Partida Rol por web

El viaje había sido productivo, mientras estaban en tierra podía aprender cosas que nunca hubiera imaginado, aunque en esa última parada una mujer había venido con ellos, lo cierto era que no estaba interesada en entablar una relación y la mujer tampoco parecía interesada así que eso no fue distracción. Pasaba las noches rezando a R'hllor y escuchando sus consejos, sabía lo que vendría y que no sería fácil pero no tenía miedo porque todo lo que iban a vivir les tocaba hacerlo y nadie lo haría por ellos.

Las mañanas no eran menos largas que las noches pero se le iba el tiempo observando a la tripulación, si la observaban y no se daba cuenta era sólo porque ella así lo deseaba y porque no perdería el tiempo en esas cosas. Pero la paz que le permitía observar y aprender se terminó antes de lo que hubiera querido pero justo cuando tenía que ser. Con calma se acercó a donde estaban los demás listos para atacar.

-Siempre es un buen momento para una batalla si vos nos guiáis, mi señor R'hllor....

Miró hacia el frente y luego a los hombres, con un aire de seriedad pero confiando en que iban a salir avante en aquel momento. Se apartó un poco y esperó el momento justo para actuar porque podía desperdiciar su poder que necesitaba casi todas sus fuerzas para usarlo.

Comenzaban a caer flechas por todos lados. Uno de los gavieros intentó trepar por los obenques y le pasaron la espalda con cuatro flechazos, cayendo muerto sin remisión. Mientras, los artilleros terminaron de cargar los escorpiones por primera vez, ya que manejar las poleas requería su tiempo aún con las prisas. Los marineros se pusieron a cubierto tras los escudos, aunque comenzaron a tirar por ambos lados, al acercarse uno de los buques pequeños.

-¡Maldita sea, hay que salir de aquí! -gritó el contramaestre, intentado que perdieran el miedo para subir a soltar trapo.

Uno de los piratas trató de tirarles una piña de fuego, pero la sacerdotisa hizo un gesto y pronunció unas palabras y el artefacto explotó en su mano como una gran bola de fuego que comenzó a quemarle vivo entre grandes alaridos. Pulgares arriba de las dotaciones de los escorpiones en la banda de estribor, todo preparado.

-¡Fuego! -gritó Valença.

Los grandes escorpiones del entrepuente podían resultar devastadores. Esas piezas tardaban más en cargar, por lo que el tiro sostenido lo harían los más pequeños, en la cubierta principal y el sollado. Hablaron primero los más pequeños, con fuego preciso sobre su cubierta, matando a una decena de aquellos malnacidos. Los grandes virotes les atravesaban, a veces a dos o tres hombres en fila, cosiéndolos contra la borda contraria.

-¡Batería de entrepuente, fuego! -dijo ahora, asomándose a la escalinata.

Las grandes piezas con proyectil "de maza" estaban pensadas para hacer buenos agujeros en el casco del enemigo. Con un poco de suerte, provocarían grandes destrozos o una vía de agua. Sin embargo, dispararlos desde tan cerca reducía bastante el efecto. Sin duda el golpe era duro y alejaba al navío contrario, pero el virote no había volado lo suficiente para que el tiro se estabilizara, con lo que se corría el peligro de que rebotara inofensivamente o apenas penetrara. Es lo que pasó con algunos de aquellos tiros, aunque otros hicieron daño a la embarcación, que sin embargo se mostraba un hueso duro de roer.

Silencio, momentos de tensión. Las flechas cesaron y los marineros se animaron a encaramarse a los palos para soltar la vela, mientras los artilleros se afanaban en recargar.

-¡Por la banda de babor!

Una trampa, tal y como habían sospechado. El buque de mayor porte quería atraer su fuego mientras los pequeños les metían un abordaje. Con menos tripulantes en aquel lugar, y un puñado de arqueros y escorpiones lanzando su veneno, les arrojaron arpeos y tiraron con fuerza, como si en aquellos barcos hubiera ingenios mecánicos para ello. Un fuerte tirón, un choque y estaban aproados con dos de aquellos buques.

