Partida Rol por web

Nada más soltar el arco, Groland desenvainó en un sólo movimiento su gran maza de formas vegetales, pero al momento se dio cuenta de que el gran trofeo -el guerrero orco de aspecto temible, que estaba reaccionando muy rápido tras el disparo de Arue- estaba demasiado lejos de su posición. Esto no es un juego, Groland, se dijo a sí mismo. Otros pueden necesitar tu ayuda. Trabaja en equipo. Sabía que Hathol, Brand y Rash se estaban enfrentando con uno de los orcos al otro lado de los árboles, pero confiaba en ellos. Eran otros los que podían necesitarle: aunque Greinh y Jerinor habían dejado al otro orco superviviente muy malherido, Jerinor había quedado en una mala postura y no podría atacar hasta que fuera demasiado tarde, mientras que el caballero -que tras tropezar se había recuperado magistralmente- sí podía llegar hasta el jefe orco... pero no sin antes enfrentarse al orco medio muerto que tenía delante, perdiendo un tiempo precioso. Esta es la mía, se dijo Groland saliendo de la maleza como un oso en carrera y colocándose al lado de la fairhilliana.

-¡Ve a por el premio gordo, paladín! -gritó Groland a Greinh para sorpresa del orco, que sólo pudo observar atónito como ocho libras de acero caídas del cielo le reventaban el cráneo como si fuera un melón maduro. 

Tras lo cual, el guerrero se giró hacia Jerinor... ¡Y le guiñó un ojo!

Greinh resbala nuevamente y esta a punto de caer mientras encara al orco.

El orco tras ver como Hathol salía de la espesura del bosque y mataba a su compañero le atacó, y no le alcanzó con su gran hacha por los pelos. Hathol, aunque estuviese de espaldas, esperaba el ataque y supo esquivarlo con una gran maestría.

Mientras cargo una segunda flecha alcanzo a ver por el rabillo del ojo como el orco carga contra Hathol. Éste por suerte parece muy hábil y lo esquiva, con lo que doy por sentado que acabará con él en cualquier momento.

"No necesita ayuda."

Pero por culpa de ese momento de duda, mi flecha, rápida y mortífera, pasa rozando al jefe orco.

"Oh mierda, creo que yo sí. ¿Cómo he podido fallar? Estúpida, estúpida..."

Estaba alerta, siempre en combate lo estaba por lo que pudo zafarse del ataque que aquel maldito orco le hizo por la espalda. Se lanzó hacia delante rabioso, con su arma empujada y embrazando el escudo, dedicándose a causar el mayor estrago con un frenesí delirante.

El semielfo había decidido dejar a un lado la ballesta tras casi llevarse una oreja en el intento de dispararla. Desistió de usarla, no sólo no era capaz de manejarla adecuadamente, sino que además podría clavarle un virote a uno de sus compañeros por la espalda, y eso sería desastroso. Embelesado por el baile del combate, de cómo su compañera semidrow se movía como si fuera un pez bajo el agua, o de cómo todos se había sincronizado sin apenas haberse puesto de acuerdo, por poco no se percata de que aún podría ser útil si se concentrara.

Podía hacer magia, aunque no fuera de la más poderosa que conocía, pero podía. Al fin y al cabo, aunque sus conjuros mayores había decidido dejarlos para el castillo, conocía algunos pequeños trucos de magia que usaban para jugar con los niños en la aldea. Usados sabiamente, podría ayudar a sus compañeros de batalla.

Se incorporó y alzó los dedos índice y corazón de su mano derecha. No tuvo que tardar mucho en acumular la energía circundante necesaria para el hechizo que iba a lanzar. La temperatura alrededor de su mano descendió bruscamente, y un punto de luz crepitó en la punta de los dedos. Sí, no mataría al orco grande, pero al menos podría quitarle de encima a Hathol esa infecta criatura con la que luchaba. O al menos, eso pensaba Rashaniel.

En cuanto sus ojos se posaron en la figura del orco, y apuntó con los dedos al ser, un haz de luz azulada cruzó la distancia entre ellos en apenas un instante. Pillándole desprevenido y por la espalda, la criatura no vio venir el ataque, que le golpeó como si fuera una maza de hielo. Su espalda se cubrió de una fina capa de escarcha, y el orco cayó al suelo tras tambalearse un poco.

Mientras saca otra flecha de su carcaj y lo carga en su arco el hechicero observa a su compañero, aparentemente frustrado con su falta de éxito al disparar la ballesta, lanzar un rayo azul al orco enfrente de ellos. A pesar de su sorpresa por el hechizo utilizado (el principal uso que le daba Brandl era para refrescar sus bebidas) toma nota de que a pesar de su reducida efectividad consigue acabar con el orco, y se propone usarlo mas adelante.

