y un inesperado temor os asalta, recordando los actos y pensamientos oscuros que os rozaron en ese lugar.

Sin embargo algo mas importante sucede abajo. Veis como La Roca Maldita, el barco que os trajo hasta aquí, está virando, hinchada la vela por el viento, y alejándose del torreón. A bordo hay tres personas y es fácil adivinar de quienes han convencido al marinero para que os abandone para morir allí.

Miraba al joven soldado desconsolado y, manteniendo las distancias quise tener una palabras para él.

No te sientas culpable, amigo. Hemos hecho lo correcto. No nos parecemos en nada y nuestras profesiones son totalmente diferente, pero todos sabemos que no siempre lo correcto es lo que está bien. ¿Está bien haber abandonado a Harr y Leopold en aquel islote? No ¿Es lo correcto haberlo hecho? Sí. No te martirices, Kurt.

No me acerqué demasiado a él. A pesar de lo que había dicho, el discursito y las señales invocando a su Dios, no las tenía todas conmigo sobre la verdadera naturaleza interior de Kurt. ¿Realmente se había librado del influjo del demonio? ¿O simplemente se había escondido en su cabeza, agazapado, esperando salir en cualquier momento?

Era triste, pero no creía que pudiera confiar más en el chico. No querría vivir mirando siempre receloso a aquel con quien compartir otra aventura sin saber si en cualquier momento el demonio haría presencia y me atacaría por la espalda. Lo mejor para ambos sería llegar al pueblo, tomar algo y separarse para no volver a encontrarse. Quizás si conociera algún sacerdote que pudiera examinar a Kurt me sentiría más tranquilo.

De todas formas, me mantendría alerta durante el resto del viaje.

Eché un último vistazo a la isla desde popa, viendo como empequeñecía en el horizonte y dejando ir el aire en un suspiro final de resignación, caminé hasta proa, esperando ver cuanto antes el perfil de la costa de Nordland.

Bajaron por la cuerda hasta el punto medio en donde estaría la misma sala de los lamentos, así lo sentían. Todavía quedaba medio tramo, pero el barco ya zarpó en su huida. Debían impedirlo o quedarían abandonados.

—¡Malditos bucaneros! —dijo, balanceándose por la cuerda como un gorila—. Hay que avisarles, pero sin hacer ruido o vendrán las arpías. ¡¡Luego... les mataremos!!

Al menos el anciano parecía ser buena persona. De modo que sacó su daga y la lanzó al barco, queriendo que cayese en la borda y llamar su atención. Si miraban hacia arriba verían a un enano con la cara colorada de enfado y perjurando el nombre de sus ancestros.

Buscó por los alrededores si hubiera alguna barca pequeña con la que poder navegar y evitar el nado de esas aguas misteriosas.

El descenso se interrumpe al ver que el barco nos está dejando atrás. Hårr lanza una daga para ver si los consigue disuadir pero ya están lejos y esta cae al agua sin más resultado.

 - "Yo no sé nadar. Si esos desgraciados no vuelven, moriré acá."

Podría lamentarme de haber vuelto por el enano cuando decidió huir hacia arriba en vez de abajo, pero no. No dejaría a un aliado a su suerte en un lugar como este. 

Igual pienso que quizás no es que deseen abandonarnos sino que solo perdieron la esperanza. El anciano Gustav me prometió que me esperaría y confío en que si me muestro con vida, no me dejará. 

"Quizás es inocente de mi parte, pero es mi naturaleza y mi última esperanza." 

Busco donde apoyar bien los pies y me concentro en los vientos de la magia para ayudarme pero no lo consigo. El miedo a quedarme acá y morir (por uno de los muchos motivos que querrían reclamar mi vida) me atormenta más real que nunca, así que simplemente me concentro en crear la misma ilusión que de fuego que antes nos salvó deas arpías ahora les haga saber que sigo vivo y que espero me devuelvan el favor. 

 Los tablones de la cubierta crujieron bajo el peso de unas botas sacando a Kurt de sus cavilaciones. Las pisadas eran de Ándor que se detuvo cerca del nordlandes y le habló con palabras de ánimo. 

 Solo cuando Ándor terminó de hablar la vista de Kurt se apartó del torreón y se posó en el sicario, una sonrisa apagada se dibujó en el rostro del joven.