Inmediatamente, casi un centenar de aquellos piratas se precipitó sobre la cubierta del Uthero saltando desde la borda contraria, descolgándose de cabos o usándolos como si fueran lianas. Eran gente habilidosa, que atacaba como si la vida le fuera en ello. Sus gestos eran furiosos, se movían rápido y con precisión. Guerreros temibles, sin duda, pero que se cansarían enseguida al seguir aquel ritmo frenético.

-¡Medias picas adelante, rechazadles! -dijo el capitán, desenvainando su espada- ¡Enseñadles de que están hechos los cabrones de occidente!

El primero en entrar en la refriega fue Dan, que blandió su espada en un mortal tajo que decapitó a uno de aquellos energúmenos. Ben iba detrás, sosteniendo el escudo, aunque tendría asuntos propios de los que preocuparse. Uno de aquellos tipos quiso disparar contra Dan, usando para ello una extraña ballesta. Él lo protegió, pero para su sorpresa el arma podía disparar varios virotes en rápida sucesión. Connor cortó el brazo del tipo cargando por detrás, dejando al joven Lucking mirando el pasador del virote que había quedado a unos centímetros de su cara. ¡El bicho tenía fuerza!

Valença tuvo que correr hacia la banda contraria, mientras los marineros que quedaron allí no sabían bien si debían sumarse a la pelea o seguir disparando al buque de mayor porte. Aquello se convirtió en un caos, una melee, combates personales y de grupo, gente acuchillándose con saña o disparándose a pocas varas de distancia. Si no lo remediaban, la expedición iba a durar menos de lo previsto.

El capitán ya se batía a espada, mientras el contramaestre daba golpes con una pesada hacha, partiendo miembros como quien esparce mantequilla sobre pan caliente.

Un pirata yitiano, apenas un muchacho, que blandía dos espadas afiladas como el mismo demonio atacó a Connor apenas éste hubo rematado al ballestero. Atacó con un aullido que le puso sobre aviso. Sus tajos fueron rápidos y con bastante fuerza, buscando matar o herir con rapidez. Y sin embargo, parecía tan fiero como asustado al enfrentarse a aquel westerosi y su gran espada.

Valença llegó a la altura de la bruja roja, que se había apartado algo del combate, pero que no podía evitarlo del todo. Un pirata yitiano que blandía una especie de alfanje quería deleitarse con su sangre, así que le tiró un tajo desde arriba chillando con odio.

Dan ya había matado a varios de aquellos cabrones. Eran rápidos y peligrosos. Uno de ellos arañó su brigantina con un tajo, pero él le seccionó la garganta de un tajo. Se estaba calentando tras una larga inactividad, matando yitianos que no le importaban un comino en una isla dejada de la mano de los Siete.

Entonces llegó el plato fuerte. La famosa piratesa voló sobre sus cabezas esquivando varios flechazos, para luego soltar el cabo y rodar sobre espacio vacío que había creado con los hombres que había matado. Llevaba una espada corta en la mano, aunque a juzgar por sus gestos se movía con mucha velocidad, casi como una gata salvaje. Le tiró un golpe de prevención y ella lo esquivó casi sin esfuerzo, componiendo una sonrisa mordaz.

Iba a darle otro golpe cuando unos yitianos atacaron por detrás. Ben aguantó la carga con el escudo lo mejor que pudo, pero retrocedió chocando con él y estorbándole los movimientos. El joven grumete tenía que frenar la carga y contraatacar, por que de momento solo podía esconderse tras el escudo y evitar así los golpes que le tiraban sus tres oponentes.

La piratesa atacó entonces a Rogare con una esgrima refinada, rápida y precisa. Iban a ser una sucesión de varios ataques, buscando con fintas provocar huecos en su defensa. Pero no eran fintas clásicas, si no que podían terminar en un ataque si él no se defendía bien. No cabía esperar piedad alguna, ni él pensaba dársela a aquella zorra de los mares.

Después del intercambio de fuego la trampa se cerró sobre ellos y aquello se convirtió en un caos. Enanos amarillos por todas partes moviéndose como locos. Usaban el factor miedo para avasallarles y Valença no estaba seguro de qué estaba pasando en el otro extremo del barco, donde tenía lugar la refriega. Sin pensárselo dos veces dejó allí a los marineros con el ingenio y corrió hacia el combate. Aquel era su lugar.