Estirando el arco y cambiando su objetivo a el aparente cabecilla de los orcos, el elfo suelta la flecha que se clava con letal precisión en el cuello de su enemigo.

Veía muy difícil salir con vida de ahí. Sólo quedaba en pie él, pues ya no contaba con el joven orco que estaba moribundo. Lo que más rabia le daba era que terminaría como sus compañeros que asaltaron Fairhill, sin cabeza. Eso le dió fuerzas para realizar una ataque contra el paladín que tenía delante aunque el dolor de las heridas sufridas fuera muy intenso. Intentó golpearle con su hacha, pero fue a estrellarse contra el escudo de su enemigo sin causar daño. Enseguida el grito de rabia del caudillo orco se trocó en grito de agonía.

henchida de orgullo por el orco a mis pies, avanzo con paso firme hacia el jefe orco dispuesta a provocarle el mismo final que a su compañero, pero el avance con precipitación evita que le acierte al chocar con la armadura sin ningún efecto, soltando una exclamación: - MIERDAAA!!!!!.
Entonces me doy cuenta que estoy delante de un jefe orco, un asesino, un desalmado y que yo puedo ser su siguiente victima, un escalofrió recorre mi espalda como un rayo para desaparecer al momento al percatarme que junto a mi están mis nuevos compañeros y sentirme mas segura.

Jerinor adelantó a Groland para buscar una mejor posición para atacar al jefe orco. Apuntó con la jabalina a una distancia de una decena de pasos y la lanzó con precisión contra Nagrod, que aparecía en aquel momento revestido por la luz del sol naciente, dándole en pleno pecho.

Golpeado en el corazón, el jefe orco cayó fulminado sobre sus rodillas, aunque le quedaban fuerzas para morir matando.

Groland contempló boquiabierto y con gran vergüenza ajena el triste espectáculo que se desarrollaba ante sus ojos: primero, el paladín -al que el guerrero había librado de un enemigo única y exclusivamente para que pudiera ocuparse del orco gordo- había tropezado contra una raíz invisible y casi se había matado; después, el propio jefe orco había esquivado una flecha de la drow con unos reflejos que un segundo antes eran impensables; y ya para terminar, la hermana Kerri había errado un golpe contra un objetivo que perfectamente medía dos metros de alto por uno y medio de envergadura... Por suerte, Brand y Jerinor tuvieron la chiripa necesaria para atinar con sus respectivos disparos y herir de muerte al mostrenco, pero Groland se dio cuenta de que al gran orco aún le quedaban energías para morir matando. Una sonrisa se dibujo en su rostro.

-¡¡¡POR TODOS LOS PLANOS CELESTIALES!!! ¿¡Qué os pasa, niños y niñas!? ¿¡Es que no sabéis arrear un buen mamporro y enviar a la tumba a ese pielverde, COMO TEMPUS MANDA!? -Se rió estruendosamente levantando la maza sobre su cabeza.- Esto parece un trabajo para... ¡EL GRAN GROLAND DE FLEUR!

Y haciendo de grito y acción una y la misma cosa, el guerrero salió disparado contra su correoso enemigo... ¡Con tan mala suerte que tropezó en la misma raíz invisible que había derribado a Greinh! ¡ESTAMOS MALDITOOOOS...!, pensó su cerebro en esos premonitorios instantes que preceden a la adquisición de la horizontalidad por parte de un tiparraco de más de seis pies de altura y 230 libras de carne. Por suerte, algo amortiguó el golpe, y tras unos instantes de tensa quietud, Groland volvió a levantar la cara del suelo, aunque ahora llena de...

-¡¡¡MMMIIIIIIEEEEEEEEEEERRRRRRRDAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRRRRGGGGGGGHHHHH!!!*

De ciervo, por cierto. Aunque ese matiz no llegó a los oídos de las aterradas gentes que escucharon el grito del cormyriense en los campos, hogares y calles de Fairhill.

Con un golpe suave, casi lento pero preciso, Greinh Vientoferrero abre una fina linea escarlata en el cuello del orco, que cae al instante

- Ahora estarán más preocupados en la fortaleza. Verán que faltan dos partidas. Debemos movernos rápido. ¿Algún herido?

El último orco en pie atacó a Hathol. Pero su esfuerzo, para las heridas que tenía, fue tan grande que no supo que se moría hasta que paladeó el sabor de la sangre que brotaba bajo su garganta. Quiso balbucear algo mientras sus manos intentaban taponar la herida, pero, antes de lograrlo, sus ojos se abrieron exageradamente y sus piernas se doblaron como las de una marioneta desmadejada.