 - Gracias, Ándor. Y si, lo entiendo, hicimos lo correcto. Ninguno de nosotros estaba preparado para lo que encontramos allí. Menos aún para enfrentarlo - el joven bajó la mirada  - faltó muy poco, Ándor, muy poco para que aquella… cosa, se hiciera con el control. A saber qué le hizo a la mente de Leopold. Y el pobre Hårr ya estaba condenado. En cuánto pusiera un pie en el puerto le habrían quemado en la hoguera por mutante. Y de intentar cortarle eso, de seguro que acabaría desangrado en la cubierta. Muerto de una forma u otra… - 

Mientras decía esto último Kurt volvió a mirar a Ándor. Luego, el nordlandes, se echó el arcabuz al hombro. 

 - Gracias una vez más. Ahora, si me disculpáis, será mejor que baje a por ropas seca. Lo último que me faltaba es pillarme un jodido resfriado - el intento de bromear del joven fue un poco torpe  - más tarde le echaré un vistazo a la pierna. Hay que cambiar el vendaje - 

 Al nordlandes no se le había pasado por alto que Ándor se cuidaba de mantener la distancia y de que lo miraba con suspicacia. A Kurt no le extrañaba, él tambien recelaría de alguien que había tenido dentro a una entidad ansiosa de sangre y matanza. Aún con todo, sería divertido ver la cara de Ándor cuando le  estuviera hurgando la pierna. Eso o arriesgarse a que se le pudriera la herida.

 Kurt se despidió de Ándor y de Gustav y se encaminó hacia la bodega del barco cuando, de repente, creyó ver algo por el rabillo del ojo. Giró la cabeza intentando localizar que era pero solo había niebla y mar. Seguramente el cansancio le estaba jugando una mala pasada, así que olvidó el asunto y siguió andando hacia la escalera. 

Tan de repente aparecieron que Gustav casi cae por la borda en un intento por esquivarlas. Unas luces, como antorchas, aparecieron de repente en cubierta delante vuestro. Las mismas luces que leopold invocara para salvaros de las arpías.

Al parecer el hechiero seguía vivo e intentaba llamar vuestra atención. O tal vez quisiera atraeros para destruiros de una malévola y retorcida manera.

Os encontrabais a mitad de altura, coogados en medio del torreón con las arpías encima y el mar debajo. Por lo menos no estaba encrespado, ni si quiera parecía moverse mientras el borrón que era el barco, debido a la bruma densa que rodeaba toda la torre, desaparecía entre ella abandonándoos a vuestra suerte. 

Ahora solo os quedaban dos opciones, subir o bajar. Subir era enfrentaros vosotros solos a las arpías y después, a la soledad y la muerte por inanición. Bajar era arriesgaros a soltaros de la cuerda, caer al mar y nadar hasta uno de los barcos naufragados que rodeaban el torreón hasta acabar vuestros dias.

Las luces se pusieron a revolotear alrededor mío. Intenté espantarlas moviendo los brazos como si fuera un enjambre de abejas, pero resultó bastante cómico verme manotear en la proa del barco.

Mirá a Kurt y a Gustav y me encogí de hombros. No iba a soltar mis razones de nuevo y todos sabían mi punto de vista en aquel asunto, pero como en el salvamento de Kurt, no era decisión mía. El barco era de Gustav y él decidiría. La otra opción era tirar al viejo lobo de mar por la borda y salir de allí, pero temía que Kurt no me lo permitiera.

Haced lo que queráis.

Y me senté donde pude tocándome la pierna. Miré a Kurt, sabiendo que tendría que ser él el que aplicara sanación a ella si esperaba no ser un cojo todo lo que me quedara de vida, lo que no parecía mucho tiempo si empezábamos a rescatar a poseídos.

Leopold estuvo directamente en contacto con la entidad. Casi se vuelve loco. Vosotros mismos. No es mi barco. Yo no decido. Sabed que si me posee ese demonio al final pienso ir a por vosotros.

Parecía que la decisión habia sido tomada, pues el barco continuaba alejándose de vosotros hasta que la niebla lo engulló por completo y no dejó tras de si mas rastro que unas leves ondas en el agua.

La suerte y la codicia no os habían favorecido, y aquí acabariais vuestros dias, como alimento para arpías o sumidos en una locura de sangre y muerte.

Sea como fuere, vuestra muerte es inevitable.