Cuando llegó al lugar del abordaje todo aquello era un caos. Hasta la bruja roja se batía con un pirata que portaba un alfanje. No creía que aquella mujer fuera rival para un pirata, acostumbrado a la muerte como medio de vida. Corrió hacia Liv, interponiéndose entre ella y el pirata.

A mí! A mí! Gritaba mientras corría hacia ella. Aquello fue suficiente para distraer un instante su atención y poder detener el ataque que iba dirigido a la sacerdotisa.

Una vez enfrentado al pirata le lanzó dos rápidas estocadas mientras danzaba a su alrededor. Gracias a los entrenamientos con Dan había conseguido aclimatar su danza a la inestabilidad de una cubierta y ya no se movía tan mal sobre ella... Hasta le gustaba valerse del movimiento del navío para su baile...

Y el caos se desató sobre la cubierta del galeón. Sus flechas habían hecho daño, pero era como hacerlo contra un hormiguero: más y más hormigas salían al encuentro.

Con los ganchos de abordaje y los yitianos saltando por todos lados, Connor no dudó en cambiar de estrategia. Con su arco podía ser un experto tirador, pero también quería seguir siéndolo, por lo que se colgó el arco y desenganchó el escudo para embrazarlo con su brazo izquierdo.

Un yitiano se estrelló contra él, pero no pudo apartar al gran norteño de su camino. Desenvainando la espada con un sonido sibilante, descargó el pomo sobre la cara del pirata. Su vista se encontró con el ballestero, al que cercenó su brazo con un tajo descendente que, siendo sinceros, hubiera querido que se alojara en su cabeza, pero un cuerpo (¿amigo o enemigo?) le desvió la trayectoria.

Pelear en una cubierta no era algo que elegiría Connor. Decididamente no. Pero eso era lo que los Dioses le habían deparado a la flota del Uthero, y ahora había que demostrar la capacidad de combate o morir apenas comenzada la travesía real de la flota braavosi.

Connor interpuso su pesado escudo para desviar la trayectoria de las espadas del joven, y con pesar por ver que era muy joven, pero lo suficiente como para tomar decisiones por sí mismo, lanzó un tajo contra el muchacho que apenas rozó la piel del muchacho.

El movimiento no le permitía asestar buenos golpes, y ahora entendía por qué el espadachín y el joven mercenario habían estado entrenando tanto sobre la cubierta: se podían acostumbrar al vaivén. Él tendría que hacerlo mucho más seguido que hasta ahora.

Soltó un grito de guerra que un guardia de la noche bien hubiera pensado que era de un salvaje. Pero si podía asustarlo lo suficiente como para que abandonara el combate, lo haría...

Entonces tira el ataque suplementario por desarmar, misma dificultad

No era la primera vez que se encontraba en el medio de una batalla como aquella por lo cual no sólo el valor que su Dios le daba la ayudaba y aún así sabía que podía morir como cualquiera de los otros. Cuando aquel pirata la tuvo a su merced intentó reaccionar rápido pero antes que lo hiciera, Valença actuó rápidamente. A eso llamaba ella saber pelear y antes de alejarse para acercarse a Dan, le gritó a Valença:

-¡Gracias, señor Valença!

Los pasos de la pelirroja eran suaves peor firmes en su avance. Su mente estaba puesta en una cosa, la piratesa que estaba frente a Dan. Rápidamente comenzó a recitar algo entendible sólo para ella, le hizo un gesto a Dan, su blanco era aquella mujer.

La sacerdotisa estaba concentrada y tras un par de palabras más estuvo lista para lanzar el ataque, casi completamente segura de que funcionaría como otras veces.

El combate dió un giro hacia los hombres (y mujeres) de poniente. Valença paró la estocada del machete apartándolo lejos de su trayectoria, encajando luego una estocada directa al corazón del yitiano, que penetró la armadura como si estuviera hecha de mermelada. El hombre cogió la hoja con la mano, vomitó sangre y cayó al suelo justo cuando él retiró la espada de la herida, moribundo, prácticamente en las puertas del infierno donde seguro que iría a parar.