Un nuevo enfrentamiento y otra vez había salido indemne. La verdad es que le estaba empezando a coger el truco a lo de esconderse y atacar desde lejos. Nadie podía tacharle de cobarde, él no portaba una dura armadura ni blandía pesadas espadas ni mazas. No, él era un académico que se cubría un frágil cuerpecito con una túnica hecha de tela.

- Deberíamos esconder los cuerpos, por si otra patrulla los encuentra y dan la alarma mientras realizamos la incursión - dijo, dedicando una mirada de desagrado a los cadáveres - No sería bueno...

No estaba satisfecha con mi actuación en el combate. Una entrada tan buena, un flechazo casi mortal...y el segundo lo fallaba a tan solo un par de metros. Decepcionante. Y encima el paladín le daba el golpe de gracia. Oh sí, qué gracia.

- Creo que no deberíamos perder más tiempo y seguir nuestro camino y plan de ataque al castillo. Acabamos de matar al jefe y su cuadrilla. No habrá otro grupo de exploración en largo rato. Rato en el que podemos atacar el castillo, de modo que nadie sabrá que pasó aquí. Sólo sabrán que se les ha acabado la suerte.

Miré a Jerinor, me gustaba la mujer. Fuerte y valiente, y además, era portavoz junto a Hathol de los deseos del pueblo. Ella debería decidir, no nosotros. Nosotros en estos momentos eramos simples mercenarios. Mercenarios contratados gratis por el pueblo sólo por nuestra "buena voluntad", pero mercenarios de algun modo. Eso suponía que seguíamos los designios del contratante, que este caso eran claros: Acabar con la fortaleza orca.

El paladin revisa las pertenencias del jefe ordo.

- Revisad sus pertenencias. Una llave o un mapa podrían suponer una enorme ventaja táctica. Y Arue lleva razón. Movamonos.

El combate había terminado. Más frustrado que cansado, el joven guerrero se agachó para limpiarse la cara con la túnica de uno de los orcos muertos, pero resultó ser más apestosa que la propia mierda de ciervo. Con resignación, se quitó la porquería con sus propias manos y luego se las limpió contra la ropa orca y la vegetación. Qué vergüenza... ¿Qué me ha pasado? ¿Qué nos ha pasado a todos? No había visto ningún mago, así que atribuyó su mala suerte a los designios de los dioses. Otro combate así y ya veo mi cabeza en un puchero... Estaba muy enfadado consigo mismo y no quería hablar del tema con nadie. Comenzó a registrar los cadáveres, empezando por el de su último enemigo.

-Olvídate de estos muertos, Rash -dijo en tono hosco, malhumorado-: con un poco de suerte, una nueva patrulla los encontrará y se quedará mirándolos estúpidamente hasta que volvamos y les demos muerte... -Se detuvo un momento, concentrado, buscando en el cuerpo a sus pies algún bolsillo con monedas.- ...o atacará Fairhill, lo que en el fondo ya no puede ser muy peligroso: no deben de quedar muchos orcos. -Tiró lo hallado a un lado, se levantó y se estiró.- Estoy con Greinh y la drow: registremos estos cuerpos y sigamos adelante.

Rashaniel encogió los hombros cuando la brusca respuesta de Arue le cortó a mitad de frase, y se mordió el labio inferior, disgustado. Estaba claro que la estrategia y las acciones bélicas no eran lo suyo. Esquivando los cadáveres, murmuró algo y miró al cielo, para tan sólo ver un halcón que volaba lejos en círculos sobre ellos. Pero no se acercaba, como si los estuviera vigilando.

En silencio, el mago siguió al grupo.

El combate no había estado mal, había acabado con un orco de un golpe, y el jefe había parado sin dificultad el segundo ataque, había sido rápido y casi sin tiempo para pensar. Era mi primer combate, no podía quejarme, es mas estaba contenta con el resultado, aunque al mirar a mis compañeros, algunos no parecían estarlo tanto.
Escucho a los que hablaban y les hago caso registrando el cuerpo al que había dado muerte, donde seguro no encontraría mas que objetos sin valor, ¿pero quien sabe lo que un orco puede guardar de sus asaltos?.

Y comento: - Tampoco tardaríamos mucho en retirar los cuerpos y ponerlos fuera del camino, aunque me da lo mismo, pues es una advertencia para los orcos si pasan por aquí.

Me agaché cerca de uno de los orcos para recuperar el par de flechas perdidas. Me acordé entonces de "la dinámica de grupo". No iba a cometer el mismo fallo dos veces.

- ¿Puedo rellenar mi carcaj con las flechas de los orcos, o eso es para el fondo común? - pregunté en voz alta. 

Tras eso, recogí el dinero que llevaba el orco y se lo di a Rash.

-¿Tú eras el tesorero, no?