La espada de Connor atravesó la defensa del pirata de las hojas dobles y le provocó una herida moderada en el vientre. Las tripas amenazaban con asomarle y gritó desesperado, perdiendo toda la ventaja y la rapidez de ataque en aquel combate.

Mientras, Dan paró las dos estocadas, desarmando con el segundo bloqueo a su oponente antes de tirarle un tajo que esquivó con solvencia. La mantícora, simplemente, alargó la pierna y cogiendo con ella la empuñadura de la espada, la levantó de un golpe de nuevo hasta su mano, desafiante. Iba a esquivar el segundo golpe del hombre de Lys cuando la bruja roja, ya libre de las cadenas del ataque que había parado el braavosi, la paralizó con un gesto de apretar los dedos y un susurro arcano en la lengua de asshai. La piratesa no pudo hacer nada para defenderse, encajó un tajo que le rompió el peto de cuero y sajó su pecho de forma transversal. Chilló de dolor, aunque la herida era más aparatosa que profunda, antes de que la cordura volviera a ella y con ella, el uso de sus miembros.

Para entonces el combate se estaba equilibrando. Los marineros empujaban lentamente a los yitianos contra la borda de la nave, haciendo uso de sus medias picas y la disciplina interiorizada en los enfrentamientos. Aquello no parecía gustar a sus oponentes, que se las prometían felices. Intentaron reanudar los esfuerzos de su carga, pero se toparon con aquel muro de puntas de lanzas.

Valença acudió luego para ayudar a Dan, consciente de que se estaba llevando la peor parte. La Mantícora, ahora heridad de levedad, tenía que parar y atacar a ambos hombres. Mientras, Connor solo deseaba quitarse de encima aquel malnacido, mientras la sacerdotisa Liv llegó a la altura del capitán, que se defendía con el contramaestre y otros marineros que formaban un muro de lanzas y ballestas en el castillo de popa. Se puso a resguardo, aunque tuvo que protegerse ahora de varios tiros de ballesta que desde sus barcos tiraban los yitianos.

Valença deja atrás el tipo del alfanje, cubierto de su propia sangre. Al ver que Liv ha acudido a ayudar a Dan con sus encantamientos, Valença también se acerca y puede ver con claridad como parece inmovilizar a la yitiana durante unos instantes. Suficientes para que Dan le aseste un golpe. A pesar de ello parece que la llamada Mantícora es una mujer de recursos. Su esgrima es realmente impresionante.

Nota como la sacerdotisa vuelve a irse. Parece dirigirse hacia el puente, junto al capitán.

Mejor. Con el capitán estará bien cubierta... Entonces se fija en el combate de Dan. El ponienti podría llegar a ganar, pero quizás pierde una mano o las tripas en el proceso... Mejor será que le ayude... Y sería buena cosa atrapar a esta mujer viva. Quizás nos puede dar información útil. A malas siempre estaremos a tiempo de matarla.

Valença se une a la lucha.

Valar Dohaeris... Musita a Dan, tanto como respuesta a su valar morgulis de antes como por la utilidad de aquella pirata. No muy seguro de que le haya entendido decide añadir algo más, en ponienti. Miremos de atraparla con vida, Dan.

Y tras ello ataca a la pirata, mirando de golpearla con la parte plana de la espada.

Ya era demasiado tarde para el muchacho... esas tripas no volverían a su lugar. Lo mejor que podía hacer Connor era terminar el trabajo de la manera más rápida posible. Además, el combate parecía estar inclinándose a favor de la expedición braavosi, por lo que había que dar lo mejor de sí para terminar de desmoralizar a los enemigos.

El caos, los gritos, la sangre y otros efluvios desparramándose en la cubierta hacían que le fuera imposible ver más allá de lo que sucedía cerca de él. Pero de un vistazo pudo ver cómo la bruja roja se colocaba con el capitán, detrás de un muro de picas y ballestas.

Esta vez fue una estocada para rematar al pirata y que dejara de sufrir esa agonía que había visto tantas veces luchando contra los desaforados salvajes, quienes estaban más pendientes de hacer daño que de esquivarlo.

Observó la escena buscando al grumete que al comienzo lo había visto junto a Dan y le había sacado al ballestero de encima. Tal vez él necesitara ayuda de nuevo, era un buen muchacho...

La hoja de Verdad goteaba sangre de yitianos. Llevaba ya un rato pasándoles el acero de un lado del cuerpo al otro, y la verdad, matar era agotador. Tanto mental como físicamente. Dan no disfrutaba para nada del combate. Disfrutaba estar vivo, y eso era más que suficiente para hacerlo combatir. Su espada bastarda y su esgrima eran lo suficientemente precisas como para ahorrar energía, con movimientos eficientes que solían matar en el acto.

La espada de Dan arrancaba destellos a la luz del sol, y se evidenciaba que era de acero valyrio. El raro metal parecía tener vida propia. Todo iba viento en popa, hasta que se midió con la piratesa, la cual demostró ser de una madera más dura que el resto de sus súbditos. Cruzaron aceros dos veces, y en un afortunado lance, Dan logró desarmar a la piratesa, momento en el que el braavosi se unió a él, y la bruja roja de Asshai lanzaba un conjuro que inmovilizó a la pirata. Dan le encajó un suave tajo en el peto y el acero de su espada probó la sangre de la yitiana.

La batalla aún continuaba.

Liv no gustaba de estar en el medio de la sangre y el combate pero cuando tenía qje hacerlo no dudaba, ahora que había ayudado se acercó al capitán para estar bajo su sombra y no interferir por aquello de que mucho ayuda el que no estorba. Mientras tanto, pensaba en su siguiente movimiento si es que no podian aquellos hombres pero algo en su mente, en su cuerpo, su Dios, le decía que si.

Observaba la batalla desde donde estaba, sus ojos iban de un lado al otro mientras en la lengua que sólo ella entendía iba recitando una oración, no un conjuro, una oración.

Estaba concentrada en la oración cuando se dió cuenta de lo que estaba a punto de pasar, como pudo se hizo a un costado, rápidamente y un solo paso como si fuera el de un baile esquivando la flecha que claramente era para ella. Tenía suerte de escuchar a R'hllor a tiempo y su respiración se volvió un suspiro.

Connor cortó la cabeza de su oponente con un movimiento limpio. La cabeza todavía boqueó durante unos segundos mientras rebotaba en el suelo, antes de que la muerte llegara inexcusable. Quedó libre del combate con su enemigo, pero las cosas no iban del todo bien para los braavosi y su buque. Los otros barcos se disponían a hacer un abordaje final, y solo el refuerzo de las otras dos naves o un milagro podrían salvarles. Peleaban bien, aunque cada vez más luchando por sus vidas. Estaban formando un muro de medias picas en el centro de la cubierta principal, en torno al castillo de popa, donde se habían subido arqueros y ballesteros para tratar de castigar al enemigo.

Y sin embargo, el ardid de Valença funcionó. Dos golpes, el segundo mejor que el primero, noquearon a la Mantícora, que cayó al suelo como una pluma al perder el conocimiento. Ahora habría que hacerse con ella, por que su tripulación se afanó en ayudarla o, al menos, sacarla de allí. Y eso sucedió entre otras cosas por que, roto el bloqueo del escudo de Ben, y después de que él asestara una artero espadazo en las tripas a uno de los tres piratas a los que se enfrentaba, los otros dos saltaron respectivamente en dirección a Ben y Valença, chillando en su idioma para atraer a los suyos a aquel lugar.

Connor se vió entre dos aguas. Podía ayudar en el asunto de la Mantícora o seguir peleando para hacer retroceder a aquellos cabrones que, de momento, no parecían temer por el resultado del combate, aún cuando su capitana estaba a un tris de ser capturada. Obviamente sabían que para que la captura surtiera efecto, ellos debían sobrevivir a la jornada. Y aquel extremo no estaba tan claro en aquel momento, a pesar de que eran pocos los muertos y heridos por su bando. La fuerza del número se iba a imponer de un momento a otro, y cuando eso sucediera, ellos morirían a un ritmo mucho mayor...